Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Durante las últimas semanas se ha ido sembrando la idea de
que el mundo avanza inexorablemente a una nueva guerra fría, esta vez entre
Estados Unidos y China. La idea debería ser causa de investigación y estudio,
dadas las implicaciones que ello tendría para el sistema internacional. En mi
caso será motivo de un próximo artículo en días venideros.
Ahora, quería hacer notar los niveles de paroxismo que
permean al gobierno estadounidense en su afán de confrontar a China. Así, el
secretario de Estado Mike Pompeo instó a las naciones de todo el mundo a
rechazar al Partido Comunista de China y crear una coalición para que asuma tal
responsabilidad. Llama la atención que la mayor potencia mundial esté pidiendo
ayuda para hacer frente a lo que considera su principal amenaza en el plano
estratégico. Lejos de ser expresión de fuerza, las declaraciones de Pompeo
reflejan debilidad.
A pesar que Estados Unidos ha tenido un sostenido
crecimiento de su gasto militar desde finales del siglo pasado -con un breve
intento de disminución durante el gobierno de Obama- la situación de sus
fuerzas armadas parecen no estar en un buen momento para confrontar a China,
mucho menos si ésta constituye una alianza con Rusia cuyo poder militar supera
a Estados Unidos en varias áreas.
Desde septiembre del año pasado se ha estado filtrando
información que da cuenta de un deplorable estado de los componentes de las
fuerzas armadas estadounidenses además de un acentuado deterioro moral de sus
soldados.
Una primera alerta en la flota de portaviones de Estados
Unidos fue dada por el Harry S. Truman, que no pudo navegar debido a un fallo
en su sistema de distribución eléctrica, que lo obligó a permanecer en puerto.
Otro desastre ocurrió en el Gerald R. Ford, del cual se dice que es el más
avanzado y costoso de la Marina de Estados Unidos. Este navío que fue
construido a un costo de 13 mil millones de dólares, fue botado el 9 de
noviembre de 2013, teniendo prevista su incorporación formal a la Amada para
ese año, pero no fue hasta 2017 que pudo concretarse su disponibilidad
operativa. Una de sus características más importante que lo hace diferente a
sus pares son los elevadores electromagnéticos de armas avanzadas (AWE), que
sirven para subir las bombas, misiles y otras municiones hasta los hangares donde
están las aeronaves. Pero a mediados del año pasado en el Gerald R. Ford solo
funcionaban 2 de sus 11 elevadores de armas, según informó los primeros días de
octubre el Instituto Naval de Estados Unidos. Ahora, se supone, que el barco
estará en pleno funcionamiento en 2024 cuando el fabricante se comprometió a
que los ascensores estarías totalmente operativos para 2018.
En ese mismo mes de septiembre se produjo el colosal fallo
de los sistemas de defensa antiaérea Patriot y Aegis de fabricación estadounidense
que no pudieron repeler los ataques lanzados el 14 de septiembre del año pasado
contra dos refinerías de Arabia Saudí, porque no cumplen con las
características declaradas que dicen tener según fuentes militares de Rusia e
Israel. Por su parte, el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto
de Estados Unidos insultando los conocimientos mínimos en materia militar que
puede tener cualquier especialista afirmó que "Ningún sistema [de defensa
antiaérea] es capaz de defenderse de una amenaza como esa". Cabe destacar
que el bombardeo fue realizado por fuerzas militares irregulares yemeníes que
distan mucho de ser el aparato de guerra regular de cualquier potencia.
A mediados de ese mes, el mismo general Dunford reconoció
tras la reunión del Comité Militar de la OTAN en Eslovenia que en los últimos
años esa alianza ha venido perdiendo superioridad militar sobre Rusia agregando
que la ventaja de ese bloque militar sobre el país euroasiático "se ha
erosionado". Según Dunford el reconocimiento de tal situación obligó a que
el alto mando militar de Estados Unidos se haya propuesto desarrollar una nueva
estrategia para la alianza militar que dirige Estados Unidos.
