Por Antonio Guillermo García Danglades
El lado oscuro de la oposición fue responsable de la
planificación y ejecución del golpe de Estado y asesinatos de manifestantes el
11 de abril de 2002. Dirigió también el sabotaje criminal contra la industria
petrolera que causó la quiebra de pequeños y medianos empresarios, pérdidas por
más de 14 mil millones de dólares, el cierre de exportaciones, graves daños a
la infraestructura de PDVSA y una contracción histórica de 28% en la economía.
El lado oscuro de la oposición estuvo involucrada en el
abominable crimen de tres jóvenes soldados disidentes de la plaza Altamira – tomada por militares de alto rango que
abiertamente llamaban al golpe de Estado -, en los actos terroristas
perpetrados contra misiones diplomáticas de Colombia y España y otros recintos,
en el asentamiento de un campamento paramilitar con más de 400 mercenarios
preparados para asaltar el plació presidencial, el asesinato de cientos de dirigentes
campesinos y activistas de derechos humanos, y un sin fin de intentos de golpes
magnicidas.
Al mejor estilo del "Ku Klux Klan", el lado oscuro
de la oposición ha colgado muñecos ahorcados de dirigentes chavistas, incluso
presidentes, en puentes y torres de
alumbrado. Celebró a lo grande la muerte del Presidente Chávez para luego
ordenar a sus simpatizantes que vertieran su rabia en las calles cuando Nicolás
Maduro fue electo presidente en 2013, ocasionando así la muerte de 11 personas,
entre ellas dos niños. Un año más tarde, fue la encargada de dirigir las
guarimbas y acciones vandálicas que ocasionaron la muerte de más de 40
personas, una de ellas degollada por un cable de acero colocado precisamente
para descuartizar a los motorizados chavistas.
El lado oscuro de la oposición siempre ha actuado con total
impunidad y cuenta con el silencio cómplice de los medios de comunicación y la
aquiescencia de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y la
OEA, entre otros.
Hoy la oposición ha mostrado su lado aún más oscuro.
Un reciente estudio de opinión de la firma Hinterlaces sobre
la situación en Venezuela presenta un dato tan revelador como aterrador y
preocupante, en tanto que muestra el deterioro que atraviesa su tejido social
producto de la inoculación de la violencia fascista: el 96% de los
entrevistados que se autodenominan “chavistas” y apoyan al presidente Maduro
están en total desacuerdo con el uso de la violencia para dirimir las
divergencias políticas. En el mismo sentido opina un 83% que se considera
“independiente”. Pero tan solo el 57% de quienes respaldan a la oposición
piensan de la misma manera. Prácticamente la mitad del antichavismo está de
acuerdo con la violencia.
Una enfermera del Hospital Sor Juana Inés de Mérida publicó
un mensaje en su cuenta de twitter ordenando el asesinato de los chavistas que
ingresaran a centros de salud: “Dejen morir a esos malditos Tupamaros (…) que
se mueran, jódanlos, métanle KCL pa’ que se infarten”, fue la instrucción que
le daba a sus colegas para que le suministraran una inyección letal de Cloruro
de Potasio a todos los que divergieran de su opinión política.
Días antes, el conocido sociólogo Tulio Hernández,
articulista por largos años en diarios y páginas web del país, miembro de la junta
directiva del diario El Nacional y vicepresidente de Asuntos Públicos del Banco
Occidental de Descuento, pidió a sus seguidores que neutralizaran a
manifestantes chavistas lanzando “hasta materos”. No pasó mucho tiempo cuando
una señora fue impactada mortalmente en la cabeza con una botella congelada
lanzada desde un edificio contra un grupo de simpatizantes del gobierno, lo que
Hernández justificó por la necesidad de que “defendamos nuestros hogares con
materos”.
Un video aficionado tomado durante una marcha opositora
revela al diputado Freddy Guevara del partido de extrema derecha Voluntad
Popular de Leopoldo López, dirigiendo las acciones de un grupo de encapuchados
que posteriormente protagonizarían episodios de violencia y destrucción:
“Chamos, hey, los de la capucha, pónganse en segunda línea para que puedan
defender a los diputados, pónganse en segunda línea,” decía el diputado.
Precisamente, la esposa del también diputado y dirigente
socialdemócrata de la oposición, Henry Ramos Allup, revela en una conversación
telefónica con su padre difundida en televisión, que el ala extremista que
controla a la oposición y dirige, entre otros, el propio diputado Guevara,
fomenta las acciones vandálicas que han causado decenas de muertes y cientos de
heridos en los últimos días. Para la señora de Allup, manifestantes opositores
destruyen todo lo que ven a su lado y, “si ellos pudieran quemar a Venezuela
hoy, lo harían”.
Durante años, la extrema derecha venezolana ha señalado a
las organizaciones populares que desarrollan una labor social y constructiva en
diferentes ámbitos del país, como agrupaciones terroristas que amenazan la
estabilidad y entorno familiar de las clases medias y medias altas, sembrando
así una matriz de odio en contra de éstas, lo que a su vez revela una
deplorable discriminación social y racial. En el pasado fueron los “círculos
bolivarianos del terror”, aquellos grupos de discusión política surgidos del
proceso constituyente de 1999, quienes estaban dispuestos, según inculcaba la
derecha, a penetrar los hogares de la familia venezolana, destrozar sus
viviendas, violar a sus hijas y asesinar matrimonios. Durante el sabotaje
petrolero posterior al golpe de 2002, organizaciones vecinales, victimas del
mensaje distorsionado de la oposición, llegaron a diseñar un plan de defensa
que consistía en levantar barricadas al frente de sus edificios, secuestrar a
los trabajadores residenciales para un posible “intercambio de rehenes” y
repartir un “kit” de canicas para tirarlas a los pies de los chavistas que
intentaran invadir los edificios, y un martillo que atestarían contra su cráneo
al momento en que perdieran el equilibrio.
El mensaje perverso que hoy difunde sistemáticamente la
oposición es aún más perturbador. Su blanco ahora son los “colectivos armados”,
lo que ha indignado y puesto en peligro la seguridad de agrupaciones, tales
como el movimiento teatral Cesar Rengifo que cuenta con numerosos núcleos a
nivel nacional, o el Colectivo Diversidad Sexual que trabaja en la defensa de
los derechos de la comunidad LGBTI, entre otros colectivos que realizan una
labor social y cultural en el contexto de la democracia participativa venezolana.
El bombardeo sistemático de mensajes neuróticos a través de
medios y redes sociales han ocasionado una histeria colectiva entre la
población antichavista, y aquellos que no tienen las herramientas culturales
para discernir entre la realidad de su entorno inmediato y el mensaje
distorsionado que recibe, entra en un proceso de disociación que la hace
considerar como normal y hasta necesario la extinción de la “raza chavista”.
En "El Origen de la Violencia", Mariló Hidalgo
(2001) sostiene que “la violencia nace a partir de la separación del hombre de
su entorno natural”, y ese ha sido precisamente el objetivo de una oposición
que hoy muestra su lado más oscuro.
agd1967@gmail.com
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