Por Lic. José A. Amesty R.:
A propósito de los sucesos, donde los partidarios del
presidente Donald Trump se dirigieron contra el Capitolio estadounidense,
irrumpieron y tomaron algunos recintos del mismo, en el que se desarrollaba la
ceremonia de certificación de la victoria del candidato Joe Biden; se
suscitaron enfrentamientos entre civiles y la policía del exterior del edificio
de gobierno, donde resultó muerta una mujer de un disparo, finalmente fue
cerrado el Capitolio, todo a raíz del discurso de Trump afirmando que “nunca”
concederá la derrota ante Biden.
Las turbas utilizaron la violencia para subvertir el proceso usual y legal mediante el cual se elige a los presidentes.
El diario Washington Post, habla de un golpe de Estado en el
Capitolio, el cual fue incitado por un Presidente sin ley que intenta
desesperadamente aferrarse al poder y alentado por sus cínicos facilitadores
republicanos en el Congreso.
Realmente es una situación inédita, en un país donde se
precian de ser el “modelo de democracia” en el mundo. El tema de la democracia
en USA, es amplio, muy comentado por especialistas, políticos y muy extenso
para tratar en un artículo, por lo que nos limitaremos a trazar unas
líneas-notas en torno al mismo.
Lo básico del término es, Democracia = demos + cracia, el
gobierno de (o por) el pueblo; y en relación a EEUU, gracias a una intensa y
sostenida campaña propagandística, colmada de alabanzas y rastreras
adulaciones, aparece como la tierra de la libertad y la democracia.
Es más, como un país al cual Dios le habría encomendado la
misión de recorrer el mundo sembrando libertad, justicia, derechos humanos y
democracia por doquier. Sin duda es una visión mesiánica.
No obstante, lo cierto es que, además, la academia, la
intelectualidad y los políticos, son insuficientes para ocultar un hecho
decisivo: en la propia Constitución de Estados Unidos, con sus correspondientes
enmiendas, la palabra “democracia” no aparece ni una sola vez.
Esto contrasta con afirmaciones como: “El sistema de
gobierno estadounidense ha mostrado, durante sus 240 años, su ejemplaridad,
despertando la envidia de todo el mundo”, Joseph Robinette Biden Jr.
Estas afirmaciones son más bien un mito, que son compartidas
por una nada despreciable masa de la población occidental: basado en la fábula
que la norteamericana es la democracia por antonomasia y, en consecuencia,
digna de ser imitada. La historia, la Constitución y el régimen electoral
estadounidenses desmienten tales creencias. En todo caso, no es recomendable
hacerse ilusiones respecto del país, que cumple el rol de imperio dominante y
que ha marginado históricamente a su pueblo, y a muchos otros del orbe.
Ya conocemos de las múltiples y mayores barbaridades,
fraudes, golpes de Estado y genocidios de los últimos 200 años se han realizado
en nombre de la sacrosanta democracia, y de algunos principios “democráticos”
(como libertad de circulación, dialogo, consenso, elecciones libres, entre
otros), que pareciera ser el escudo protector de los intereses de las grandes
empresas trasnacionales y su cohorte de políticos y gobernantes de nuestro
mundo tan poco occidental como cristiano.
Lo indudable, es que EEUU ha olvidado algo que señala el
académico Bruce Barton: “la democracia estadounidense, le debe su sello
distintivo a los principios y la estructura de los Gobiernos civiles de los
indios norteamericanos”. Tema apasionante
e ilustrativo a abordar en otro momento.
En términos electorales, que parece ser la única premisa
fundamental de la democracia estadounidense, reconocida como tal, en este país
contiende un solo proyecto, el imperialista con dos variantes: el Partido
Demócrata y el Republicano.
En términos económicos, según la obra “Capitalismo
Progresista” de Joseph E. Stiglitz, la situación del país es devastadora ya que
el crecimiento del PIB no acompañó necesariamente al mejoramiento social y que
se alteró desde 1980: la economía se ralentizó, el nivel de vida decayó, la
desigualdad se volvió creciente, incluyendo las desigualdades de raza,
condición étnica, género y oportunidades, la desigualdad en sanidad y, desde
luego, en riqueza, pues el 1% de la cima dispone de más del 40% de la riqueza
total del país.
En síntesis, la igualdad ya no es el rasgo característico de
la gran nación, otrora admirada en Europa y en el propio continente.
