Por Jorge Aniceto Molinari
Las revoluciones responden a necesidades sociales ante
crisis que se hacen insostenibles para las grandes masas. Y las puede haber del
más diverso tipo, hasta aquellas que son solo revueltas y no tienen
posibilidades de cristalizar.
El problema es que ante este tipo de fenómenos, han nacido
como respuesta los teóricos de la revolución como la revolución misma y que han
aprovechado circunstancias muy particulares como lo fue para los stalinistas la
revolución rusa.-
El socialismo no nace
así de un desarrollo social necesario para superar el capitalismo sino de la
voluntad de los revolucionarios de construir una sociedad superior y
alternativa al capitalismo. Y en esto han pululado las más diversas teorías
partiendo de las concepciones voluntaristas de cómo se construye el socialismo
en cada país.- Aunque ninguna de estas teorizaciones van más allá de las
estatizaciones nacionales y de proyectos regionales para el desarrollo de una
forma de capitalismo de Estado, que piensan –cada vez menos- pueda competir con
el desarrollo capitalista a nivel mundial.
Ahora esto luego de la derrota de Lenin en 1924 tiene
vicisitudes que es necesario intentar aclarar.
Todas las revoluciones expresan una necesidad y avanzan, e
imponen derechos en las realidades de los pueblos, su desarrollo posterior
conoce entonces avances y retrocesos originados fundamentalmente por el rol que
cumplen en estos procesos los sectores ubicados dentro de la lumpen burguesía y
del lumpen proletariado.
El estudio de la revolución rusa en este terreno ofrece un
material inmejorable para comprender el fenómeno actual de los problemas que se
presentan a nivel del desarrollo empresarial de distintas áreas en los Estados.
La revolución española, aporta todo lo que no se debe hacer
en el terreno de la conducción revolucionaria, junto con la necesidad de actuar
es necesario saber en cada momento para donde se va; España ofrecía todas las
variables posibles de vías muertas.
La revolución bolivariana, hoy ofrece otra realidad. El
proyecto de Chávez, formidable con su contenido de participación, necesitaba de
un marco internacional propicio que hoy es extremadamente contradictorio. Más
cuando su realidad económica es manejada en el abastecimiento de la gente con
instrumentos que no son posibles manejar en forma independiente a nivel de un
Estado, como es la moneda.
Muchos han utilizado la condena a los crímenes de Stalin
para condenar la revolución rusa, y contradictoriamente algunos de los que
justificaron esos crímenes condenan al gobierno de Maduro, que se defiende de
la agresión económica que ha tenido como resultado el deterioro de su apoyo
electoral. La derecha quiere a Maduro derrocado ya; Maduro por su parte trata
de utilizar todos los elementos legales posibles para revertir la situación, la
Constituyente es uno de ellos.
Los que piden elecciones ya, en medio de una guerra civil no
declarada, en que se comenten actos delictivos por ambos bandos (recordemos la
guerra civil española), no reparan que eso no evita la guerra civil declarada a
menos que uno de los bandos se rinda, y aún así, acá no va a existir ningún
bando ganador, porque el quehacer social ya hoy impone circunstancias como las
que está viviendo Brasil, y de alguna manera Argentina donde las maniobras con
el dólar fueron claras y a la vista de todo el mundo, donde el accionar del
otrora imperialismo norteamericano a través de los servicios militares y
policiales de estos países ya no les responde aunque siga existiendo.
El Papa Francisco, el gobierno de Uruguay han tenido una
actitud prudente y una prédica por la paz que es imprescindible, aunque no
suficiente.
Lo que no alcanzan son las respuestas políticas que hasta
hoy se han dado. Aunque podríamos decir que prácticamente no existen, y
entonces están los que condenan sesgadamente de acuerdo a la teoría de “mejor
en democracia”, o los que justifican con que así son las revoluciones.
Mujica en setiembre del 2013 trató de insinuar un camino,
ahora quien agarra esa antorcha para trasladarla al debate de una salida no
solo para Venezuela, para el mundo. Más grave aún cuando el propio ex
presidente no ha mostrado comprender la propia importancia de su planteo en un
mundo que necesita encontrar el camino de la paz, en medio de un desarrollo
demencial de la industria de guerra, que además se utiliza como desahogo
capitalista a la crisis, como lo fue en las dos guerras mundiales anteriores.
sipagola@adinet.com.uy
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