viernes, 4 de enero de 2019

EN SU 60 ANIVERSARIO

Por Ernesto Wong Maestre:


El Triunfo de la Revolución Cubana
Los primeros diez días de transformaciones 

La revolución social en Cuba comenzó con el primer grito de independencia el 10 de octubre de 1868 dado por quienes con identidad propia se rebelaron contra el poder colonial despótico de España, y alcanzó una cima crucial, a los noventa años, al finalizar 1958 con la ofensiva rebelde sobre La Habana, centro del poder político, y la fuga hacia Santo Domingo, la madrugada del 1ro de enero de 1959, del dictador Fulgencio Batista quien pretendió dejar en reemplazo una junta militar como estrategia contrarrevolucionaria aprendida en la tenebrosa Escuela de las Américas de EE.UU (1).


En ese proceso socioeconómico y político de transformaciones que aún hoy prosigue, se puede identificar con nitidez, como han logrado interpretarlo así los pueblos del mundo en los últimos sesenta años, “el triunfo de la Revolución Cubana”, la que abrió en la isla caribeña “las grandes alamedas” para que su pueblo tuviera, pudiera y ejerciera su poder de transformación de las estructuras capitalistas comenzando, ante todo, derrocando a la dictadura militar proimperialista e instaurando en todos los espacios políticos de la Nación el poder popular liderado por el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, quien con sus virtudes, talento y valentía supo y pudo unir a las fuerzas antibatistianas organizadas en el Movimiento 26 de Julio(2), el Partido Socialista Popular (3) y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (4), para poner fin al gobierno criminal que había asesinado  -a seis años del golpe de Estado de 1952 (5) y con la aprobación del gobierno estadounidense de Dwigth Eisenhower-   a veinte mil jóvenes  opuestos al régimen antidemocrático del “batistato”(6).

A sesenta años de ese primer gran “triunfo de la Revolución Cubana” su irredento pueblo, participativo y protagónico, hoy se apresta –liderado por Raúl Castro, primer Secretario del Partido Comunista y Miguel Díaz-Canel, Presidente de la República-  a realizar el próximo 24 de febrero (7) el referendo nacional sobre la nueva Constitución (8) que ratifica el rumbo socialista y la dirección revolucionaria del Partido Comunista de Cuba (9), el cual está formado por los militantes que son elegidos, primeramente “Ejemplares” en asambleas abiertas de trabajadores o estudiantes, y después de manifestar la voluntariedad de ingreso y de un proceso integral de auscultación y verificación social, son aprobados como militantes por los ya miembros de ese partido que laboran o estudian con los aspirantes.

En las líneas anteriores se ha hecho referencia a lo que se pueden considerar las claves del triunfo revolucionario que se inicia con la alborada protagonizada por “los barbudos de la Sierra Maestra” y las fuerzas clandestinas organizadas en cada barrio de las ciudades y  pueblos, e incluso en muchos países de la región y del vecino del norte desde donde se apoyó financiera y comunicacionalmente al ejército fidelista de campesinos, obreros, profesionales e intelectuales, surgido desde el 2 de diciembre de 1956 (10), y que a solo dos años de formado derrotó militarmente al ejercito de la región mejor armado por EE.UU para así conquistar el poder.

En resumen, son claves del triunfo, ante todo:

a) la unidad de acción y pensamiento estratégico de las tres fuerzas revolucionarias M26-7, Directorio Revolucionario 13 de Marzo y PSP en todos los espacios de ciudadanía (11)  contra la dictadura;

b) el reconocimiento popular, como líder, del joven abogado Fidel Castro que desde la denuncia pública (12) contra Batista en 1952 y el asalto al cuartel militar de Santiago de Cuba (13) comenzó a ser reconocido como indiscutible dirigente de la revolución liberadora;

