viernes, 13 de noviembre de 2020

Una muy rara alianza de Netanyahu con un amigo de antisemitas

 Por Bruno Beaklini (Bruno Lima Rocha): 

En el momento en que escribo esas palabras, todo indica que los Estados Unidos pasarán por dos procesos simultáneos. Uno es la victoria formal del oligarca del Partido Demócrata, el ex-senador por el estado de Delaware (consecutivos mandatos) y ex-vice presidente de Barack Hussein Obama (2008-2016). El otro es la judicialización de la cuenteo de votos, con el actual presidente Donald Trump (electo en 2016 después de derrotar la ex-secretaria de Estado, ex-senadora por Nueva York y ex primera dama, Hillary Rodham Clinton).

En la primera disputa, las gigantescas corporaciones económico-financieras pueden distribuir sus recursos para ambos candidatos, siendo el demócrata poco bizarro. Ya Trump es uno amoral, empresario inescrupuloso, que quebró seis veces y siempre salió más rico del que antes de entrar en una recuperación judicial. Pero su base es real, ultrapasa las nubes de Fake News y alcanza, directamente, las mayores neurosis colectivas de las estúpidas clamadas sociales blancas y empobrecidas.

He ahí la paradoja. En tratándose de la proyección de poder de los EEUU para el Grande Medio Oriente y, en especial, en las relaciones con su único aliado estratégico en la región, el Estado colonial de Israel, tanto Demócratas como Republicanos difieren poco en términos generales. Los posibles cambios de panorama, con más o menos multilateralismo delante de un probable gobierno Biden veremos en otro artículo. Ya la dimensión doméstica de las políticas pro-Israel (dentro del escenario estadunidense y suyas internacionalizaciones), especialmente en tratándose de sector de la nueva derecha y de la bisagra con lo pentecostalismo sionista (lo cinturón bíblico que sería, aparentemente, inexpugnable e imbatible electoralmente), veremos también en texto específico. La paradoja de Israel y, específicamente, de las maniobras en las redes sociales y presiones cibernéticas de su Ministerio de Asuntos Estratégicos y Diplomacia Pública, se da con “amigos de su mejor amigo”. Veamos el tamaño de la hipocresía.

La fauna supremacista estadunidense que lo lobby no quiere incomodar

Trump necesita de la extrema derecha supremacista y blanca, una mugre racista, que odia todas las matrices culturales que no sean “blancas”. En este sentido, al menos en haber discursivos y de movilización, es más fácil ver en EEUU a agrupaciones judaicas anti-sionistas movilizadas contra los apoyadores de Trump. Recordemos que el aún presidente el Imperio incendió Medio Oriente en su primera visita y no hesitó en transferir su embajada del para Jerusalén, violando así el derecho internacional (otra de tantas violaciones).

En términos públicos, intelectuales de origen judaico, comprometidos con la Causa Palestina, como Amy Goodman y Noam Chomsky, son adversarios directos de las tentativas de golpes jurídicos, mediáticos y de la federalización a través de intervención militar o con la Guardia Nacional de estados y municipios rebeldes y antirracistas

 (ver https://www.aljazeera.com/news/2020/7/22/trump-to-send-federal-officers-to-us-cities-to-tamp-down-unrest).

En resumo: Trump necesita de Israel y de la política belicista de Netanyahu y su socio más reciente, el genocida de Gaza (en 2012 y 2014) y general colonialista, Benny Gantz. A la vez, también necesita de las milicias y formaciones sectarias y paramilitares que manipulan la pobreza blanca interiorana (white trash, “basura blanca”, en el término ofensivo de allá), además de los millones de “machos alfa” recalcados que portan armas largas en función de la estúpida legislación de aquel país.

Llevando en cuenta el modus operandi que bloqueó todos los caminos del ex-líder laborista  inglés Jeremy Corbyn al poder político, primero en las elecciones parlamentarias y después en el propio partido (ver https://electronicintifada.net/blogs/ala-winstanley/we-slaughtered-jeremy-corbyn-says-israel-lobbyist), a través del lobby coordinado por el Ministerio de Asuntos Estratégicos y Diplomacia Pública de Israel, la vigilancia agresiva a los antisemitas es muy más pequeño del que a los considerados “enemigos del proyecto colonial”.

No es por falta de información y, menos aún, de difusión del listado de los neofascistas. Un aliado del Estado de Israel muy conocido en los EUA es la Liga Anti-Difamación (ADL). Este portal hace un mapa preciso (ver https://www.adl.org/resources/backgrounders/from-alt-right-to-alt-lite-naming-the-hate) de la nueva derecha (alt-right) y también de la derecha “cívica” o derecha generalista (alt-lite), que se afirma misógina, odia lo “políticamente correcto” y presenta algún grado de xenofobia o la defensa de la “civilización judaico-cristiana”.