En el plano moral, la situación no es mejor. Prueba de ello
es el suicidio de tres miembros de la tripulación del portaviones George H.W.
Bush ocurridos durante una semana en "incidentes separados y no
relacionados", según anuncio del alto mando naval el 25 de
septiembre. Los tres suicidios se suman
a los dos que ya habían ocurrido en el mismo portaviones en los últimos dos
años, dando cuenta de una práctica habitual entre los atribulados soldados que
no entienden el supuesto rol que juegan en defensa de su país y que deben
recurrir a la coacción y las drogas para sostenerse en el cumplimiento de sus
misiones.
A esto se suma que muchos navíos de la flota estadounidense
fueron diezmados por la epidemia de COVID 19 a partir de abril de este año sin
que los servicios médicos militares hayan podido dar una respuesta efectiva a
tal contingencia. Ello derivó en la cuasi rebelión que se produjo en el
portaviones Teodoro Roosevelt, en el que hubo 430 infectados entre los 2.000
marinos que conforman su tripulación. El
informe de tal realidad por parte del capitán Brett Crozier, comandante del
navío, se filtró a la prensa produciendo la baja deshonrosa del oficial que no
hizo más que decir la verdad de lo que ocurría y que se retiró del barco bajo
aclamación de sus subordinados.
Como señaló en su momento el portal venezolano “Misión
Verdad”, simultáneamente a este hecho también dieron positivo por coronavirus
dos marineros a bordo del portaaviones Ronald Reagan, existiendo dudas de si otro portaviones, el Nimitz estuvo en
la misma situación antes de desplegarse en el Pacífico, mientras que el Carl
Vinson, que está en mantenimiento en una base del Pacífico de Estados Unidos,
también reportó algunos casos.
Así, en algún momento de este año 4 de los 11 portaaviones
nucleares de Estados Unidos estuvieron con limitada disposición combativa por
la incapacidad de controlar la epidemia, situación inédita en una institución
militar que se maneja bajo rígidas medidas de control y una gran disciplina.
Citando al general John Hyten, vicepresidente del Estado
Mayor Conjunto de Estados Unidos, “Misión Verdad” señala que éste, afirmó que
lo ocurrido en el portaviones Roosevelt no es único. Lo intenta explicar al
decir que “Tenemos demasiados barcos en el mar. Tenemos demasiadas capacidades
desplegadas. Hay 5.000 marineros en un portaaviones de propulsión nuclear” y
advierte “Pensar que nunca volverá a suceder no es una buena forma de
planificar”.
Esta incapacidad en el manejo de la epidemia configura una
crisis mucho más profunda que abarca bases militares que están comprometidas
con los planes estratégicos de confrontación con China y Rusia, afectando
también a la industria militar estadounidense.
Según documentos obtenidos por la revista especializada
Defense News, tal situación ha llevado a que el alto mando de las fuerzas
armadas de Estados Unidos se propusiera reevaluar sus capacidades en la
perspectiva de una confrontación militar con China. Así, la secretaría de
defensa habría estado evaluando la reducción de 2 portaviones de su flotilla,
la paralización de la cantidad de destructores y cruceros a cambio de agregar barcos
no tripulados o con poca tripulación.
De esta manera, se estarían aceptando los planes del actual
secretario de Defensa Mark Esper quien ha formulado la idea de desestimar el
rol de los portaviones como elemento central de la fuerza de agresión de Estados
Unidos para irlos sustituyendo por naves aéreas y marítimas no tripuladas “que
pueden sacrificarse más fácilmente en un conflicto”. En esa misma lógica se
está estudiando la propuesta del nuevo jefe del cuerpo de marines, general
David Berger a fin de que este componente deje de ser una fuerza autónoma para
subordinarse operativamente a la Armada.
Si se produjeran estas modificaciones, la Armada contaría
con 9 portaviones en servicio, de los cuales 6 o 7 podrían estar disponibles
simultáneamente considerando que siempre se encuentra uno en repostaje de
combustible nuclear y uno o dos en el transcurso de mantenimientos
imprescindibles.
