Por Jorge Aniceto Molinari:
Intentamos explicar lo más simple que podemos lo que
pensamos. Para así ayudar al intercambio y que el mismo nos enriquezca y nos
ayude a abordar los fenómenos complejos en los que estamos inmersos.
Acá en el Uruguay un ex presidente, ahora Secretario General
de su Partido, que llegó a la Presidencia con el principal líder opositor preso
y con el líder de la izquierda proscripto, con detenidos desaparecidos, declara
que el principal asunto de la campaña electoral en Uruguay es definir si
Venezuela es o no, una dictadura.
Conste además que no estamos renegando del proceso de salida
a la dictadura que vivió Uruguay, que mucho tuvo que ver además con la etapa de
valoración que los servicios de EE.UU. hacían del desgaste que los ejércitos de
América Latina estaban sufriendo al convertirse en árbitros en el manejo
político que normalmente hacen los partidos y que mucho tiene que ver con la
suerte del propio aparato productivo del país.
Y por si fuera poco la voluntad política del pueblo uruguayo
reivindicando siempre mayoritariamente el funcionamiento de las instituciones
de todo tipo que la sociedad se ha venido dando en democracia.
Tampoco desconocer, el papel muy particular del entonces
presidente Sanguinetti de recibir al comandante Fidel Castro durante su segundo
gobierno. Sí que lo que se juega no es tan simple como la definición
democrática abstracta que pretende ahora el Dr. Sanguinetti, extrapolándola de la
propia intervención declarada públicamente del comando sur del ejército de
EE.UU.
Ahora una pregunta simple: ¿quién o quiénes gobiernan la
economía del mundo?: ¿los Estados? Porque si así fuera, los gobiernos que se
eligen para cada país serían representativos de la voluntad de la gente en el
gobierno de esa economía.
Sabemos que la planificación de esos conglomerados
empresariales multinacionales poco o nada tienen que ver con la planificación
de algún Estado en particular.
En 1916, un año antes del triunfo de la revolución rusa,
Lenin escribió “El Imperialismo fase superior del capitalismo” en el que
afirmaba que la economía del mundo se encamina a ser gobernada por encima de la
voluntad de los Estados por los complejos empresariales multinacionales a la
vez en pugna por una tasa de ganancia cuya tendencia a agostarse sería cada vez
más notoria en relación a la propia posibilidad de expansión del sistema
capitalista, destinado además a llegar a los confines de todo el planeta.
Esto es lo que hoy está ocurriendo, a la vez que se da en
medio de un fenómeno que es que el centro del modo de producción capitalista
que conoció un primer auge en el Reino Unido y luego se desplazó a EE.UU. hoy
se está desplazando a China que además lidera el libre comercio a nivel
mundial, gobernada por el Partido Comunista.
A la vez agreguemos una contradicción más, el gobierno
actual de EE.UU. amuralla su economía para posibilitar un desarrollo de los
empresarios que quedaron relegados al escenario nacional. Es naturalmente un escenario
coyuntural porque en un plazo mediano esta situación es insostenible.
Y todavía una contradicción más, en la izquierda o de la
mano de gobiernos que dicen representar un sentimiento progresista se insiste
en desarrollos nacionales sin tener en cuenta un programa de integración en la
economía universal que es vital.
Ahora, ¿Qué tiene la derecha para gobernar esta dictadura
económica del planeta?: la moneda y los impuestos, a los cuales la izquierda
aún no accede, como que está impedida ideológicamente de analizarlos, salvo el
lapsus de Mujica en la ONU en setiembre del 2013, análisis al que luego no
volvió.
Entonces no nos podemos dar el lujo de crucificar al
gobierno constitucional de Maduro, calificándolo de dictadura en esta situación
de la economía mundial. Algo de esto ya pasó con la llamada primavera árabe,
que fue utilizada por la derecha armamentista para desarrollar su industria y
sembrar en toda esa zona, hambre y miseria.
