El Triunfo de la Revolución Cubana
Los primeros diez días de transformaciones
La revolución social en Cuba comenzó con el primer grito de
independencia el 10 de octubre de 1868 dado por quienes con identidad propia se
rebelaron contra el poder colonial despótico de España, y alcanzó una cima
crucial, a los noventa años, al finalizar 1958 con la ofensiva rebelde sobre La
Habana, centro del poder político, y la fuga hacia Santo Domingo, la madrugada
del 1ro de enero de 1959, del dictador Fulgencio Batista quien pretendió dejar
en reemplazo una junta militar como estrategia contrarrevolucionaria aprendida
en la tenebrosa Escuela de las Américas de EE.UU (1).
En ese proceso socioeconómico y político de transformaciones
que aún hoy prosigue, se puede identificar con nitidez, como han logrado
interpretarlo así los pueblos del mundo en los últimos sesenta años, “el
triunfo de la Revolución Cubana”, la que abrió en la isla caribeña “las grandes
alamedas” para que su pueblo tuviera, pudiera y ejerciera su poder de
transformación de las estructuras capitalistas comenzando, ante todo,
derrocando a la dictadura militar proimperialista e instaurando en todos los
espacios políticos de la Nación el poder popular liderado por el Comandante en
Jefe, Fidel Castro Ruz, quien con sus virtudes, talento y valentía supo y pudo
unir a las fuerzas antibatistianas organizadas en el Movimiento 26 de Julio(2),
el Partido Socialista Popular (3) y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo
(4), para poner fin al gobierno criminal que había asesinado -a seis años del golpe de Estado de 1952 (5)
y con la aprobación del gobierno estadounidense de Dwigth Eisenhower- a veinte mil jóvenes opuestos al régimen antidemocrático del
“batistato”(6).
A sesenta años de ese primer gran “triunfo de la Revolución
Cubana” su irredento pueblo, participativo y protagónico, hoy se apresta
–liderado por Raúl Castro, primer Secretario del Partido Comunista y Miguel
Díaz-Canel, Presidente de la República-
a realizar el próximo 24 de febrero (7) el referendo nacional sobre la
nueva Constitución (8) que ratifica el rumbo socialista y la dirección
revolucionaria del Partido Comunista de Cuba (9), el cual está formado por los
militantes que son elegidos, primeramente “Ejemplares” en asambleas abiertas de
trabajadores o estudiantes, y después de manifestar la voluntariedad de ingreso
y de un proceso integral de auscultación y verificación social, son aprobados
como militantes por los ya miembros de ese partido que laboran o estudian con
los aspirantes.
En las líneas anteriores se ha hecho referencia a lo que se
pueden considerar las claves del triunfo revolucionario que se inicia con la
alborada protagonizada por “los barbudos de la Sierra Maestra” y las fuerzas
clandestinas organizadas en cada barrio de las ciudades y pueblos, e incluso en muchos países de la
región y del vecino del norte desde donde se apoyó financiera y
comunicacionalmente al ejército fidelista de campesinos, obreros, profesionales
e intelectuales, surgido desde el 2 de diciembre de 1956 (10), y que a solo dos
años de formado derrotó militarmente al ejercito de la región mejor armado por
EE.UU para así conquistar el poder.
