Por Diego Olivera Evia:
Las derechas de Suramérica son sumisas a EEUU
Nuevamente EEUU aplica su concepción imperial, la propuesta
de Donal Trump de retomar la concepción imperial del presidente Monroe, que
recurre a variados mecanismos de penetración a América, retomando el principio
de la política exterior de Estados Unidos de no permitir la intervención de las
potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio
americano, esta visión de Monroe se resumía en la frase «América para los
americanos», .pero la realidad implicaba que el ataque contra México, implico
la secesión del 40 por ciento de esta
nación, de la anexión de Puerto Rico, como miembro de EEUU, para ahora no
apoyarlo en una destrucción de la economía y llevando a la miseria, ejemplo la
actitud de Trump, que repartía papel higiénico, burlándose de los
puertorriqueños, característica de un mandatario bipolar.
El retorno al plan Condor, estrategia utilizada en la década
de los sesenta hasta los noventa, crearon una crisis de terror y militarismo,
ante el avance de procesos progresistas como el gobierno de Salvador Allende,
en Chile con un golpe criminal de miles de chilenos asesinados, de la misma
manera los golpes de Brasil, de Argentina, Uruguay, Bolivia, aplicando el modelo neoliberal en
las economías de Sudamérica a sangre y fuego, torturas, violaciones a
luchadoras sociales, a asesinatos de luchadores, creando 3 décadas de impunidad
y muerte. Estos hechos están vigentes en la memoria de los pueblos, en nuevos
mecanismos de un modelo seudo imperial, fortificado por nuevos presidentes de ultraderechistas,
en Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Paraguay, Ecuador, bajo la nueva
teoría del fascismo Clásico.
Pero, el imperialismo, el colonialismo y la guerra no son de
por sí el fascismo. El fascismo es un movimiento de masas, basado en la clase
media y en los desempleados, que se moviliza de diversas formas, incluidas
milicias paramilitares, para destruir los derechos y las organizaciones
autónomas de trabajadores y propiciar la guerra, en beneficio del gran capital
transnacional y de los latifundistas, que en Latinoamérica están listos a poner
a funcionar sus bandas armadas, como Attila en Novecento.
A diferencia de otras formas de autoritarismo, el éxito del
fascismo es garantizado por la movilización masiva de la clase media, pueblo que
ataca al “enemigo” de la nación, sean los judíos, los comunistas, los negros,
los refugiados, los musulmanes, los mexicanos.
Como decía el filósofo nazi Martin Heidegger, “en esas
condiciones puede parecer que no hay enemigo. La exigencia radical es encontrar
el enemigo y colocarlo en evidencia o tal vez crearlo, para enfrentarlo… con el
objetivo de la exterminación total”. El estado que persigue al enemigo, según coinciden los teóricos del nazismo, no
es tanto la institución jurídica, sino el ser del pueblo intrínsecamente unido
a su líder (Heidegger), no el aparato mecánico estatal, sino el pueblo
organizado por el movimiento nazi dirigido por su Führer, fuente del derecho
(Rosemberg); así, no es el derecho el que establece el orden, sino el orden impuesto
por “el movimiento” el que engendra el derecho (Schmitt).
En el siglo XXI el papel del enemigo es asignado en Europa y
Estados Unidos a los migrantes, especialmente los refugiados; a los musulmanes
“terroristas”. En América latina sigue señalándose a los “comunistas”, a la
izquierda política, como era en la época de la Doctrina de la Seguridad
Nacional.
Pero, cada vez más, en el norte y en América latina, los
homosexuales son blanco predilecto, la “ideología de género”, rótulo asignado a
la investigación científica de la homosexualidad y a los derechos de los
homosexuales y transgéneros. Esto no es nuevo. La homofobia fue uno de los
ganchos que el nazismo usó para ganar a sectores religiosos. Fue atacada la
teoría del “tercer sexo” de Magnus Hirschfeld y sus libros sobre la
homosexualidad del hombre y la mujer y sobre los travestis.
Las derechas de Suramérica son sumisas a EEUU
Esta nueva etapa de fascismo criollo ha sido la bandera de
Trump y su gabinete de la muerte y la impunidad de sus políticas intervencionistas,
como la expansión del fascismo siendo Brasil, Chile, Argentina y Colombia, los
brazos armados de las acciones contra Venezuela, Bolivia en el área
sudamericana, y a nivel caribeño contra Cuba y Nicaragua, de la misma manera
campañas contra el presidente de México López Obrador, bajo el lema de Trump y
Bolsonaro de eliminar los modelos socialistas o progresistas.
Parte de esta estrategia divergente, es destruir los
proyectos progresistas, es imposible comprender los rumbos actuales de América
Latina, tanto sus virajes históricos recientes cuanto su crisis actual y sus
posibles alternativas, sin considerar la trayectoria de la izquierda
latinoamericana. Si en su nacimiento la izquierda del continente fue tributaria
directa del movimiento obrero europeo, generando movimientos con un fuerte
componente ideológico y poco enraizamiento en cada país, en el transcurso del
siglo XX la izquierda latinoamericana fue ganando en músculos y en raíces,
pasando a protagonizar de forma central los grandes acontecimientos vividos por
el continente, especialmente después de las tres primeras décadas del siglo
pasado.
La izquierda latinoamericana fue, durante el primer período
de su historia, marcada por el surgimiento del movimiento obrero en Europa, con
formas de organización sindical elementales y primeras expresiones partidarias
- socialistas y comunistas- paralelamente al fuerte fenómeno inmigratorio, que
trajo al continente las experiencias europeas, especialmente de España, de
Italia y de Portugal. Países como la Argentina, por su mayor desarrollo
económico relativo, y Chile, por el carácter de su economía minera, fueron
protagonistas de las primeras grandes experiencias de masa del movimiento
sindical, base social original de la izquierda en el continente.
Aunque gran parte de las economías del continente fuese
agrícola, las dificultades de organización de los trabajadores del campo, dada
la brutalidad de la dominación, que mantenía extensamente formas de explotación
precapitalistas, motivaron que la izquierda latinoamericana surgiese ligada a
los primeros momentos del proceso de industrialización y de la clase obrera
urbana o vinculada a la producción minera. Argentina y Chile son ejemplos
claros de tales procesos, para luego devenir en el neoliberalismo.
Pero ahora en el modelo fascista instalado en América
Latina, ha devenido en una sumisión al modelo de Trump, que usa a estos
mandatarios como peles o perritos sumisos, como Guaidó, un inmoral fascista y
asesino, la nueva iniciativa del mandatario estadounidense, que desde
Washington vino la orden de Liquidar UNASUR alianza militar progresista, por
inventar a PROSUR con un nombre manipulado, por una verdad entreguista
PRONORTE, lo que muestra una vez más la falsedad del Grupo de Lima, sin poder
legal a usurpar la propuestas democráticas, ante una oleada fascista, racista,
homo fóbica, esta le realidad de un continente Latinoamericano en manos de
violencia y muerte.
diegojolivera@gmail.com
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