Por Jorge Aniceto Molinari
Ya hemos escrito sobre cómo llegó a la construcción del
Frente Amplio, a fines de los 60, la candidatura a la Presidencia de la
República del General Líber Seregni. El Uruguay venía de una construcción
exitosa en el seno del Partido Colorado de lo que habían sido las presidencias
de José Batlle y Ordoñez, en los inicios del siglo 20.
Ahora la experiencia se había agotado porque el mundo para
el cual fue desarrollada por su líder había cambiado. La crisis del capitalismo
superada trágicamente con dos guerras mundiales había dado paso abiertamente al
mundo de los complejos empresariales multinacionales en desarrollo y superando
en su dimensión económica a cada uno de los grandes Estados. Hagamos memoria de
las “marcas” y productos hoy muy conocidos, que inundan nuestros mercados y el
diario vivir, su ingreso se produce precisamente en esta etapa de la historia.
Sin embargo cuando nace el Frente, la existencia de la Unión
Soviética, China, Cuba, etc., los países del llamado “socialismo real”, con
estructuras de un fuerte capitalismo de estado, hacían pensar en la posibilidad
democrática de construir democracias solidas, con proyectos propios y con
participación popular.- Rodney Arismendi desde la Secretaria General del
Partido Comunista desarrolló la tesis sobre la construcción de una democracia
avanzada, que mucho tenía que ver con sus lecturas de Lenin y Gramsci.
El ya debilitado imperialismo norteamericano y no debilitado
en su estructura militar, sino como Estado, endeudado, y con una moneda
envilecida, cedía paso a una nueva condición de Estado gendarme al servicio de
quienes habían pasado a gobernar el mundo. Gobernanza marcada por el
agostamiento de la tasa general de ganancia en medio del creciente
endeudamiento de los Estados, el aumento de las emisiones monetarias y de los
paraísos fiscales. El acotamiento de las matrices económicas nacionales e
incluso regionales, el tener que pensar en el espacio económico universal para
cualquier proyecto de mediano o largo plazo.
De todos modos “los servicios imperiales” dieron nacimiento
al Plan Cóndor con sus dos pinzas para tratar de anular los avances
democráticos y sociales; una, la injerencia militar y de inteligencia, directa,
la otra y luego de que se les fuera de las manos la guerrilla cubana, en el
aliento a guerrillas que le sirvieran para desarticular el movimiento de masas
que se hacía presente en cada país en el amparo de las más caras aspiraciones populares.
Los pueblos se dieron los instrumentos, amalgamando todos
los esfuerzos libertarios, para construir gobiernos progresistas en medio de
una enorme contradicción, que tiene como escenario el mundo; la crisis del
capitalismo ya es irreversible, y lo que fue la guerra para solucionar la
anterior, ya no es posible sin condenar a la humanidad al suicidio. Sin embargo
en el ahogo de sus economías siguen
tentados a hacerlo, o por lo menos llegar hasta los límites mismos de la
tragedia mayor, apostando a la industria de la guerra.
Los gobiernos, aún los más socialmente avanzados nadan en
medio de esta contradicción defendiendo el derecho de la gente a una vida
mejor, pero que a la larga no es posible sin resolver la contradicción
principal en la que está envuelto el modo de producción capitalista.
Esto nos lleva a encarar la lucha por la paz como
fundamental para poder dar salida con un programa que necesariamente deberá
tomar la moneda y los impuestos, la muerte de los paraísos fiscales, como el
instrumento para poder planificar una economía también como la capitalista, de
transición, con alcances mundiales, que realice eso que hoy al capitalismo no
le es rentable pero que la humanidad necesita imperiosamente.
Lo que parece tan simple de comprender no es entendible
fácilmente porque la economía mundial sigue creciendo (si no fuera así, la
predominancia del capitalismo tendría firmada ya, su sentencia de muerte), y a
la vez la tecnología nos asombra con su desarrollo, como por ejemplo la
capacidad potencial de poder alimentar y regular la población de todo el
planeta, y cuando decimos alimentar estamos hablando en el sentido más amplio y
completo de la palabra, cuerpo y espíritu; inimaginable para las generaciones
que nos antecedieron donde el aumento de la población era sinónimo de hambre.
He aquí en grandes trazos el marco donde hoy nace en el
Uruguay la posibilidad de que el Frente Amplio para el próximo periodo de
gobierno lleve a la Presidencia de la República al Dr. Mario Bergara.
Recordamos la enorme preocupación del General Líber Seregni
para que el Cr. Danilo Astori fuera el candidato de todo el Frente Amplio a la
Intendencia de Montevideo, era una enorme prueba de gestión –creemos que eso
era lo que pensaba Seregni, y discúlpesenos el atrevimiento- fundamental para
todo el Frente y para un compañero de una enorme capacidad técnica.
Astori prefirió organizar su propio grupo, y eso ya es parte
de otra historia; desde el punto de vista técnico, con repercusión política
directa, enorme ha sido su aporte, no así en el plano estricto de proyección
política y de gestión administrativa, donde él y su grupo han corrido la suerte
variopinta de la interna frentista. Suerte variopinta que ha conocido y conoce
aciertos, errores y horrores, estos que comprometen la suerte electoral del
Frente Amplio al frente de la administración pública. Aunque en definitiva la
suerte electoral siempre termina dependiendo del manejo monetario y de su
principal derivado: el costo de vida y el acceso a los bienes de consumo que
los sectores conservadores manejan en su beneficio. Es el mundo de los
exportadores en dólares, la vida común de todos los días, nuestra y de nuestros
conciudadanos, en pesos nacionales y el consabido discurso sobre el atraso
cambiario de los primeros.-
Bergara es uno de los valores más destacados con los cuales
hoy cuenta el Frente y también el país, seguramente de él estaría orgulloso y
dispuesto a colaborar si viviera el General.
Ahora el dilema vuelve a plantearse: ¿Bergara jefe de un
grupo político dentro de los múltiples que hoy coexisten en el Frente o
candidato de todos?
Esto no me preocuparía tanto si Mario encabezara un programa
claro y definido que se abriera paso en medio del medio centenar de programas
híbridos con los que cuentan cada uno de los grupos, pero me temo que los
tiempos van a exigir primero la candidatura y luego las condiciones
programáticas, que a mi modo de ver las cosas, son inexorables para poder
realizar acciones de gobierno con el apoyo de la gente en medio no solo de un
desafío nacional sino en esencia universal. Y ello supone, tiempos, plazos,
tareas actuales, muchas de ellas cruciales para la actividad económica y
atender a lo que la Constitución y las leyes establecen si de tiempos
electorales hablamos.
sipagola@adinet.com.uy
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