Por Diego Olivera Evia:
El sistema del capitalismo para controlar los mercados y la
pandemia
¿Veremos en el siglo XXI el fin de Estados Unidos como la
gran potencia dominante en la política internacional? ¿Está Estados Unidos en
camino de perder las ventajas comparativas en materia económica, tecnológica y
militar que lo han colocado por encima de las otras grandes potencias en el
último siglo? ¿Contemplaremos en el siglo XXI el desplazamiento de Estados
Unidos por nuevas potencias como China y la India o por potencias que ya han
desempeñado ese papel anteriormente, como Europa y Rusia?
Estas preguntas aparecen recurrentemente en el debate
político estadounidense. En la coyuntura más reciente, los serios problemas y
limitaciones que enfrentó la política exterior del presidente Bush hijo –con
las intervenciones militares en Irak y Afganistán, que se extendieron por más
de seis años– y la profunda crisis financiera, que desde Estados Unidos se ha
extendido al resto del mundo, han producido una serie de libros que plantean la
cuestión de la posible decadencia de Estados Unidos.
Las respuestas y argumentos que el lector encuentra en estos
trabajos son muy variados. En ocasiones se complementan y con frecuencia
también se contradicen. En este ensayo bibliográfico se comentan cinco de estos
libros, seleccionados tanto por el peso de sus argumentos, como por la difusión
que han logrado entre el público lector de Estados Unidos.
Esta ideología, que determina márgenes muy estrechos para el
debate en Washington, no es algo nuevo. El autor nos dice que los orígenes de
esta complicada situación actual se remontan a la presidencia de Truman durante
la segunda posguerra. De ahí en adelante, y siempre con el manejo hábil de la
amenaza externa, los distintos gobernantes fueron alterando la esencia del
sistema político, creando la "presidencia imperial" y trastocando el
equilibrio entre los tres poderes de la Unión y el sistema de pesos y
contrapesos diseñado por los padres fundadores de la república americana.
Si se toma la historia como punto de referencia, Donald
Trump debería ser el candidato favorito para ganar las elecciones
presidenciales de noviembre en Estados Unidos.
El mandatario estadounidense, que este lunes fue nominado
oficialmente para la reelección durante la Convención Nacional del Partido
Republicano, aparece de forma consistente en las encuestas por detrás del
aspirante presidencial del Partido Demócrata, Joe Biden. La tendencia histórica
en Estados Unidos indica que un mandatario que busca la reelección suele ser
favorito.
De hecho, hasta ahora, solamente 10 presidentes (de un total
de 45) han fracasado en este empeño, de los cuales únicamente cuatro han gobernado
en el último siglo.
Esta elección decidirá si salvamos el 'sueño americano' o si
permitimos que una agenda socialista demuela nuestro querido destino",
dijo Trump al aceptar la nominación republicana para un segundo mandato
presidencial en la noche del jueves.
"En un nuevo mandato como presidente, volveremos a
construir la mayor economía de la historia, volviendo rápidamente al pleno
empleo, aumentando los ingresos y registrando prosperidad", sostuvo Trump
desde la Casa Blanca.
Además, lanzó un duro ataque sobre el candidato presidencial
demócrata, el exvicepresidente Joe Biden, a quien presentó como alguien que ha
dañado el país "en los últimos 47 años" y está rodeado de radicales.
"Joe Biden no es el salvador del alma de EE.UU., es el
destructor de los trabajos de EE.UU. y, si se le da la oportunidad, será el
destructor de la grandeza estadounidense", advirtió.
El sistema del capitalismo para controlar los mercados y la
pandemia
El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al
parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong,
Taiwán y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108 casos y
en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un período de tiempo
mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en España 19.980 (datos del
20 de marzo). También Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que
Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante
controlada.
Pero ni en Taiwán ni en Corea se ha decretado la prohibición
de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los restaurantes. Entre tanto
ha comenzado un éxodo de asiáticos que salen de Europa. Chinos y coreanos
quieren regresar a sus países, porque ahí se sienten más seguros. Los precios
de los vuelos se han multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de
vuelo para China o Corea.
Europa está fracasando. Las cifras de infectados aumentan
exponencialmente. Parece que Europa no puede controlar la pandemia. En Italia
mueren a diario cientos de personas. Quitan los respiradores a los pacientes
ancianos para ayudar a los jóvenes.
Pero también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los
cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía.
Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide
sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es
una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada. Serviría de mucha más
ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo
loco. Entre tanto también Europa ha decretado la prohibición de entrada a
extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho de que Europa es
precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho, sería más sensato decretar
la prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa.
Después de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la pandemia.
Las ventajas de Asia
En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema
de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos
como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad
autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las
personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían
más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida
cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo,
para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia
digital.
Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial
enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las
epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo
también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de
paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la
vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas.
Pues bien, en medio de esta sociedad tan debilitada
inmunológicamente a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus.
Llenos de pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar
fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino
contra el enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en vista
del virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo
enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido durante
mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y
ahora el virus se percibe como un terror permanente.
Pero hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene
que ver con la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La
realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también
puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del “me gusta”,
suprime la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake
news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un
virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La
realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo.
La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de
esta conmoción por la realidad.
(*) Periodista, Historiador y Analista Internacional
diegojolivera@gmail.com
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