(c) el imaginario popular anti dictatorial logrado crear a través de las luchas y del pensamiento revolucionario de Carlos Manuel de Céspedes (14), José Martí (15), Julio Antonio Mella (16), Rubén Martínez Villena (17), Pablo de la Torriente Brau (18) Antonio Guiteras (19), Jesús Menéndez (20), Eduardo Chibás (21) y Fidel Castro (22), así como de sus fuentes filosóficas como Félix Varela (23), Carlos Marx (24), Vladimir Lenin (25),Fernando Ortiz (26), en torno y sustento de la identidad cubana, centrada en la rebeldía contra los imperios que la sojuzguen o traten de oprimir;

d) La incapacidad del Estado proimperialista y de su mentor del norte de derrotar a las fuerzas guerrilleras de las montañas y clandestinas de las ciudades bajo el mando de la dirección colectiva de la Sierra Maestra liderada por Fidel; y

e) las capacidades de transformación integrativas enfocada al socialismo comenzada a desarrollar por el Ejército Rebelde en las montañas orientales (27) e impulsada por el Estado y Gobierno Revolucionario desde que la alborada se hizo luz plena, en la mañana del nuevo año 1959 para crear una base de legitimidad revolucionaria, de estabilidad política y de construcción colectiva de nuevas expectativas emancipadoras.

Cinco claves que son síntesis de muchos otros componentes a desarrollarse más por la nueva época, iniciada ese magnánimo y maravilloso primero de enero cuando la población habanera despertó con las cornetas de los carros y los gritos de “se fue Batista”, “ganó Fidel”, “ganaron los barbudos”, “viva la revolución”, y también con la esperanza renovada de justicia revolucionaria ante un poder opresor y entreguista de las riquezas cubanas a los monopolios estadounidenses (28).

Diez primeros días estremeciendo estructuras

Los primeros diez días de enero marcarían sustancialmente el nuevo rumbo social tomado por Cuba y la nueva conciencia surgida en el pueblo, ante todo con la libertad de opinión de expresarla públicamente, sin el miedo a ser detenido, apaleado o asesinado por los esbirros del batistato, y la libertad para destruir, desde las primeras horas del 1ro de enero, toda la simbología de la tiranía, como fueron los carteles en toda la ciudad con el nombre del dictador, los parquímetros impuestos por su gobierno o las máquinas de juego que esquilmaban al trabajador. Esa fue la primera transformación subjetiva manifestada desde el primero de enero y a ella le seguirían los cambios de estructuras de poder.

En efecto, la primera indispensable fue la ocupación revolucionaria –en los primeros tres días- de los espacios de poder como fueron las estaciones de policía y cárceles donde se torturaban diariamente a jóvenes sospechosos de ser colaboradores de los “Mau Mau” (29) como despectivamente denominaba la prensa de la oligarquía a los guerrilleros de la Sierra Maestra. También las células del M26-7, del PSP o del movimiento 13 de marzo ocuparon los ministerios, instituciones públicas y cuarteles militares de las ciudades y campos. En estos últimos se destacaron los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba ocupado por la columna guerrillera dirigida por Raúl Castro, el de Columbia ocupado militarmente por tropas rebeldes dirigidas por el Comandante Camilo Cienfuegos y el cuartel de La Cabaña, ambos en La Habana, el que una vez controlado por los pelotones del comandante Che Guevara, sirvió de su puesto de mando.

Con el control de los órganos represivos fueron puestos en libertad, de las cárceles del Castillo del Príncipe de La Habana y del llamado Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) decenas de revolucionarios, algunos de ellos expedicionarios del Granma, como Jesús Montané, y otros profesionales como Armando Hart y Lionel Soto, que luego tuvieron altos cargos en el Gobierno Revolucionario. Tanto la prensa privada como la revolucionaria recién nacida pública, dieron cuenta de todo con plena libertad.

De inmediato, al control de los espacios institucionales le siguieron los nuevos nombramientos de autoridades bajo la consigna lanzada por Fidel desde la oriental ciudad de Santiago de Cuba: “Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder”, toda una simbología expresiva de las anteriores frustraciones, como cuando la revolución del 30 “se fue abolina” (30).

