sábado, 27 de agosto de 2016

Desarrollo económico sostenible y sustentable en Choco

José Eulicer Mosquera Rentería

La dirigencia del actual paro cívico del  pueblo chocoano presenta al gobierno Nacional, un pliego con peticiones concretas, de fondos y viables. Si realmente hay voluntad político – administrativa.

He escuchado decir por los grandes medios a representantes del Gobierno Nacional como el Ministro del Medio Ambiente Luis Gilberto Murillo y al Ministro del Interior (E), Guillermo Rivera, y a periodistas como Darío Arismendi, que las peticiones que ha presentado la dirigencia del Paro Cívico del Chocó, en desarrollo, se tornan descabelladas cuando hablan de concertar un nuevo modelo de desarrollo para el departamento.


Que “eso no es posible porque ni siquiera en La Habana se está negociando un nuevo modelo de desarrollo para el país”. Qué “Para el Chocó lo qué se propone el gobierno es estimular la inversión privada”, un cuento barato de antaño; y “que tal que para cada región de Colombia se pusiera en práctica un modelo de desarrollo”.

Pero para mí, quienes están equivocados de cabo a rabo son los representantes del gobierno y aquellos periodistas lambones de los mandatarios a cambio de jugosos contratos publicitarios. Empezando porque en La Habana sí se están negociando cambios en el modelo de desarrollo del país, sin embargo nuestras reivindicaciones no pueden supeditarse a esas importantes negociaciones.

A estos personajes, dada su mentalidad reaccionaria, se les nota el afán de mostrarse como los más fieles guardianes del ordenamiento capitalista, dedicándose a rechazar toda propuesta de soluciones colectivas al considerarlas atrasadas y próximas al socialismo o al “castro-chavismo”, como dice el otro ultraderechista. Parece que no entendieran que un sistema socioeconómico puede tener varios modelos y formas de ponerlo en práctica. Por ejemplo, una cosa son los sistemas capitalistas de Gran Bretaña, Francia y Alemania; otra los de los países escandinavos: Noruega, Suecia y Dinamarca; y otra el de España, Israel o Finlandia; otra el de Rusia; y muy diferente a todos los anteriores es el de Estados Unidos de América.

Pero en todos esos países la propuesta colectivista cooperativa ha jugado un papel importante, teniendo en una más incidencia que en otros en las dinámicas socioeconómicas de determinadas regiones y/o sectores de la economía.

 En Guyana, Israel y el País Vasco, por ejemplo, la empresa cooperativa es la base de sus respectivas economías. Sin embargo, en países como Polonia, Rusia, Finlandia y los escandinavos, la empresa cooperativa juega un papel determinante en sectores agroindustriales y de producción y distribución de alimentos, y en la administración y operación portuaria. Con lo cual se ha garantizado eficiencia, elevada productividad, progreso sostenible de las comunidades y altos niveles de vida.

Lo que está demostrado es que cada país debe formular y poner a andar el modelo de desarrollo económico que más le convenga, acorde a sus condiciones históricas, sociales territoriales/ambientales y culturales; dejando atrás la dependencia de los dictados de los gobiernos de las potencias europeas y de los Estados Unidos, como ha ocurrido con los gobiernos de Colombia. Sobre todo en nuestro país, los gobernantes mantienen una mentalidad colonialista frente a las comunidades indígenas y afrocolombianas, y pretenden mantenerlas excluidas y neutralizadas a base de paliativos, sin ofrecerles soluciones de fondo a sus problemáticas históricas y colocando barreras infranqueables frente a las propuestas de soluciones concretas, pertinentes, de fondo y de grandes alcances presentadas por las mismas.
Es sabido que la Región Pacífico y el Chocó Biogeográfico constituyen uno de los grandes patrimonios ecológicos de nuestro país y del planeta. Con unos ecosistemas frágiles que exigen ser tratados con mucho cuidado en aras de su conservación.

La cultura y la vida misma de las comunidades de esta región se encuentran ligados a unos ecosistemas en equilibrio, por lo tanto no constitu­ye para ellos mayor esfuerzo cumplir cualquier compromiso en relación con su cuidado y protección.