En resumen, son claves del triunfo, ante todo:
a) la unidad de acción y pensamiento estratégico de las tres
fuerzas revolucionarias M26-7, Directorio Revolucionario 13 de Marzo y PSP en
todos los espacios de ciudadanía (11)
contra la dictadura;
b) el reconocimiento popular, como líder, del joven abogado
Fidel Castro que desde la denuncia pública (12) contra Batista en 1952 y el
asalto al cuartel militar de Santiago de Cuba (13) comenzó a ser reconocido
como indiscutible dirigente de la revolución liberadora;
(c) el imaginario popular anti dictatorial logrado crear a
través de las luchas y del pensamiento revolucionario de Carlos Manuel de
Céspedes (14), José Martí (15), Julio Antonio Mella (16), Rubén Martínez
Villena (17), Pablo de la Torriente Brau (18) Antonio Guiteras (19), Jesús
Menéndez (20), Eduardo Chibás (21) y Fidel Castro (22), así como de sus fuentes
filosóficas como Félix Varela (23), Carlos Marx (24), Vladimir Lenin
(25),Fernando Ortiz (26), en torno y sustento de la identidad cubana, centrada
en la rebeldía contra los imperios que la sojuzguen o traten de oprimir;
d) La incapacidad del Estado proimperialista y de su mentor
del norte de derrotar a las fuerzas guerrilleras de las montañas y clandestinas
de las ciudades bajo el mando de la dirección colectiva de la Sierra Maestra
liderada por Fidel; y
e) las capacidades de transformación integrativas enfocada
al socialismo comenzada a desarrollar por el Ejército Rebelde en las montañas
orientales (27) e impulsada por el Estado y Gobierno Revolucionario desde que
la alborada se hizo luz plena, en la mañana del nuevo año 1959 para crear una
base de legitimidad revolucionaria, de estabilidad política y de construcción
colectiva de nuevas expectativas emancipadoras.
Cinco claves que son síntesis de muchos otros componentes a
desarrollarse más por la nueva época, iniciada ese magnánimo y maravilloso primero
de enero cuando la población habanera despertó con las cornetas de los carros y
los gritos de “se fue Batista”, “ganó Fidel”, “ganaron los barbudos”, “viva la
revolución”, y también con la esperanza renovada de justicia revolucionaria
ante un poder opresor y entreguista de las riquezas cubanas a los monopolios
estadounidenses (28).
Diez primeros días estremeciendo estructuras
Los primeros diez días de enero marcarían sustancialmente el
nuevo rumbo social tomado por Cuba y la nueva conciencia surgida en el pueblo,
ante todo con la libertad de opinión de expresarla públicamente, sin el miedo a
ser detenido, apaleado o asesinado por los esbirros del batistato, y la
libertad para destruir, desde las primeras horas del 1ro de enero, toda la
simbología de la tiranía, como fueron los carteles en toda la ciudad con el
nombre del dictador, los parquímetros impuestos por su gobierno o las máquinas
de juego que esquilmaban al trabajador. Esa fue la primera transformación
subjetiva manifestada desde el primero de enero y a ella le seguirían los
cambios de estructuras de poder.
En efecto, la primera indispensable fue la ocupación
revolucionaria –en los primeros tres días- de los espacios de poder como fueron
las estaciones de policía y cárceles donde se torturaban diariamente a jóvenes
sospechosos de ser colaboradores de los “Mau Mau” (29) como despectivamente
denominaba la prensa de la oligarquía a los guerrilleros de la Sierra Maestra.
También las células del M26-7, del PSP o del movimiento 13 de marzo ocuparon
los ministerios, instituciones públicas y cuarteles militares de las ciudades y
campos. En estos últimos se destacaron los cuarteles Moncada de Santiago de
Cuba ocupado por la columna guerrillera dirigida por Raúl Castro, el de
Columbia ocupado militarmente por tropas rebeldes dirigidas por el Comandante
Camilo Cienfuegos y el cuartel de La Cabaña, ambos en La Habana, el que una vez
controlado por los pelotones del comandante Che Guevara, sirvió de su puesto de
mando.
Con el control de los órganos represivos fueron puestos en
libertad, de las cárceles del Castillo del Príncipe de La Habana y del llamado
Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) decenas de
revolucionarios, algunos de ellos expedicionarios del Granma, como Jesús
Montané, y otros profesionales como Armando Hart y Lionel Soto, que luego
tuvieron altos cargos en el Gobierno Revolucionario. Tanto la prensa privada
como la revolucionaria recién nacida pública, dieron cuenta de todo con plena
libertad.
De inmediato, al control de los espacios institucionales le
siguieron los nuevos nombramientos de autoridades bajo la consigna lanzada por
Fidel desde la oriental ciudad de Santiago de Cuba: “Esta vez, por fortuna para
Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder”, toda una simbología expresiva
de las anteriores frustraciones, como cuando la revolución del 30 “se fue
abolina” (30).
