Por Juan Pablo Cárdenas S.:
Alemania y Francia están acordando un común y
multimillonario esfuerzo para hacer frente a las consecuencias de la pandemia
tanto en el plano de la salud, la cooperación científica y la recuperación de
sus economías. Los veintisiete países de la Comunidad Europea se alistan
también para hacer lo mismo teniendo como objetivo primordial que sus naciones
vuelvan a recuperar sus empleos, pero, sobre todo, su poder adquisitivo a fin
de estimular la producción, el comercio y el consumo. Repiten lo que hicieron
el Reino Unido y otros países después de la Segunda Guerra Mundial, esto es
repartir dinero directamente a sus poblaciones antes que llenar los caudales de
los bancos destinados a créditos que carguen de más deudas a las familias.
En Chile, Sebastián Piñera lo que hace es adoptar medidas
que, hasta aquí, no se demuestran solventes para frenar la infección con el
Covid 19, según los más recientes resultados. Todo parece ser que su gobierno
busca deslindarse de la suerte de las demás naciones latinoamericanas, como si
nuestras fronteras naturales pudieran frenar por si mismas el avance de la
epidemia. Las autoridades de gobierno, soslayando que esta crisis sanitaria es
gravísima y compromete a todo el orbe, más parecen preocupadas de competir con
nuestros vecinos con virulento mal gusto y falta de fraternidad. Ignorando, por supuesto, cómo Venezuela, Cuba
y otros países sometidos a un drástico bloqueo internacional, muestran logros
que son reconocidos por destacadas universidades estadounidenses.
Casi lo único que podría agradecérsele a las autoridades
chilenas es la disposición manifestada para que todos los emigrantes retornen
lo más próximo posible a sus respectivos países, ahora que el desempleo tanto
los afecta y porque se trata de personas que, por lo general, viven en la
extrema pobreza. En los primeros balances oficiales, La Moneda y el Ministerio
de Salud se regocijaban de tener cifras de infectados inferiores a la de los
argentinos, brasileños, bolivianos y peruanos, por ejemplo, hasta que los éstas
empezaron a aumentar y han debido someter a los chilenos se a cuarentenas cada
vez más estrictas, aunque muy contraproducentes en cuanto al proclamado”
distanciamiento personal” que se pide entre las personas.
La soberbia de Piñera se jactó de las tardías medidas
adoptadas antes por los propios países más ricos y desarrollados, soluciones
que finalmente aquí no han tenido muy presente una realidad social y económica
que dista de parecerse a la del Primer Mundo. En efecto, imponer estos
confinamientos a comunas y barrios de nuestro país puede ser hasta
contraproducente, especialmente allí donde impera la vulnerabilidad social y el
hacinamiento. Además de que el encierro deja sin sus ingresos a millones de
personas que ahora padecen hambre, una feroz angustia e incertidumbre sobre el
futuro. Situación muy distinta a la de los suecos, por ejemplo, en que un 52
por ciento vive solo y bajo un techo digno; o a la del promedio de los
habitantes del continente que representan al menos el 48 por ciento en la misma
situación. Además de tener todos asegurados sus subsidios y haber recibido
recursos y asistencia médica mucho más que eficaz si se la compara con lo que
ocurre en América, África y Asia.
Pocos dudan que la pandemia es la que le dio continuidad al
gobierno de la derecha, después de aquellas jornadas de explosión social que
pusieron prácticamente en jaque al Ejecutivo y al Congreso Nacional, esto es a
prácticamente toda la clase política. Sabemos que la emergencia sanitaria
replegó el duro e irrefrenable levantamiento del pueblo, en la promesa de que
apenas se superara la pandemia continuaría la lucha y se llevarían a cabo un
plebiscito, las elecciones municipales y, de seguro, la instalación de una
Asamblea Constituyente.
Además, por cierto, de imponer soluciones económicas
urgentes para echar abajo el sistema previsional vigente, los abusos de las
isapres de salud, la corrupción política y tantos otros despropósitos a la luz
del capitalismo salvaje impuesto por la dictadura pinochetista y sacralizado
por sus sucesores supuestamente democráticos que siguieron gobernando con la
Carta Básica de 1980 y sus leyes autoritarias y represivas.
Bajo un régimen en que ha primado la complicidad de los
grandes medios de comunicación, al mundo le costó entender que en Chile
estuvieran tan soterradas las inequidades y la frustración popular. Muchos de
los aplaudidores internacionales de la “transición chilena a la democracia”
debieron expresar su estupor ante aquellas protestas que movilizaron a millones
de trabajadores, estudiantes y chilenos de la más variada condición económica y
social. Así como ahora, más temprano que tarde, deberán asumir que la pertinaz
voluntad de Piñera de permanecer en La Moneda e implementar sus erráticas
medidas contra la pandemia arriesga que agote la posibilidad de una salida
política consensuada y pacífica. Durante esta primera semana de confinamiento
obligatorio del Gran Santiago ya se están haciendo incontenibles las barricadas
y los enfrentamientos con las policías y los militares que el Régimen mantiene
en las calles fuertemente armados.
