Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Si el anterior secretario de Estado de Estados Unidos Rex
Tillerson revivió la doctrina Monroe como instrumento de la política exterior
de su país, ahora su sustituto Mike Pompeo pretende reivindicar el corolario
Roosevelt de esa doctrina que expone que “La delincuencia crónica (de algunos
países latinoamericanos) puede […] hacer necesaria la intervención de alguna
nación civilizada, y en el hemisferio occidental la Doctrina Monroe, puede
obligar a Estados Unidos […] a ejercer un poder de policía internacional” Fue enunciado
en 1904 por Teodoro Roosevelt.
Este presidente es considerado el padre de la política
imperialista más agresiva de la historia de Estados Unidos. Su política
exterior llamada del “gran garrote” se sustentaba en la idea de que “cuando se
vaya a visitar al adversario, hay que hablar en voz baja, pero llevar un
garrote en la mano”.
Al parecer, Donald Trump quiere imitar a Roosevelt pero sin
hablar en voz baja. Con estentórea gran dilocuencia pasea su estupidez por el
mundo, sin ni siquiera ser capaz de enfrentar con éxito la lucha contra el
coronavirus a pesar de dirigir la nación más poderosa del planeta. Ya tiene un
portaviones paralizado en Guam porque 150 de los 4.000 marinos están infectados
de coronavirus. Así mismo, 1.500 de los alrededor de 40 mil oficiales de
policía de New York están contagiados. Trump no es capaz de proteger ni
siquiera a sus fuerzas armadas y de seguridad.
Entonces, no se entiende como pretende dictar normas para el
funcionamiento del planeta cuando la única ley que sabe aplicar Estados Unidos
es la de la fuerza y la única manera de tapar su ineptitud es agrediendo a los
demás. En los últimos días su ensañamiento con Venezuela, intentando amedrentar
al gobierno, a las fuerzas armadas y al pueblo es expresión clara de un odio
que supera cualquier rasgo de condición humana.
Después de conversar con el presidente de Rusia, Vladimir
Putin y de saber que el gobierno de este país asumió en su totalidad los
vínculos en materia energética de Rusia con Venezuela, sumado a la firme
postura de apoyo irrestricto de China al gobierno constitucional del país,
pareciera que la administración de Estados Unidos decidió tomar otro camino,
toda vez que se ha visto obligado –en los hechos- a reconocer a Maduro como
presidente, al hacerle un llamado para que se retire. Nadie deja de ser
presidente si no lo es anteriormente.
A partir de ello y en una sucesión de hechos desesperados,
el departamento de Estado puso en primera instancia a su asalariado en Caracas
a proponer la creación de un “Consejo de Estado paritario” que nadie sabe lo
que significa y que no existe en la Constitución Nacional, es decir, como ya es
habitual en él, llamó a desacatar la Constitución.
En su mensaje, Guaidó afirma que a Maduro no lo conoce
nadie. Será que no sabe que Maduro es el presidente del país que tiene relación
con alrededor de 150 naciones en el mundo, que acaba de entregar la presidencia
del Movimiento de Países No Alienados, que es miembro de derecho de la
Organización de Naciones Unidas y que se relaciona con todas sus agencias y que
además fue elegido miembro de su Consejo de Derechos Humanos. La explicación a
esta enajenación mental viene más adelante.
En la continuación de este nuevo y dramático show, Elliot
Abrams, un delincuente confeso y sentenciado que está al servicio del gobierno
de Estados Unidos publicó un artículo en el que ante la incapacidad de Guaidó
de explicar lo que ellos querían decir, tuvo que usar el Wall Street Journal
para que, sin la menor impudicia, propia de su carácter facineroso, mienta y
falsee información.
En una confusa propuesta en la que como globo de ensayo
lanza la idea de derrocar al presidente Maduro a cambio de defenestrar a su
pupilo y reiterando la inconstitucional vía de crear el tal “Consejo de Estado”
expone una frase digna del mármol: “La democracia no es solo una cuestión de
elecciones”, sabia idea que desmonta la mentira que han repetido por casi 250
años. Le faltó decir además que la democracia no es el gobierno de la mayorías
como se dice, que tampoco existe la separación de poderes y que la
alterabilidad es una falacia para que diferentes representantes del capital
equilibren el poder a favor de una u otra facción, sin que el pueblo tenga
derecho a participar de esa alternabilidad porque no tiene los millones de
dólares necesarios para competir.
Finalmente, creyendo que Venezuela funciona a partir de auto
designaciones, Abrams se nombra a si mismo como constituyente único para
inventar una constitución inexistente que modelaría a Venezuela según el
interés estadounidense de apoderarse de sus recursos y matar su ejemplo. Hasta
pretende que le demos las gracias por permitirnos participar en ese futuro de
“leche y miel” que nos ofrece. Como si el pueblo venezolano fuera ignorante e
imbécil y no supiera lo que ha pasado en Honduras, Paraguay, Brasil y Bolivia,
países en los que recientemente Estados Unidos ha propiciado cambios de
gobierno por la fuerza, violando los derechos humanos de millones de
ciudadanos. Gracias Abrams, tenemos muchos problemas, pero lo que nos ofreces
además de ser indigno, es peor y nos somete a la condición de esclavos de
Washington.
