Por Sergio Ortiz:
El 14 de febrero
murió un personero de los grandes capitales “nacionales” y extranjeros, que
lamentablemente en dos mandatos fue electo, bajo engaño popular, como
presidente de Argentina. Su primera victoria, en 1989, fue lograda bajo la
mentira de que concretaría “el Salariazo y la Revolución Productiva”. Falso de
falsedad absoluta.
Esa administración comenzó poniendo a la multinacional Bunge & Born a cargo del ministerio de Economía, y luego ubicó allí a Domingo Cavallo, de la Fundación Mediterránea y de Arcor, ex directivo del Banco Central durante la dictadura militar-cívica.
Menem logró el sueño
dorado de la oligarquía argentina: que sus planes antipopulares y
antinacionales fueran encabezados por un dirigente peronista, para engañar a
las bases de ese color político. Ese fraude antipatriótico no lo podía hacer un
Álvaro Alsogaray ni un miembro del empresarial clan Macri (después sí, en 2015,
lograron que un CEO llegara a bailotear en el balcón de la Casa Rosada).
De esos diez años
dolorosos y lamentables destacamos las privatizaciones de tantas empresas estatales
como Entel, Aerolíneas, YPF, Gas del Estado, Ferrocarriles, Obras Sanitarias,
SOMISA y un largo etcétera, en muchos casos arreglando leyes con gobernadores y
en otros hasta empleando diputados truchos, como en el caso del gas. Se
malvendieron así los bienes del Estado, para ganancia y capitalización de los
grupos concentrados de la economía, locales y extranjeros.
Los jubilados se
llevaron la peor parte, por eso lloramos a Norma Pla y no a Menem. La educación
también fue condenada al ajuste, objetivo de la ley Federal de Educación y la
de Educación Superior, y frente a lo cual se alzó la lucha docente y la Carpa
Blanca.
Esa política
neoliberal tuvo su expresión en cuanto a la soberanía de Malvinas, basureada y
puesta bajo el paraguas británico y yanqui en el acuerdo de Madrid (1991). De
negocios los ingleses podían hablar todo el tiempo y concretarlos; el Palacio
San Martín no debía mencionar nuestras islas, cuando el canciller Di Tella
regalaba ositos de peluche a los isleños.
Eran los años de las “relaciones
carnales” con el imperio yanqui, a quien Menem sirvió como lamebotas en la
primera guerra del Golfo, 1990-1991, la agresión armada de George Bush padre.
Argentina envió dos naves de la Armada para ser parte activa de esa guerra de
agresión, que prefiguró la otra, en vasta escala, de Bush hijo en marzo de
2003.
Por esos y otros
servicios a Washington, la superpotencia concedió a la Argentina la distinción
de “aliado especial extra-OTAN”, que Bill Clinton entregó al riojano en su
visita al país, en octubre de 1997.
Una de las
manifestaciones de ese seguidismo proyanqui es que el menemismo votó contra
Cuba, por supuestas violaciones a los derechos humanos, en el seno de la
Comisión de Derechos Humanos de la ONU con sede en Ginebra.
Hablando de Derechos
Humanos, el entonces presidente dictó un indulto que pretendió salvar de
juicios y condenas a varios genocidas, en octubre de 1989 y diciembre de 1990.
Incluyó a las Juntas Militares que fueron responsables de 30.000 desapariciones
y crímenes de militantes populares y revolucionarios.
Esa política
menemista quiso burlar a la justicia, pero con la movilización popular y de los
organismos de derechos humanos la mayoría de esos criminales terminó condenada.
O sea que Menem fracasó en su intento.
¿Fue un presidente
democrático? Nada que ver. La represión con muertos contra los movimientos
piqueteros, de desocupados, la empezó él, en Cutral-Co, General Mosconi y
tantos otros sectores populares reprimidos por la policía.
Por estas razones y
muchas más nos sentimos más cerca del poema “Obituario con hurras”, de Mario
Benedetti, que de las sentidas condolencias del presidente Alberto Fernández,
su vicepresidenta y tantos otros dirigentes peronistas, macristas, radicales,
etc. que lo lloran como si fuera un prócer.
Por Menem no
derramamos ni una lágrima. Ha muerto un personero del imperialismo, y esas
muertes, como dijo Mao Tsé tung, tienen menos peso que una pluma. En estos tres
días, declarados de luto por el gobierno nacional, llevaremos prendas de cualquier
color menos negro. Nos cabe el rojo, el celeste y blanco y todos menos el del
luto. Andaremos por la vida riendo y respirando aliviados porque en el mundo
hay una rata menos. Nos gustaría ser ciudadanos de Río Tercero, donde no se
acatará el duelo de tres días como lógico repudio al tipo impune por las
explosiones que allí causaron 7 muertos y centenares de heridos en 1995, para
ocultar el faltante de su contrabando de armas a Croacia y Ecuador.
Como dijo Hebe de
Bonafini: “no lamento su muerte ni deseo que descanse en paz”. Coincidimos con
esos sentimientos, y disentimos con todas las viudas y viudos que en nombre de
la “unidad nacional”, “el humanismo”, “el protocolo” y otras yerbas, han
llorado la partida de este corrupto e impune, al que lamentablemente el Frente
de Todos le permitió ser parte de su bloque de Senadores. Así quiso blanquear
ese pasado que lo condenó sin atenuantes.
Comité Central del Partido de la Liberación (PL), 15 de
febrero de 2021.
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Un personage de esta calañ
ResponderEliminara solo puede servir de alimento para las ratas