Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Las derechas chilenas neoliberales (la gubernamental y la de
oposición) han vociferado durante años que el sistema político chileno se
construyó a imagen y semejanza del español. Los Pactos de la Moncloa
significaron un acuerdo de clases para desmontar formalmente el sistema
franquista, dándole continuidad ahora en condiciones de democracia. Por
supuesto que hay particularidades en cada caso, pero en lo sustancial, las
élites políticas chilenas modelaron el sistema con la vista puesta en el que se
pactó en Madrid (veleidades de la historia) un 25 de octubre pero de 1977.
Efectivamente, una serie de características dan cuenta de la similitud entre ambos procesos: ambos emergieron de pactos multi partidistas y multi clasistas en los que participaron liderazgos domesticados incluso de izquierda que se plegaron a la corriente hegemónica que sin estar en la oposición al régimen saliente, manejaron el proceso en dirección de sus intereses prioritarios. La izquierda y las corrientes sindicales que llevaron la parte más difícil de la lucha contra la dictadura fueron excluidas de cualquier participación en la toma de decisiones, aceptando ser “furgón de cola” del tren de la “nueva sociedad” que nacía.
En los dos casos, los dictadores (Franco y Pinochet) dejaron
claramente trazada la ruta que habría de venir. En España, a través del
restablecimiento de la monarquía borbónica y en Chile, fijando “candados” que
parecían hacer inamovible la Constitución impuesta a sangre y fuego por el
tirano. Ambos modelos se sustentaban en el establecimiento de férreos sistemas
represivos estructurados para favorecer al capital y marginar a las clases
populares, atraídas por la necesidad de poner fin a las dictaduras.
Los dos países desarrollaron sus procesos atados a las
órdenes del gran capital transnacional que es el que verdaderamente decide.
España se ha mantenido amarrada a Alemania y Chile a Estados Unidos. Alemania,
fue un actor clave por la influencia que ejerció en los actores nacionales que
recibieron su apoyo, lo cual le permitió condicionar los resultados alcanzados
a partir del uso deliberado de la coerción a través de las instituciones u
organizaciones internacionales.
También se manifestó el deseo de fiscalizar el proceso de
transición española por parte de Alemania, al manifestarse su interés por
ocupar un papel central o privilegiado en el futuro, lo cual se hizo sin
necesidad de utilizar un medio como el control directo y permanente de la
situación interna, en tanto hubo confianza en los actores nacionales para
alcanzar los objetivos propuestos.
En este sentido, Juan Carlos Pereira Castañares, catedrático
de la Universidad Complutense de Madrid señaló que: “La actitud de la República
Federal de Alemania puede ser considerada quizá la más importante [entre] las
potencias europeas. El propio ex-canciller Helmut Schmidt ha escrito que
´pensábamos que en España las circunstancias eran especialmente propicias para
un giro hacia la democracia, y apoyamos a todos los partidos democráticos y
sindicatos hasta donde pudimos`. En efecto, el Gobierno de Bonn se mostró
especialmente activo, buscando una salida democrática al franquismo que
conllevase la creación de un partido socialista de amplia base capaz de
contener a los comunistas y de constituir a medio plazo una auténtica alternativa
de gobierno”.
En el caso de Chile, después de las grandes protestas y
movilizaciones del año 1986, la gigantesca introducción subrepticia de
armamento al país por parte del Partido Comunista y el fallido atentado contra
el dictador en septiembre de ese año, Estados Unidos entendió que Pinochet
debía ser removido so riesgo de una salida revolucionaria a la dictadura. Antes
que finalizara el año, se estableció un “puente aéreo” entre Washington y
Santiago a través del cual congresistas, miembros del gobierno y militares de
Estados Unidos comenzaron a presionar por igual a la dictadura y a la oposición
de derecha para buscar un consenso que llevara a una salida negociada. La
derecha opositora y las élites de algunos partidos que habían sido de izquierda
y que fueron domesticadas en Europa, se plegaron a la negociación verificada a
partir de la realización del plebiscito de octubre de 1988 y las elecciones de
diciembre de 1989.
Algunas proyecciones recientes de estos pactos se han
expresado a través de la exclusión, persecución y represión de las
nacionalidades: en España a los catalanes y en Chile a los mapuche, cercenando
la posibilidad de autodeterminación de pueblos sujetos al control del Estado
central por vía de la fuerza y de una justicia entregada al Poder.
De la misma manera, ambos países insertos en modelos de
economía ultra neoliberal desactivaron sus sistemas de salud pública generando
una incapacidad manifiesta para manejar la pandemia, redundando en centenares
de miles de infectados y miles de muertos.
Ahora, los dos países han querido seguir unidos por la
sandez gubernamental, militar y policial, utilizando la mentira que desprecia
la inteligencia del pueblo. El 20 de octubre del año pasado, dos días después
que iniciara la gigantesca movilización social en Chile, el presidente
Sebastián Piñera hizo una declaración en la que señaló que el país estaba
"en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada
ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin
ningún límite, que está dispuesto a quemar nuestros hospitales, el Metro, los
supermercados, con el único propósito de producir el mayor daño posible".