En la misma noche del día 1ro, el mando de la Revolución
proclama Presidente Provisional de la República al Dr. Manuel Urrutia Lleó, tal
y como lo había decidido desde meses antes en razón de ser un profesional de
honor demostrado en el juicio de 1953 a Fidel por el asalto al Cuartel Moncada
(31).
Es interesante recordar que al segundo día del triunfo se
vivió, por una parte, una paralización total del país debido a la convocatoria
a huelga general que hace el Frente Obrero Nacional Unido (Fonu) siguiendo el
llamado de Fidel para evitar el escamoteo del poder que buscaba la Junta
Militar dirigida por el también general golpista Eulogio Cantillo y apoyada por
la embajada estadounidense, mientras que por parte de la dirección
revolucionaria se decide tomar el Palacio Presidencial, la Universidad de La Habana
y la base militar aérea de San Antonio de los Baños. Con ese llamado y la
respuesta tajante del pueblo se iniciaba con mayor fuerza una relación estrecha
entre el máximo líder y la masa crítica del pueblo que comenzó a extender y
profundizar las transformaciones revolucionarias.
En materia comunicacional, la primera decisión significativa
en el panorama político por su poder de conducción-ejecución unida y persuasión
fue publicar el 3 de enero el 1er número del órgano oficial del M26-7,
“Revolución”, que años más tarde adoptaría el nombre de Granma y el 6 de enero
el periódico “Hoy” del Partido Comunista. Adquirir el periódico Revolución o el
diario Hoy significaba para el pueblo estar informados y alertados de la marcha
del proceso de cambios, sus tareas primordiales y de las amenazas que ponían en
peligro al poder revolucionario.
El mismo día 3 el Gobierno Provisional Revolucionario se
ubica en la biblioteca de la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba y es
allí donde jura el primer Gabinete revolucionario en el cual Fidel Castro es
designado por el presidente Urrutia como Comandante en Jefe de las Fuerzas de
Tierra, Mar y Aire, y desde donde, como gobierno nacional, comienza a
impartirse órdenes ejecutivas, entre ellas el decreto de aprobación de la Ley
Fundamental del Estado Cubano (32), la cual recoge los principales postulados
constitucionales de 1940 así como la disolución del Congreso y la finalización
de los poderes de gobernadores, alcaldes y concejales. Las estructuras
político-jurídicas capitalistas comienzan a cambiar y el pueblo advierte la
veracidad de los discursos de Fidel y de los líderes revolucionarios, sobre
todo cuando la prensa informa, tan pronto como el día 5 de enero, que se habían
apresado cuatrocientos oficiales sanguinarios y más de mil colaboradores
batistianos acusados de criminales, soplones o torturadores, es decir, los
paramilitares de esa época.
En el plano exterior, valga recordar que el primer gobierno
en reconocer al Gobierno Revolucionario de Cuba es el de Venezuela el día 6 de
enero. Ese gobierno había surgido de una época revolucionaria y de
negociaciones en las cúpulas dominantes venezolanas pero que debía guardar
apariencias revolucionarias hasta consolidarse para poder excluir
definitivamente del poder del Estado y gobierno a las fuerzas radicales
incluidas en la Junta Patriótica anti dictatorial, lo cual ocurrió con el
llamado Pacto de Punto Fijo (33) del 31 de octubre de 1958 firmado por partidos
de tendencia predominante anticomunista.
En el reconocimiento al nuevo Gobierno de Cuba le siguieron
los gobiernos de catorce países latinoamericanos, el de los Estados Unidos, el
de la República Árabe Unida (Egipto-Siria) y de otros países europeos y
asiáticos.
Pero ya desde esos días las acostumbradas declaraciones
injerencistas de los gobernantes estadounidenses comenzaron a causar
necesidades de reafirmación soberanas dado el incipiente desenlace en los más
altos poderes del Estado y el mismo día 6 de enero en una entrevista de prensa
el máximo líder cubano, Fidel Castro calificó de “innecesaria” e “intolerable”
la presencia de una misión militar de EE.UU en Cuba, sobre todo por el papel
desempeñado antes por el funcionario Summer Welles (34) en el desenlace fatal
de la revolución del 30.
