Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
A lo largo de la historia de las relaciones internacionales,
el interés nacional ha sido el principal mecanismo sobre el cual se construyen
los fundamentos de la política exterior. Aquellos que han logrado darle razón
de Estado a esos componentes –elevándose por encima de los vaivenes que suponen
los cambios de la contingencia política generada por intereses de partidos o
grupos- han podido perseverar en el logro de sus objetivos estratégicos.
Sin embargo, durante un pequeño período de la historia esto no ocurrió así. Fue durante la etapa que inició la revolución de octubre en 1917 en Rusia y que duró hasta la penúltima década del siglo pasado cuando el elemento ideológico se convirtió en el eje sobre el cual giraban las relaciones internacionales en el planeta. Sobre todo, después de la segunda guerra mundial, el mundo se organizó a partir de la dicotomía socialismo-capitalismo. Una vez fenecida la URSS tras su colapso y desaparición, el interés nacional volvió a tener el papel relevante que siempre tuvo hasta que los bolcheviques llegaron al poder. Hablo de interés nacional, por supuesto entendiendo que la nación es la posesión más preciada de las oligarquías, por lo cual en torno ella se han agrupado los objetivos superlativos a lograr para el control de la sociedad, siendo más fuerte que cualquier beneficio, incluyendo el familiar, religioso, étnico u otro cualquiera. En el fondo, al referir el interés nacional, se está hablando del interés de la clase que ostenta la nación. Esa etapa es la que estamos atravesando ahora.
En el pasado, se debe recordar que cuando los
independentistas hispanoamericanos recurrieron a Gran Bretaña en pos de ayuda
para sacudirse del dogal colonialista español, Londres se negó en un primer
momento a concederles cualquier tipo de apoyo. Inglaterra y España eran aliados
en la lucha contra Napoleón cuya derrota era un objetivo de superior
importancia para el imperio británico, incluso arriesgándose a quedar fuera de
la repartición de los nuevos mercados que se abrirían en América tras la
independencia. Pero, derrotado el Gran Corso, Londres se vio liberado de su
compromiso con España y accedió a dar algún apoyo a los irredentos luchadores
por la libertad de la América española a pesar de la queja ibérica por tal
decisión.
La política británica fue resumida en la “magistral” frase
de Lord Palmerstone primer ministro y ministro de relaciones exteriores de su
majestad quien afirmó que: “No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos
perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es
vigilarlos”, lo cual en pocas palabras significa que los amigos y los enemigos
son transitorios y dependen de las circunstancias. Dicha frase ha tenido
permanente vigencia en la política exterior, incluso recientemente Gran Bretaña
la utilizó para explicar el Brexit.
En tal medida, hay categorías que no pueden ni deben ser
entendidas con la lógica del pasado. Por ejemplo, hoy Vietnam busca aliarse con
Estados Unidos en contra de China para defender su posición en el diferendo que
ambos países socialistas asiáticos tienen en el mar de la china Meridional.
Incluso. han discutido la posibilidad de que Hanói le alquile a Washington las
bases militares que tuvo hasta 1975 en el sur del país. Algo incomprensible
para un observador rígido que utiliza los cánones de la guerra fría para
analizar la situación actual.
Otro ejemplo, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán
(PKK), organización de origen marxista leninista que lucha por el socialismo,
antes debe crear un Estado que no posee, mientras su pueblo se encuentra
diseminado entre Siria, Turquía, Irán e Irak, se ha aliado con Estados Unidos
para enfrentar a Turquía, su principal enemigo, lo cual resulta difícil de
entender cuando se observa cómo Washington utiliza a los kurdos para lograr sus
detestables objetivos en el Asia Occidental.
De la misma manera puede explicarse el fiasco del famoso
conflicto “árabe-israelí” que si existió, fue en los primeros años de la
ocupación sionista de Palestina, muriendo oficialmente cuando Estados Unidos
reunió en Camp David a los supuestos enemigos para ponerlos a trabajar unidos
bajo subordinación a Washington. Tal alianza orientada en primera instancia
contra el pueblo palestino cobró especial vigencia después de la revolución
islámica en 1979, cuando todas las armas israelíes o árabes se reorientaron en
dirección a Teherán. El “interés nacional” israelí los ha llevado a aliarse con
las monarquías árabes bajo tutela imperial, llegando hasta a dar apoyo
logístico, financiero y militar a los “odiados árabes” de la organización
terrorista Estado Islámico
Sin embargo, durante la guerra fría esta lógica tuvo una
excepción relevante cuando China y Estados Unidos establecieron una asociación
que apuntó en contra de la Unión Soviética, a la que ambos consideraban su
principal enemigo. Esto produjo el deshielo tras 23 años de no tener ningún
tipo de contacto y 29 en los que no hubo relaciones diplomáticas entre Beijing
y Washington. En este caso, más allá que la URSS y China postulaban un futuro
socialista, primó el interés nacional de cada uno
En el proceso de las luchas independentistas de los pueblos
africanos libradas en la segunda mitad del siglo pasado, a menudo chinos y
soviéticos se encontraban enfrentados apoyando fuerzas antagónicas. En la
platea, Estados Unidos se solazaba viendo como se profundizaban diferencias que
coadyuvaban a debilitar a su enemigo principal. Inclusive, en los años 80 del
siglo pasado, China atacó a Vietnam con el argumento de que era un “satélite
soviético” al que se le debía dar una lección. Esto, después que Vietnam -a su
vez- invadió Camboya para desalojar del poder al tenebroso Jemer rojo que había
cometido uno de los peores genocidios del siglo XX contra su pueblo. El Jemer
Rojo era aliado de China. Era la segunda vez que el Ejército Popular de
Liberación de China salía de su territorio para librar una batalla en el
extranjero. La primera, paradójicamente en 1950 para enfrentar a Estados unidos
en Corea impidiendo de esa manera que la guerra se extendiera al territorio chino
como era la idea del general estadounidense Douglas MacArthur, jefe de las
tropas norteamericanas invasoras en Corea.
