Por Daniela Saidman
DESDE LA OTRA ORILLA
Esta semana me ha dolido el cuerpo. Esta sensación sorda que
me invadió por partes hizo que entendiera que tengo tobillos, rodillas,
muñecas, ojos, riñones y cabeza. Esta sustancia que viene desde afuera, porque
la enfermedad viene de algún lugar lejano, se apoderó de cada pliegue, hasta
tal punto que quise irme. Por suerte pasó, no sé si del todo, pero lo
suficiente para querer quedarme por ahora.
Esta semana me ha dolido el alma. Es decir, las entrañas, el
corazón, los ojos, la boca y cada una de las partes de mí que sirven para
expresarse. Me ha dolido la humanidad que me habita.
Cuando un ser humano es asesinado por el odio de otro igual
a él, cuando un hombre muere a manos del desprecio y el rencor, lo más terrible
y lo más temible de nuestra historia emerge.
Un hombre caído a manos del fuego que otro hombre enciende
es convertir a Prometeo en un animal que no vale la pena ni recordar,
justamente a él que nos hizo sabios y eternos. Esta semana entendí la soledad
con la que hemos llorado juntos la muerte y he visto cómo el silencio es capaz
de asesinar al caído.
dsaidman@gmail.com
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