Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Durante estos días se debería estar conmemorando el
bicentenario del intercambio epistolar entre el Libertador Simón Bolívar y el
diplomático estadounidense Juan Bautista Irvine. Además del anecdotario
vinculado al hecho histórico y a la coyuntura en la que se produjo el
intercambio, me parece que lo más resaltante es el manejo que Bolívar le da al
debate, haciendo gala de gran erudición, profundo conocimiento del derecho
internacional, la historia, la economía, la política y las artes militares. Es
notorio que a través del tiempo se ha resaltado el papel del Libertador como
jefe militar, estratega, y conductor de batallas que sellaron la independencia
de Sudamérica del colonialismo español, pero poco conocemos de su capacidad de
liderazgo político, de estadista y mucho menos su extraordinaria capacidad para
lidiar con los hechos internacionales, su manejo de la administración del
gobierno en esta área y las decisiones que tuvo que tomar en materia de
política exterior. Es de mi opinión que algunas de los asuntos que están
ocurriendo en la actualidad son explicables a la luz de las decisiones que
Bolívar tomó en esos meses, por lo que es de mi opinión que este intercambio de
misivas con Irvine es fundacional de la política exterior de Venezuela.
El 11 de agosto de 1817 Bolívar se había instalado en el
Palacio de Centurión en Angostura, sede del gobierno de Venezuela a partir de
ese momento. Aunque entre agosto de 1813 y julio de 1814, desde Caracas había
dirigido el Estado haciendo sus mayores esfuerzos en la organización del mismo
y en la creación de la institucionalidad necesaria para su funcionamiento, la
posibilidad de la contraofensiva española siempre fue latente y ya a comienzos
de 1814 se vio obligado a enfrentar a las huestes de José Tomás Boves. En esa
medida, ahora desde Angostura por primera vez, el máximo líder de la Venezuela
independiente podía despachar como jefe de Estado en las condiciones de
estabilidad que ofrecía un territorio liberado bajo protección del ejército
venezolano. El 6 de agosto le escribe a Martín Tovar Ponte y le dice “Esta
provincia es un punto capital: tomamos la espalda al enemigo desde aquí hasta
Santafé, y poseemos un inmenso territorio en una y otra ribera del Orinoco,
Apure, Meta y Arauca. Además poseemos ganados y caballos. Como el día de lucha
se reduce a mantener territorio y a prolongar la campaña, el que más logre esta
ventaja será el vencedor”.
El nuevo gobierno no tenía la figura de secretario de
relaciones exteriores en el poder ejecutivo, lo cual obligó al Libertador a
asumir esas funciones en la práctica, por lo que de hecho, además de todas sus
responsabilidades debió sumar la de canciller Ad Hoc de la república. En ese
ámbito, el Libertador dio puntual seguimiento a las dinámicas que ocurrían en
Europa y las nuevas alianzas que se construían en ese continente tras la
derrota de Napoleón que habían modificado sustancialmente la correlación de
fuerzas, pudiendo tener incidencia en el desarrollo de los acontecimientos
bélicos en América. Por razones análogas seguía con mucho interés el conflicto
entre Estados Unidos y España en las Floridas.
Con extraordinaria visión estratégica, a pesar de avizorar
con preocupación el ánimo expansionista de Estados Unidos, Bolívar se cuidó en
extremo de emitir opiniones sobre este conflicto, pues en la coyuntura,
Venezuela y el país del norte eran aliados de hecho en contra del enemigo común
español. Al no hacer alusiones públicas explícitas, Bolívar no se inmiscuía en
los asuntos internos ni en las decisiones del gobierno de Monroe, esperando
reciprocidad de éste en sus actuaciones referidas a Venezuela. En ese sentido,
el Jefe Supremo giró puntuales instrucciones a los representantes diplomáticos
de Venezuela, en especial a Luis López Méndez quien se encontraba en Londres y
a Lino de Clemente y Pedro Gual que a la sazón estaban en Filadelfia, a fin de
cumplir dos misiones específicas: la primera, buscar el reconocimiento de
Venezuela como nación libre e independiente y segunda, obtener recursos
humanos, armamento y municiones, así como los pertrechos necesarios para el
desarrollo de la guerra. Al igual que con Estados Unidos, Bolívar intentaba
evitar conflictos con Gran Bretaña, apuntaba a conseguir que se transformara en
un aliado poderoso no solamente como abastecedor de armamento y vituallas para
la guerra, también pensaba en la importancia de contar con un reconocimiento
diplomático que fortaleciera la posición internacional de las nuevas
repúblicas. Por ello, la pericia y exquisito manejo que debían tener los
diplomáticos de la república ante dos misiones que en el papel aparecían como
contradictorias.