Tales palabras emitidas en un ambiente de confrontación,
rodeado de militares fueron el preludio de la brutal represión que sobrevendría
a partir de entonces. Como se señaló en su momento, nunca antes un jefe de
Estado desde Pinochet había caracterizado la situación interna del país en tal
dimensión.
Piñera, sustentó su llamado a las armas para reprimir al
enemigo interno en un informe elaborado por la Dirección de Inteligencia
Nacional del Ejército (DINE) que le había sido entregado por el entonces
ministro de Defensa Alberto Espina. La “inteligencia chilena” había detectado
que el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) de Venezuela, a
las órdenes del G-2 (Servicio de Inteligencia cubano) habían gestado una
"ofensiva insurreccional para Chile". Para cumplir la misión contaban
“con un batallón de 600 agentes clandestinos, expertos en guerrilla urbana,
quienes ingresaron a Chile como refugiados, muchos de ellos formados en
escuelas subversivas cubanas como Punto Cero", señalaba con estulticia el
limitado presidente.
Todos sabemos lo que vino después: violaciones a los
derechos humanos incluyendo torturas, abusos sexuales, vejaciones, uso
indiscriminado de la fuerza, heridos por armas de fuego, muertos, y más de 460
personas con daño ocular y pérdida de visión de uno o dos ojos. Según la
fiscalía nacional un número irrelevante de personas han sido procesadas por la
violencia institucional y una cifra mucho más ínfima se encuentra en prisión
preventiva haciendo patente el objetivo de la guerra contra el pueblo inventada
por Piñera.
Fue una institución del propio Estado chileno quien se
encargó de desmentir al presidente. La Agencia Nacional de Inteligencia (ANI)
señaló que las pruebas suministradas por la DINE buscaban en el exterior, un
culpable de la movilización popular, escudriñando en el intento de comprobar
una hipótesis que se basaba en que las protestas estaban manejadas por
organizaciones integrantes del Foro de Sao Paulo, aunque esto tampoco fue
comprobado según el reporte de la agencia estatal. Incluso el fiscal
metropolitano de la zona oriente de la capital del país, Manuel Guerra afirmó
que la acusación de Piñera sobre la intervención extranjera en el estallido
social chileno "fue solo humo".
Para no ser menos, en España se ha hecho pública una
acusación de una lógica tan irracional que raya en lo absurdo. Según la
justicia del Reino, Rusia hizo un ofrecimiento al ex presidente de la
Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont de 10.000 soldados para convertir
Cataluña en "un país como Suiza". Los argumentos expuestos no
resisten ni la más mínima consideración. En relación con esta acusación, se ha
desatado por parte de la Guardia Civil bajo dirección del Juzgado de
Instrucción número 1 de Barcelona la operación “Volhov”, nombre de una División
que agrupó voluntarios españoles que combatieron junto al ejército nazi en el
sitio a Leningrado, durante la invasión hitleriana a la Unión Soviética.
La dimensión de esta barbaridad supera cualquier análisis
racional. La entrada de 10 mil soldados rusos en España significaría el inicio
de la tercera guerra mundial, algo muy lejos del ánimo y la voluntad de las
autoridades rusas y del presidente Vladimir Putin en su relación con Europa.
Pero el nivel político y cultural de las autoridades
españolas, la mentira continuada de sus medios de comunicación y la reiterada
suposición de que es posible mantener al pueblo en una ignorancia que abra paso
a manipulaciones de todo tipo, hacen que declaraciones como esta, tengan
espacio en la atribulada opinión pública española que ya no sabe en quien
creer.
De la misma manera que se hizo en Chile, en España, el
desarrollo de la operación Volhov ha significado la detención de 21 personas,
muchas de ellas empresarios o profesionales y el registro de viviendas,
oficinas y almacenes, bajo la acusación de malversación de fondos públicos,
prevaricación y blanqueo de capitales.
Todo esto bajo la suposición de que Rusia está conectada con el proceso
independentista de Cataluña a fin de desestabilizar al Estado español según el
documento judicial que lo afirma y que se ha filtrado a la prensa.
En Chile gobiernan la Unión Democrática Independiente (UDI)
y Renovación Nacional, ambos partidos herederos de Pinochet y de su ideología.
La oposición de derecha y centro estructurada en los partidos Demócrata
Cristiano, Socialista, Por la Democracia y el recientemente creado Frente
Amplio sirven de comparsa a la democracia de facto. En España, los partidos
social demócratas denominados Socialista y Podemos son los que ostentan el
gobierno. En este caso, es la oposición franquista agrupada en los partidos
Popular, Ciudadanos y Vox la que sirve de comparsa, simulando oposiciones
coyunturales mientras soportan por igual al sistema neoliberal monárquico. Tal
vez, esa si sea una diferencia, aunque como dice Silvio Rodríguez eso “no es lo
mismo, pero es igual”.
sergioro07@hotmail.com
Excelente artículo. Un repaso de historias que se olvidan o no se supieron en su momento. Y el Pais Vasco como queda en toda esa historia de represiones y de ahogar las nacionalidades.?.
ResponderEliminar