Por Juan Pablo Cárdenas:
Dentro de las precariedades de Chile destacamos el
desinterés general por lo que ocurre en el extranjero, por ese cotidiano
acontecer que podría prevenirnos de tantos problemas e iluminar nuestras
propias soluciones. Se sabe que los políticos escasamente ven más allá de sus
narices y que todos sus sentimientos más bien se acotan a sus respectivos
ombligos.
Ni siquiera importa lo que sucede al otro lado de nuestras fronteras: a quienes nos gobiernan a lo sumo les interesa lo que pasa en la Casa Blanca, lo cual quedara tan fehacientemente demostrado con la visita de Sebastián Piñera a Donald Trump en Washington. Oportunidad en que nuestro Jefe de Estado le manifestó su anhelo de que la estrella de nuestro pabellón pudiera asociarse al de ese nutrido conjunto que expone en su bandera el federalismo estadounidense. Seguramente, para que Chile fuera visualizado dentro de esa estelar cantidad de territorios y estados conquistados por la superpotencia norteamericana.
Se ha dicho mucho que, en nuestro remoto sistema
republicano, los chilenos nos destacábamos en el mundo por ejercer la solidaridad
con los pueblos oprimidos y en lucha por su liberación y cambio. Muchas de las
más masivas manifestaciones callejeras del pasado tenían como motivación el
repudio a la guerra en Viet Nam, como el apoyo franco a las revoluciones de
Cuba, Nicaragua y otras naciones. Los jóvenes muy especialmente protestaban
contra el régimen del apartheid en la distante Sudáfrica, además de las
represiones estudiantiles que se sucedían en la década de los sesenta en
Francia y Alemania.
En varias naciones del mundo en que todavía palpita la
solidaridad internacional se viene conformando un gran movimiento para exigir
que cese la persecución contra uno de los héroes de la humanidad más
prominentes de los últimos tiempos. Se trata de Julián Assange, un periodista
australiano que ha sufrido en carne propia la inclemente y sostenida
persecución del imperialismo norteamericano y la obsecuencia de sus grandes
aliados.
Con solo 49 años de edad, el fundador de Wikileaks corre el riesgo de ser extraditado desde Londres a los Estados Unidos, después de estar asilado durante siete años en la Embajada de Ecuador en Gran Bretaña y ser violentamente expulsado de esta legación diplomática por orden de Lenin Moreno, uno de los gobernantes más corruptos no solo de los ecuatorianos sino del mundo entero.
Un verdadero lambeculo de la Casa Blanca, como lo son
también varios gobernantes europeos y de nuestra propia Región que hacen
gárgaras sobre el tema de los Derechos Humanos, pero hipócritamente contribuyen
o se lavan las manos respecto de uno de los más graves atentados contra la
libertad de prensa y la dignidad humana de un colosal periodista como Assange.
Justamente desde Wikileaks se vertieron al mundo las más
contundentes acusaciones de la actuación de Estados Unidos en los criminales
ataques a Irak y Afganistán, especialmente en la brutal muerte de civiles de
parte de las tropas agresoras, como dentro de las cárceles y centros de tortura
secretos mantenidos por el Pentágono. Junto a ese conjunto de atrocidades que
ahora el mundo reconoce gracias a los sólidos testimonios la prensa
independiente y digna. Verdades develadas que ciertamente llevaron a los
gobiernos estadounidenses a perseguir sin tregua a este gran comunicador social
y a otros como Edwards Snowden, quien ha debido asilarse en Rusia para escapar
al acoso judicial y policial apoyado por el imperialismo.
Las cobardes tropas de ocupación, por cierto, no resistieron
las fotografías e informes secretos que, entre otros, difundió Assange para
registrar las masacres cometidas contra los civiles de ambos países, incluso
consignar cómo desde un helicóptero se le daba muerte a 18 iraquíes. O sacar a
la luz pública esos miles de archivos desclasificados que demostraron la forma
en que la Casa Blanca fabricó conflictos artificiales en el objetivo de llegar
a controlar el petróleo asiático. Además de descubrir el espionaje organizado
para infiltrar a sus aliados europeos, enterarse hasta de las intimidades de
sus mandatarios y, mediante todo ello, conseguir su más irrestricto apoyo para
justificar y sostener estas cobardes guerras. Lo que no fue óbice para darle
hasta el Premio Nobel de la Paz a un Barack Obama, quien en ésta y otras
actitudes nada difirió de las políticas imperiales de sus antecesores y
continuadores.
Tenemos constancia de cuánto se ha hecho desde Estados
Unidos para acallar o asesinar a Assange, tanto como armarle acusaciones de
connotación sexual en Suecia (las que felizmente se desbarataron), hasta la
posibilidad de que dentro de la prisión londinense pueda ser infectado por el
Coronavirus, lo que hoy se teme y denuncia. Por internet y las redes sociales
nos enteramos de la proximidad de una sentencia que podría afectar a este
connotado representante del periodismo libre. De la forma en que están
surgiendo grupos de apoyo al fundador de Wikileaks en todo el mundo, pero sin
lograr todavía la posición que debieran adoptar los gobiernos y estados que
presumen de democráticos y soberanos, pero que en realidad más se comportan
como cómplices y abyectos.
Cuánto nos gustaría
que una de las más notables características del Chile pre dictadura se pudiera
reanudar en estos días y cumplir con aquello de que nuestro país sea
verdaderamente tierra de “asilo contra la opresión”. Así como sería pertinente
que quienes se den a la tarea de edificar una verdadera constitución
democrática, tengan en cuenta los valores de la solidaridad y la plena
reinserción de Chile en el mundo. No solo para atraer inversiones y consumar
negocios para los que siempre ganan, sino para vivir en armonía con la
conciencia y el destino de la humanidad. Cuán justo sería que la prensa, la TV
y las radios chilenas, hundidos en un general sesgo y monotonía, consignaran lo
que sucede con Assange y la persecución de los medios amenazados.
Chile debe tener presente que durante los diecisiete aciagos
años de la Dictadura Militar en todo el mundo se ejerció el más vasto apoyo a
quienes luchaban contra la dictadura pinochetista, además de acoger a cientos
de miles de asilados. Toda una enorme solidaridad que nos honró, estimuló y
resultó muy decisiva en la salida política del país. Expresiones de sustento
universal muy importantes también para nuestra prensa disidente, como a tantos
nos consta y hasta hoy agradecemos.
Lamentamos, por ello, que dirigentes políticos
verdaderamente “regaloneados” en todo el mundo, una vez en el poder se hayan
comportado tan mal con países que llagaron a sacarse hasta la comida de sus
bocas para darles acogida y protección. Pero, lo peor: hayan traicionado los
ideales de justicia social y libertad que proclamaban entonces, mientras hoy
favorecen los acuerdos cupulares, se hunden en la corrupción y se someten a los
dictados de la ideología neoliberal, como de su máxima figura Donald Trump.
Cuya derrota electoral en noviembre seguramente podrían llorar. Aunque de forma
solapada, seguramente.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Lo felicito por tocar el tema de la solidaridad para Julian Assange y por los hermosos calificativos muy merecidos a tan valiente periodista y defensor de la verdad y Dios quiera ese movimiento a favor logre su libertad total.
ResponderEliminarSimultàneamente tocas otros temas, que bien merecen cada uno un artìculo separado.El tema de los gobernantes latinos tan subordinados tan auto-sometidos a la casa Blanca, por ejemplo