Por Daniela Saidman
Un niño de preescolar dice, grita más bien, para la alegría
de quienes presencian la escena, -que se vaya, que se muera,- refiriéndose al
presidente de un país electo democráticamente. La madre, una mujer de clase
media, como tantas otras, aplaude la valentía de su hijo. Alrededor secundan la
gracia infantil.
¿Qué sociedad nos espera cuando ese niño sea un adulto?
Sabemos cuándo y cómo se origina el fascismo más puro, la más terrible forma
humana del desprecio al otro, que piensa y siente distinto, pero no sabemos
dónde acabará.
¿Harán falta los treinta mil desaparecidos de Argentina
durante la dictadura, los otros miles de exiliados y asesinados del franquismo,
los ochocientos mil tutsis víctimas del más cruel genocidio en Ruanda, los
millones de desplazados de Colombia, para darnos cuenta que estamos al borde de
un precipicio que probablemente no tiene fondo? Y entonces pregunto, me
pregunto, ¿somos capaces de lanzar a nuestros hijos a ese abismo?
dsaidman@gmail.com
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