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sábado, 20 de junio de 2020

¿Por qué Turquía bombardea el Kurdistán iraquí?



Por Leandro Albani:
En la madrugada del lunes 15 de junio, la aviación turca lanzó una operación a gran escala contra decenas de localidades y el campamento de refugiados de Makhmur, en Bashur (Kurdistán iraquí), y en la región de Shengal (norte de Irak), habitada por la minoría yezidí.

Entre 30 y 60 aviones caza, también bombardearon las montañas de Qandil, donde se encuentran las bases de las Fuerzas de Defensa Popular (HPG, por sus siglas originales), uno de los brazos armados del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). El ministerio turco de Defensa anunció que los ataques se dan en el marco de la denominada Operación Garra de Águila. Lo que el gobierno turco no dijo es que las bombas cayeron sobre el hospital Serdesht, en la localidad de Xanasor, en Shengal.


Desde hace varios años, el gobierno de Turquía ataca de forma sistemática el territorio de Bashur, violando el espacio aéreo de Irak y las leyes internacionales vigentes en referencia al respeto territorial que tienen las naciones.

El miércoles 17 de junio, Turquía avanzó con sus ataques y desplegó tropas terrestres en los alrededores de las montañas de Qandil. El objetivo real de Ankara es exterminar al pueblo kurdo, además de darle un golpe mortal a los yezidíes de Irak. Esta minoría, que profesa una religión preislámica y que, en su historia, sufrió más de 70 genocidios, en 2014, fue devastada por el Estado Islámico (ISIS).

Cuando los yihadistas ingresaron a Shengal, las fuerzas militares del Gobierno Regional de Kurdistán (GRK) se retiraron y dejaron a la población totalmente indefensa. ISIS cometió un genocidio y secuestró a unas 3.000 mujeres yezidíes, para, luego, venderlas en mercados sexuales. Los crímenes del Estado Islámico contra los yezidíes podrían haber sido mucho más graves si no fuera por las fuerzas de autodefensa del PKK y las Unidades de Protección del Pueblo (YPG, del Kurdistán sirio, Rojava), que movilizaron a sus tropas para defender Shengal, abrir un corredor humanitario para que los civiles pudieran escapar y, luego de cruentos combates durante meses, derrotar a ISIS. A partir de ese momento, los yezidíes conformaron un autogobierno para Shengal, crearon sus fuerzas de autodefensa (YBS) y liberaron el territorio.

Imagen: Los puntos marcan las zonas donde Turquía bombardeó el lunes pasado
Para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, el ejemplo del pueblo yezidí tiene que ser barrido de la faz de la tierra. Como también tiene que ser derrotado, según el mandatario turco, el modelo confederal que los kurdos y otras minorías étnicas y religiosas construyen desde 2012 en Rojava. La ocupación ilegal por parte de Turquía del cantón kurdo de Afrin y de casi 200 kilómetros en la frontera, entre las ciudades de Serekaniye y Tel Abyad, son una muestra de la política de exterminio del Estado turco.

Aunque los bombardeos de Turquía son constantes contra Bashur –con el beneplácito del GRK y la administración de Bagdad, pese a las “acaloradas” y recientes protestas-, esta vez, Erdogan necesita demostrar su fuerza contra los kurdos. ¿Por qué? Mientras la aviación turca bombardeaba Bashur, los principales partidos políticos kurdos de Rojava anunciaron que los diálogos por la unidad nacional habían dado un nuevo paso. Las fuerzas políticas y militares que conforman la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES) llegaron a otra etapa de acuerdos con el Consejo Nacional Kurdo en Siria (ENKS), vinculado al GRK, administración liderada por la burguesía kurda de Irak luego de la invasión de Estados Unidos en 2003.

En la mentalidad de Erdogan, esta primera etapa del acuerdo inter-kurdo es una bomba de tiempo que le puede explotar en la cara. Si las alianzas entre fuerzas kurdas cruzan las fronteras hacia Turquía o Irak, el presidente turco sabe que sus horas están contadas.

El Estado turco moderno, desde su creación en 1923, desplegó una política de asimilación y exterminio contra las minorías del país. Con Erdogan en el poder, esta política se volvió sistemática hasta en las cuestiones más cotidianas. Desde hace varios meses, la administración de Ankara realiza detenciones masivas contra diputados y diputadas kurdas, y arrestos a co-alcaldes del Partido Democrático de los Pueblos (HDP). El mismo lunes que la aviación atacaba Bashur, en el sureste turco, comenzaba la Marcha por la Democracia, impulsada por el HDP y sectores de la izquierda del país.

