Por Juan Pablo Cárdenas S.:
En el fracaso de las políticas neoliberales que vienen
pronunciando las brechas de la inequidad tanto en Chile como en otros países,
la derecha se ha ido quedando sin su tradicional discurso y debe recurrir a
todo tipo de estratagemas electorales para conservar su vigencia y acceso al
poder político. Pero ya se ve que hasta en naciones como Francia la protesta
social se eleva y radicaliza, mientras que en México asume un presidente de izquierda
respaldado por un inmenso caudal de votos, en la promesa de cambiar el sistema
institucional y económico de esta nación.
En nuestro país, la hecatombe vivida por la Concertación y
la Nueva Mayoría (la autodenominada centro izquierda) se explica fundamentalmente
en la renuencia de sus gobiernos a alterar el modelo político económico y
social heredado por la Dictadura, en su encantamiento por la democracia
protegida y una estrategia de
crecimiento que hace a los ricos más ricos y a los pobres los obliga a esperar
o a renunciar definitivamente a sus justas demandas.
Por cierto, que el nuevo gobierno de Sebastián Piñera se
explica en la pobre gestión de Michelle Bachelet, en el desencanto ciudadano y
en el millonario gasto electoral que siempre resulta muy efectivo cuando se
trata de reunir los sufragios de la población más inculta, menos reflexiva y
más abrumada por el discurso del miedo,
bien propagado por los grandes medios de comunicación y la demagogia
política.
Es cuestión de ver la televisión y analizar la orientación
ideológica de nuestra prensa para comprobar cómo se asusta a diario a los
chilenos con la posibilidad de que la delincuencia común y el “caos” de
inconformismo social puedan amenazar sus modestos bienes, su inestable fuente
laboral y precarias remuneraciones. Aunque la inmensa mayoría del país sabe,
por ejemplo, que nuestro sistema
previsional es injusto y que las AFPs se roban sus ahorros, hasta hay quienes
creen que la situación podría ser todavía peor si el Estado le pusiera freno a
la especulación de las cuatro o cinco empresas hacen con los fondos aportados
por los trabajadores para alcanzar una digna pensión de retiro.
De esta forma, cuando se advierte que los que jubilen en los
próximos años no recibirán una pensión promedio que supere los doscientos o
trescientos mil pesos mensuales, todavía se teme que los multimillonarios
fondos administrados por estas entidades pudieran serles arrebatados y las
pensiones que reciban sean peores que las actuales. Aunque casi todos concuerden
y hasta salen a las calles convocados por No+AFP, se sigue dudando de que el
sistema de reparto y la regulación del Estado pudiera ponerle fin a escandaloso
fraude previsional. Sin observar las onerosas pensiones que reciben los
jubilados de las Fuerzas Armadas y policiales que continuaron con el sistema
antiguo y solidario, previendo
certeramente que la Reforma Previsional impulsada por la Dictadura y mantenida
por sus sucesores en La Moneda solo le acarrearía beneficios a las actuales
administradoras de sus cotizaciones.
Por otro lado, la realidad de los cotidianos asaltos que
sufren los transeúntes, automovilistas y los millones de habitantes en sus
propias viviendas lleva a muchos a preferir un gobierno que promete acrecentar
más la represión policial, cuando ya resulta innegable que buena parte de las
bandas delictuales están integradas por los propios policías o protegidas por
éstos. Cuando, incluso, los trágicos sucesos de la Araucanía tienen como
hechores intelectuales y materiales a los propios carabineros instruidos para
defender los privilegios de los poderosos empresarios de la zona y no los
derechos de los comuneros mapuches. Aleccionados por sus superiores, como ahora
se sabe, para entregar versiones falsas y eliminar evidencias ante el Ministerio
Público y los jueces, a propósito del
homicidio de un nuevo joven de esta etnia de manos de un comando altamente
militarizado dispuesto por las autoridades para acosar y acribillar a quienes
luchan por sus derechos ancestrales.