El fin de la Unión Soviética y el exitoso desarrollo
económico, social, científico, tecnológico de china que la comenzó a proyectar
a comienzos del siglo XXI como una gran potencia planetaria, hizo ver a Estados
Unidos que la luna de miel iniciada por Henri Kissinger y Richard Nixon en 1972
debía concluir. Total, ya la Unión Soviética no existía y China “se estaba
aprovechando de sus relaciones para transformarse en un rival peligroso que
amenazaba su hegemonía”.
De la mano de Condoleezza Rice, el presidente George Bush
comenzó el viraje de la política de amistad y coexistencia pacífica con China.
Bajo el influjo de la Doctrina de Dominación Permanente (DDP) enunciada en 1992
cuando la Unión Soviética ya había desaparecido y Estados Unidos emprendía el
proceso para dominar el mundo a su antojo.
Así mismo esta doctrina se proponía prevenir el
resurgimiento de un nuevo enemigo estratégico de Estados Unidos que apuntara
hacia la obtención de poder global o que le significara una competencia
desmedida. En alianza con Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, Rice ideó
el fin de los días en que Estados Unidos y China cooperaron en la lucha contra
el terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. En ese contexto
planeó imponer la “Teoría del Caos Constructivo” para sembrar su hegemonía.
Fue el inicio de la confrontación que tuvo seguimiento con
Obama y su doctrina de “Reaseguramiento Estratégico” que con Trump adquirió
características de una “guerra comercial” bajo la que se esconde una verdadera
batalla política e ideológica entre sistemas que a todas luces tendrá
continuidad con Biden porque no habrá presidente de Estados Unidos que la pueda
cambiar. A su interés nacional se seguirá subordinando cualquier decisión de
política exterior, sin importar de qué partido sea el presidente, tampoco si se
aplica o no en los términos de la democracia y el Estado de derecho.
La humanidad deberá irse acostumbrando a ello, porque
vivimos un tiempo de declive de la hegemonía de una potencia y el ascenso de
otra que, paradójicamente no aspira a ella. En cualquier caso, hay que tener
siempre presente que no existen amigos ni enemigos, sólo intereses.
Gracias. Es interesante su análisis y atiende al contexto global sin olvidar los roles de cada metrópoli.
ResponderEliminarEn estos tiempos, luchar por el Interés Nacional, no es una tarea fácil, debido a que ha surgido un imperio anglo sionista, que ha decidido establecer un nuevo orden mundial, cuyo proyecto incluye, la eliminación del concepto nación, así como eliminar los conceptos de historia, religión, familia, propiedad, frontera, nacionalismo, patriotismo, etc. el objetivo es crear un solo gobierno mundial, pero no político, sino corporativo, donde sea la economía quien dirija las riendas de ese presunto estado mundial corporativo, ese proyecto es de vieja data, en el billete de un dólar, donde se encuentra la pirámide masónica iluminati, dice. NOVO ORDO SECLORUM, haciendo referencia a que ha llegado la hora del nuevo orden mundial. Desde los años 1700, se inició este proyecto, cuando el Varón Mayer Amshel Moshe Bauel, se cambia su apellido, hebreo, por la frase alemana Rothschild, que significa estrella o escudo rojo, en honor a la masónica estrella del Rey David, luego Rothschild orden al jefe de los jesuitas Lorenzo Ricio, crear una secta o logia, para dominar el mundo, entonces Ricio, comisiona para esa tarea al profesor Adan Weishaupt, sionista, infiltrado como profesor de teología y filosofía den los jesuitas, por esta causa el jefe jesuita Lorenzo Ricio, es detenido por orden del Papa Clemente IV, por instrucciones de los monarcas europeos, muriendo en prisión en 1773. Pero Weishaupt, continúa el proyecto, se infltra en la masonería y cambia el nombre de la secta, que antes era, 'lOS PERFECTIVILISTAS' POR LOS 'ILUMINATIS. Los banqueros Rothschild, se apoderan de las economías europeas y posteriormente de USA y desde ahí continúan con su proyecto, convirtieron a EE.UU, en una corporación mundial, como modelo para hacer lo mismo con el mundo entero, solo que los antiguos patriarcas no pensaron que surgirían potencias adversarias, como Rusia, China, Irán, entre otras, y eso les ha retardado sus planes, pero no han renunciado a ello ni piensan hacerlo. De manera que dentro de su presunto gobierno corporativo único mundial, no habrá prropiedad, ni historia, familia, religión, ni fronteras, porque el mundo sería una sola nación, propiedad de las familias askenazis. De manera que al eliminar el concepto nación, nadie podrá luchar por ningún interés nacional, sino que no habrá ciudadanos, sino esclavos corporativos del mundo. UBENCIO TORRES- Barcelona- Venezuela
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