Por Omar Hassaan Fariñas:
Con la entrada violenta de ciertos grupos (u hordas) de ciudadanos estadounidenses a la sede del poder parlamentario federal estadounidense y la paralización de la sesión de ratificación de los resultados presentados por los colegios electorales del ultimo proceso electoral presidencial, hemos escuchado señalamientos sensacionalistas y quizás apresurados sobre una potencial “guerra civil” a punto de estallar en Estados Unidos. Ciertas personas me han preguntado, incluso, si esto se puede considerar como el preludio de una guerra civil. Los siguientes párrafos tratarán de justificar mi posición al respecto.
A criterio de quien suscribe, y esto es simplemente mi humilde opinión, aun Estados Unidos se encuentra lejos del precipicio de una guerra civil. Lo interesante del caso no es la respuesta que otorgo aquí, sino la pertinencia de la pregunta misma, la cual, a pesar de que suena sensacionalista y exagerada, es menester señalar que existen suficientes razones para adelantar este interrogante y explorar el tema. En pocas palabras, la pregunta misma es mucho más importante e interesante que cualquier respuesta que quien suscribe, o cualquier otra persona pudiera dar a la misma.
La pregunta es clave y de gran importancia porque nos permite abordar la innegable crisis estructural interna de Estados Unidos, y sus repercusiones para la otra crisis estructural, la del sistema internacional y su indetenible proceso hacia la multipolaridad. Es esencial evaluar estos temas de la manera adecuada, sin caer en la trampa tradicional de agencia/estructura, colocando demasiado énfasis en la agencia sin considerar la estructura, o alternativamente ignorando el efecto que la agencia posee sobre las estructuras de nuestra realidad social.
En nuestro caso, pretendo con esto alejarnos de la obsesión de analizar y comprender los problemas y los procesos sociohistóricos enfocándonos exclusivamente en la agencia: Nicolás Maduro, Ángela Merkel, Joseph Biden o Donald Trump, entre otros. Alternativamente, dejar la calidad del individuo fuera del análisis es bastante irresponsable e irreal, pues estos agentes, con sus ideologías, sus intereses, sus experiencias y maneras de ver y entender el mundo, tienen toda una incidencia – de una forma u otra - sobre el desarrollo de las estructuras sociohistóricas, por lo cual no pueden ser ignorados. Lo que hizo el Señor Trump con las estructuras sociales, económicas y políticas de su país y, por ende, del sistema internacional, no es lo mismo que fue realizado anteriormente por el Señor Obama, pero tampoco el contexto sociohistórico del primer señor indicado es el mismo del segundo individuo. Estos son temas de gran importancia, al tratar de comprender las realidades internas de lo que podemos denominar la “Segunda República Anglosajona”.
El debate sobre lo que sucede en Estados Unidos y sus repercusiones en el sistema internacional es un asunto bastante complejo, y no poseemos el espacio en este pequeño artículo para abordar la coyuntura actual de una multitud de complejos procesos sociohistóricos que conjuntamente pudieran explicar todo esto. Alternativamente, solo deseo abordar aquí lo que a juicio de quien suscribe es – en pocas palabras – la naturaleza del conflicto estructural en el seno de la sociedad estadounidense, y porqué aun estamos lejos de presenciar una supuesta “guerra civil” en Estados Unidos, a pesar de que el interrogante mismo es bastante válido y legítimo, en la coyuntura actual.
Lo que es de gran importancia es dejar claro que la crisis en Estados Unidos no es una crisis del movimiento “Black Lives Matter” o los grupos fascistas como “Proud Boys”, tampoco es una de feminismo contra grupos misóginos o “culture wars” o “identity politics”, como muchos alegan. Estos elementos superficiales son simplemente manifestaciones de la propia crisis estructural, la cual, como siempre, y como efectivamente fue en 1861-65 (la verdadera guerra civil estadounidense), se fundamenta en severos conflictos entre dos modos de producción, y sus consecuencias políticas, socioculturales y por supuesto, económicas.