Es tan descarado este funcionario imperial que se atreve a
afirmar que: “La presión de Estados Unidos no ha impedido que los alimentos o
las medicinas lleguen a los venezolanos”. O sea, que además de todo, este
esperpento gringo cree que somos imbéciles.
Finalmente, necesitan sacarse la piedra del zapato, y hacen
un llamado a la traición de las fuerzas armadas que solo reitera lo que han
venido haciendo desde hace 18 años cuando tuvieron éxito momentáneo propiciando
un golpe de Estado apoyado en militares alevosos de los que ya nadie se
acuerda.
Es tan claro esto, que en el mencionado artículo Abrams dice
que: “El apoyo de las fuerzas armadas al “Marco de Tradición Democrática” sería
un paso clave en esta dirección” (así se llama este plan, imagino que como
homenaje a Marco Rubio) Por lo tanto se podría concluir que como no tienen este
“paso clave” no tienen “dirección”.
Finaliza con la amenaza propia de los de su calaña, creyendo
que el gobierno de Venezuela es el de Colombia, Honduras, Santa Lucía, Jamaica,
República Dominicana, Guyana o Chile, que pueden ser chantajeados y/o
amenazados. El pueblo digno de Venezuela que es la mayoría, lo rechazaría. En
el lenguaje propio de las bandas delictivas, Abrams reafirma que hasta que no
se logre el objetivo de Estados Unidos “nuestra presión se fortalecerá”.
La respuesta del gobierno de Venezuela rechazando esta
afrenta fue firme y contundente. Indigno sería el gobierno, el pueblo y las
Fuerzas Armadas que se dejaran chantajear por este delincuente disfrazado de diplomático.
Pareciera que este artículo tampoco logró el objetivo. Ayer
mismo, en la tarde tuvo que salir Pompeo a puntualizar los términos de la
amenaza. Ante las informaciones que aseguraban que Estados Unidos había hecho
de lado a Guaidó, Pompeo se apresuró a decir –al parecer después de haber hecho
una encuesta entre los venezolanos de Miami- que el auto designado era el
“político más popular de Venezuela en estos momentos", por lo que si
podría postularse como candidato.
Pompeo reiteró que en las elecciones libres que se
organizarían (imaginamos que similares a la de Bolivia) el PSUV podría competir
en condiciones de igualdad (también imaginamos que la misma igualdad que en
Bolivia) donde hay persecución e inhabilitación de dirigentes y represión selectiva
para anular a los líderes del MAS después del golpe de estado organizado por la
OEA. En el léxico de Estados Unidos, “elecciones libres”, son aquellas que se
organizan para legalizar a sus ilegítimos candidatos.
Después de esta declaración del secretario estadounidense,
Guaidó le agradeció y dijo que esos eran los “pasos correctos”, diciendo que
Maduro debe aceptar la “oferta que le ha hecho la comunidad internacional”
Haciendo gala de la estulticia que le caracteriza, denomina a Estados Unidos
“Comunidad internacional”, es decir los otros no existen: la ONU, la Unión
Europea, los 11 senadores de Estados Unidos que han llamado a suspender las
sanciones, los 150 países que reconocen a Maduro como presidente constitucional
de Venezuela y los que lo reconocen pero se hacen los pendejos porque le tienen
miedo a Estados Unidos son invisibles. Esta es la razón por la que Guaidó
afirmó que a Maduro no lo conoce nadie.
No se puede decir más.
Esta nueva escalada trata de bloquear los avances en el
proceso de diálogo entre el gobierno y sectores mayoritarios de la oposición,
porque saben que no existe unidad alguna en torno a Guaidó, por el contrario,
es un actor político moribundo y no precisamente por coronavirus, es
insignificante, no sirve para chantajear ya no al gobierno, ni siquiera al
resto de la oposición que está dialogando y buscando salidas democráticas y
constitucionales, lo cual en el campo electoral conduce este año a elecciones
parlamentarias en diciembre.
Este “Marco Rubio de Transición Democrática” es expresión de
la incapacidad de Estados Unidos de construir una “solución propia” para Venezuela, por lo que
insisten en un mensaje centrado en dividir a las Fuerzas Armadas Nacionales
Bolivarianas, apostando además a la violencia, el terrorismo y el magnicidio.
La realización anoche de una reunión del Consejo de Estado,
“órgano superior de consulta del gobierno y de la administración Pública
Nacional” como lo establece el artículo 251 de la Constitución Nacional, con la
participación de todos los poderes del Estado, es expresión prístina de la
voluntad de los venezolanos y venezolanas de coordinar esfuerzos en paz para la
solución de nuestros problemas, sin injerencia extranjera y en el marco de lo
que establece la Carta Magna, expresión máxima de la democracia sin tutelajes,
que el pueblo venezolano está construyendo.
sergioro07@hotmail.com
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