Incluso, en la hipotética situación en la que Estados Unidos
pudiera concentrar todos estos portaviones en los mares adyacentes a China,
abandonando sus misiones en el Golfo Pérsico, el Mediterráneo y el Atlántico y
además, se le agregaran las fuerzas basificadas en Guam, Japón, Corea y el
resto del Pacífico, pareciera no ser suficiente para una confrontación
victoriosa en una guerra contra China para la cual, el hecho bélico tendría
características estrictamente defensivas.
Tomando nota de esta situación, en mayo de este año en un
informe del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos (CRS, por
sus siglas en inglés) se afirma que si el país no aumenta sus capacidades
navales, el potencial de su Armada podría eventualmente ser alcanzado y hasta
superado por el de China. El informe resalta que las fuerzas armadas chinas se
han modernizado en los últimos 25 años conduciendo a un aumento sustantivo de
su capacidad combativa naval, no solo en áreas adyacentes, también en zonas un
poco más distantes.
Pero, no sería el único problema de Estados Unidos. Una
hipotética guerra contra China, lo llevaría a debilitar sus fuerzas en otros
escenarios de guerra, en particular en Asia Occidental y Europa. En la primera
de ellas, el necesario abandono de sus “responsabilidades” en la región
llevaría a la desaparición de Israel como fuerza que sostiene la política de
Estados Unidos, incapaz de enfrentarse a una coalición militar conducida por
Irán a la cual se plegarían varios países árabes y musulmanes. El cambio en la
correlación militar de fuerzas en la región, conduciría a un inevitable cambio
en la correlación de fuerzas políticas, incluso con el debilitamiento de los
aliados árabes de Estados Unidos.
En Europa, la doctrina militar de Estados Unidos ha
comenzado a cambiar, trasladando su foco desde las zonas occidentales con
costas en las cercanías del Atlántico a la fronteras directa con Rusia,
construyendo una gran alianza con los tres países bálticos (Letonia, Estonia y
Lituania), Polonia y Ucrania, naciones ancestralmente anti rusas y, en esa
medida naturales aliados de Estados Unidos en este escenario. A diferencia de otros
Estados europeos, estas países que en conjunto tienen una población de casi 90
millones de habitantes, ocupan un territorio de más de un millón de km² y
poseen costas en el Mar Báltico y el mar Negro, profesan un identitario odio
irracional contra Rusia que los hace proclives a participar en cualquier
aventura estadounidense en la región.
Ello es lo que explica el traslado de un gran contingente
militar estadounidense de Alemania a Polonia, el fortalecimiento de la
presencia militar de la OTAN en los países bálticos y el apoyo al golpe de
Estado en Ucrania en 2014 para colocar un gobierno afín a sus intereses. Ante
el menor atisbo de agresión, Rusia se defenderá, obligando a Europa a tomar
posición en condiciones del abandono de las responsabilidades de Estados Unidos
en la OTAN, organización que virtualmente desaparecería si la potencia
norteamericana le exige a sus aliados europeos medidas agresivas contra Rusia,
como respuesta a un eventual apoyo de ésta a China tras una agresión
estadounidense.
Como ocurre con todos los imperios, su debilidad radica en
la gran extensión de territorio que debe controlar y en el que debe actuar,
solo una economía muy poderosa es capaz de soportar ese esfuerzo. La situación
de la economía de Estados Unidos no le permite sostener un conflicto de
dimensiones globales. El mismo sería un suicidio y el fin del imperio
estadounidense. Sus estrategas tendrán que estudiar con suma atención la
posibilidad de lanzarse en una aventura de este calibre, so riesgo de perder
definitivamente su condición de potencia mundial. En este escenario sólo les
quedaría el recurso de las armas nucleares. He ahí el peligro del momento que
vivimos.
sergioro07@hotmail.com
Excelente Artículo, con mirada futurista certera.
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