En la misma noche del día 1ro, el mando de la Revolución proclama Presidente Provisional de la República al Dr. Manuel Urrutia Lleó, tal y como lo había decidido desde meses antes en razón de ser un profesional de honor demostrado en el juicio de 1953 a Fidel por el asalto al Cuartel Moncada (31).

Es interesante recordar que al segundo día del triunfo se vivió, por una parte, una paralización total del país debido a la convocatoria a huelga general que hace el Frente Obrero Nacional Unido (Fonu) siguiendo el llamado de Fidel para evitar el escamoteo del poder que buscaba la Junta Militar dirigida por el también general golpista Eulogio Cantillo y apoyada por la embajada estadounidense, mientras que por parte de la dirección revolucionaria se decide tomar el Palacio Presidencial, la Universidad de La Habana y la base militar aérea de San Antonio de los Baños. Con ese llamado y la respuesta tajante del pueblo se iniciaba con mayor fuerza una relación estrecha entre el máximo líder y la masa crítica del pueblo que comenzó a extender y profundizar las transformaciones revolucionarias.

En materia comunicacional, la primera decisión significativa en el panorama político por su poder de conducción-ejecución unida y persuasión fue publicar el 3 de enero el 1er número del órgano oficial del M26-7, “Revolución”, que años más tarde adoptaría el nombre de Granma y el 6 de enero el periódico “Hoy” del Partido Comunista. Adquirir el periódico Revolución o el diario Hoy significaba para el pueblo estar informados y alertados de la marcha del proceso de cambios, sus tareas primordiales y de las amenazas que ponían en peligro al poder revolucionario.

El mismo día 3 el Gobierno Provisional Revolucionario se ubica en la biblioteca de la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba y es allí donde jura el primer Gabinete revolucionario en el cual Fidel Castro es designado por el presidente Urrutia como Comandante en Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire, y desde donde, como gobierno nacional, comienza a impartirse órdenes ejecutivas, entre ellas el decreto de aprobación de la Ley Fundamental del Estado Cubano (32), la cual recoge los principales postulados constitucionales de 1940 así como la disolución del Congreso y la finalización de los poderes de gobernadores, alcaldes y concejales. Las estructuras político-jurídicas capitalistas comienzan a cambiar y el pueblo advierte la veracidad de los discursos de Fidel y de los líderes revolucionarios, sobre todo cuando la prensa informa, tan pronto como el día 5 de enero, que se habían apresado cuatrocientos oficiales sanguinarios y más de mil colaboradores batistianos acusados de criminales, soplones o torturadores, es decir, los paramilitares de esa época.

En el plano exterior, valga recordar que el primer gobierno en reconocer al Gobierno Revolucionario de Cuba es el de Venezuela el día 6 de enero. Ese gobierno había surgido de una época revolucionaria y de negociaciones en las cúpulas dominantes venezolanas pero que debía guardar apariencias revolucionarias hasta consolidarse para poder excluir definitivamente del poder del Estado y gobierno a las fuerzas radicales incluidas en la Junta Patriótica anti dictatorial, lo cual ocurrió con el llamado Pacto de Punto Fijo (33) del 31 de octubre de 1958 firmado por partidos de tendencia predominante anticomunista. 

En el reconocimiento al nuevo Gobierno de Cuba le siguieron los gobiernos de catorce países latinoamericanos, el de los Estados Unidos, el de la República Árabe Unida (Egipto-Siria) y de otros países europeos y asiáticos.

Pero ya desde esos días las acostumbradas declaraciones injerencistas de los gobernantes estadounidenses comenzaron a causar necesidades de reafirmación soberanas dado el incipiente desenlace en los más altos poderes del Estado y el mismo día 6 de enero en una entrevista de prensa el máximo líder cubano, Fidel Castro calificó de “innecesaria” e “intolerable” la presencia de una misión militar de EE.UU en Cuba, sobre todo por el papel desempeñado antes por el funcionario Summer Welles (34) en el desenlace fatal de la revolución del 30.

