Por Prof Pablo Salvat
Sí. Los derechos humanos, tenemos que entenderlo, no son
cosas; tampoco son abstracciones o decretos y leyes. Los derechos humanos
refieren a sujetos, a personas, a los vivientes, sean también naturaleza o
animales. Se refieren a la vida y sus posibilidades de vida y han sido
obtenidos siempre gracias a la lucha social y política. No son una dádiva de
las elites de poder. Al mismo tiempo son un campo de batalla. Con la imposición
del globalismo y su ideología del neoliberalismo y de la mercantilización
ampliada, pues se produce -como también lo dicen importantes pensadores- una
inversión de los derechos humanos. Y esto, que podría parecer una mera
discusión teórica, tiene importantísimo impacto en las sociedades y su gente en
el día de hoy y, quizá mañana también, si no hacemos algo.
Esa inversión lleva a considerar que hay entidades, cosas, instituciones, o prescripciones, que tienen que ser considerados como prioritarios en “sus” derechos, en relación al propio sujeto, a las personas, a sus vidas, o a la vida de la naturaleza.
En la estrategia de globalización neoliberal se trata de
colocar como derechos humanos los derechos, por ejemplo, de empresas como
Microsoft, Toyota, General Electric, Enel, Aguas Andinas, etc.
Parece extraño a primera vista, pero es lo que ha venido
sucediendo desde la imposición de la ideología neoliberal y la sacralización
tanto de las leyes del mercado como de una idea de democracia dicha liberal o
representativa. Usted fetichiza el mercado y sus dioses; la propiedad privada
de lo que sea, del dinero, de las cosas mismas. O, usted fetichiza la idea de
democracia procedimental, su ley, su orden público, su expresión represiva, y
tiene entonces un conjunto de ídolos y fetiches que pasan a encubrir la
importancia central que tiene para la Carta Internacional de los Derechos
humanos y otros documentos similares, el sujeto vivo, las personas, las
comunidades, y también, la propia naturaleza.
¿Se fija mi estimado lector y lectora? Ahí está la inversión funcionando. Es decir, estamos convirtiendo en sujetos de derecho a cosas y bienes que no son ni sujetos ni personas, ni tampoco entidades vivientes.
Cuidado. El término “inversión” alude a distintas
realidades. Por cierto, no estamos hablando de la inversión en sentido
económico-financiero; de “invertir” en determinado negocio o empresa. Sino en
el sentido de poner de cabeza las cosas; ponerlas del revés. Claro no solo eso.
Porque ese acto o gesto de invertir el sentido y significado de algo, tiene
consecuencias. El fetichizar, o convertir algo en ídolo o fetiche es o
representa el culto hacia algo que nosotros mismos hemos creado que, después,
se convierte en algo que nos somete; en vez de reconocernos a nosotros mismos
en ese acto creador y ponerlo en el lugar que le corresponde y modificarlo si
es necesario.
Por eso es tan importante el fenómeno de la inversión en el
uso del lenguaje, en este caso referido a los derechos humanos. Las
instituciones son mediaciones creadas por nosotros mismos; el derecho, las
leyes, el mercado, el dinero, el trabajo como mercancía, todas son creaciones
nuestras, y no dioses bajados ex machina naturales y destinados a someternos.
No tenemos que confundir la vida con los objetos o cosas; la experiencia con
los artefactos, o los sentimientos con la sumisión o el renunciamiento.
Entre nosotros, F. J. Hinkelammert hace una contribución
esencial respecto a estos temas. Porque nos pone en alerta respecto al tema que
estamos exponiendo y sus paradojas. Hoy, como nunca, todo el mundo alude a los
derechos humanos, y se los quiere apropiar para justificar acciones y
decisiones. Las grandes empresas, los bancos, los medios, los gobiernos, los
partidos políticos, hablan de derechos humanos. Sin embargo, como hemos
comentado más arriba, el problema actual es su inversión. Es decir, el
traspasar la condición de sujeto de derechos a entidades creadas por nosotros
mismos y que, de esta manera, se colocan por sobre nosotros y nos determinan.
Desde el punto de vista de las elites de poder, de las transnacionales, sean
empresariales o bancarias, los derechos humanos de seres humanos vivos y
corporales, de comunidades y de la misma naturaleza, sus reclamaciones,
representan “distorsiones del mercado”.