Con esta nueva operación, el gobierno de Erdogan muestra, al menos, dos facetas de su política: ahogar la crisis interna de Turquía lanzando nuevas aventuras militares, como en Libia, donde envía armamento y mercenarios que, hasta hace poco, engrosaban las filas de ISIS y Al Qaeda; por otro lado, el presidente turco está convencido de que su “misión” es revivir el imperio Otomano, anexando y gestionando territorios, como lo hace en las zonas usurpadas en Rojava.

Aunque la Operación Garra de Águila recién comienza, la respuesta más inmediata y concreta fue la del propio pueblo kurdo: en los últimos días, miles de personas se encuentran movilizadas en toda la región y en Europa. Ante el silencio de Naciones Unidas y de las potencias internacionales y regionales, los pobladores y las fuerzas de autodefensas de las HPG declararon que la resistencia es la única opción y que será total.

A las pocas horas de los primeros bombardeos turcos contra Bashur, la diputada de la izquierda alemana, Ulla Jelpke, declaró que “el hecho de que Turquía ahora también bombardea estos objetivos convierte al ejército turco en la fuerza aérea de facto de ISIS”. Una definición exacta del rol que cumple el gobierno de Erdogan en Medio Oriente.

leandroalbani@gmail.com

sábado, 2 de mayo de 2020

Recuerdos de Kurdistán

Por Leandro Albani:

En las montañas de Qandil, en el Kurdistán iraquí, están las bases de la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán. Imágenes y recuerdos de la insurgencia que conmociona a Medio Oriente.

En agosto de 2013, viajé a las montañas de Qandil, en el Kurdistán iraquí (Bashur). Junto a Mehmet –a quien, en ese momento, conocía muy poco y, ahora, se convirtió en un gran amigo-, pisé un territorio casi desconocido para mí. Llegar a Bashur fue una odisea y la entrada por el aeropuerto de la ciudad de Sulymaniyah estuvo previamente condimentada por una travesía que arrancó en Caracas, pasó por Frankfurt y Dusseldorf, hasta que un avión nos depositó en Kurdistán.
Durante el viaje, Mehmet me dijo dos cosas que, vaya a saber por qué, siempre me dejaron tranquilas: “Todo va a salir bien, hermanito” y “En las montañas, vas a dormir tan bien como nunca antes”. A ambas promesas las pude disfrutar.


En Qandil, la cadena montañosa que divide las fronteras impuestas entre Irak e Irán, se asientan las bases guerrilleras del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), una organización que lleva más de cuatro décadas luchando por la libertad y la autonomía del pueblo kurdo.

Además de conocer la historia y la lucha del pueblo kurdo y del PKK, en Qandil, disfruté un paisaje inabarcable para la vista: montañas con picos nevados, árboles frondosos que nos protegían del sol despiadado, ríos caudalosos que bajaban con fuerza y caminos sinuosos que convertían a las montañas en un laberinto que sólo la guerrilla sabía descifrar.

También conocí a Cemil Bayik, Riza Altun y Mustafa Karasu, tres de los comandantes históricos y fundadores del PKK, y a históricas comandantas, como Sozdar Avesta, que construyeron el camino hacia la liberación de las mujeres.

Al lado de una pequeña casa construida con paredes de piedras -la mitad por debajo del nivel de la tierra-, vi cómo dos jóvenes guerrilleros llegaban caminando por un sendero y, a los pocos minutos, el cuerpo inmenso –así me pareció en ese momento- de Cemil Bayik también se acercaba, con pasos largos y pesados. Después de Abdullah Öcalan, el líder del PKK encarcelado en Turquía desde 1999, Cemil Bayik es el dirigente más importante de la organización.

Antes de una reunión con otros comandantes, y después de tomar agua y ponerse colonia en el cuello –algo común por aquellas tierras para refrescar el cuerpo-, Cemil Bayik me preguntó cómo me sentía en Qandil, si me trataban bien, a qué me dedicaba, cómo estaba América Latina. No sé por qué terminamos hablando –traductor mediante- sobre nuestras épocas de estudiantes. Él me dijo que no había sido bueno, porque, de muy joven, abrazó la lucha kurda y dejó todo; yo le dije lo mismo, pero mis bajas notas eran por simple mérito propio.