Mientras ello ocurría en las relaciones internacionales, veinticuatro horas después, el recién creado Consejo de Ministros decide acordar una primera reforma de la Constitución de 1940 considerada como la más avanzada pero obstaculizadora de los cambios necesarios en los poderes judicial, fiscal, electoral y financiero. Ello permitió congelar todas las operaciones bancarias de personeros de Batista y de sus colaboradores con el fin de evitar fraudes a la Nación y al mismo tiempo comenzar a depurar los poderes del Estado, siempre bajo el control y liderazgo del Comandante en Jefe quien el día 8 de enero entra victorioso en La Habana acompañado de cientos de miles de cubanas y cubanos que le rinden homenaje por todo el recorrido desde Santiago de Cuba, “Cuna de la Revolución”, hasta el principal cuartel militar de la capital cubana que desde días atrás estaba comandado por Camilo Cienfuegos y estaba inundado de pueblo vitoreante y de “barbudos” armados.

La nota especial de esa jornada revolucionaria la escribió Fidel con su paradigmático discurso transformador y enfocado al socialismo, pero sin mencionarlo lo cual puede constatarse en los objetivos expuestos, sus estrategias y en las alertas antimperialistas que revela a la Nación en un acto que fue transmitido por radio y televisión a todo el pueblo. Fue allí donde el significante discursivo de modestia y humildad de Fidel comenzó a causar emociones y reflexiones sobre aquella famosa frase pregunta hecha por el líder ¿Voy bien Camilo? lanzada en un momento fundacional revolucionario y por primera vez ante una concentración de pueblo expectante. Fue sugestiva porque Fidel era ya un destacado abogado y Comandante en Jefe de todas las fuerzas y Camilo, aunque era comandante guerrillero y Jefe de las Tropas de La Habana designado por Fidel, provenía de la clase obrera como ayudante de una sastrería. Tal acontecimiento que después se repetiría en otros discursos de Fidel fue otro elemento subjetivo que fortaleció la confianza popular en su líder al constatar el pueblo su identificación con sus líderes acompañantes, lo cual da sentido de unidad en el liderazgo.

Pero la idea más cautivante expresada ese 8 de enero fue cuando hizo referencia a la relación del liderazgo con el pueblo, ese que ya desde su defensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, lo había definido y descrito con nitidez (35). En esta ocasión expresó como jefe militar:

“prefiero al pueblo que, a todas las columnas armadas juntas, les digo que lo primero que haré siempre, cuando vea en peligro la Revolución, es llamar al pueblo.  Porque hablándole al pueblo nos podemos ahorrar sangre; porque aquí, antes de tirar un tiro, hay que llamar mil veces al pueblo y hablarle al pueblo para que el pueblo, sin tiros, resuelva los problemas” (36).

Inmediatamente después de ese histórico discurso de Fidel, de la amplia movilización popular acompañante y de la repercusión ocasionada en la opinión pública nacional, el movimiento obrero organizado en el FONU convoca –al dia siguiente- a formar brigadas de trabajo voluntario para emprender la reconstrucción del país ante el abandono y el deterioro causado por la administración batistiana, y exhorta a mantener la férrea unidad necesaria de toda la clase obrera para llevar a cabo las transformaciones y consolidar la Revolución Cubana.

A partir de este mismo décimo día de enero la política exterior de EE. UU comenzó a prevenir y planear nuevas estrategias, comenzando por el cambio de su embajador en la Isla, Earl T. Smith, quien fue un furibundo protector de Batista y funcionario rechazado por las fuerzas revolucionarias y su gobierno fidelista. A su sucesor, Phillip W. Bonsal, le correspondería acrecentar las acciones para desestabilizar al Gobierno Revolucionario y dos años después, ser el último embajador estadounidense en Cuba debido al rompimiento de relaciones diplomáticas decidido por la Casa Blanca (37).       