Por tanto, lo que hay que hacer es eliminar o subordinar los
derechos humanos a nombre de los derechos del capital y del mercado. Por eso,
entre otras cosas, no pueden considerarse tales los derechos sociales o los
derechos de pueblos originarios o de la naturaleza. Exigirlos, demandarlos,
como estamos haciendo en el país, supone para las elites “distorsionar” el
funcionamiento del supuesto “libre” mercado. La vida queda subordinada al
capital pues. Y así es como nos va con esta epidemia actual también.
En la estrategia de globalización neoliberal se trata de
colocar como derechos humanos los derechos, por ejemplo, de empresas como
Microsoft, Toyota, General Electric, Enel, Aguas Andinas, etc. Hay que eliminar
las “distorsiones” del mercado y junto con ello, por tanto, los derechos
humanos de personas corporales, o de las comunidades originarias o de la misma
naturaleza.
Esta situación queda reflejada en lo que está sucediendo en
nuestro país desde el estallido social de octubre del año pasado. El estallido
social mismo, sus expresiones y reclamaciones son, obviamente, distorsiones del
mercado neoliberalista. Y, por ende, tiene que ser tratada como tal: como una
“amenaza” al modelo. De allí entonces, la represión indiscriminada que
permanece hasta el día de hoy y con la cual no se ha hecho justicia a los
ciudadanos que la han sufrido en carne propia.
Por ejemplo, el trato que la razón de estado elitaria ha
dado y sigue dando a los pueblos originarios, en particular, al pueblo mapuche.
Pero no solo eso. También referida a la represión brutal: más de 30 fallecidos;
miles que se vieron atropellados y humillados en su dignidad. Miles de presos.
Tenemos que reflexionar: ¿las luminarias, el pasto de una
plaza, sus jardines, las vitrinas, o semáforos, el “orden establecido” (acorde
al neoliberalismo) tienen más valor que la vida de ciudadanos que protestan?
¿Quiénes le devolverán la vista mutilada o perdida a más de 400 personas?
¿Carabineros, el Poder Judicial, los empresarios, la propiedad privada? El
actual Intendente usa esta inversión para continuar con la represión (niño
lanzado al Mapocho) y la cárcel para muchos de esos manifestantes. Claro, ¿todo
esto en nombre de qué? Del modelo neoliberal imperante, y su idea de orden
público, propiedad y legalidad que favorece al 1% de la población. Hay que
entronizar el castigo y el miedo -esa es la base de su poder-para todos
aquellos que consideran que sus condiciones de vida son injustas.
Sin embargo, al mismo tiempo, es bueno que usted recuerde el
caso Penta-Soquimich; la corrupción en el caso de la colusión de las farmacias;
lo sucedido con los responsables del asesinato de Camilo Catrillanca en el Sur;
con los desfalcos del mismo cuerpo de Carabineros o los sucedidos en el
Ejército. O de aquellos que han eludido por años pagar sus impuestos. Por
nombrar solo algunas situaciones. Pregúntese e indague: ¿Dónde están los
responsables de todos esos hechos luctuosos? ¿Están en prisión preventiva
efectiva? ¿Están pagando con cárcel sus actos? ¿De quiénes son entonces los
derechos humanos, estimados lectores y lectoras?
Quizá sería útil releer un párrafo del preámbulo de la Declaración de Independencia (1776) -escrita por T. Jefferson y B. Franklin- que dice:
“Consideramos que las siguientes verdades son evidentes por
sí mismas: todos los hombres han sido creados iguales; el Creador les ha
conferido derechos inalienables; los primeros de estos derechos son: el derecho
a la vida, del derecho a la libertad, el derecho a la felicidad (…) Para
garantizar el disfrute de estos derechos, los hombres se han dotado de
gobiernos cuya autoridad pasa a ser legítima por el consentimiento de los
administrados. Cuando un gobierno, sea cual sea su forma, se aleja de estos
objetivos, el pueblo tiene derecho a cambiarlo o a abolirlo, y a establecer un
nuevo gobierno que se base en estos principios, organizándolo en la forma que
le parezca más adecuada para que le ´procure seguridad y felicidad”.
pablosalvatb@gmail.com
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