Por Jorge Aniceto Molinari.:
La senadora Verónica Alonso destapó la olla: “Debemos
analizar la posibilidad de que la edad jubilatoria vaya a 65 años, el déficit
de la seguridad social es a la larga insostenible”. Puede no ser textual, si el
concepto. A partir de allí hemos escuchado y leído de todo. Ramón Ruiz delegado
de los trabajadores en el Directorio del Banco de Previsión Social, remarcó la
necesidad de analizar todas las variables y no alguna por separado, de todos
modos puso énfasis en lo que llamó una incorrección, lo que fue una medida
propuesta en su momento por el Ministro Astori, llevando los aportes patronales
del 15% al 7,5% del salario. Recordemos que la justificación a esta medida como
lo de no acentuar los impuestos sobre el capital tienen explicación en el
objetivo de facilitar una política de inversiones que cree puestos de trabajo.
En el mismo sentido que Ruiz la Central Sindical el PIT-CNT,
volvió a remarcar la necesidad de más aportes patronales, tanto en el tema
previsional como directamente a Rentas Generales para el Presupuesto General de
la nación. Es cierto que la Central Sindical ha estado omisa en su capacidad de
analizar el sistema impositivo que rige en el país, y cuando lo han hecho, sus
observaciones parecen hechas más que para integrar un programa a justificar su
estado crítico sin ir al fondo del asunto.
Es una verdad de Perogrullo pero conviene repetirla porque
muchas veces parece como que se ignorara: todo aumento en el costo de la cadena
productiva se carga al producto, a la mercancía, e inmediatamente el
capitalista mide las consecuencias de ella en la rentabilidad, y cuando ella
cae llega para él el momento de cambiar el rumbo. No precisa que recuerde aquí
cada una de las veces que eso ha
sucedido o está sucediendo. Es además una regla sin la cual el capitalismo no
podría funcionar.
Entonces que piensan políticamente quienes tienen
responsabilidades de dirección sindical en estas circunstancias. Se insiste o
se cambia el rumbo. Algunas veces incluso hemos oído que se debe hacer cargo el
Estado de lo que no funcione por estas circunstancias y de lo nuevo, para
generar puestos de trabajo o conservar los existentes.
Esto en el mundo ya no tiene teoría que lo avale; el último
“teórico” fue Stalin y poco o nada pudo aportar, a no ser el haber dejado una profunda
confusión en la izquierda y una injustificada resistencia a volver a los textos
de los maestros, y en nuestro Uruguay a las enseñanzas de José Batlle y
Ordoñez. Cada uno en su momento apoyados en el rol del Estado, con funciones
coyunturales de empresario, pero advirtiendo de la necesidad de defenderse del
estatismo y de la función coyuntural de su rol empresarial.
La seguridad social, la previsión social luego, nacieron
como el resultado de duras luchas sociales en que la explotación capitalista se
hacía sentir. Aún en estas etapas de pleno desarrollo capitalista, era tal la
competencia y la avidez por la plusvalía y su reinversión que la atmosfera de
confrontación llegó a preocupar a quienes tenían la responsabilidad de la
conducción de los Estados aún en su función de comando gerencial del
capitalismo. La revolución no se iba a hacer esperar, y para prevenirla el
sacar de la rueda de la acumulación capitalista el monto necesario para
construir un almohadón frente a los problemas sociales, pareció – no sin
resistencias- saludable a todos.
Tal vez es en ese clima donde mejor se pueda entender lo que
pensaba Marx sobre la dictadura de la burguesía y la dictadura del
proletariado.
El aporte patronal nunca fue una iniciativa personal del
capitalista, sino una necesidad de su propio desarrollo impuesta por el propio
curso de los acontecimientos. El burgués no renuncia a ser capitalista, hace el
cálculo político, renuncia conscientemente a la velocidad en que concentra sus
recursos para la competencia.
El problema es que hoy el marco de las inversiones y su
rentabilidad no es un país, es el mundo. Las reglas entonces son claras y las
consecuencias también. Los sistemas nacionales de seguridad social están
condenados en el tiempo a ser deficitarios e insostenibles, dentro de la forma
actual en que su proceso de capitalización se desenvuelve.
Alonso destapó la olla, e hizo una propuesta absolutamente
insuficiente frente a tamaña problemática.
Restablecer el funcionamiento capitalista clásico, es como
pretender a mis casi 80 años, volver a ser joven, se trata entonces de entender
que los aportes patronales clásicos ya no van a volver y de lo que tenemos que
hablar es de cómo encarar una problemática cada vez más acuciante desde el
punto de vista social y humano.
Queda claro –al menos para mí- que hay que eliminar los
impuestos al consumo, a los salarios y a las pensiones e ir al impuesto sobre
la circulación del dinero. Que lo recaudado atienda directamente con una
administración social –en lo posible no estatal- las necesidades de la salud,
de la enseñanza, y del trabajo. Trabajo este que debería ser obligatorio para
todos, así como obligatoria la preparación para el mismo. Tamaña tarea necesita
de un encare ecuménico y los Estados pueden aportar en la medida que sus
propias estructuras no se conviertan en una traba.
¿Estamos soñando? No, estamos dando ideas frente a una
realidad dramática que va llevando al mundo a un estado de crisis insostenible,
donde la muerte en paz de la predominancia del modo de producción capitalista
necesita que se pare la guerra y empiece a primar la paz.
Es esta nueva realidad que debemos construir que el mundo
podrá hacer realidad obras de bien común que hoy al capitalismo como sistema
predominante ya no le son rentables y la humanidad necesita para seguir su
avance. No estamos hablando del fin del capitalismo, estamos hablando del fin
de su predominancia, como ha ocurrido con los modos de producción anteriores,
salvo que este llegó hasta los confines mismos del planeta y lo que viene parte
ya de ese nivel.
Mujica insinuó este camino en la ONU en setiembre del 2013,
y después se quedó, nunca llegué a entender el porqué, incluso en bromas
algunos amigos me dijeron que su discurso era de mi autoría lo cual implicaba
un gran desconocimientos de los importantes alcances intelectuales de quién fue
Presidente de la República, y de exagerar los míos, si bien –es cierto- nos
debe todavía reflexiones sobre su vida de militancia tupamara y no lo digo por
mí que poco importaría sino por las futuras generaciones que necesitan de todos
los elementos para abrirse camino, y la verdad es una herramienta
insustituible.
¿Podremos abrir el debate? Nosotros estamos dispuestos, pero
con eso no alcanza, es necesario que se comprenda su necesidad, y ganemos voluntades
para hacerlo, ¿habrá un debate político más importante? Ahora solo se está
hablando de cargos y de listas, y de vez en cuando surgen campanazos como estos
de la seguridad social, que nos advierten que hay algo más de lo que ocuparse y
preocuparse.
sipagola@adinet.com.uy
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