Por Mariano Serra:
El mundo se enfrenta a un devenir pandémico que busca
descomponer la sociedad por falta del sentido de respeto ante acciones de
irresponsabilidad que violan los derechos humanos. El país requiere que estas
prácticas no sean dables si queremos una sana gestión administrativa en todos
los órdenes sociales, políticos, y de entendimiento humano.
Las crisis que vivimos tienen problemas estructurales donde
la sociedad produce prácticas que debilitan la protección y los derechos
humanitarios. Muchos se quieren proteger por distintos medios, unos muy
perversos, por lo general. Todo ello si queremos un bien social, es fundamental
nuestra postura personal, postura que implica renunciar a prácticas que impidan
generar caos.
Todos los hechos que causan impacto social originan que las
personas emitamos opiniones, críticas, comentarios y juzgamientos y según
nuestra condición humana somos adictos a emitir juicios muchos sin razón
alguna. Dependiendo del efecto se mirará si es para bien o para mal.
Dependiendo también de la forma como se predique se pueden convertir en bolas
de nieve con resultados peligrosos que como un bumerang se nos ´pueden devolver
o causar afrentas contra la dignidad de las personas. Juzgar opinar, criticar
nos lleva al punto de expresión de algo y se vuelve bocado de primera línea en
el devenir humano con costos altos por causar prejuicios, por lo regular. Esta
práctica cuando se hace con saña maltratando la dignidad, desnuda más al que
infiere el juicio que al injuriado.
Seduce y causa placer hablar de los demás cuando se lleva a
cabo haciendo acopio de banalidades y tácticas inescrupulosas que desprestigian
el alma humana. Este comportar trasciende las esferas sociales, penales y
políticas y en vez de causar una sana critica, consigue aumentar el atropello
de tal manera que por la forma de proceder se pueden interpretar desviaciones
de comportamiento.
No se está
enjuiciando el deber de la crítica o el juicio, que tiene como fin generar
armonía y defensa contra los abusos, contra la carencia de ética, contra las
afrentas a los valores. Antes de vociferar en lo recóndito de las personas, la
fijación se hará primero en nuestro propio yo, no sea que como se dice en el
discurrir popular, tengamos rabo de paja.
Cuando criticamos, opinamos o enjuiciando, solemos
interiormente pensar que nosotros somos mejores, que somos los que tenemos la
razón. Este discernir es propio también cuando nos invade los tóxicos del
orgullo y la soberbia, ya sea porque estemos de lado de los criticados o de los
que critican. Estos desvalores restan a la persona la capacidad de emitir
juicio. Es común que cuando deliberamos juicios casi todos nos volvemos
irracionales, sesgados y crueles. Esa es parte de la condición humana en
ciertos cesares del poder como políticos, jueces, informadores, profetas de la
verdad a medias y tantos que caemos en los placeres de la palabra y la retórica
populista.
Si con expresiones vociferantes o faltad de caridad vamos a
cambiar al otro, primero debemos buscar el cambio personal. Ser adalides de la
confrontación pasiva, es buscar verificar decisiones y comportamientos para
comprender como estamos obrando y como se apoya con esta crítica. En todo
cambio de opinión, critica o juzgamiento se debe demostrar humildad y
comprensión haciendo defensa justa de las ideas con argumentos fraternos, pero
sin caer jamás en la descalificación personal ni perder el respeto hacia los
demás, ni a las diferencias.
Antes de proferir una crítica, una opinión o juzgamiento
verifiquemos que exista caridad y no perversidad o daño. Aceptemos el silencio
y la prudencia como estandartes de sabiduría. Somos excesivos a la estética
social y nos autodestruimos al no ser capaces de hacer limpieza de conciencia.
La sinceridad consiste en criticar la hipocresía humana y ser delicados con los
opositores sin sofocarlos con sentimientos de culpa, incapacidad o
equivocación.
Un maestro del pensamiento humano nos dice que …solo puede
criticar aquel que tiene un corazón dispuesto a ayudar…. Un juicio sano no es
egoísta ni perverso. Es exhortar con respeto. Teológica y filosóficamente
juzgar es una consecuencia de la comprensión benevolente del amor y en tal
sentido recordemos la actitud de Jesús ante la pecadora quien no la juzgo y
mucho menos la condeno, solo insto a que no volviera a cometer malas conductas.
En cualquier discurso de opinión, critica o juzgamiento o de
prevención, incursionan en el intelecto, la cautela, el espíritu crítico, el
discernimiento y la prudencia. Ellos serán los aliados para evitar ofensas de
un lado, y de otro, para evitar guiarnos con el corazón lleno de rencores, guía
que fecunda el herir susceptibilidades. Las virtudes mencionadas y la recta
razón obran con acierto y respeto. La crítica justa busca separar lo bueno de
lo malo mediante un proceso reflexivo. Como alguien dijo...Que el justo me
censure es un arte de favorecimiento y si me critica o reprende es un bálsamo
de amor......
Cuando no existen juicios y criticas dignos acordes a la
esencia del ser, son inevitables las crisis de dignidad. El derecho de opinión en
estas crisis se vulnera y el valor del ser se desvirtúa pues la mentira esta
aparejada y a la verdad se le destrona como principio. Cuando muere la verdad,
la mentira hace voraz presencia. Vivimos haciendo creer que nuestro pensar es
el único poniendo en tela de juicio el talante del otro evento en el cual quien
enjuicia se le tilda de chismoso,
El silencio del justo
ahoga toda palabra necia que brota de los mediocres quienes creen tener la
verdad, mediocres que, como los reseña ejemplarmente José Ingenieros, son
parias vulgares cercenadores del alma humana. Un filoso alemán afirma que
cuando al hombre se le ultraja, se le está violando su morada.... Por lo
regular los que emiten juicios temerarios no tienen el valor civil ni moral de
enfrentarlo.
