Por Bruno Beaklini (Bruno Lima Rocha):
En el momento en que escribo esas palabras, todo indica que
los Estados Unidos pasarán por dos procesos simultáneos. Uno es la victoria
formal del oligarca del Partido Demócrata, el ex-senador por el estado de
Delaware (consecutivos mandatos) y ex-vice presidente de Barack Hussein Obama
(2008-2016). El otro es la judicialización de la cuenteo de votos, con el
actual presidente Donald Trump (electo en 2016 después de derrotar la
ex-secretaria de Estado, ex-senadora por Nueva York y ex primera dama, Hillary
Rodham Clinton).
En la primera disputa, las gigantescas corporaciones económico-financieras pueden distribuir sus recursos para ambos candidatos, siendo el demócrata poco bizarro. Ya Trump es uno amoral, empresario inescrupuloso, que quebró seis veces y siempre salió más rico del que antes de entrar en una recuperación judicial. Pero su base es real, ultrapasa las nubes de Fake News y alcanza, directamente, las mayores neurosis colectivas de las estúpidas clamadas sociales blancas y empobrecidas.
He ahí la paradoja. En tratándose de la proyección de poder
de los EEUU para el Grande Medio Oriente y, en especial, en las relaciones con
su único aliado estratégico en la región, el Estado colonial de Israel, tanto
Demócratas como Republicanos difieren poco en términos generales. Los posibles
cambios de panorama, con más o menos multilateralismo delante de un probable
gobierno Biden veremos en otro artículo. Ya la dimensión doméstica de las
políticas pro-Israel (dentro del escenario estadunidense y suyas
internacionalizaciones), especialmente en tratándose de sector de la nueva
derecha y de la bisagra con lo pentecostalismo sionista (lo cinturón bíblico
que sería, aparentemente, inexpugnable e imbatible electoralmente), veremos
también en texto específico. La paradoja de Israel y, específicamente, de las
maniobras en las redes sociales y presiones cibernéticas de su Ministerio de
Asuntos Estratégicos y Diplomacia Pública, se da con “amigos de su mejor
amigo”. Veamos el tamaño de la hipocresía.
La fauna supremacista estadunidense que lo lobby no quiere
incomodar
Trump necesita de la extrema derecha supremacista y blanca,
una mugre racista, que odia todas las matrices culturales que no sean
“blancas”. En este sentido, al menos en haber discursivos y de movilización, es
más fácil ver en EEUU a agrupaciones judaicas anti-sionistas movilizadas contra
los apoyadores de Trump. Recordemos que el aún presidente el Imperio incendió
Medio Oriente en su primera visita y no hesitó en transferir su embajada del
para Jerusalén, violando así el derecho internacional (otra de tantas
violaciones).
En términos públicos, intelectuales de origen judaico,
comprometidos con la Causa Palestina, como Amy Goodman y Noam Chomsky, son
adversarios directos de las tentativas de golpes jurídicos, mediáticos y de la
federalización a través de intervención militar o con la Guardia Nacional de
estados y municipios rebeldes y antirracistas
(ver
https://www.aljazeera.com/news/2020/7/22/trump-to-send-federal-officers-to-us-cities-to-tamp-down-unrest).
En resumo: Trump necesita de Israel y de la política
belicista de Netanyahu y su socio más reciente, el genocida de Gaza (en 2012 y
2014) y general colonialista, Benny Gantz. A la vez, también necesita de las
milicias y formaciones sectarias y paramilitares que manipulan la pobreza
blanca interiorana (white trash, “basura blanca”, en el término ofensivo de
allá), además de los millones de “machos alfa” recalcados que portan armas
largas en función de la estúpida legislación de aquel país.
Llevando en cuenta el modus operandi que bloqueó todos los
caminos del ex-líder laborista inglés
Jeremy Corbyn al poder político, primero en las elecciones parlamentarias y
después en el propio partido (ver
https://electronicintifada.net/blogs/ala-winstanley/we-slaughtered-jeremy-corbyn-says-israel-lobbyist),
a través del lobby coordinado por el Ministerio de Asuntos Estratégicos y
Diplomacia Pública de Israel, la vigilancia agresiva a los antisemitas es muy
más pequeño del que a los considerados “enemigos del proyecto colonial”.
No es por falta de información y, menos aún, de difusión del
listado de los neofascistas. Un aliado del Estado de Israel muy conocido en los
EUA es la Liga Anti-Difamación (ADL). Este portal hace un mapa preciso (ver
https://www.adl.org/resources/backgrounders/from-alt-right-to-alt-lite-naming-the-hate)
de la nueva derecha (alt-right) y también de la derecha “cívica” o derecha
generalista (alt-lite), que se afirma misógina, odia lo “políticamente
correcto” y presenta algún grado de xenofobia o la defensa de la “civilización
judaico-cristiana”.