El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, señala
que EEUU es “un país disfuncional en términos democráticos” y “una democracia
fallida”, habla de una “degradación total” al subrayar que “las casas se
protegen el día de las elecciones por las milicias armadas en las calles”. “Es
el único país del mundo donde eso ocurre”.
En general, la democracia de EEUU, hace muchísimo tiempo,
viene demostrando que están bastante de espalda a los intereses de las mayorías
populares. Este es un problema serio. Y las formas de resolver las crisis pasan
por líderes autoritarios como Trump.
Históricamente, para recalcar e ir concluyendo, los Estados
Unidos se autoproclaman un pueblo pacífico, destinado por la providencia a
expandir el ideal de la libertad y la democracia por el planeta. Su relato se
complementó más adelante con doctrina Monroe de 1821, cuyo eslogan
"América para los americanos" fue la excusa para imponer su voluntad
a los nacientes Estados de América Latina. Doctrina Monroe y "destino
manifiesto" han tenido diferentes interpretaciones y actualizaciones,
según gobiernen demócratas o republicanos. Desde la política del garrote y la
zanahoria, pasando por la del "buen vecino", el panamericanismo y la
Alianza para el Progreso hasta las políticas militares y geoestratégicas.
Guerras de baja intensidad, lucha contra el narcotráfico, el terrorismo
internacional, reversión de procesos revolucionarios, otros.
Bajo dicho paraguas proclaman su condición de gendarme no
sólo en América Latina, sino en el mundo occidental. Según argumentan sus
ideólogos y think tanks, no se trata de una situación buscada, sino de una
especie de fatalidad con la cual deben convivir, impuesta por Dios, como pueblo
elegido para garantizar la democracia. Así, educados en la paz, tendrán que
hacer la guerra. Defensores de los derechos humanos, tendrán que violarlos.
Bajo la promesa de defender la justicia y la libertad, se ven abocados a
transgredir dichos principios en pro de lograr el objetivo final, que no es
otro que imponer por la fuerza y a su pesar el Estado de Derecho. Para ello no
escatiman esfuerzos, promueven golpes de Estado, derrocan gobiernos y, si es
necesario, invaden países en nombre de la pax americana.
Concluimos que la “Democracia” de USA, es una democracia
simulada, ya que tanto demócratas como republicanos han sostenido el infame
bloqueo a Cuba, atacan a pueblos como Venezuela, se han entrometido en la
política de los gobiernos de la región, han organizado golpes de Estado
militares con el fin de que sus empresas exploten al máximo nuestras riquezas
naturales.
Por décadas se presentó a Estados Unidos como ejemplo de
democracia avanzada. Todos los medios propagandísticos y comunicacionales
sirvieron para ello y se reforzaba por la idea de elecciones libres y la
inexistencia de golpes de Estado liderados por fuerzas militares, lo que en
América Latina servía para explicar que “allá no hay golpes porque no hay
embajada norteamericana”, recordaba el ecuatoriano Egard Isch.
Ese “espíritu democrático” de las élites hace que EE.UU,
apoye siempre las peores dictaduras, los golpes más sangrientos, las guerras de
dominación simuladas como guerras civiles, siempre que fueran útiles a sus
intereses nacionales y los de sus empresas expoliadores.
Aquella promesa de igualdad, libertad y fraternidad quedó
anegada en los cimientos de la estatua de la Libertad, ya que colocaron la
libertad individual (a expresarse, a votar) como el único rasgo, desechando
oficialmente la igualdad y la fraternidad. No se puede olvidar que se trata de
un régimen teocrático en el que en actos públicos se jura ante la Biblia, en el
que en siete estados se prohíbe a los ateos ser profesores o funcionarios
públicos, y sufren discriminación en el ejército, si es que logran ingresar.
Todavía hoy, el servicio de inmigración establece en su guía
de políticas que un miembro a un partido comunista no puede ser admitido en el
país. Pero el mismo criterio se aplica a los ciudadanos en una serie de empleos
si se los identifica como comunistas (o terroristas, calificación que puede
alcanzar a cualquiera que no sea blanco).
Esta crisis del sistema político de EEUU, y por ende, de su
identidad, no sabiendo a ciencia cierta donde van, que no sea su mera ambición
de poder, ojala, los confunda y disuada a no imponer por la fuerza su pésimo
sistema político.
joseamesty1@gmail.com
Excelente artículo. Gracias.
ResponderEliminar