Es evidente que un pueblo sin pan, techo y trabajo hará
todavía más explosiva la convivencia social, de tal manera que, contrariamente
a lo sucedido en otros países, sus gobernantes quedarán todavía más
desacreditados frente a la opinión pública. Consideremos que, al decir de las
encuestas, el país en más de un setenta por ciento no le cree a sus
autoridades, así como que el propio Piñera cuenta apenas con un 20 o 25 por
ciento de aprobación, si es que se le puede dar crédito a los sondeos, después
de evidenciarse las mentiras oficiales sobre el verdadero avance de la
pandemia.
Por otro lado, los chilenos han tomado conocimiento de que
su Estado tiene ingentes recursos no solo para hacer frente a la emergencia
sanitaria sino para encarar otras lacras mucho más catastróficas, incluso en
materia de salud. Nada se dice oficialmente en cuanto a que los muertos por el
cáncer, pestes o epidemias propias del invierno superan con creces a los
infectados por el Covid 19. Salvo reconocer que en estos últimos meses la lista
de espera para las cirugías y otros tratamientos en los hospitales se ha ido
acrecentando y promete ser un problema de mayor envergadura, y que ya era crítico
antes de diciembre último.
Los propios datos económicos que se ocultaban hasta hace
algunos meses nos dan cuenta de que las enormes reservas del país en la banca
extranjera han sido intocadas todavía. Que todo lo dispuesto en liquidez por el
gobierno es producto solo de meros ajustes presupuestarios, esto es de recursos
con los cuales se mermará lo que necesita la educación, la investigación
científica y las obras públicas. Tanto así que no se ha tocado tampoco para
nada los ingentes recursos asignados a las FFAA, cuyas ramas en todo este
tiempo siguen recibiendo aviones, barcos, tanques y los más distintos
pertrechos para la guerra y los lúdicos pasatiempos de los efectivos militares.
Algunos ex ministros de los gobiernos de la Concertación se
han obligado a reconocer el monto real de nuestras reservas, después de que sus
gobiernos le negaron sistemáticamente recursos a la superación de la pobreza,
el mejoramiento de la educación pública y el fomento al trabajo productivo y
justamente remunerado. Además de tolerar la usura bancaria y empresarial que le
traían recursos a sus campañas electorales, siempre en connivencia con la
derecha política y los inversionistas privados y extranjeros.
Todos los días, Piñera y quienes siguen asistiéndolo apelan
a la unidad nacional, pero sin dar paso alguno hacia lo sucedido en otros
países, que han integrado al menos a los esfuerzos por combatir la pandemia a
sus opositores políticos como referentes sociales. Consta la forma en que La
Moneda se ha relacionado a patadas con los alcaldes del país, el Colegio
Médico, los gremios y sindicatos. Todo esto, cuando hay algunos voceros de
partidos otrora progresistas que claman por ser acogidos por el gobierno y las
bancadas legislativas de la centroderecha. Seguros que el descrédito creciente
de la política los obliga a enfrentar el porvenir electoral y la protesta
social con “sentido de clase”, haciendo caso omiso a esas diferencias que
tuvieron en el pasado. Incluso con el pinochetismo más virulento.
Pero la tozudez de Piñera incluso ha ahuyentado de su lado a
varios colaboradores y tiene irritadas a las directivas políticas oficialistas
que se conduelen de los tumbos que da el Gobierno en materia de salud y calculan
que bajo el confinamiento social se está gestando una rebelión todavía más
iracunda que el 18 de octubre pasado.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Sería bueno que, además del Barómetro, los escritos de Juan Pablo sean difundidos mayormente en otros Medios.
ResponderEliminarLos que los leen se ruega que los difundan. ¿Será posible conseguir que Juan Pablo vaya a la televisión? Hay que sacar a Chile de la mentira enajenante. El pueblo soberano ha rechazado a la clase política actual. Por eso, habría que adelantar Elecciones de Presidente y Parlamento Unicameral.Si bien la pandemia nos duele y ha traído graves y doloroso problemas, la peor pandemia, que nos dificulta salir del coronavirus, es la pandemia del Chile con institucionalidad ilegítima y Constitución Neoliberal del 80, que políticos y gobiernos post dictadura, han mantenido con algunas reformas cosméticas, haciendo el "pecado social". "Solo la verdad nos hará libres",
Un acertado análisis, muy ilustrativo. No necesita más comentarios, solo felicitarle y agradecerle su aporte.
Eliminar..Es muy necesario su aporte!!
Espera