Por Alejandro Fierro
Como tantos otros líderes contemporáneos de la derecha
venezolana, Yon Goicoechea (Caracas, 1984) afiló sus armas políticas en la
Universidad Central, bastión de las élites criollas y semillero del
neoconservadurismo que impregna el pensamiento y la acción de partidos de nuevo
cuño como Primero Justicia y Voluntad Popular. En 2006, con apenas 22 años,
descubrió su capacidad de seducción para aquellos de su misma extracción social
y fracción ideológica. En esa época encabezó las protestas de los estudiantes conservadores
contra el chavismo, en especial las dirigidas a la reforma constitucional
planteada por Hugo Chávez.
La artillería mediática neoliberal -tanto la interna como la
externa- lo catapultó al estrellato. El relato periodístico hablaba con un
joven que no se alineaba ni con la derecha ni con la izquierda, ni con un
partido u otro, sino con Venezuela en su conjunto; una suerte de apóstol de la
no violencia al que las circunstancias que atravesaba su país lo colocaban en
el centro de la historia. Frente a la ineficacia de los políticos tradicionales
de la derecha, con sus continuas pugnas internas, un joven estudiante se veía
obligado a ponerse al frente de una sociedad supuestamente oprimida.
En todas las entrevistas, Goicoechea ponía el acento en esta
aparente asepsia ideológica y partidista. Sin embargo, tanto en sus actos como
en sus palabras no podía evitar dejar entrever su preferencia por un modelo de
corte neoliberal. Su discurso rezumaba una aversión sin límites por todo lo
público y estatal, hasta el punto de que negaba los avances gubernamentales en
reducción de la pobreza reconocidos unánimemente por todos los organismos
internacionales competentes. El premio Milton Friedman (el gran gurú neoliberal
de la Escuela de Chicago), otorgado por el muy conservador Instituto Cato, un
tanque de pensamiento próximo al ala dura del Partido Republicano
estadounidense, le colocó en una situación comprometida. “Tuve que decirles que
yo no era neoliberal”, se justificó.
El final de sus estudios supuso también el final de su
presunta neutralidad. Se trata de algo común a los liderazgos estudiantiles
conservadores. A diferencia de la izquierda, los jóvenes cachorros de la
derecha rehúyen cualquier identificación durante su época académica. Una vez
terminada ésta, evidencian su alineamiento en el caso de que se dediquen a la
política activa. Yon Goicoechea, como más recientemente Juan Requesens, no fue
una excepción. Sus primeros coqueteos partidistas fueron con Primero Justicia,
la formación del excandidato presidencial Henrique Capriles.
Ya con poca presencia pública en el país, en 2013 se marcha
a Estados Unidos. Desde allí sigue la estrategia de movilización callejera
promovida por Leopoldo López, que dejó un saldo de 43 personas asesinadas y
concitaron el repudio del 80% de la población, según todas las encuestas.
Goicoechea le declara a López por carta su admiración personal, consumando el
paso a su formación, Voluntad Popular.
En junio de este año regresa a Venezuela, ya con su bagaje
ideológico completamente conformado. Aboga por una economía totalmente
liberalizada, el control del déficit fiscal como objetivo irrenunciable,
solicitud de préstamos al Fondo Monetario Internacional y un plan de choque
contra la delincuencia donde prime la aplicación inmediata de un castigo por
encima de cualquier otra consideración.
Quizás fue esta querencia por medios expeditos la que le
llevó a portar en su automóvil detonantes para explosivos, según las fuentes
policiales que le detuvieron el pasado 29 de agosto, a pocos días de la
denominada “Toma de Caracas” por parte de la derecha. Sus correligionarios
mantienen la habitual denuncia de una detención por motivos políticos. Más allá
de los derroteros que tome su caso, lo cierto es que Yon Goicoechea se ha
posicionado ya en el sector más radical de la derecha venezolana.
alejandrofierroperal1968@gmail.com
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