Por Carolina Vásquez Araya:
Los gobernantes necesitan acallar las voces y aplican todo
su poder para lograrlo.
Las estratagemas de los círculos de poder de corte fascista
pasan por encima de los derechos civiles, aplastan los textos constitucionales,
rompen el delicado tejido de los valores humanos y terminan por transformar a
las sociedades en enormes masas de seres temerosos del abuso y de la violencia
institucionalizada. Al final, ante ese ambiente de incertidumbre las sociedades
terminan por aceptar un nuevo estado de cosas en donde su voz no incide. Las
dictadoras de hoy tienen un efecto psicológico abrumador, pero sobre todo un
efecto letal en la confianza respecto de los sistemas democráticos.
¿En qué momento y cómo se ha debilitado la voz del pueblo?
¿Cómo se ha permitido semejante nivel de amedrentamiento contra sociedades
cuyos objetivos parecen estar enfocados en las libertades ciudadanas? En esta
lucha por los derechos humanos es fácil observar cómo se empiezan a producir
ciertas defecciones; por ejemplo, políticos cuyo discurso se va transformando
paulatinamente en una oda al odio mediante el cual modifican la percepción
ciudadana sobre las posibles soluciones a sus problemas de supervivencia.
Luego, a esta ciudadanía desinformada y hábilmente manipulada se la califica de
“facho pobre” sin escarbar en las profundas causas que la han llevado a ceder
ante semejante atado de mentiras.
En esta ruta van cayendo una tras otra las propuestas de
corte social, bajo la misma etiqueta utilizada con profusión durante la Guerra
Fría. Es decir, las políticas públicas dirigidas hacia una mayor inclusión de
las mayorías en decisiones de Estado, mejores presupuestos para los rubros
esenciales como salud, vivienda, educación, alimentación y cultura, mayor
participación de las comunidades en decisiones sobre proyectos de explotación
de recursos y, sobre todo ello, una presencia más activa de las mujeres en la
vida institucional y política, son vistos como retrocesos por los sectores más
poderosos.
El fascismo crudo y sin disimulos enquistado en cada vez más
países debería llamar a reflexionar sobre los motivos de semejante caída de los
derechos ciudadanos. Es imperativo preguntarse por qué las sociedades están
cayendo en la búsqueda de sistemas represivos y abiertamente discriminatorios,
porque quizá ahí se encuentre la respuesta para identificar el punto de quiebre
que ha llevado a las sociedades a perseguir una vía de violencia y odio, de
enriquecimiento para unos y miseria para todos los demás.
En esta ruta demencial las primeras víctimas son el estado
de Derecho y la justicia. A partir de ese punto, cuando estos regímenes se
consolidan gracias a sus métodos represivos, vuelven su mirada hacia los
sectores más débiles en términos de derechos y los anulan. Es así como el papel
de las mujeres en los círculos políticos e intelectuales se empieza a estrechar
hasta casi desaparecer, consolidándose de ese modo el viejo patrón patriarcal,
para cuya supervivencia es esencial imponer un sistema de dominio y sumisión
sobre la mayoría de la población. En ese mismo sentido, la niñez y la juventud
son consideradas los viveros desde donde resulta fácil reproducir una ideología
afín a las pretensiones de imponer y eternizar el sistema dominante.
La información y, por ende, la educación y la cultura son
los peores enemigos del fascismo. El control de los medios, la censura sobre
libros y cualquier medio de difusión de las ideas se convierte en una prioridad
para estos enemigos mortales de la inteligencia y de las sociedades libres.
Nuestros países ya han vivido esos infiernos y ven con horror cómo hoy regresan
esos viejos fantasmas.
elquintopatio@gmail.com
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