Nuestros pueblos cuentan con una posición privilegiada en la me­dida que están localizados en los más maravillosos y ricos ecosistemas del mundo, lo cual ha despertado la codicia de cier­tos grupos dedicados a la explotación y al saqueo, y que han mostrado sus pretensiones de invadir nuestras tierras desplazan­do a nuestras gentes de las mismas; ahora, cuando los recursos del Atlántico han llegado al agotamiento por el uso irracional de la ciencia y la tecnología por parte de grandes compañías nacionales, transnacionales y multinacionales, con todas las graves consecuencias para la vida en nuestro planeta. Así mismo, es sabido la importancia para la supervivencia humana y el fortalecimiento económico que ha cobrado la biodiversidad, la riqueza genética y los conocimientos acumula­dos por las comunidades étnicas en relación con los ecosistemas en equilibrio, las patentes y regalías que generan. Todo lo cual hace sumamente necesario defender nuestro gran patrimonio territorial/ambiental y ancestral; y de allí la necesidad de implementar un modelo o tipo de desarrollo nuevo, diferente al que tradicionalmente se ha puesto en práctica, es decir, diferente al neocolonial.

Es inaceptable que siempre que se hable de desarrollo, los gobiernos y sus representantes planteen que este solo se puede dar mediante la inversión privada y de las grandes empresas capitalistas, nacionales y extranjeras, cuando en realidad a este tipo de inversionistas no les interesa la suerte de las comunidades sino el saqueo de los recursos naturales mediante la supe explotación de la mano de obra nativa, sin importarles la destrucción de los ecosistemas de sus territorios ni dejarlas más pobres que antes. Ya esta dolorosa experiencia la vivimos en la Región Pacífico con la Compañía Minera Chocó Pacífico, filial de la International Mining Corporation de New York, Triples Pizano S.A. y Maderas del Darién, entre otras; y ya la han vivido muchos otros pueblos de las Américas, África, Asia y Oceanía.

En 1987 Naciones Unidas creó la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo, liderada por la Dra. Harlem Bruntland, que finalmente produjo el denominado “Informe de Bruntland, Nuestro Futuro Común”, que en algunos de sus apartes llamó la atención al mundo sobre la necesidad urgente de un desarrollo económico balanceado entre lo ambiental y la equidad social, oficializándose por primera vez la definición de desarrollo sustentable/sostenible, y concluyendo que:

“Un desarrollo sostenible requiere (...) un sistema de producción que cumpla el imperativo de preservar el medio ambiente. El requisito de la sostenibilidad es una condición ineludible del desarrollo y obliga, por tanto, a cambiar el modelo imperante. Esto es lo que se refleja, también, en el dramático llamamiento a la acción, citado anteriormente… Si la supervivencia del planeta está en peligro, la eliminación de este riesgo constituye la tarea prioritaria e ineludible. Así que la dimensión ambiental (la sostenibilidad) es la determinante”.

Durante unos cinco años, entre 1987 y 1992, con un grupo interdisciplinar de quijotes realizamos estudios socioeconómicos por todo el pacífico colombiano, desde Tumaco hasta Juradó, con el ferviente deseo de aportar a la superación del estado de marginalidad histórica de nuestras comunidades. Uno de los resultados de esos estudios fue la formulación del Plan de Desarrollo Empresarial para las Comunidades del Pacífico Colombiano, considerando a la empresa cooperativa como el instrumento económico/organizativo más adecuada, por muchas razones. Desde esa fecha también, empecé a escribir mi libro “Los Grandes Retos Que Debe Resolver el Pueblo Afrocolombiano”, cuya primera edición salió en 2002 y considero pertinente transcribir un resumen de su capítulo cuatro a continuación:    

Desarrollo económico sostenible y sustentable

Es indiscutible que "el hombre es un ser cultural", pero el primer aspecto de la cultura a tener en cuenta, es su aptitud económica, su aptitud productiva, su aptitud de trabajo, de transformación y creación de nuevos valores materiales, sin lo cual no garantizaría el primero de los derechos fundamentales, cual es la vida, su su­pervivencia.

Carlos Marx demostró que "el régimen de producción en la vida material determina el carácter general de los procesos vitales so­ciales, políticos y espirituales".

Sin lugar a dudas, que la prioridad uno "A" de nuestras comunida­des es elevar la productividad de su actividad laboral a través de la introducción de nuevos métodos y tecnologías, y de una actividad económica/empresarial rentable, que les permita elevar su nivel de vida y ca­pitalizar.

Ganar altos niveles de vida y solvencia económica son condicio­nes imprescindibles para que las comunidades afrocolombianas estén preparadas para afrontar la internacionalización de la eco­nomía y el desarrollo planteado para el Pacífico, sin sobresaltos dañinos para ellas, el país y el mundo.

