Por Rafael Ángel
Ugalde
De entrada no creí. Para quién durante 30 años permaneció en
la Universidad pública trabajando y estudiando con salario puntual, oficina de salud a los
cincuenta metros y garantías de decir lo
que pienso, era inaceptable lo que me decía este ex profesor de políticas
públicas que ahora procura propinas. Un
hombre cultísimo del llamado “primer mundo” jalando maleta a uno
del “subdesarrollo” para rebuscarse el sustento en el aeropuerto de
Barajas, España. ¡No es posible, él me miente, o el mundo está patas arriba ¡
me tranquilizaba.
“La crisis -me remarcó, mientras me indica el pasadizo de salida por dónde me esperaba la hija menor-, nos ha hecho humildes a muchos
españoles. En principio muchos profesionales y académicos pensábamos que no nos
alcanzaría”, replicó a la obvia pregunta del por qué halaba maletas y no estaba
frente a un grupo de estudiantes enseñándolos
a acomodar el Estado en función,
supuestamente, del llamado “bien común”.
Algunos datos provenientes de él terminaron por convencerme
que el profesional acabó victima de sus propias ilusiones, en una España, que
insiste en vivir las grandezas de 500 años atrás, cuando los galeones llegaban
cargados de oro de las nuevas tierras que necesitaba “civilizar”. El ciclón
económico financiero de 2007-2008 socolloneó duro todos los fundamentos
capitalistas, como modo de producción, así como el llamado neoliberalismo, entendido como su
expresión de praxis y política de aquel, que exigía solución rapidísima.
La tesis básica –nos recordaba un día de estos el teólogo e
investigador Leonardo Boff- era dar primacía al mercado, a la libre iniciativa,
a la acumulación privada, a la lógica de la competición en detrimento de la
lógica de la cooperación y a un Estado que entre más mínimo fuera, más empleo
habría, mejores salarios se devengaría y menos desigualdad se registraría. El
lema en Wall Street de Nueva York era: greed is good, la codicia es buena.
Quien mira desde una perspectiva mínimamente ética ya podía saber que un
sistema montado sobre un vicio (codicia) y no sobre una virtud (bien común),
jamás podría resultar bien. Un día se derrumbaría.
Y el derrumbe empezó con la quiebra de uno de los mayores
bancos norteamericanos, el Lehman Brothers, llevando todo el sistema bancario y
financiero a una inconmensurable crisis. En pocos días se pulverizan billones
de dólares. Parecía el fin de este tipo de mundo. Pero, como haciéndose tragar
sus palabras, los que en libros, diapositivas y desde las cátedras despreciaban
el Estado social, reduciéndolo al mínimo, recurrieron a él de rodillas, con las
manos juntas y pidiendo protección a los bancos centrales.
¡Vaya ironía o hipocresía¡.
España sufrió los coletazos y para salvar la praxis y la
teoría (no salvar su fundamentalismo
económico y su doctrina equivaldría
cogerlos en la mentira- declaró una amnistía tributaria, recortó
pensiones, aumentó los años para alcanzar una jubilación decente, flexibilizó
los contratos laborales y redujo
los sindicatos a mentirillas.
Según este especialista en política públicas España es el
país de la OCDE con más desigualdad desde el inicio de la crisis, tan solo por
detrás de Chipre y superando hasta en catorce veces a Grecia; la pobreza y la
exclusión ha aumentado y hay 13,4
millones de personas en riesgo de exclusión en el año 2014 (el 29,2 % de la
población española).
La distancia entre ricos y pobres ha crecido y en 2015 el 1
% de la población concentró tanta riqueza como el 80 % de los más
desfavorecidos. La fortuna de sólo veinte personas en España alcanza un total
de 115.100 millones de euros. Así, España, es el segundo país de la Unión
Europea en el que más ha crecido la distancia entre rentas altas y bajas, sólo
por detrás de Estonia, y entre 2007 y 2014 el salario medio español se desplomó
un 22,2 %.
Además, según los datos de la OCDE, los hogares más
desfavorecidos son los que han sufrido una mayor caída de los ingresos durante
la crisis, el salario de los más ricos
es 18 veces superior al del 10 % más pobre; mientras 3.000 millonarios sacan
anualmente40 mil millones de euros sin pago de impuestos.
Y la crisis no para. Einstein ya había advertido:«el
pensamiento que creó la crisis no puede ser el mismo que nos saque de la
crisis».
rafaelangelu@outlook.com
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