miércoles, 4 de noviembre de 2020

Unidad nacional es bonita palabra: ¿con quién y para qué?

  Por Sergio Ortiz: 

La crisis sanitaria, económica y política, nacional e internacional, mueve a ideales de unidad. Unidad y democracia son bellas expresiones, pero en su nombre se cometen muchos crímenes. ¿Unidad con quién y para qué?

Ayer se contabilizaban acá 1.16 millón de contagiados de Covid-19 y más de 30.000 muertos. Para seres humanos, esas cifras eran estremecedoras; para políticos que llevan adentro un enano fascista de la altura de lungos de la NBA, fue buena para burlarse de los 30.000 desaparecidos de la dictadura.

La realidad es aún más ominosa, porque esos números -por distraídas miradas políticas y estadísticas demoradas – no son exactos. La Ciudad de Buenos Aires gobernada por el PRO tuvo que sumar 749 fallecidos que no había incorporado y hace poco tiempo Buenos Aires hizo lo mismo con 3.500 fallecidos.

Aunque el rebrote en Europa haya desplazado a Argentina del quinto lugar del podio mundial, ser 6-7-8 tampoco es un halago.

Sobre todo, luego que el gobierno nacional presumiera de sus números como que estaban entre los mejores del globo. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces…

La estrategia sanitaria de Alberto Fernández ha entrado en crisis y está ultra pendiente de la vacuna, como remedio mágico. La epidemia sigue moviéndose a sus anchas, sin el párate drástico por tres semanas que le propusieron reconocidos médicos como Oscar Atienza.

Por eso se explica el viaje de Carla Vizzotti a Moscú, para ver si los rusos tienen pronto la Sputnik V, una vez que cesaron los fuegos artificiales de que acá iban a fabricarla Astra-Zéneca-Oxford-Fundación Slim-Insud. Pasaron cosas…

La Sputnik V fue la primera en su tipo y el gobierno de Vladimir Putin ya pidió su homologación, superada su etapa 3, pero eso no significa que Argentina la vaya a tener tan pronto. Eso sería en el primer semestre de 2021, no ya. Eso es mediano plazo y en ese lapso no estaremos todos muertos, parafraseando a John Keynes, pero sí habrá varios miles más que los actuales 30.000.

En su conocida última carta, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner definió que «el problema de la economía monetaria es, sin dudas, el más grave que tiene el país y es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina». 

Éste es el meollo de su misiva pública y no tanto el apoyo que dijo sentir Alberto Fernández ni los palos que recibieron «los funcionarios que no funcionan» o las menciones de CFK a quienes antes la criticaban (AF), escribían libros en su contra (Vilma Ibarra) o le deseaban la cárcel (Sergio Massa). El punto clave de la reflexión gira en torno al problema central de Argentina y la posible solución.

¿Bimonetarismo o monopolios?

Para la expresidenta el problema más grave es el dólar, su precio y presión devaluadora. Sin duda es algo muy serio, como que la semana anterior el blue llegó a los 195 pesos y en la que termina bajó 26, dando un respiro.

Sin embargo es una obviedad que la culpa no es del dólar billete sino de quienes lo atesoran, especulan, fugan y cometen delitos usando de ese poder financiero. El cronista no pone en la mira -como se desprendió de algunas declaraciones y medidas del oficialismo – a los argentinos que compraban el dólar ahorro, 200 por mes. Ni siquiera el foco es contra los arbolitos y delincuentes que habitan en cuevas de la City. Estos últimos son como los flecos del poncho.

Si de dólares se trata el foco hay que ponerlo en los súper millonarios y grandes empresas que fugaron 86.200 millones en los cuatro años de Mauricio Macri, con Alfonso Prat-Gay, Luis Caputo, Nicolás Dujovne, Carlos Melconián y otros exfuncionarios.

Lo que Cristina llamó bimonetarismo no debería reducirse a una cuestión dineraria o financiera. Es un reflejo de algo mucho más profundo: las estructuras económicas y políticas del capitalismo dependiente argentino.

Este sistema injusto pone el poder en manos de los monopolios nacionales y extranjeros, en cuanto a la industria, las finanzas, el comercio exterior, buena parte de la producción agrícola, etc. Esto es así en los negocios de vieja data como en los de las modernas tecnologías. Acindar y Techint en la siderurgia; Banco Río, Santander, Galicia y Macro en las finanzas; Molinos, La Serenísima y Arcor en alimentos; Cargill, Cofco, Bunge, AGD y la delincuencial Vicentín en exportación cerealera; Shell, Total, Tecpetrol, Panamerican y otras multis en petróleo; Pampa Energía y Edesur en electricidad; Ford, Renault, Fiat y Toyota en las automotrices; Wal Mart, Carrefour, Coto y La Anónima en supermercadismo; Grobocopatel y Adecoagro en la producción sojera; Benetton y Lewis entre latifundistas; Clarín en medios, televisión y telecomunicaciones; Mercado No Libre de Galperín en ventas Online, etc.

