Por Carolina Vásquez Araya
Cualquier cosa se puede decir. Lo que no se dice es el
porqué de la marginación.
Las hipótesis más descabelladas de labios de las autoridades
echan raíces profundas en el imaginario colectivo, vale decir en la muy voluble
y bien ponderada “opinión pública”. Esto sucede con las niñas quemadas en el
Hogar Seguro Virgen de la Asunción, dependencia estatal de acogida a niñas,
niños y adolescentes con problemas de asistencia y resguardo. Este Hogar está a
escasos kilómetros de la capital de Guatemala y hace 4 meses fue el escenario
de un horrendo acontecimiento dejando a más de 40 niñas convertidas en cenizas,
otras mutiladas, otras embarazadas por violación, todas con su vida destrozada
para siempre. Como en toda tragedia inexplicable, se suele aprovechar el poder
-en cualquiera de sus formas- para cambiar versiones, descalificar a las víctimas
y reducir el impacto negativo de las malas decisiones emanadas por quienes lo
detentan. Así ha sido a lo largo de la Historia y así continuará siendo.
Para quienes ven al toro desde la barrera resulta casi
gratificante aceptar las versiones oficiales, dado que ello los exime de asumir
posiciones incómodas. Si las chicas eran mal portadas entonces el desarrollo de
los acontecimientos era inevitable. Mal portadas significa rebeldes, ariscas,
soeces, desafiantes. Mal portadas, ingratas y violentas al negarse a aceptar su
situación y pretender cambiar las cosas. Mal portadas al estilo de las novelas
de Charles Dickens, mal portadas bajo los códigos de una sociedad tan
indiferente a su condición como lo ha sido con respecto a su destino. En fin,
esas chicas malas se lo labraron solas.
La otra cara del asunto es el escenario completo. Es decir,
¿qué llevó a esas criaturas que al nacer eran unos angelitos caídos del cielo a
transformarse, supuestamente, en producto desechable? ¿En qué momento se
produjo la metamorfosis, si es que realmente hubo alguna y no estamos
simplemente asumiendo lo que no es? Al buscar respuestas estas convergen en las
carencias de siempre, producto de la infame manipulación de la riqueza para
acrecentar los capitales de unos pocos para privar a todos los demás de las
oportunidades de desarrollo que han generado con su trabajo mal pagado, todo
ello coronado por la indetenible corrupción de las clases política y económica.
En ese cuadro de costumbre campea a sus anchas el crimen
organizado, el cual ha invadido todos los espacios y se ha beneficiado
largamente de la inercia del Estado y la ciudadanía. Esas niñas malas, quienes
de acuerdo con la voz oficial estaban bajo cuidado de psicólogos y personal
especializado en cuidado de niñas, niños y adolescentes, no supieron agradecer
tanto beneficio y se amotinaron en un acto de inconcebible rebeldía. Por
supuesto, no se dice que entre ese personal especializado había ex militares
entrenados, había quienes aprovechaban su poder absoluto para abusar a su
antojo de las niñas malas y nadie en ese antro de horror era capaz de sentir la
menor empatía por esos seres tristes y abandonados a una suerte macabra.
El período de la adolescencia no es fácil. No lo es para las
niñas y niños nacidos en un ambiente apropiado, mucho menos para quienes fueron
a parar a las zonas marginales en un hogar desintegrado y con todas las
carencias del catálogo. No existe un solo ser humano capaz de conformarse con
la miseria sin rebelarse contra su suerte. No existe tampoco uno que acepte la
violencia como forma de vida sin intentar escapar de ella.
La pretensión de acusar a las niñas de mentirosas, afirmar
que sus violaciones y embarazos son imaginarios, negar la existencia de las
redes de trata es abusar de la paciencia de quienes poseen un mínimo de sentido
común y algo de capacidad de raciocinio. Esas niñas no nacieron para ser un
producto gratuito para el comercio sexual, todas ellas tienen derechos y es
obligación de la ciudadanía exigir que sean respetados.
ROMPETEXTO: No existe un ser humano capaz de conformarse con
la miseria y la violencia sin intentar salir de ella.
Elquintopatio@gmail.com
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