Además de eso, apunta los liderazgos reconocidos, sus
organizaciones y portales de internet. Por la lógica de la derecha pro-Trump y,
en especial, del proselitismo de defensa en la guerra cultural, la “alt-lite”
es la poderosa arma de difusión no religiosa que Israel necesita para no
depender sólo de los fariseos pentecostales y de los grandes conglomerados
mediáticos, para difundir sus tesis coloniales y la defensa del Apartheid
normalizado en la Palestina Ocupada.
Ocurre que el conjunto de estas organizaciones sumado a las
más tradicionales, como la propia Klu Klux Klan y milicias estaduales forman la
mayor amenaza de seguridad doméstica según el propio aparato represivo del
imperio, a comenzar por el FBI y el ministerio del Interior, el DHS (ver
https://www.wsj.com/articles/extremists-pose-a-violent-threat-fbi-and-dhs-officials-say-11600998139).
Como si no bastara, esas mismas agrupaciones xenófobas,
anti-semitas y islamofobias (porque siendo alt-right o alt-lite, ambas
corrientes también odian la mayoría semita, que es árabe) tendrían se
infiltrado en departamentos policiales de todo el país (ver
https://www.theguardian.com/us-news/2020/aug/27/white-supremacists-militias-infiltrate-us-police-report).
Considerando que Trump, abiertamente, se negó a condenar la
violencia supremacista en la Batalla de Charlottesville en agosto de 2017 (ver
https://edition.cnn.com/2017/08/12/politics/trump-fails-to-condemn-the-alt-right-white-supremacists/index.html)
y, nuevamente, se rechazó a hacer esa condena en el primer debate de la carrera
presidencial (ver
https://www.cnn.com/2020/09/30/politics/proud-boys-trump-white-supremacists-debate/index.html),
era de esperarse uno “repudio enérgico”
por parte del gabinete conjunto de Netanyahu y Gantz. ¿Aconteció algo
relevante en ese sentido? Nada.
Puede ser por cinismo, siguiendo una lógica maquiavélica del
tipo “el amigo de mi amigo puede no ser mi enemigo”. También puede ser por algo aún más
repugnante, el reconocimiento tácito que la “alt-lite” hace el juego grotesco
de la “guerra cultural” que Israel tanto usa para ampliar sus redes de
apoyadores en su campaña colonial del Apartheid en Palestina y la guerra de
conquista en territorios árabes.
¿Alguien en sana conciencia puede imaginar que la
inteligencia sionista no haya mapeado esos liderazgos y no pueda promover
campañas difamatorias o intervenciones cibernéticas en esas webs? ¿Una vez que
la nueva extrema derecha se organiza necesariamente a través de internet,
tomando en cuenta el dominio de la fuerza invasora de Cisjordania en este sector,
el coste operacional de ese tipo de campaña sería ínfimo? ¿Por qué no lo hacen?
Varios pesos y varias medidas: el control chauvinista del
discurso contra el anti-semitismo
La izquierda de la comunidad judaica tiene una relativamente nueva, pero muy vigorosa, organización nacional en los EEUU, es la Jewish Voice for Peace (JVP). Se trata de una estructura militante que, inclusive, apoya al BDS (ver: https://jewishvoiceforpeace.org/jvp-supports-the-bds-movement/). La LIga Anti-Difamación simplemente clasifica a JVP cómo incentivadora de una “forma de anti-semitismo”.
El argumento es tétrico: “Además de eso, la insistencia
continua del JVP de que prácticamente todas las críticas a Israel no pueden ser
anti-semitas da cobertura a los anti-semitas que expresan su malicia para con
los judíos como mero anti-sionismo”.
(https://www.adl.org/resources/backgrounders/jewish-voice-for-peace).
Sí, la JVP tiene razón. “Israel es un Estado y no representa
las comunidades de la diáspora”. Así de
sencillo. Pero, si el gobierno de Tel Aviv se cree como bastión en la lucha
contra el anti-semitismo, debería dejar de procurar anti-semita donde no hay, y
sí defensor de derechos humanos y de reglas universales de refugio y retorno.
Si quisiera combatir anti-semitas asumidos y declarados, bastaba con que el
gabinete conjunto de Netanyahu y Gantz atacara la base ampliada de su mayor
aliado, que ya tendría adversarios de sobra. Como se sabe, nada de eso va a
ocurrir.
La misión de la izquierda es barrer de las calles al anti-semitismo
y jugar en la basura de la historia a supremacistas y imperialistas de todos
los matices.
ARTÍCULO ORIGINALMENTE PUBLICADO EN EL MONITOR DEL ORIENTE
MEDIO (https://www.monitordeoriente.com/)
Bruno Beaklini (Bruno Lima Rocha Beaklini) es militante
socialista libertario de origen árabe-brasileira y editor de los canales de
Estrategia & Análisis, el análisis político para la izquierda más a la
izquierda.
blimarocha@gmail.com
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