Revelaciones sobre la JUP y la violencia de ultraderecha en Uruguay Historia reciente El historiador Gabriel Bucheli revela, en esta historia muy documentada y precisa, a la real dimensión de la Juventud Uruguaya en Pie (JUP) en los terribles años 70.
LÁSZLÓ ERDÉLYI - El País - Domingo, 04 octubre 2020 Acto de la JUP en el Sauce, 1971.
Foto inédita tomada de una filmación que revela sus rituales e iconografía. (Cinemateca del Tercer Mundo).
Es un libro que se disfruta de la primera a la última
página, la 228. Su materia, tremenda, es tal como la anuncia el título: O se
está con la patria o se está en contra de ella, Una historia de la Juventud
Uruguaya de Pie, organización vulgarmente conocida como “la JUP” que existió en
Uruguay entre 1970 y 1974, y que en los relatos de la época aparece como el
diablo personificado, el gran protagonista de la violencia perpetrada desde la
ultraderecha.
Su autor es el historiador Gabriel Bucheli, quien adaptó a
libro lo que en su origen fue una tesis de maestría que defendió en la Facultad
de Humanidades de la Udelar. “La violencia juvenil de izquierda (entre 1968 y
1972) ha sido profusamente estudiada. Pero se conoce mucho menos la práctica de
violencia desarrollada por sus pares derechistas” explica Bucheli.
El resultado sorprende. Gracias a este historiador ahora se
saben las razones de su origen, su matriz doctrinaria, o los detalles de su
autodisolución en 1974, en plena dictadura militar. Una organización que llegó
a ser nacional, que tuvo miles de integrantes, generó su propia iconografía,
una bandera y hasta un himno (de Hugo Ferrari, el de la canción “Disculpe”).
A la hora de estudiar su vínculo con la violencia, si bien
Bucheli señala que las fronteras entre las organizaciones de ultraderecha eran
difusas, revela algo desconcertante: que la JUP como organización permaneció
“inmune a evidencias contundentes de participación en hechos cruentos”.
Chicotazo La JUP nace en Salto, de una organización anticomunista llamada
Juventud Salteña en Pie. Desde 1968 la izquierda movilizada, sobre todo a nivel
de gremios de Educación Secundaria, consolidaba espacios y comenzaba a
declararse revolucionaria. Los llamados “demócratas” —no todos lo eran—
reaccionaron.
Esa organización salteña tuvo un carácter espontáneo, sin
ambiciones políticas, pero el joven Hugo Manini Ríos desde Montevideo vio la
oportunidad y, junto a otros, copto dicho movimiento, lo convirtió en nacional
y político. A partir de su fundación en 1970, con el nombre de Juventud
Uruguaya de Pie (JUP) creció rápido en el interior del Uruguay. Bucheli expone
con claridad y minucia sus fundamentos de raíz ruralista, la del dirigente
nacionalista Chicotazo, pero también la del falangismo español de José Antonio
Primo de Rivera, base ideológica de la dictadura de Franco. La idea central era
la defensa contra el comunismo, considerado corruptor, foráneo; también la
exaltación de lo policial y lo militar, junto a la necesidad de una refundación
nacional que purgara a los partidos tradicionales de la mala política, de los
“corruptos”; promovió los valores tradicionales de familia y género para
“salvar” a los jóvenes de la droga y la música estridente.
Denunciaban esa “nueva filosofía” que descansa “en el vicio,
el erotismo enfermizo y desprejuiciado, la burla de las normas morales”, decía
el diario La Mañana, dirigido entonces por el hermano de Hugo, Carlos Manini
Ríos, en claro apoyo a la JUP.
La organización tuvo en ese diario un suplemento, y luego
fundó un semanario propio, Nuevo Amanecer. Tuvo núcleos militantes en numerosas
localidades del interior, organizó varios congresos nacionales, y clamó tener
10 mil miembros cotizantes, casi todos muy jóvenes (Bucheli no contrasta esa
cifra con otras independientes). Juan María Bordaberry, antes de ser
presidente, declaró a la prensa en 1971 que “la JUP le ha devuelto la confianza
a la juventud uruguaya”.
Si el libro de Bucheli da un panorama exhaustivo de la
organización, con numerosos nombres y apellidos, apoyándose en oportunas notas
al pie, dedica una parte importante para desentrañar la relación que la
JUP_tuvo con la violencia. Relata con detalle y nombres varios casos de
Montevideo, por ejemplo, del Liceo 8, del Miranda, del Bauzá; también de Salto,
o de localidades como Batlle y Ordóñez o San Ramón. Ilustra así una época donde
era común en los liceos la presencia de estudiantes armados (junto a otros, no
estudiantes, a veces policías), de disparos intimidatorios o golpizas que
solían dejar heridos leves o graves, e incluso muertos. Los testigos
involuntarios de esos días no olvidan el terror padecido.
Dicho clima fijó preconceptos alimentados por la
radicalización. Por ejemplo, que todos los violentos de derecha en los liceos
eran “fachos” integrantes “de la JUP” (algo que los de derecha no desmentían,
se sentían cómodos siendo calificados así). Pero era equívoco, según Bucheli,
porque no se ha demostrado que esos grupos tuvieran vínculo orgánico con la JUP
(aunque eventualmente sumaran a sus integrantes, a título personal).
La JUP como organización, cada vez que una balacera o un
copamiento de liceo trascendía a la prensa, se desmarcaba, pues quería seguir
atrayendo a los jóvenes “sanos y patrióticos”. Era una suerte de “no fuimos”
pero “estamos con ellos”. Bucheli describe ese universo de grupos violentos no jupistas;
el lector deberá apoyarse en la guía de siglas que abre el libro para no perder
el hilo.
Así sabrá qué era el MNG (Movimiento Nueva Generación), el
CREI, los Estudiantes Nacionalistas, el MOENSU, el COAC, el inefable TFP
(Tradición, Familia y Propiedad), las BAC, la agrupación estudiantil Siempre
Bauzá y un largo etcétera. No están en este grupo los identificados como
“escuadrones de la muerte”. Hugo Manini Ríos dice hoy, en el libro, que los
invitaban, pero no iban.
En el atentado contra el domicilio de Wilson Ferreira de
diciembre de 1971, atribuido entonces a la JUP, y por el cual luego se detuvo a
dos, uno de ellos Miguel Sofía, fue obra de militantes del MNG. “¡Eran los
Tonton Macoute del pachecato!” declaró Manini a Bucheli, en referencia a los
paramilitares haitianos de los Duvalier. El relato de Bucheli es contundente.
Tiene la virtud, además, de sorprender a veces con curiosas
paradojas, por ejemplo, al relatar el proceso que llevó a la autodisolución. La
JUP, tras festejar el golpe de Estado, se desilusionó con el régimen militar;
sentían que los militares “sanos” habían sido desplazados por los “corruptos”.
El vínculo se enfrió. Primero los abandonó Bordaberry, y luego los militares.
Recibieron advertencias para cesar toda militancia. “Los militares nos iban a
meter a todos p’a dentro, después que metieran a las tupas” confiesa hoy Hugo
Manini Ríos.
El semanario Nuevo Amanecer fue otra vez clausurado en octubre de 1974. Así, con el cierre del último órgano militante, uno que hizo mucho para acabar con la democracia, terminó la libertad de prensa. O SE ESTÁ CON LA PATRIA O SE ESTÁ CONTRA ELLA,
de Gabriel Bucheli. Fin de Siglo, 2019. Montevideo, 228 págs.
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