Además de eso, apunta los liderazgos reconocidos, sus organizaciones y portales de internet. Por la lógica de la derecha pro-Trump y, en especial, del proselitismo de defensa en la guerra cultural, la “alt-lite” es la poderosa arma de difusión no religiosa que Israel necesita para no depender sólo de los fariseos pentecostales y de los grandes conglomerados mediáticos, para difundir sus tesis coloniales y la defensa del Apartheid normalizado en la Palestina Ocupada.

Ocurre que el conjunto de estas organizaciones sumado a las más tradicionales, como la propia Klu Klux Klan y milicias estaduales forman la mayor amenaza de seguridad doméstica según el propio aparato represivo del imperio, a comenzar por el FBI y el ministerio del Interior, el DHS (ver https://www.wsj.com/articles/extremists-pose-a-violent-threat-fbi-and-dhs-officials-say-11600998139).

Como si no bastara, esas mismas agrupaciones xenófobas, anti-semitas y islamofobias (porque siendo alt-right o alt-lite, ambas corrientes también odian la mayoría semita, que es árabe) tendrían se infiltrado en departamentos policiales de todo el país (ver https://www.theguardian.com/us-news/2020/aug/27/white-supremacists-militias-infiltrate-us-police-report).

Considerando que Trump, abiertamente, se negó a condenar la violencia supremacista en la Batalla de Charlottesville  en agosto de 2017 (ver https://edition.cnn.com/2017/08/12/politics/trump-fails-to-condemn-the-alt-right-white-supremacists/index.html) y, nuevamente, se rechazó a hacer esa condena en el primer debate de la carrera presidencial (ver https://www.cnn.com/2020/09/30/politics/proud-boys-trump-white-supremacists-debate/index.html), era de esperarse uno “repudio enérgico”  por parte del gabinete conjunto de Netanyahu y Gantz. ¿Aconteció algo relevante en ese sentido?  Nada.

Puede ser por cinismo, siguiendo una lógica maquiavélica del tipo “el amigo de mi amigo puede no ser mi enemigo”.  También puede ser por algo aún más repugnante, el reconocimiento tácito que la “alt-lite” hace el juego grotesco de la “guerra cultural” que Israel tanto usa para ampliar sus redes de apoyadores en su campaña colonial del Apartheid en Palestina y la guerra de conquista en territorios árabes.

¿Alguien en sana conciencia puede imaginar que la inteligencia sionista no haya mapeado esos liderazgos y no pueda promover campañas difamatorias o intervenciones cibernéticas en esas webs? ¿Una vez que la nueva extrema derecha se organiza necesariamente a través de internet, tomando en cuenta el dominio de la fuerza invasora de Cisjordania en este sector, el coste operacional de ese tipo de campaña sería ínfimo? ¿Por qué no lo hacen?

Varios pesos y varias medidas: el control chauvinista del discurso contra el anti-semitismo

La izquierda de la comunidad judaica tiene una relativamente nueva, pero muy vigorosa, organización nacional en los EEUU, es la Jewish Voice for Peace (JVP). Se trata de una estructura militante que, inclusive, apoya al BDS (ver: https://jewishvoiceforpeace.org/jvp-supports-the-bds-movement/). La LIga Anti-Difamación simplemente clasifica a JVP cómo incentivadora de una “forma de anti-semitismo”. 

El argumento es tétrico: “Además de eso, la insistencia continua del JVP de que prácticamente todas las críticas a Israel no pueden ser anti-semitas da cobertura a los anti-semitas que expresan su malicia para con los judíos como mero anti-sionismo”. (https://www.adl.org/resources/backgrounders/jewish-voice-for-peace).

Sí, la JVP tiene razón. “Israel es un Estado y no representa las comunidades de la diáspora”.  Así de sencillo. Pero, si el gobierno de Tel Aviv se cree como bastión en la lucha contra el anti-semitismo, debería dejar de procurar anti-semita donde no hay, y sí defensor de derechos humanos y de reglas universales de refugio y retorno. Si quisiera combatir anti-semitas asumidos y declarados, bastaba con que el gabinete conjunto de Netanyahu y Gantz atacara la base ampliada de su mayor aliado, que ya tendría adversarios de sobra. Como se sabe, nada de eso va a ocurrir.

La misión de la izquierda es barrer de las calles al anti-semitismo y jugar en la basura de la historia a supremacistas y imperialistas de todos los matices. 

ARTÍCULO ORIGINALMENTE PUBLICADO EN EL MONITOR DEL ORIENTE MEDIO (https://www.monitordeoriente.com/)

Bruno Beaklini (Bruno Lima Rocha Beaklini) es militante socialista libertario de origen árabe-brasileira y editor de los canales de Estrategia & Análisis, el análisis político para la izquierda más a la izquierda.

blimarocha@gmail.com

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