Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
La situación de Venezuela se ha transformado en elemento
central del acontecer político regional y foco prioritario de las
trasnacionales mediáticas, así como de de los medios de comunicación locales
que durante décadas apoyaron dictaduras, mientras callaban sin complejos ante
los desmanes de las oligarquías que en defensa de sus intereses violaban
derechos humanos, asesinaban, mataban, torturaban y desaparecían.
Nada de eso parece afectar, mucho menos preocupar a los
dueños de los medios de comunicación, tampoco a los gobiernos. Sólo Venezuela
existe en el espectro informativo de los monopolios mediáticos. Paradójicamente,
son los gobiernos de estos países, cuya preocupación debería ser encontrar la
manera de solucionar y dar respuestas a estos graves problemas, los que se
ensañan y asumen la actitud más beligerante a favor de la violencia y en contra
de la búsqueda de una solución pacifica negociada para los venezolanos.
Varios amigos de Europa, Estados Unidos y China, de manera
coincidente me han escrito para preguntarme sobre las causas y explicaciones de
esta situación. Dicen casi unánimemente, que se entiende que gobiernos de
derecha vinculados a altas esferas del poder económico, con reminiscencias
dictatoriales y una política exterior subordinada a Estados Unidos actúen de
esa forma, pero, ¿por qué el México del PRI y el Uruguay del Frente Amplio?
¿Por qué Chile donde gobierna una coalición de centro izquierda?
En un artículo anterior explicaba las razones de Peña Nieto,
su oscura manera de llegar al gobierno, su desprestigio generalizado en México
por la continuada práctica de violación de derechos humanos, el asesinato de
periodistas, la impunidad ante los miles de feminicidios que ocurren en todo su
territorio y sobre todo su sumisa actitud ante Estados Unidos en el tema de los
inmigrantes, lo cual constituye una afrenta al honor mexicano. Así mismo, mencionaba
el indigno comportamiento del presidente uruguayo que ha usado su alta
investidura para hacer negocios personales y familiares, los cuales en
Venezuela son conocidos y repudiados.
Pero el caso de Chile, tal vez sea el más emblemático. Como
he dicho en otras ocasiones, para Estados Unidos, el país austral es el modelo
perfecto, -como en otro momento de la historia, lo fue Puerto Rico- para
promocionar en América Latina el “camino a seguir”. Un gobierno de “centro
izquierda” con dirigentes “socialistas” que sin modificar sustancialmente el
entramado jurídico construido por el dictador, sostienen el patrón neoliberal
de exclusión, una flexibilización laboral que conculca los derechos básicos de
los trabajadores, la represión a todo intento de protesta, el escarmiento
ilimitado a los pueblos originarios, en particular a los mapuche cuando
defienden sus demandas ancestrales, una política exterior sometida a Estados
Unidos de manera vertical, la corrupción sumergidamente autorizada en el Estado
para garantizar el enriquecimiento de una minoría que financia a aquellos que
optan a cargos públicos, para que estos a su vez, favorezcan los negocios de
esa minoría, y todo eso legitimado por medios de comunicación aliados al
gobierno, precisamente para decir lo que resulte aceptable y conveniente. Esto es lo que de manera confusa y
desinformarte se da en llamar “centro izquierda”, solo para diferenciarse de
las huestes pinochetistas, con quienes, -de todas maneras- no hay tenido
ninguna contradicción estructural en los últimos 27 años. Es la primera aclaración que debo hacer a los
amigos preocupados por la posición de Chile respecto de Venezuela.
En ese marco, vale decir que en este último período de la
Concertación de partidos por la Democracia devenida Nueva Mayoría, que es la
coalición gobernante en Chile, quienes manejan su política exterior, es decir
la presidenta y su canciller, son dos personajes domesticados en Estados
Unidos. Michelle Bachelet no tuvo posiciones protagónicas en la política
interna de su país hasta que en 1997 viajó a Estados Unidos donde de forma
consecutiva cursó un diplomado en estrategia militar en la Academia Nacional de
Estudios Políticos y Estratégicos y a continuación un curso sobre defensa en el
Colegio Interamericano de Defensa, en la capital de Estados Unidos. Allí fue
donde recibió “recomendaciones” para incursionar en un nivel superior de la
política, donde tendría buen apoyo de sus patrocinadores.
Por su parte, el Canciller Heraldo Muñoz, fue formado casi
íntegramente en universidades estadounidenses, para después representar a Chile
en altos cargos en la OEA y la ONU. Allí fue donde estableció contactos
privilegiados con el tándem del partido demócrata, el cual ha apoyado su
encumbramiento hasta el más alto cargo de la diplomacia chilena. Muñoz recibió
la derrota electoral de Hillary Clinton como un revés propio, porque además de
dejar descolocado a su país que fue promotor protagónico del TPP revertido por
el Presidente Trump, ubicó en posición complicada el impulso al libre comercio
a favor de los empresarios, como política central de su gobierno. Ni corto ni
perezoso, cual héroe de las luchas por la libertad comercial, este heraldo
chileno, convocó una reunión en Viña del Mar donde se vendió como el
continuador universal del TPP, lo cual fue rechazado por el representante de
China, que en su propio terruño, le dijo: libre comercio si, TPP no, recibiendo
una violenta bofetada que los aires porteños no pudieron atenuar. Es normal,
entonces que estos personajes propugnen una “salida” violenta para Venezuela,
tratando de hacer señas, que vistas en Washington atenúen el brutal golpe que
le asestaron a los empresarios chilenos, las medidas proteccionistas de Trump.
De la misma forma, atacar a Venezuela, le permite reparar su relación con el
nuevo gobierno de Estados Unidos, seriamente dañada, tras su desembozado apoyo
a Clinton en las elecciones de ese país. Segunda razón de su comportamiento.
Finalmente, pero no menos importante: el comportamiento
golpista del gobierno de Chile está en el ADN de esta Concertación que
administra ese país. En 2002, cuando un grupo de militares, -que servían a esta
misma derecha fascista que hoy nuevamente intenta hacerse del poder por caminos
ilegales- derrocaron al Presidente Hugo Chávez, el primer gobierno en reconocer
al régimen de facto que se instaló en Caracas, fue el del militante de esa
alianza, Ricardo Lagos, (fulminante execrado de la política chilena en días
recientes) de manera tal, que la actitud de Bachelet y Muñoz, da continuidad al
talante golpista de su comportamiento, seguramente siguiendo las enseñanzas que
adquirieron en Estados Unidos.
Estos portentos de la política que no han movido un dedo en
27 años para generar una Constitución democrática para Chile, se permiten
criticar, -en una clara actitud injerencista- que Venezuela busque una salida
democrática en el marco de su Constitución, para que sea el pueblo quien una
vez más, decida qué futuro quiere para el país. Con ello, se da respuesta al
80% de ciudadanos de todo pensamiento político que rechaza la violencia como
método para salir de la crisis. Debe ser que, como ellos fueron elegidos solo
por el 20% de los chilenos con derecho a votar, en un país donde es habitual
que el 60% se abstiene, como forma de expresar su repudio a la forma de hacer
política, supongan que esa minoría basta para imponerse, si se tiene el apoyo
de los empresarios corruptos y sobre todo de las fuerzas armadas.
Lamentablemente para ellos, las fuerzas armadas venezolanas, pasaron un curso
distinto al de la señora Bachelet. Como dije en un artículo anterior, aquí no
hay generales Pinochet, si hay muchos Schneider, Prats y Bachelet que respetan
la democracia y la Constitución, una constitución que deberían leer Bachelet y
su heraldo.
sergioro07@hotmail.com
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