La “construcción de narrativas históricas”, o, alternativamente, la creación de “mitos nacionalistas” para la construcción de una nación no es una “creación” inventada por los gringos, ni mucho menos monopolizada por estos. Los franceses, los británicos y los alemanes todos fueron precursores de la construcción de mitos nacionalistas para construir sus propias naciones. Los prusianos, bajo las narrativas de Leopold von Ranke, construyeron los mitos nacionalistas que apoyaron el famoso proceso sociohistórico de unificación germánica que culminó en 1871, después de derrotar a los franceses en la guerra franco-prusiana de 1870-1.
Eso si, los gringos “perfeccionaron” el arte de construcción nacional a través de mitos nacionalistas, superando los mitos y las distorsiones de la historia que aplicaron los propios innovadores y pioneros de este arte, en el continente europeo. Empezando con el famoso mito del “Mayflower” y la llegada de los colones puritanos ingleses a lo que después sería Massachusetts (Nueva Inglaterra), y hasta el mito actual de una lucha titánica estadounidense contra el vil imperio chino, con sus dos armas más mortales: Covid-19 y Huawei.
En el caso de la Mayflower, los supuestos peregrinos estaban “huyendo” de la represión religiosa en Inglaterra, cuando en realidad los puritanos huían de una sociedad que les robó el derecho de practicar su propia versión de intolerancia religiosa y puritana, contra todos quienes no interpretaban la realidad como ellos lo hacían.
Pero el mito nacionalista que más nos interesa, para efectos del interrogante expuesto aquí, es el de la guerra civil estadounidense, específicamente sus razones y motivaciones. Si le preguntamos a cualquier niño o adolescente estadounidense sobre su guerra civil, lo primero que indicaría es que fue “la guerra para la abolición de la esclavitud”. Si le preguntamos a un historiador “nacionalista” o “conservador” de ese mismo país, nos diría que las razones son múltiples y complejas, pero si es presionado a dar una respuesta mas concreta, daría la misma del niño o el adolecente, la misma que registra la historiografía tradicional estadounidense sobre el tema: la lucha por abolir la esclavitud. Ahora bien, ¿por qué fue necesario abolir la esclavitud?, pues porque era un sistema inhumano y tenía que llegar a su fin. Desde el alumno en primaria y hasta el historiador condecorado y respetado por toda la sociedad, estos mitos nacionales permean toda la sociedad estadounidense.
En realidad, se trata de la lucha más importante de la
historia de Estados Unidos, desde su creación en 1783 y hasta por lo menos el
año 1865 (fin de la guerra civil): la lucha entre el modo de producción
agrícola – esclavista y el modo de producción capitalista e industrial. El tema
de la lucha entre las elites socioeconómicas anglosajonas por un modo único de
producción en la segunda República Anglosajona, es de suma importancia para
comprender dicha república, tanto en 1861 como en la actualidad. Durante la
gran parte del Siglo XIX, el debate se enfocó entre las elites sureñas
agrícolas y las norteñas industriales, o alternativamente entre la promoción de
una república agro-exportadora y otra industrializada, y las luchas políticas
que fueron productos directos de este debate. Los terratenientes esclavistas
del sur, con sus plantaciones de tabaco y algodón, necesitaban políticas
arancelarias bastante reducidas – es decir, necesitaban del llamado “libre
comercio” – acompañado de un proceso agresivo y acelerado de expansión
territorial. La reducción de los aranceles para las exportaciones e
importaciones, facilitaban la venta de los rubros agrícolas de Estados Unidos
en los mercados internacionales (Europa). A la vez, los aranceles reducidos
permitían importar todos los productos industriales desde Gran Bretaña, y que
no formaban parte de la producción industrial rudimentaria de Estados Unidos,
durante la primera parte del Siglo XIX.