De los días en varios campamentos en Qandil, me habían quedado bastantes fotos. Nunca las había publicado. Eso tampoco sé por qué. Tal vez, por seguridad, o por respeto, o porque nunca esos días se me habían venido tan encima como ahora.

De ese viaje, me quedó algo marcado en el cuerpo: el respeto y la admiración hacia el pueblo kurdo. Ese tiempo en Qandil, mientras un guerrillero se empecinaba en enseñarme las palabras básicas del kurmanji, otros me ofrecían té y comida todo el tiempo, y casi todos me preguntaban sobre América Latina y Argentina, una frase me quedó marcada. Después de visitar un cementerio de mártires de la insurgencia, un guerrillero me dijo: “La guerrilla kurda mira con los ojos del Che”.
 leandroalbani@gmail.com

miércoles, 28 de marzo de 2018

Nos vemos en la lucha, Alina


Por Leandro Albani

¿Cuándo escuché, Alina, tu nombre por primera vez? Fue allá por el 2013, en medio de las montañas de Qandil, cuando nuestro amigo Mehmet me dijo que tal vez venías. Después de eso, todo fue una incógnita hasta que te conocí. De vos sólo sabía que eras de Córdoba, ese territorio donde se ondulan las palabras. También sabía que habías estudiado medicina en Cuba. Con el tiempo supe que en la tierra del herrero Kawa y de las heroicas mujeres kurdas te llamabas Lêgerîn.



Ya ni me acuerdo cuándo nos vimos por primera vez. Sé que estábamos con varias compañeras y compañeros, que nos presentaron, que hablamos sobre Ale Haddad, y que me preguntaste qué tal la había pasado en Qandil. Resumí mi fascinación por ese viaje. Sí recuerdo que te comenté que había conocido a Cemil Bayik, y entonces vos abriste los ojos bien grandes y me dijiste: “¿Estuviste con Yuma?”. “Sí –te contesté-. Es el señor de la nariz grande, ¿no?”. Y nos reímos, vos con un poco más de discreción, pero eran risas al fin.

Charlamos varias veces. En tu último y fugaz paso por Argentina nos reunimos y te escuchamos contar sobre Rojava, las esperanzas, los sueños de los kurdos y las kurdas. Te preguntamos de todo. Nos explicaste cómo estaban tratando de refundar el sistema de salud y te escuché asombrado cuando me dijiste lo que habías sentido al entrar, con las YPG/YPJ, a algunas de las aldeas liberadas de ISIS en Raqqa. “Es todo muy loco”, me contaste, con una frase tan de este sur como vos. “Era todo muy oscuro, una enajenación terrible”, resumiste sobre lo que habían generado los terroristas de ISIS en los pueblos que controlaban y que las YPG/YPJ liberaron.

En esos días también nos preguntabas a todos cómo veíamos la situación, acá en Argentina y en América Latina. Nuestras respuestas oscilaban entre describir una realidad cruel e injusta, y las esperanzas que se sostienen en la lucha cotidiana.

En tu último paso por esta tierra del sur del mundo fuimos a marchas y a charlas; comimos pizza, disfrutamos de los manjares que nos cocinó Erol mientras discutíamos, festejamos con compañeras y compañeros el Newroz y disfrutamos de la música y de la voz de Sosin, que había viajado para compartir con nosotros las más lindas melodías de Kurdistán.

Ayer me avisaron que algo te había pasado. Ayer, 21 de marzo, cuando todo el pueblo de Kurdistán celebra el Newroz, como lo hicimos nosotros el año pasado en Buenos Aires. Hoy leo las noticias. Que fue un accidente de auto, que ibas a Hesekê para seguir organizando un nuevo sistema de salud que se construye, pese a la guerra, en toda Rojava. Al palo, flaca, siempre al palo. Desde allá nos dicen que nunca alcanzan los días para cumplir con todas las tareas de la revolución. Y eso ahora lo entiendo en toda su magnitud.

¿Qué te voy a decir, Alina? Que con tu lucha sembraste, como tantos miles en Kurdistán y en el mundo, otra semilla de rebeldía en la tierra fértil de la revolución. Que no existe la palabra justa y perfecta que resuma tanta rabia y dolor que ahora sentimos muchos de los que te conocimos. Que lo único que nos queda a nosotros, los condenados de la tierra, es regar lo que vos y miles de luchadores y luchadoras siembran todos los días.

Hasta la victoria siempre, compañera…
leandroalbani@gmail.com