Parodiando a Bill Clinton y su eslogan de su victoriosa campaña contra Bush padre: «Son los monopolios, estúpido». 

A la luz de sus declaraciones, el presidente Fernández no tiene mucha idea de contra quién hay que lidiar y mucho menos lo guía un modelo de referencia para forjar una Argentina más justa y libre, ni hablar de soberana.

Es que, mucho antes del consejo acuerdista y erróneo de su vicepresidenta, él venía cortejando a los factores de poder, para llamarlos con elegancia a los susodichos monopolios. Se recuerdan sus almuerzos y comparendos con la mesa chica de la Asamblea Empresaria «Argentina», Unión Industrial «Argentina», Mesa de Enlace Rural, Consejo Interamericano de Comercio y Producción. Y últimamente con las principales petroleras y con los monopolios del Coloquio de IDEA.

Allí anida el «Círculo Rojo» del poder económico y financiero. Y con él anduvo anudando acuerdos el ministro Martín Guzmán, sobre todo buscando que estos sectores liquidaran divisas de las exportaciones. Lo dijo un diario oficialista como Página/12 y no en tono de crítica: Guzmán activó sus reuniones con el «Círculo Rojo».

Linda palabra, crímenes en su nombre

Fruto de esa franela, más la venta de bonos y licitaciones por 750 millones de dólares, Economía logró esta semana una baja en el dólar blue. La presión devaluacioncita disminuyó un poco, pero el problema no fue resuelto. Tan es así que la expectativa gubernamental para no devaluar es llegar a marzo de 2021 y que entren más dólares por la cosecha. Eso -como se vio hasta el hartazgo – depende de la voluntad política del lobby sojero y los pulpos agroexportadores.

Como puente para llegar a esa fecha, Fernández y Guzmán quieren abrochar cuanto antes el acuerdo con el FMI e incluso, cosa que antes descartaban, pedir el último tramo del crédito a Macri, no desembolsado.

Con esta obligada síntesis, de cierta superficialidad, el lector tendrá una idea de por qué el gran problema no es tanto el dólar sino las minorías y monopolios que lo detentan y especulan. Tal la diferencia con el diagnóstico cristinita.

Su convocatoria a una «unidad nacional» con empresas, políticos, medios y demás sectores es más de lo mismo que viene haciendo el presidente Fernández desde su asunción.

AF fue a todos esos encuentros con representantes de los monopolios, hizo recibir por Economía y otros ministros a las delegaciones del FMI, planteó a la UIA y CGT un Pacto o Consejo Económico y Social; hizo las paces con Paolo Rocca y Héctor Magnetto, bajó las retenciones a las exportaciones de granos y la minería, prolongó por cuatro años los subsidios a las empresas de biocombustibles, pisó el freno sobre el ex impuesto a las grandes fortunas y la expropiación de Vicentín, redujo al mínimo la llamada «reforma judicial», buscó la amistad con Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales, en Diputados Massa postergó la reunión con movimientos de mujeres por ley del aborto, la cancillería votó en contra de Venezuela en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, etcétera. 

Y algo gravísimo sucedió el jueves 29, que podría llamarse el Día de la Oligarquía. En Guernica la policía de Axel Kicillof, comandada por el fascistoide Sergio Berni, desalojó violentamente a muchas familias pobres y sin techo. Y en Entre Ríos una jueza de Paraná ordenó el desalojo policial de «Casa Nueva» en detrimento de Dolores Etchevehere y el proyecto Artigas, y en beneficio de los agrogarcas varones Etchevehere y en general la Suciedad Rural.

El contubernio de jueces, policías y gobernadores no se limitó a violar los derechos humanos, con detenciones y heridos, sino que consolidaron la aludida injusta estructura económico-social monopólica.

Llama la atención que Cristina, que supo lidiar tanto con Clarín por la ley de medios, ahora recomiende un acuerdo con este y otros monopolios. El 12 julio pasado ella elogió la nota de Alfredo Zaiat en Página/12, donde se desnudaba «al mundo empresario concentrado, que desde hace más de 40 años ha intensificado el combate contra el proyecto de desarrollo nacional». ¿Ahora les propone un acuerdo? La unidad con todos no sirve ni contra el Covid-19 pues Macri ya le dijo al presidente que «van a morir todos los que tengan que morirse».

Pedir al establishment que tenga buen corazón es un camino trillado. Su víscera más sensible es el dólar y cuentas offshore. La unidad que vale la pena es nacional, democrática y popular, con los de abajo y del medio.

ortizserg@gmail.com

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