El historiador estadounidense Richard Slotkin nos habla sobre la segmentación regional y socioeconómica:
El Sur, el Noreste y el Oeste, cada uno poseía una relación muy particular con los indios y con Europa – los dos polos de la experiencia americana…La naturaleza de las tensiones políticas y de clases variaban de región a región. En el Oeste, el conflicto era entre los granjeros y los especuladores que pretendían explotar la tierra y las leyes para la máxima cantidad de beneficio personal, y los especuladores mucho más adinerados que le prestaban a estos. En el Sur la situación económica era mucho menos fluida. Allá, el problema principal era mantener el orden en una situación política y económica inestable, que colocaba a los campesinos empobrecidos contra sus esclavos y los blancos aun más pobres, quienes fueron excluidos de las mejores tierras a través de la mano muerta de la economía de haciendas (esclavistas). En el Sureste, ser dueño de esclavos se convirtió en el objetivo principal que debería aspirar cualquier hombre exitoso, ya que significaba que el esclavista pudo hacerse igual con lo mejor de la sociedad de entonces. El Noreste se dedicó al comercio y la manufacturación, sensible a los desafíos que las otras regiones del país y las potencias europeas representaban para su creciente poder económico (Slotikin, 2000).
A su vez, el historiador venezolano Omar Galíndez identifica muy aptamente el sistema económico del sur estadounidense – el cual fue destruido entre 1861 y 1865 - como uno que se fundamenta en “relaciones enfeudadas agro-esclavistas” (Galíndez, 1995). Galíndez nos ofrece adicionalmente una descripción muy precisa de la naturaleza pre-capitalista y semi-feudal de ese mismo sistema:
La unilateralidad de su esquema productivo articuló a la región sureña a una dependencia del mercado inglés, cuyos nexos expresaban una relación de economía dependiente y periférica…la cual se fue profundizando en la medida en que intercambia productos manufacturados por algodón. Este intercambio desigual (apreciado en la diferencia entre los valores de los productos del intercambio) es responsable de la obstrucción del desarrollo económico del Sur. La economía del Sur se ajustaba a las exigencias del mercado externo (inglés), e internamente perpetúa las condiciones pre-capitalistas de producción, propias del sistema de plantaciones esclavistas…Allí radica su desarrollo desigual, al compararlo con el Norte, y explica la incompatibilidad de sus estructuras económicas que habrían de entrar en crisis para 1860… los compromisos financieros del Sur con el Norte y con Inglaterra, forzaban regularmente a un incremento de la producción, lo cual significaba proveerse de más tierras y esclavos. (Galíndez, 1995).
Alternativamente, el modo de producción industrial requería, al igual que en Inglaterra, aranceles elevados – es decir, “proteccionismo comercial”. El proteccionismo es uno de los elementos claves en un incipiente proceso de industrialización, quizás una de las razones principales que explica el fracaso de varios procesos industriales en Nuestramérica, ya que nuestra región fue agobiada desde temprano con los discursos de “libre comercio” norteamericano, los cuales impidieron un proteccionismo que acompañe nuestros procesos de industrialización.
La guerra civil estadounidense de 1861-5 fue una lucha titánica entre dos modos de producción que sufrían de una grave contradicción que no permitía una síntesis entre ambos. En pocas palabras, Estados Unidos como nación, o será solamente industrializada con mano de obra asalariada, o será solamente agroexportadora con esclavos, pero nunca podrá ser los dos. La guerra no “liberó” a los esclavos, sino garantizó la mano de obra asalariada del modo de producción industrial y capitalista, y el incremento del proteccionismo arancelario que garantice la competitividad gringa contra las grandes potencias económicas de ese momento: Inglaterra, los prusianos, y hasta cierto punto, los franceses. Los “esclavos” – es decir, los afrodescendientes - nunca vivieron una verdadera emancipación hasta la década de 1960, con iconos de la lucha contra el apartheid gringo como Malcolm X y Martin Luther King Jr.