Pero a la vez, existe un interés mundial por la Región del Pacifico como reserva ecológica, lo que en ningún momento debe signifi­car la privación de nuestras comunidades de su derecho natural y constitucional al progreso, al desarrollo autóctono. Se trata de concertar un modelo de desarrollo, que por una parte limite la acción extractiva sobre los recursos naturales y las téc­nicas y tecnologías empleadas no causen impactos dañinos a los ecosistemas, y que por otra parte, permita elevar substancialmente el nivel y la calidad de vida de las comunidades afrocolombianas,  colocándolas en una posición de igualdad real frente a los demás núcleos poblacionales de Colombia.

En las últimas décadas, en las comunidades afrocolombianas del Pacífico se ha proliferado el tipo de empresa asociativa y solidaría/cooperativa, por iniciativas propias, y eso tiene una explica­ción lógica en el hecho de que como secuela del colonialismo y el neocolonialismo, no cuentan con recursos para emprender empresas capitalistas, se trata es de una superación colectiva y además, el tipo de empresa solidaría/cooperativa cuenta con una legislación que plantea un respaldo especial del Estado y con el apoyo de la Cooperación Interna­cional.

Desgraciadamente en el caso de las organizaciones cooperativas de las comunidades del Pacífico, los gobiernos nacionales no han cumplido con los apoyos planteados por la Legislación Coo­perativa.

Pero el tipo de empresa asociativa y solidaria ofrece además otras ventajas:

-Promueve la solidaridad, la convivencia y la integración entre las comunidades y entre los individuos;
- A diferencia de la empresa de capital o comercial, su objetivo último no es la ganancia, sino el bienestar y la superación de la persona y de la comunidad en su conjunto. Por ende, es la más llamada a garantizar la preservación de los ecosistemas en equilibrio, un medio ambiente sano y a promover los valo­res culturales autóctonos;
- Son participativas y auto gestionadas, por lo cual garantizan procesos democráticos vivos y la capacitación permanente de los asociados y de la comunidad en general;

- Por su naturaleza y por ley deben reinvertir más del 50% de sus excedentes de cada ejercicio económico, en obras y ac­tividades de beneficio social comunitario y en la mejora de su capacidad productiva o de prestación de servicios. Pero si consideramos que sus asociados son parte de la comunidad en su conjunto y se encuentran radicados en ella, podemos concluir que cerca del 100% de los excedentes de cada ejer­cicio se quedan en la misma, con lo cual se aceleran su capi­talización y desarrollo, es decir, no hay exportación de capita­les hacia otros mercados que es lo que ha determinado que un país como Israel, por ejemplo, que ha basado su economía en la empresa cooperativa, tenga tan positivos resultados en poco tiempo. Podemos afirmar entonces que la empresa cooperati­va es una garantía para romper el círculo vicioso de las econo­mías de enclave y de la descapitalización permanente de nues­tras comunidades;

-La Ley 70 de 1993 plantea dar un apoyo especial a las empre­sas cooperativas en la orientación del desarrollo de las comu­nidades afrocolombianas. La empresa cooperativa pues supe­dita el recurso de capital al bienestar de las comunidades, del hombre y de los ecosistemas, a diferencia de la empresa ca­pitalista o comercial, cuyo objetivo es la ganancia o utilidad en favor de su propietario, quien puede llevarse sus recursos para donde le parezca.

Pero las cooperativas y demás empresas asociativas no tienen éxito en ninguna parte del mundo si no cuentan con el respaldo del Estado, frente a la gran empresa capitalista, incluidas las transnacionales. Esto ha quedado demostrado en los países don­de se ha dado un cooperativismo fuerte, tales como Israel, la an­terior Unión Soviética, Suecia, Japón, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Guyana, el País Vasco en España, y otros.

Dentro de esta línea es de suma importancia respaldar proyec­tos como el de la Central Cooperativa del Litoral Pacífico, CECOOPAL, el cual consiste en apoyar más de 150 iniciativas empresariales viables en las comunidades del Pacífico, cubriendo las cinco carencias básicas para hacer empresas en éstas.

-Canalización y suministro de recursos de capital;
-Transferencia de tecnologías adecuadas a nuestras tradicio­nes productivo-laborales, a la preservación de los ecosistemas y la biodiversidad, y que a la vez les garanticen competitividad;
-Establecimiento de canales adecuados para la comercialización y el mercadeo;
-Capacitación de la mano de obra; y
-Superación de los niveles organizativos.