Es un deber tener en cuenta cuando juzgamos una actuación o
criticamos unas formas de pensar o de actuar que examinemos primero el
interior, y, seguidamente considerar acciones de deliberación y valoración para
no exponernos a juicios temerarios, sino todo lo contrario, buscar sentido
humano para brindar apoyo a través de un buen consejo.
Cuando somos
impulsivos y nada prudentes, criticar se convierte en chisme pues faltan
elementos de juicio constructivos, de juicios honestos. Observemos los diversos
actos de Jesús cuando acudía a emitir juicios o una crítica. Él lo hacía desde
su yo de amor, respetando la libertad humana, exhortando al cambio, nunca a
condenar. Alguien con mucho sentido ha dicho…Juzgar a los demás entraña mi
propio juzgamiento...
Dejarnos llevar por juicios temerarios es caer en las celdas
de la irresponsabilidad. Grave es incitar nuestra conciencia con intenciones
sin fundamento, llevados por apariencias que nos lleva a la equivocación y por
ende a causar graves daños. Nos fascina
prejuzgar, someter a juicios a inocentes produciendo serios peligros que lleva
a nefastas guerras internas o externas.
Las posiciones
dominantes generan en los distintos estamentos de la sociedad y la política
efectos contaminantes. Todo juicio temerario altera la conciencia del hombre,
le hace perder su cordura. La ausencia de una conciencia crítica configura un
ambiente malsano dando pie a discursos de ensañamiento para causar implacable
deshumanización, pues una vez causado el mal difícilmente se subsana el daño causado.
Poder, carencia de valores son otros tóxicos que envilecen
la conciencia y la desmedida actitud que devora la espiritualidad del hombre. Y
qué decir de la competencia tan mal asimilada donde por su causa y ante los
altos niveles de degradación unos y otros despotrican de sus opositores y sus
competencias arguyendo indebidas calidades humanas, políticas, comerciales,
productoras y profesionales. Es conducta
preponderante entrar el hombre en confrontación peligrosa donde la dignidad
queda en entredicho. Parece ser que estas son las nuevas reglas de juego
generando distorsiones sociales, como recursos perversos portadores de
violencia, generadores de impunidad.
Ante los juicios temerarios o cualquier injuria o critica
que llevemos a cabo, estamos contrayendo una deuda con la víctima a quien
además le vulneramos sus derechos. Pesa sobre el tribunal de la conciencia un
proceso moral. Por más que el tribunal de la conciencia ejerza una debida
reposición, el mal esta causado. Todos en la vida queremos ser jueces de los
demás, menos de nosotros mismos
- Para no caer en los infernales juicios temerarios con
sentencias injustas donde se desgarra el corazón humano dañándole su dignidad,
la tarea es educar la conciencia, revisar los principios y los valores y la deontología
de nuestros saberes, de nuestros distintos campos de formación. La voz de la
conciencia nunca falla, nunca calla. Un filósofo romano respalda lo anterior
diciéndonos que... La conciencia siempre nos empuja hacia Dios….
La situación analizada se aviene por el colapso universal,
económico y político entre otros que atraviesa el país. Estos colapsos cada día
adquieren mayor envergadura generando delitos como la corrupción que comprende
infinitos delitos, que ante una justicia llena de inciertos penetra en el
corazón social. Luchar contra la corrupción y los juicios es una tarea, pero
requiere refuerzos que la constitución posee como ejercer controles, fortalecer
las instituciones y mucha pedagogía sobre la praxis en valores y principios.
Hablemos menos, actuemos más con efectividad. Desde siempre la lengua y la
pluma ha desatado miles de soluciones, pero el problema sigue allí, como tantos
otros., pero también han sido los peores enemigos de la humanidad, cayendo en
la malvada calumnia.
El acto de los jueces antes de... Debe llegar hasta hacer
suya la causa con los enjuiciados. Por ello se apelan las sentencias muchas
veces a fin de acabar con la impunidad, a fin de acabar con procesos amañados
desconociendo el debido proceso. Dícese que, y estamos de acuerdo, que,
dependiendo de la ideología dominante, así mismo podemos calificar la
conciencia existente en las instituciones públicas y en el mundo social que no
puede ser otra que una conciencia falsa, que una conciencia mediocre, que una
conciencia decadente que atrapa con saña.
Cuantas sentencias son producto de la emoción, del impulso
primario, de la carencia de análisis de pruebas o la petición de otras, del
afán o de la amistad o según como dicen según el marrano, o jueces firmones que
no revisan los procesos, y a sabiendas que van a ser impugnadas, no hay un
ejercicio jurídico acorde a los criterios de una justicia honesta.
He pensado que la estructura de la justicia debería
contemplar investigación y sanción a aquellos fallos que pasan a segunda instancia,
donde por falta de ejercicio no son aceptados esos fallos. Esta podría ser una
de tantas formas de frenar las injusticias y las impunidades. Que mediante
sanciones se depure la jurisdicción.
La filosofía oriental sobre el juzgar nos enseña que.... no
debemos juzgar los actos cometidos, sino a la conciencia que es la que actúa
sobre los actos realizados, que hacen parte de lo externo, mientras que la
conciencia no se conoce, es interior. Ella misma se descubre.
No juzguemos por el acto, intentemos descubrir su conciencia
marsblawyer@gmail.com
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