Ahora bien, ¿Qué sucede en el Estados Unidos del 2020 y el 2021? Pues se reedita el conflicto entre modos de producción, con las elites de los dos campos que conforman los respectivos modos de producción enfrentados por razones y motivaciones netamente económicas, mientras que sus seguidores son movilizados en contra de sus respectivos contrincantes a través de motivaciones de todo tipo e índole, quizás con la excepción de la verdadera razón: la lucha de clases. Las motivaciones de los peones – en este sentido sería la gran parte de la población salvo las elites – son socioculturales, religiosas, raciales, lingüísticas, de las mal llamadas “políticas de identidad”, y cualquier otra motivación no-económica. Si por casualidad entraría en discusión el tema económico, nunca sería como uno de consciencia de clases (salvo para las elites mismas, esas si tiene bastante consciencia de clase, naturalmente), sino como reclamos contra los chinos que están robando dinero, tecnología y trabajo de los gringos fuera de Estados Unidos, y los “mexicanos”, quienes roban el trabajo dentro del país mismo. Ah, también están los terribles musulmanes terroristas, los comunistas de Putin, y el Castro-comunismo (aquí estaría incluida Venezuela).
El conflicto en el modo de producción es entre los llamados “globalistas” y los supuestos “nacionalistas”, asunto que nos hace reír porque ninguno de estos dos bandos poseen un solo grano de “nacionalismo”. Para hacer el tema sencillo, se trata de las ya conocidas y siempre advertidas consecuencias socioeconómicas del modo de producción capitalista, en su encarnación “neoliberal”, esta última en realidad siendo meramente una reedición de la economía neoclásica del periodo pre-crack de 1929, con ciertos elementos monetaristas de los Señores von Mises, Hayek y el famoso Friedman. El bando que supuestamente representa el Señor Trump aboga por la desarticulación de ciertos (pero nunca todos) los elementos económicos del liberalismo internacional (el que impulsa los globalistas), suspendiendo acuerdos y prácticas insaturadas por el propio Estados Unidos para construir y reproducir su hegemonía global, después de su victoria en la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, el conflicto, como todos los conflictos a lo largo de la historia humana, es un conflicto de riquezas y poder, un conflicto entre modos de producción y luchas de elites socioeconómicas. Todo lo demás son manifestaciones de la movilización de las masas a favor de un modo u otro, y la transformación del conflicto estructural se evidenciará solamente cuando se de una transformación real en el modo de producción imperante, al igual que se evidenció en el periodo antes de 1861. El desastre que nos deja el Señor Trump – si es que efectivamente sale de la presidencia, aun no se sabe de manera completamente segura – indica que la transformación en el modo de producción anhelado en Estados Unidos por ciertas elites no se materializó de manera adecuada, a pesar del inmenso daño que se logró causar a la hegemonía gringa en el ámbito internacional. Justo por eso, el Señor Trump, sus seguidores, y las elites que el representa, pretenden o mantenerse en el poder (asunto que considero que no es el verdadero objetivo), o seguir profundizando la crisis, lo cual pudiera impedir la restauración del control completo y absoluto de los globalistas tanto dentro del país, como sobre el sistema internacional (lo cual considero que es el verdadero objetivo), hasta un retorno triunfante del Señor Trump en el 2024 o 2025.
Aún queda mucho ámbito de maniobra para que las elites globalistas retomen el control y eviten una escalada que lleve a una nueva guerra civil. La victoria en el ultimo proceso electoral estadounidense (6 de enero de 2021), en la cual ganaron los dos senadores demócratas en un estado tradicionalmente republicano, es otra indicación de la posibilidad de evitar el desastre. No obstante, el daño estructural de los “trumpistas” ya se dio, el debilitamiento de Estados Unidos en el ámbito internacional es innegable, y los esfuerzos para destruir a la China solo han aumentado su poder. Los globalistas, representados por el Señor Biden, no están heredando la misma Gringolandia que dejó el Señor George Bush (hijo), sino algo profundamente trasformado, (y que no esta necesariamente a favor de los globalistas y la hegemonía estadounidense) y más aun en el ámbito internacional que en el interno. Lo que si puedo afirmar es que, aunque se puede evitar por los momentos una potencial “guerra civil”, el daño estructural no es reversible, y el oscuro espectro de la guerra civil aun sigue sobre la segunda República Anglosajona, en un futuro que por los momentos es altamente impredecible.
khosomoso@yahoo.com
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