Mientras ello ocurría en las relaciones internacionales,
veinticuatro horas después, el recién creado Consejo de Ministros decide
acordar una primera reforma de la Constitución de 1940 considerada como la más
avanzada pero obstaculizadora de los cambios necesarios en los poderes
judicial, fiscal, electoral y financiero. Ello permitió congelar todas las
operaciones bancarias de personeros de Batista y de sus colaboradores con el
fin de evitar fraudes a la Nación y al mismo tiempo comenzar a depurar los
poderes del Estado, siempre bajo el control y liderazgo del Comandante en Jefe
quien el día 8 de enero entra victorioso en La Habana acompañado de cientos de
miles de cubanas y cubanos que le rinden homenaje por todo el recorrido desde
Santiago de Cuba, “Cuna de la Revolución”, hasta el principal cuartel militar
de la capital cubana que desde días atrás estaba comandado por Camilo
Cienfuegos y estaba inundado de pueblo vitoreante y de “barbudos” armados.
La nota especial de esa jornada revolucionaria la escribió
Fidel con su paradigmático discurso transformador y enfocado al socialismo,
pero sin mencionarlo lo cual puede constatarse en los objetivos expuestos, sus
estrategias y en las alertas antimperialistas que revela a la Nación en un acto
que fue transmitido por radio y televisión a todo el pueblo. Fue allí donde el
significante discursivo de modestia y humildad de Fidel comenzó a causar
emociones y reflexiones sobre aquella famosa frase pregunta hecha por el líder
¿Voy bien Camilo? lanzada en un momento fundacional revolucionario y por
primera vez ante una concentración de pueblo expectante. Fue sugestiva porque
Fidel era ya un destacado abogado y Comandante en Jefe de todas las fuerzas y
Camilo, aunque era comandante guerrillero y Jefe de las Tropas de La Habana
designado por Fidel, provenía de la clase obrera como ayudante de una
sastrería. Tal acontecimiento que después se repetiría en otros discursos de
Fidel fue otro elemento subjetivo que fortaleció la confianza popular en su
líder al constatar el pueblo su identificación con sus líderes acompañantes, lo
cual da sentido de unidad en el liderazgo.
Pero la idea más cautivante expresada ese 8 de enero fue
cuando hizo referencia a la relación del liderazgo con el pueblo, ese que ya
desde su defensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, lo había
definido y descrito con nitidez (35). En esta ocasión expresó como jefe
militar:
“prefiero al pueblo que, a todas las columnas armadas
juntas, les digo que lo primero que haré siempre, cuando vea en peligro la
Revolución, es llamar al pueblo. Porque
hablándole al pueblo nos podemos ahorrar sangre; porque aquí, antes de tirar un
tiro, hay que llamar mil veces al pueblo y hablarle al pueblo para que el
pueblo, sin tiros, resuelva los problemas” (36).
Inmediatamente después de ese histórico discurso de Fidel,
de la amplia movilización popular acompañante y de la repercusión ocasionada en
la opinión pública nacional, el movimiento obrero organizado en el FONU convoca
–al dia siguiente- a formar brigadas de trabajo voluntario para emprender la
reconstrucción del país ante el abandono y el deterioro causado por la
administración batistiana, y exhorta a mantener la férrea unidad necesaria de
toda la clase obrera para llevar a cabo las transformaciones y consolidar la
Revolución Cubana.
A partir de este mismo décimo día de enero la política
exterior de EE. UU comenzó a prevenir y planear nuevas estrategias, comenzando
por el cambio de su embajador en la Isla, Earl T. Smith, quien fue un furibundo
protector de Batista y funcionario rechazado por las fuerzas revolucionarias y
su gobierno fidelista. A su sucesor, Phillip W. Bonsal, le correspondería
acrecentar las acciones para desestabilizar al Gobierno Revolucionario y dos
años después, ser el último embajador estadounidense en Cuba debido al
rompimiento de relaciones diplomáticas decidido por la Casa Blanca (37).