Tampoco esto nos debe impedir analizar los errores y
horrores que cometen los gobiernos de izquierda en el mundo, más
particularmente cuando no han podido rendir examen aún sobre materias tan
sencillas como la moneda y los impuestos.
Carlos Marx y Federico Engels que dedicaron su vida a
analizar y tratar de entender el funcionamiento del sistema capitalista,
análisis que siguen siendo rectores para comprender el origen, el desarrollo, y
su etapa de superación en la que estamos entrando, nos dicen que el propio
sistema va creando los elementos capaces de sustituirlo en un ciclo de
superación de la humanidad.
El maestro de taller inicial, que se transformaba en
empresario a través de la aplicación de aquella humilde plusvalía –nadie ha demostrado
que esto fuera distinto en cuanto al origen del capital- se ha convertido en
impresionantes complejos empresariales capaces de hacerlo todo, pero para ello
los núcleos centrales de técnicos y accesores se han convertido en la clave de
ese notable crecimiento.
Así como al inicio era aquella humilde plusvalía de la que
nacía luego el desarrollo capitalista, hoy eso está en manos de millares y
millares – tal vez millones- de seres humanos que tienen una ubicación
privilegiada en el aparato productivo, acumulando todo el conocimiento
empresarial que la humanidad tiene en el desarrollo de su aparato productivo.
Cuando el capitalismo como sistema va trasladando su centro
a China va en busca de preservar esa riqueza en el funcionamiento del aparato
productivo.
Sin embargo, esa proyección tiene un límite y es la
rentabilidad sin la cual el sistema como tal no puede ser.
La crisis se proyecta en forma inexorable, no es ya
coyuntural, la continuidad del sistema está hoy montada en el crecimiento de
China y su entorno. No lo veamos como la proximidad de una catástrofe porque
esto tiene salida, en la medida que construyamos la voluntad política que ayude
a superarlo.
Sin embargo, los riesgos existen, fundamentalmente provienen
de la industria de la guerra, industria que en su historia se constituye en
válvula de oxigeno de las crisis del capitalismo, aún cuando existe una mayor
consciencia de los peligros a partir de las tragedias de la segunda guerra
mundial.
La demora en la concreción de una transición podría ser
letal.
Una vez más, no estamos hablando de construir una
alternativa que confronte con el capitalismo como modo de producción. Estamos
si hablando de construir una transición que ayude a la predominancia del
capitalismo a morir en paz aún cuando este modo de producción seguramente
seguirá existiendo aún por muchos años, decenas tal vez. Como por otra parte ha
ocurrido con los modos de producción anteriores, con menor grado de desarrollo
en su expansión global.
Esa transición tiene dos llaves: la moneda y los impuestos.
Luego la construcción de organismos de la sociedad para que democráticamente se
vuelquen en ellos las necesidades de desarrollo y planificación que la
población humana tiene en el planeta.
Hoy no se puede hablar de democracia en ninguna parte del
planeta, porque el gobierno de la economía está en manos de los conglomerados
empresariales multinacionales que en pugna entre sí deciden el destino de la
gente y de la producción.
El funcionamiento de todo el aparato productivo más allá de
que entre los gobiernos podamos distinguir a aquellos que defienden o dicen
defender a los sectores más humildes, o por el contrario los que se consagran a
la defensa de sus intereses sectoriales, aún escondiendo sus intenciones.
Lo que hoy se está en condiciones de hacer en toda la
humanidad, liberada de estas trabas, no debería hacer dudar a nadie que forme
parte de ese sector de alguna manera privilegiado (técnicos y accesores) que
participa de mil maneras y hace posible el desarrollo del aparato productivo, de
acompañar el avance que se necesita para iniciar una etapa gigantesca de
desarrollo social que acompañe las maravillas de la ciencia que ya se anuncian
y que serían criminal se frenaran por la falta de voluntad política para dar
este salto en la evolución humana.
sipagola@adinet.com.uy
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