Por Alfredo Serrano Mancilla*
No buscan ganar electoralmente sino destruir un país por
completo, incluso con gente adentro. Una minoría opositora venezolana ha
decidido definitivamente abandonar la vía política. El objetivo es interrumpir
la vida democrática del país sin importar el costo, ni económico, ni humano.
Matan, queman, golpean, saquean. La violencia llevada a su máxima expresión
para que la cotidianidad deje de existir.
Estas prácticas fascistas son injustificables. Los errores
que haya podido cometer el gobierno o las discrepancias que muchos puedan tener
con tal o cual decisión no pueden servir como excusas para que estas acciones
violentas se impongan como praxis diaria por parte de un grupo minoritario de
opositores en Venezuela. No hay razón para asesinar, perseguir o insultar a
quién opina diferente. Eso es lo que está ocurriendo en Venezuela por parte de
un minúsculo grupo opositor que en nombre de la democracia y libertad
paradójicamente están instaurando un régimen de pánico.
En la democracia cabe la discusión política y la
confrontación de ideas. Se puede discrepar absolutamente de todo. Pero de
ninguna manera nadie está habilitado para salir a la calle para infundir terror
en la ciudadanía. Hay miedo pero no es por culpa del gobierno. En 18 años de
chavismo seguramente habrá habido traspiés, pero nunca jamás había existido una
sensación de que te pueden apalear en cualquier esquina. Esta es una
responsabilidad absoluta de este brote fascista que ha venido con la intención
de quedarse sine díe. Que el gobierno haya podido cometer errores, no lo niega
nadie. Pero una cosa es poder equivocarse en la política y otra cosa bien
diferente es dedicarse únicamente a permanecer más de 90 días con la intención
de desestabilizar mediante muertes y más muertes (ya vamos por 84).
Muchos medios de comunicación prefieren hablar de los
errores del presidente Nicolás Maduro. Y están en todo su derecho. Pero lo que
es inadmisible es que silencien o justifiquen los actos terroristas que están
aconteciendo casi a diario. Al hacerlo son cómplices de esta barbarie, como
tantas veces sucedió en la historia.
No podemos ni debemos normalizar este terrorismo cotidiano.
Es condenable en todos sus sentidos. La violencia no puede sustituir a la
política. La oposición venezolana apostó en octubre de 2012 y abril de 2013 por
la vía electoral y perdieron en ambas citas presidenciales. Después volvieron a
perder las municipales de diciembre de 2013. Y es verdad que ganaron luego la
Asamblea Nacional (diciembre de 2015), pero seguramente se confundieron en
cuanto a las competencias que tenían para gobernar el país. Tenían potestad
legislativa pero no ejecutiva. Y no tuvieron en cuenta que se trata de un país
altamente presidencialista según lo fija su propia Constitución. Este choque de
trenes, entre Legislativo y Ejecutivo, más allá de toda la controversia que
haya podido suscitar, no puede de ninguna manera ser la base para argumentar en
favor de una respuesta opositora tan salvaje e inhumana.
La oposición venezolana ha tenido la oportunidad de
separarse de estas prácticas terroristas. Podrían haber condenado algunos de
los flagrantes acontecimientos. Por ejemplo, el ataque del helicóptero robado
contra varias instituciones de los poderes públicos o la quema de personas por
supuestamente ser chavistas. Pero no lo hacen. No lo quieren hacer. Les molesta
todo aquello que huela a diálogo. Han atacado al ex secretario general de Unasur y al ex
presidente español Zapatero por querer buscar una vía dialogante para rebajar
la tensión al conflicto político. Se sienten incómodos cada vez que el Papa
apela a la paz y a la no violencia. Salvo contadas excepciones, la mayoría de
los máximos representantes de la oposición venezolana han sido promotores de
esta dinámica antidemocrática. Fueron participes del golpe de 2002, de las
guarimbas (actos violentos de la oposición) de 2014 y aún conservan esa
esencia. Prefieren la parapolítica a la confrontación democrática.
Así es el terrorismo… Y medio mundo le está dando la espalda
sin condenarlo.
*Director CELAG
coordinadora@solidaridadvenezuela.org
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