Dado ese ejemplo rebelde para América Latina de
independencia, autodeterminación y soberanía de la Revolución Cubana, el
gobierno de EEUU confabulado con el dictador dominicano Leónidas Trujillo
comienza a ejecutar un plan contrarrevolucionario para evitar que la ola de
solidaridad con “los barbudos de la Sierra” se convirtiera en movimientos
políticos exitosos en otros países de América Latina. Es así como desde las
embajadas estadounidenses comienzan a impulsar y lograr en los siguientes años
varios asesinatos políticos de figuras no aceptadas por EE. UU y golpes de
Estado en diferentes países latinoamericanos de parte de altos oficiales
formados en la Escuela de las Américas, siendo los más relevantes el de
Argentina contra el presidente Arturo Frondizi en 1962, el de Brasil contra
Joao Goulart y el de Bolivia contra Víctor Paz Estensoro, ambos en 1964.
Apuntes sobre los significados del triunfo de la Revolución
Cubana
Después de sesenta años de aquellos acontecimientos
fundacionales de la primera revolución
socialista en América Latina y el Caribe, pudieran definirse varios de los
significados producidos por el triunfo de la Revolución Cubana, desde las perspectivas
geográficas nacional, regional y global, y sobre la base de la filosofía de la
emancipación que reconoce el papel de la subjetividad comprendida “como proceso
concreto de construir significados” que “permite pensar que el proceso de
construcción de significados concretos es el de construcción de configuraciones
para la situación concreta a partir de los códigos de la cultura”, entendida
esta “como códigos objetivados para dar sentido”(38).
Para el pueblo cubano, el triunfo de su revolución significó
un empoderamiento mayor para decidir su destino y trazar sus propios objetivos,
al poder vencer a un gobierno represivo y criminal que se instauró con el golpe
de Estado de 1952 y que en la historia anterior también había ejercido el poder
para frenar cambios sociales demandados por el pueblo. Por ello fue también una
esperanza de poder tener un gobierno popular, ansiado desde los años 30 y
siempre frustrado por el dictador que precisamente acababa de ser derrotado.
En tal sentido, el triunfo del 1ro de enero constituyó una
gran motivación nacional para elevar la autoestima e identidad rebelde y
antiimperialista semejante a la de los independentistas que lucharon contra
España. Tanto que las primeras concentraciones con Fidel, los campesinos
llegaban a La Habana a caballo con el mismo tipo de ropa, machetes a la cintura
y sombrero que el usado por los mambises (39).
Para las fuerzas revolucionarias de América Latina y El
Caribe, el triunfo de la Revolución Cubana significó una muestra fehaciente de
poder popular emancipador y de que se podía vencer a un ejército bien armado si
el pueblo lograba unirse bajo un liderazgo motivador, talentoso y eficaz.
También constituyó una confirmación del ideal revolucionario y de la vía armada
para deponer gobiernos dictatoriales o altamente represivos de los que
abundaban para esa época en América Latina, como los de la familia Somoza en
Nicaragua, el de Maximiliano Hernández en El Salvador, Oswaldo López Arellano
en Honduras, Ydigoras Fuentes o Peralta Azurdia en Guatemala, Lleras Camargo o
León Valencia en Colombia, Julio Arosemena o Ramón Castro Jijón en Ecuador,
Rómulo Betancourt en Venezuela, Víctor Paz Estenssoro en Bolivia, Arturo
Frondizi, José María Guido o Juan Carlos Onganía en Argentina, Castelo Branco en Brasil, Alfredo Stroessner
en Paraguay, Marco Aurelio Robles en Panamá, Díaz Ordaz en México, Joaquín
Balaguer en República Dominicana, entre otros. En muchos de estos países, en
particular donde no había ni democracia representativa, proliferaron los
proyectos guerrilleros o las rebeliones militares para la toma del poder como
ocurrió en Panamá con el general Omar Torrijos, Bolivia con el general Juan
José Torres o Perú con el general Velazco Alvarado pero solo en Nicaragua hasta
1979 fue que el Frente Sandinista de Liberación Nacional logró derrotar
militarmente al ejército de la dictadura somocista.