Dado ese ejemplo rebelde para América Latina de independencia, autodeterminación y soberanía de la Revolución Cubana, el gobierno de EEUU confabulado con el dictador dominicano Leónidas Trujillo comienza a ejecutar un plan contrarrevolucionario para evitar que la ola de solidaridad con “los barbudos de la Sierra” se convirtiera en movimientos políticos exitosos en otros países de América Latina. Es así como desde las embajadas estadounidenses comienzan a impulsar y lograr en los siguientes años varios asesinatos políticos de figuras no aceptadas por EE. UU y golpes de Estado en diferentes países latinoamericanos de parte de altos oficiales formados en la Escuela de las Américas, siendo los más relevantes el de Argentina contra el presidente Arturo Frondizi en 1962, el de Brasil contra Joao Goulart y el de Bolivia contra Víctor Paz Estensoro, ambos en 1964.

Apuntes sobre los significados del triunfo de la Revolución Cubana

Después de sesenta años de aquellos acontecimientos fundacionales de la primera  revolución socialista en América Latina y el Caribe, pudieran definirse varios de los significados producidos por el triunfo de la Revolución Cubana, desde las perspectivas geográficas nacional, regional y global, y sobre la base de la filosofía de la emancipación que reconoce el papel de la subjetividad comprendida “como proceso concreto de construir significados” que “permite pensar que el proceso de construcción de significados concretos es el de construcción de configuraciones para la situación concreta a partir de los códigos de la cultura”, entendida esta “como códigos objetivados para dar sentido”(38). 

Para el pueblo cubano, el triunfo de su revolución significó un empoderamiento mayor para decidir su destino y trazar sus propios objetivos, al poder vencer a un gobierno represivo y criminal que se instauró con el golpe de Estado de 1952 y que en la historia anterior también había ejercido el poder para frenar cambios sociales demandados por el pueblo. Por ello fue también una esperanza de poder tener un gobierno popular, ansiado desde los años 30 y siempre frustrado por el dictador que precisamente acababa de ser derrotado.

En tal sentido, el triunfo del 1ro de enero constituyó una gran motivación nacional para elevar la autoestima e identidad rebelde y antiimperialista semejante a la de los independentistas que lucharon contra España. Tanto que las primeras concentraciones con Fidel, los campesinos llegaban a La Habana a caballo con el mismo tipo de ropa, machetes a la cintura y sombrero que el usado por los mambises (39).

Para las fuerzas revolucionarias de América Latina y El Caribe, el triunfo de la Revolución Cubana significó una muestra fehaciente de poder popular emancipador y de que se podía vencer a un ejército bien armado si el pueblo lograba unirse bajo un liderazgo motivador, talentoso y eficaz. También constituyó una confirmación del ideal revolucionario y de la vía armada para deponer gobiernos dictatoriales o altamente represivos de los que abundaban para esa época en América Latina, como los de la familia Somoza en Nicaragua, el de Maximiliano Hernández en El Salvador, Oswaldo López Arellano en Honduras, Ydigoras Fuentes o Peralta Azurdia en Guatemala, Lleras Camargo o León Valencia en Colombia, Julio Arosemena o Ramón Castro Jijón en Ecuador, Rómulo Betancourt en Venezuela, Víctor Paz Estenssoro en Bolivia, Arturo Frondizi, José María Guido o Juan Carlos Onganía en Argentina,  Castelo Branco en Brasil, Alfredo Stroessner en Paraguay, Marco Aurelio Robles en Panamá, Díaz Ordaz en México, Joaquín Balaguer en República Dominicana, entre otros. En muchos de estos países, en particular donde no había ni democracia representativa, proliferaron los proyectos guerrilleros o las rebeliones militares para la toma del poder como ocurrió en Panamá con el general Omar Torrijos, Bolivia con el general Juan José Torres o Perú con el general Velazco Alvarado pero solo en Nicaragua hasta 1979 fue que el Frente Sandinista de Liberación Nacional logró derrotar militarmente al ejército de la dictadura somocista.