El citado proyecto de CECOOPAL es de suma importancia, en la medida que el desarrollo no es obra de individualidades aisladas, sino de grandes conglomerados huma­nos en acción alrededor de objetivos comunes, de un destino co­mún. El desarrollo entonces hay que planificarlo por subregiones, regiones y países, no encerrarse demasiado en lo local, ni mucho menos pretender aplicar a ultranza un solo tipo de desarrollo a todas las regiones de un país, porque inclusive se torna inconstitucional, dado que vulnera la diversidad y el derecho a la diferencia.

Respecto al desarrollo económico dijo el gran líder del Pacífico Co­lombiano, Sofonías Yacup Carabalí, en su obra "Litoral Recóndito":

"Descorrido el denso velo que formaron la incomprensión y la indi­ferencia, podremos seguir en línea recta el estudio de las posibilidades nacionales, rectificando errores y destruyendo preconceptos aprestigiados por el tiempo.

Y al rastrear las causas de la paralización o decadencia del Lito­ral Pacífico, será fácil afirmar que ellas no obedecen a inferior capacidad de trabajo ni a carencia de iniciativa personal, sino a factores más complejos y variados, entre los cuales se destaca el desconocimiento de la región y el poco valor que le han concedido los poderes públicos nacionales.

El fracaso de hombres de enérgicas iniciativas - procedentes de diferentes regiones del país y del mundo - en actividad en el Paci­fico, nos llevará lógicamente a la conclusión de que carece de idoneidad para explicar la realidad histórica, el sistema individua­lista que considera como factores exclusivos de la historia a los individuos. No en pocas veces probarán los hechos que el esfuer­zo aislado nada perdurable realiza allá, siquiera se presentaron los zapadores del engrandecimiento con la persistencia del apos­tolado.

Otros varones preclaros surcaron también la vida con su acción, con aspiraciones de mejoramiento colectivo... y se extinguió su obra…”

Al establecer que algunas personas y empresas han tenido éxito en la región, con base en apoyos financieros y tecnológicos exter­nos, llega a las siguientes conclusiones: “exige la redención del Pacífico una serie de impulsos directores combinados y sin inter­mitencia, de la acción individual y de la acción colectiva, de la privada y de la oficial, que vaya de la periferia al centro y de éste a la periferia, de tal modo que despierten las masas, les fijen iti­nerarios y rumbos..."

En relación con las comunidades del pacífico y del Chocó Biogeográfico, se trata es de reivindicarlas, de sacarlas de la marginalidad social histórica y de saldar la gruesa deuda que tienen con ella el Estado Colombiano y las grandes potencias beneficiarias del colonialismo y el neocolonialismo. Más no de continuar entregándoselas a la superexplotación y al saqueo despiadado de capitalistas nacionales y extranjeros. No tiene razón de ser que hagamos un paro o cualquier otra acción de lucha social para “reivindicar” la opresión. Las luchas se hacen por la libertad, la justicia social y la dignidad de los pueblos.

Entre otras cosas, por cuarta vez se ha formulado el "Plan de Desarrollo Integral Para las Comunidades Afrocolombianas, Palenqueras y Raizales”, con base en mandato constitucional y de la Ley 70/93, y con las asesoría y acompañamiento del Departamento Nacional de Planeación, el cual no se ha ejecutado porque la resistencia de los viejos paradigmas eurocéntricos, racistas y discriminatorios de los gobiernos y las mayorías parlamentarias de Colombia, la irresponsabilidad de las clases dirigentes regionales y locales, al igual que los vicios de la politiquería tradicional, no lo han hecho posible. Es este plan que debería retomar el Gobierno Nacional y comprometerse con su ejecución inmediata, si es que en realidad quiere darle solución de fondo a las graves problemáticas del pueblo afrocolombiano, porque no se trata solo de resolver el problema de las vías y de los servicios públicos básicos, sino también generarles oportunidades reales y dignificantes a estas comunidades, a partir del impulso de sus formas productivas y socio-laborales tradicionales. A partir de lo cual, podrán hacerse autosuficientes y cumplir su anhelo de vivir felizmente en sus propios territorios, dando continuidad al cuidado de tan maravillosos ecosistemas para bien suyo, de nuestro país y de la humanidad. 

Azabache

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