Por Carolina Vásquez Araya:
El abuso de las potencias no es nada nuevo, han actuado así
desde hace mucho.
El estudio de la Historia de la Humanidad debería ser una
asignatura de importancia capital en los planes académicos. No porque el relato
de las guerras y los descubrimientos posea un valor más o menos anecdótico sino
porque constituye un capital de base, fundamental en el análisis de nuestra
trayectoria como seres humanos. A partir de una revisión crítica de los textos
podríamos comprender hasta dónde ha llevado a las naciones la manipulación de
quienes anteponen los intereses hegemónicos a los de los pueblos y hasta qué
punto ello incide en nuestra realidad actual.
Nos han enseñado a venerar a supuestos héroes y nos han
creado íconos falsos desde una elaboración interesada de la historia, pero la
verdadera razón tras esos fenómenos se encuentra revestida de la negación del
goce de derechos y de la explotación indiscriminada del poder de unos por
encima de otros. Los seres humanos, cuando alcanzan cierto nivel de dominio, no
ponen límite alguno a su avidez y acumulan riquezas hasta no saber qué hacer
con ellas. El espectáculo de su inmensa capacidad de dominación les impide
darse cuenta de cómo el agotamiento de esos recursos adquiridos por la fuerza
terminará por ocasionar su propia ruina.
Estamos en el siglo de la tecnología, de la comunicación, de
los acuerdos globales y de una nueva conciencia sobre los derechos humanos; sin
embargo, los pueblos se hunden cada vez más en la miseria debido al inmenso
poder depredador de corporaciones anónimas protegidas por las potencias
mundiales, cuya riqueza ha sido adquirida y acrecentada sobre la sangre de
millones de víctimas, vistas estas como daños colaterales en la ruta del
desarrollo de los grandes capitales. Algo que suele pasar inadvertido es cómo
estos grupos hegemónicos nos han colocado en el papel de cómplices al
convencernos de la bondad de sus sistemas de enriquecimiento ilícito y al
machacar en nuestra conciencia sus campañas de terror.
La ignorancia sobre el pasado y la manera como se nos
inculca una escala valórica retorcida e interesada inciden en nuestra limitada
y obtusa visión del mundo. Las estrategias geopolíticas de la mayor potencia
mundial inclinan la balanza de la opinión pública a su favor gracias a una bien
diseñada invasión mediática cuya incidencia en amplios sectores de la
ciudadanía reside en el eficaz ocultamiento de sus verdaderas intenciones y en
la captura de alianzas oscuras con líderes influyentes y corruptos.
Esto que hoy tiene el nombre de Estados Unidos y sus
incondicionales aliados, en pasados siglos tuvo el de Inglaterra, Bélgica,
España, Francia, Alemania, Portugal… Potencias cuya riqueza se originó en la
miseria de naciones asiáticas, africanas y latinoamericanas independientes y
ricas en recursos, pero incapaces de defenderse de sangrientas invasiones,
tanto armadas como políticas.
Hoy, las potencias quieren el petróleo y los minerales.
Pronto querrán el agua y entonces los pueblos perecerán de sed en nombre del
desarrollo y el bienestar de quienes se consideran a sí mismos superiores y
dueños de la verdad. El falso discurso
sobre la construcción de un mundo mejor y la defensa de los oprimidos no es más
que una bella retórica para disimular su ansiedad por apoderarse del patrimonio
de quienes no pueden defenderse y así consolidar un poder que ya es
inconmensurable y por tanto ilegítimo, al originarse en la apropiación de la
riqueza ajena y, más grave aún, en la sumisión absoluta de quienes han sido
designados por el pueblo para administrarla y protegerla.
elquintopatio@gmail.com
Cada vez soy mas viejo,pero tambien mas sabio(no interpreten mal)me informo y comparo.Desde siempre ,las comunidades humanas tuvieron su crecimiento para luego decaer,el afan de dominio,la ambicion de poder nos fue llevando a esto,el deseo de dominar el mundo.
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