Desde hace mucho tiempo existe la presunción fundada,
también, que desde las” fuerzas del orden” se organizan y amparan las acciones
de los encapuchados que irrumpen en las protestas callejeras con la misión de
desacreditar las justas demandas sociales, sembrando el caos vial, destruyendo
locales comerciales y causando toda suerte de desmanes. Pero lamentablemente,
hay muchos chilenos que no quieren asumir esta realidad y terminan avalando que
el presupuesto fiscal le otorgue más recursos a los represores. Los mismos que
le dotan a la prensa abyecta del sistema aquellas impactantes imágenes y
caprichosas versiones sobre lo que pasa en estas movilizaciones que, por lo
general, se proponen ser pacíficas y bien acogidas por la población.
Desde antiguo la derecha siempre ha sido muy diestra en
administrar el miedo de la población, en propiciar los gobiernos “duros” y las
legislaciones más estrictas para combatir a los que quieren en justicia
subvertir el orden vigente, clamando justicia social. Por lo mismo es que los
militares y policías son siempre instrumentos tan propicios en su desempeño
político y carrera política de los grandes delincuentes de cuello y corbata que
vienen ahora imponiéndose varios de nuestros países, protegidos por las propias
leyes que se dictan a fin de coludirse, estafar a los consumidores y resultar
finalmente impunes en los Tribunales. Es el común denominador de los Piñera, de
los Macri y de los Bolsonaro con su enriquecimiento ilícito, sus discursos
populistas y destinados a obtener el apoyo de los más ignorantes e irreflexivos
que abundan en países como los nuestros en que la educación no es democrática.
Por esto, la existencia de la delincuencia común y del narcotráfico que asolan
a nuestras poblaciones son las grandes aliadas electorales de la derecha y su cínica
promesa de combatirlas.
Por cierto que es contrario al ideario derechista la equidad
social, el respeto de los Derechos Humanos y el acceso colectivo a la salud o a
un salario justo. El régimen capitalista solo aspira a la obtención de mano de
obra barata y recursos naturales para dotar de utilidades lucrativas al capital
nacional y foráneo. Así sea, también, estresando a nuestro medio ambiente y
agotando nuestras reservas; con un desprecio absoluto por fenómenos como el del
calentamiento global. Qué duda cabe que nuestro actual gobierno cuando propicia
el desarrollo de recursos energéticos limpios, ciertamente no está motivado por
garantizarle a los chilenos un medio ambiente sano, sino por la posibilidad de
desarrollar buenos negocios a propósito de las favorables condiciones que
ofrecen, en este sentido, nuestro
territorio y diversidad climática.
Por esto es que la principal corrupción de quienes se decían
demócratas o izquierdistas es haberse “reciclado” ideológicamente para adoptar
los disvalores de la derecha, de la sociedad de consumo y la programada
desigualdad social. Una descomposición moral que los ha llevado a perpetuar la
constitución de Pinochet por cerca de tres décadas, mantener las graves
asimetrías en los sistemas de salud y a rendirse a las presiones del mundo
castrense, insaciables en su carrera armamentista como, ahora, en sus
operaciones fraudulentas.
Es obvio que en esta degradación han influido mucho los
sobornos y el cohecho propiciados por el alto mundo empresarial a la hora de
legislar y financiar el oneroso gasto electoral. Cuando hoy es la propaganda y
no la idea la que manda y marca los escrutinios .O son los temores y no las
justas vindicaciones las que modelan las actitudes de quienes todavía concurren
a sufragar, en un continente que crecientemente pierde la esperanza en la
política. Cuando los partidos se han hecho meramente “instrumentales”, como se
ha dicho y se repite, escupiendo la memoria de los grandes referentes
libertarios que incluso dieron la vida por un objetivo hoy casi impronunciable
como el de la “justicia social”. Cuando la “democracia” es un término
universalmente vacío y en boca de los más tenebrosos gobernantes de todo el
mundo. Así como la palabra el socialismo enrojece la cara de quienes nos
cogobiernan con la derecha. En Chile y en otros países.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
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