No obstante, las fuerzas progresistas latinoamericanas y caribeñas, y de todo el mundo del sur se han mantenido durante sesenta años muy motivadas por seguir de cerca el desarrollo del proceso revolucionario cubano, y tomaron expresión de gobierno desde que Cuba en septiembre de 1961 compartió con otros 25 países la fundación del Movimiento de Países No Alineados mientras que en esta región se comenzó a romper -a mediados de los setenta- el aislamiento latinoamericano a Cuba ordenado desde la Casa Blanca por John F. Kennedy diez años atrás y que vino a expresarse con mayor fuerza durante el gobierno de Mel Zelaya, en la reunión de la OEA de Tegucigalpa, cuando la comunidad latinoamericana pidió a Cuba reingresar al organismo hemisférico. Pero quienes siempre mantuvieron su cercanía con la Revolución Cubana fueron los pueblos lo cual hoy tiene su significado en la avalancha de turistas de la región hacia Cuba o en el apoyo logrado por Cuba en la Asamblea General de la ONU para eliminar el bloqueo de EE. UU contra el pueblo cubano.

El triunfo de la Revolución Cubana tuvo un significado geopolítico y social para el mundo socialista de la época constituido por la URSS, República Popular China, República Democrática Alemana, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia, Albania, Vietnam del Norte, República Democrática de Corea, Mongolia, y también fue un ejemplo para muchos pueblos de África y Asia que luchaban contra el colonialismo o contra gobiernos represivos y dictatoriales.

En particular, Cuba revolucionaria fue el país indispensable para convertir al naciente movimiento afroasiático de Bandung, 1955, apoyado después por Yugoslavia, en el movimiento mundial de Países No Alineados, lo cual se concretó en las reuniones de 1960 en la ONU, con Fidel, de Ahmed Sukarno de Indonesia, Gamal Abdel Nasser de Egipto, Kwame Nkrumah de Ghana, Joseph Broz Tito de Yugoslavia y Jawaharlal Nehru de la India, los llamados Cinco Grandes de los No Alineados que representaban cada uno a regiones de poder estatal, ante todo, anticolonial y simpatizantes de la URSS (40). 

Al surgir Cuba con su revolución social antiimperialista desde su inicio y a noventa millas de EE.UU, ello significó un cambio de la correlación internacional de fuerzas entre el capitalismo y el socialismo, marcado por la posibilidad de una potencia mundial como la URSS y de un gobierno soberano como el de Cuba de entablar negociaciones mutuamente beneficiosas que garantizaran la defensa exitosa de la Isla ante la inminente agresión armada de EE.UU y la propia defensa de la URSS ante una agresión de la OTAN (41).

También, la victoria del 1ro de enero significó una confirmación del ideal antiimperialista y de la potencia propia que tienen los pueblos de vencer cuando tienen líder querido por el pueblo y se organizan las fuerzas nacionales para la defensa de la Patria. Ello abrió una posibilidad mayor de debilitar al sistema imperialista, participando Cuba en la liberación de pueblos del colonialismo y que se convirtió en realidad cuando el líder cubano apoyó de forma determinante la independencia y defensa de Angola (1975-1988) con la llamada Operación Carlota (42) y la independencia de Namibia (43) hasta su victoria final en 1990, así como la liberación de Nelson Mandela en 1990 quien tres años después se convirtió en el primer presidente negro de Suráfrica (44) y comenzó a desestructurar el sistema del apartheid.

La clarinada revolucionaria culminada el 1ro de enero en Cuba se constituyó en un faro o símbolo de libertad y antiimperialismo porque ninguno de los doce gobiernos de EE. UU pudo derrotar la Revolución Cubana que hoy presta asistencia técnica solidaria con más de 130 mil hombres y mujeres entre médicos, personal técnico y profesional de otras ramas, laborando arduamente en 76 países y ayudando a otros pueblos a ser más libres e independientes. Y año tras año muestra al mundo su hidalguía solidaria e internacionalista y la comunidad mundial la apoya en el sistema de ONU para que se elimine el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE. UU desde hace medio siglo contra el pueblo cubano que siempre está “en marcha con Fidel”.
wongmaestre@gmail.com

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