No obstante, las fuerzas progresistas latinoamericanas y
caribeñas, y de todo el mundo del sur se han mantenido durante sesenta años muy
motivadas por seguir de cerca el desarrollo del proceso revolucionario cubano,
y tomaron expresión de gobierno desde que Cuba en septiembre de 1961 compartió
con otros 25 países la fundación del Movimiento de Países No Alineados mientras
que en esta región se comenzó a romper -a mediados de los setenta- el
aislamiento latinoamericano a Cuba ordenado desde la Casa Blanca por John F.
Kennedy diez años atrás y que vino a expresarse con mayor fuerza durante el
gobierno de Mel Zelaya, en la reunión de la OEA de Tegucigalpa, cuando la
comunidad latinoamericana pidió a Cuba reingresar al organismo hemisférico.
Pero quienes siempre mantuvieron su cercanía con la Revolución Cubana fueron
los pueblos lo cual hoy tiene su significado en la avalancha de turistas de la
región hacia Cuba o en el apoyo logrado por Cuba en la Asamblea General de la
ONU para eliminar el bloqueo de EE. UU contra el pueblo cubano.
El triunfo de la Revolución Cubana tuvo un significado
geopolítico y social para el mundo socialista de la época constituido por la
URSS, República Popular China, República Democrática Alemana, Hungría, Polonia,
Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia, Albania, Vietnam del Norte,
República Democrática de Corea, Mongolia, y también fue un ejemplo para muchos
pueblos de África y Asia que luchaban contra el colonialismo o contra gobiernos
represivos y dictatoriales.
En particular, Cuba revolucionaria fue el país indispensable
para convertir al naciente movimiento afroasiático de Bandung, 1955, apoyado
después por Yugoslavia, en el movimiento mundial de Países No Alineados, lo
cual se concretó en las reuniones de 1960 en la ONU, con Fidel, de Ahmed
Sukarno de Indonesia, Gamal Abdel Nasser de Egipto, Kwame Nkrumah de Ghana, Joseph
Broz Tito de Yugoslavia y Jawaharlal Nehru de la India, los llamados Cinco
Grandes de los No Alineados que representaban cada uno a regiones de poder
estatal, ante todo, anticolonial y simpatizantes de la URSS (40).
Al surgir Cuba con su revolución social antiimperialista
desde su inicio y a noventa millas de EE.UU, ello significó un cambio de la
correlación internacional de fuerzas entre el capitalismo y el socialismo,
marcado por la posibilidad de una potencia mundial como la URSS y de un gobierno
soberano como el de Cuba de entablar negociaciones mutuamente beneficiosas que
garantizaran la defensa exitosa de la Isla ante la inminente agresión armada de
EE.UU y la propia defensa de la URSS ante una agresión de la OTAN (41).
También, la victoria del 1ro de enero significó una
confirmación del ideal antiimperialista y de la potencia propia que tienen los
pueblos de vencer cuando tienen líder querido por el pueblo y se organizan las
fuerzas nacionales para la defensa de la Patria. Ello abrió una posibilidad
mayor de debilitar al sistema imperialista, participando Cuba en la liberación
de pueblos del colonialismo y que se convirtió en realidad cuando el líder
cubano apoyó de forma determinante la independencia y defensa de Angola
(1975-1988) con la llamada Operación Carlota (42) y la independencia de Namibia
(43) hasta su victoria final en 1990, así como la liberación de Nelson Mandela
en 1990 quien tres años después se convirtió en el primer presidente negro de
Suráfrica (44) y comenzó a desestructurar el sistema del apartheid.
La clarinada revolucionaria culminada el 1ro de enero en
Cuba se constituyó en un faro o símbolo de libertad y antiimperialismo porque
ninguno de los doce gobiernos de EE. UU pudo derrotar la Revolución Cubana que
hoy presta asistencia técnica solidaria con más de 130 mil hombres y mujeres
entre médicos, personal técnico y profesional de otras ramas, laborando
arduamente en 76 países y ayudando a otros pueblos a ser más libres e
independientes. Y año tras año muestra al mundo su hidalguía solidaria e
internacionalista y la comunidad mundial la apoya en el sistema de ONU para que
se elimine el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE. UU
desde hace medio siglo contra el pueblo cubano que siempre está “en marcha con
Fidel”.
wongmaestre@gmail.com
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