Por Norma Ferreyra:
La Iglesia Católica, siempre tuvo el rol de legitimar o no,
la política vigente y muchas veces, naturalizó la pobreza y la desigualdad
social.
El artículo 2º de la Constitución Nacional, sancionada el 1
de mayo de 1853 y vigente en la Argentina, dice que “el gobierno federal
sostiene el culto católico, apostólico y romano”, dándole un status privilegiado con fondos destinados
del Presupuesto nacional. Esos fondos le
garantizan un enorme e influyente poder de decisión y de injerencia de la
Iglesia sobre la vida de millones de argentinos,
En la década del 30, legitimaron el primer golpe militar del
siglo, pero ¿qué pasó durante los dos primeros mandatos de Perón? En los años
40, la Iglesia y Ejército apoyaron al gobierno peronista, con excelentes
relaciones entre todos. Perón le dio, un fuerte peso en la contención social y
en la educación. Luego, ella intervino en el derrocamiento de Perón a causa de
que legalizara el divorcio y hasta se fingió la quema de algunas de ellas para
culpar a los peronistas y en esos templos “sagrados”, se repartieron armas para
matar peronistas.
En la última
dictadura militar argentina, la Iglesia se convirtió en su aliada clave porque
llamaba a defender una supuesta “sociedad occidental y cristiana” por la
“amenaza del comunismo y la subversión”. Y no fueron casos aislados, sino que
hubo un respaldo institucional. eclesiástico.
La Iglesia de la que hablamos ahora, es la misma que milita
activamente hoy contra los derechos de las mujeres, obligándolas a morir en
abortos clandestinos y silencia los
muchísimos casos de abusos que la curia, realiza impunemente a menores de edad,
en distintas partes del mundo. Además, ella
sostiene la creciente desigualdad social pactando con el gobierno, con
la oposición burguesa y con la burocracia sindical para contener la creciente
bronca popular. Ya sería hora de
terminar con esos privilegios ¿O no? Ya lo vienen diciendo miles y miles de
mujeres este año: “Separación de la Iglesia del Estado ¡Ya!”.
Los apologistas
locales del Vaticano, que son adoradores de
Francisco, suelen experimentar una excitación peculiar cada vez que el
sumo pontífice habla de Latinoamérica con su retórica “progresista” y
“anti-neoliberal”. Sin embargo, en los últimos días se les está complicando.
Por un lado, repudian el golpe de Estado en Bolivia. Por el otro, se callan
sobre el alineamiento de la Iglesia católica con los ejecutores de ese golpe.
Vaya si Argentina lo sabe. Cada golpe de los instaurados en
el Siglo XX, contó con la aprobación, la justificación y la bendición de la
jerarquía eclesiástica. Ni hablar de la última dictadura, la de 1976, a la que
la historia terminó bautizando como “cívico-militar-eclesiástica”.
El Papa Francisco, en los años70 fue autoridad de la congregación
jesuita en Argentina y estuvo plagado de dudas en cuanto a las complicidades
con los militares en sus crímenes y el robo de bebés, pero posteriormente, se
dio paso a un relato que por poco no lo
ubican a Francisco del lado de las víctimas y hasta hay, quienes lo
catalogan como “anti-sistema” y “revolucionario.
Veamos, el 8 de julio de 2015 Francisco
viajó a Bolivia, en una visita que duró dos días. En su primer discurso
público, al lado de Evo Morales, dijo: “Bolivia está dando pasos importantes
hacia la inclusión de amplios sectores en la vida económica, social y política
del país. Hoy, Evo Morales está asilado en México tras renunciar a su cargo,
para salvar su vida y Francisco mantiene silencio, sobre el golpe
cívico-militar-policial-eclesiástico que
mantiene en vilo a Latinoamérica. Tanto es así, que Bergoglio no
respondió al tuit que Evo le envió el sábado pidiéndole que intercediera ante
quienes buscaban derrocarlo. Pocas horas antes de que Morales se fuera de La
Paz, Francisco le dedicó apenas unas palabras a la gravísima situación
suscitada y en medio del rutinario
Ángelus, invitó a “rezar” por “la situación de la amada Bolivia” y pidió
resolver la crisis “en un clima de paz y serenidad”. Esa fue la única
referencia al tema, En ese mismo momento la Conferencia Episcopal Boliviana
(CEB) lanzaba un video en el que el que su secretario general, monseñor José
Fuentes Cano, decía abiertamente que “lo que sucede que Bolivia no es un golpe
de Estado” y hasta llamaba “a la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas de la
nación a cumplir con urgencia con su rol de defensa de la propiedad”, sabiendo
que ello significaba represión, tortura y muerte. El vocero de la CEB, José
Rivera, afirmó por CNN Radio que “no existe ningún motivo para hablar de un golpe
de Estado”. Y agregó que los obispos están dispuestos “a participar de un
diálogo nacional” con los golpistas al tiempo que le están pidiendo a Bergoglio
que dirija un mensaje a Bolivia “para ayudar a generar paz y entendimiento”.
En
un nuevo comunicado, la Secretaría General del episcopado boliviano hizo un
“llamamiento” a la “armonía” y a la “paz”. El texto concluye proponiendo mirar
“al futuro con esperanza” y seguir “construyendo a Bolivia”. Pero…que Morales
no piense en volver.
Si hacía falta algo más, allí está la imagen de la senadora
Jeanine Áñez asumiendo la “presidencia provisional” de Bolivia rodeada de
militares y antecedida por un enorme crucifijo y una Biblia abierta de par en
par. Por otra parte, Rivera, el vocero
de la CEB, confirmó que los obispos se venían reuniendo “en las últimas
semanas” con diversos “representantes de partidos políticos, con comités
cívicos y con embajadores”, dejando en claro que el alineamiento de la curia
boliviana con los golpistas es casi total. Al mismo tiempo, negó que haya
ataques de bandas fascistas a la población y que “la violencia ha venido de
grupos de choque” organizado por partidarios de Evo. Para los obispos
latinoamericanos ni Piñera es un represor ni los militares bolivianos son
golpistas. Violencia, también es callar La retórica eclesiástica está inundada
de referencias a la “no violencia”, a la “paz” y al “diálogo”. Frente al golpe
de Estado en Bolivia, la Iglesia viene optando por un doble juego: los obispos
bolivianos disfrazan al golpismo con ropajes “cívicos” y “republicanos”,
mientras Francisco y sus subordinados hacen un silencio ensordecedor. ¿Qué hay
detrás del silencio de Bergoglio sobre los acontecimientos del país andino? Tal
vez…la larga historia de relaciones entre la Iglesia y las clases dominantes,
tenga alguna respuesta, que yo no
encuentro en mi razón.
normaef10@hotmail.com
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