El 12 de julio de 1818, Juan Bautista Irvine, representante
del gobierno de James Monroe, arribó a Angostura en calidad de agente
diplomático de Estados Unidos. En el
papel, tres eran las tareas que le había encomendado el secretario de Estado
John Adams: 1. Manifestar la simpatía de su país hacia las nuevas repúblicas
que nacían en América del Sur. Explícitamente no mencionaban a México, el Caribe,
ni Centroamérica, a donde se orientaban los ánimos expansionistas de Estados
Unidos. 2. Protestar por dos barcos
(Tigre y Libertad) capturados por las fuerzas patriotas en el Orinoco, cuando
trataron de burlar el bloqueo del río ordenado por Bolívar durante el sitio de
Angostura y 3. Esclarecer el curso que tomarían las relaciones entre su país y
Venezuela después de las acciones de Isla Amelia, ubicada frente a la península
de la Florida bajo control de España, y ocupada por un grupo de venezolanos,
que izaron la bandera tricolor, en una acción que generaba contratiempos a la
ambición expansionista de Estados Unidos en esa área. Lamentablemente, esta
agenda no era real y el dialogo habría de tomar un camino distinto.
A pesar de los buenos augurios con que comenzaron las
conversaciones y el entusiasmo que despertó en el Libertador la presencia del
enviado del presidente Monroe en Angostura, todo se tornó tenso y ríspido en
pocos días. Irvine escribió dos notas a
Bolívar el 25 y 27 de julio. El Libertador acusó recibo y le respondió el día
29. Es la primera de diez cartas que va
a escribir al diplomático estadounidense entre esta fecha y el 12 de octubre
cuando data la última de ellas. El tenor
de la misiva de respuesta, da cuenta con cierta sorpresa que el tema único de
interés de Irvine es el de las goletas Tigre y Libertad, es decir uno solo de
los objetivos de su misión a Venezuela. Respecto de estas le explica que
“…olvidando lo que se debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios
liberales que seguimos, han intentado y ejecutado burlar el bloqueo […] para
dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres que por tres siglos han
derramado la mayor parte de la sangre americana…”. Así mismo, rechaza y refuta
la idea de Irvine en el sentido de que Estados Unidos era neutral en el
conflicto que se vivía en Venezuela al recordarle que “No son neutrales los que
prestan armas y municiones (…) a unas plazas sitiadas y legalmente bloqueadas”.
El 6 de agosto, Bolívar vuelve a escribir a Irvine una carta
larga y detallada impugnando punto por punto los argumentos entregados por el
estadounidense, los propietarios de los barcos y los capitanes. En el caso de
la Tigre, explica que si bien los dueños no son responsables del delito, si lo
es el comerciante que la fletó y concientemente intentó violar las leyes de una
república soberana. Bolívar le recuerda a Irvine que “…la prestación de auxilios militares a una
potencia beligerante es una declaratoria implícita contra su enemiga, es un
principio incontrovertible y que está confirmado por la misma conducta de
Estados Unidos, donde no se permite que se hagan armamentos de ninguna especie
por independientes contra los países españoles…” agregando que: “La diferencia
única que hay es, que cuando es el gobierno quien lo presta, la Nación se
declara enemiga y cuando son los
particulares sin conocimiento de él, ellos solos se comprometen, y no se hace
responsable la Nación”
Catorce días después, el 20 de agosto, acusa recibo de la
nota de Irvine del 17 en la que éste anuncia que está preparando respuesta a la
de Bolívar del 6 del mismo mes. Bolívar no dejó transcurrir el tiempo, e
intenta transformar las aceptaciones de Irvine en jurisprudencia que sirva a
eventuales litigios jurídicos o incluso de orden político y moral. A pesar de sus múltiples responsabilidades,
no descansa ni da tregua a Irvine, tampoco deja pasar oportunidad -a través de
sus escritos- de sentar las bases jurídicas de la razón del gobierno de Venezuela
para actuar como autoridad política del territorio que controla. En este
mensaje, retoma los fundamentos para impugnar los criterios de Irvine respecto
a neutralidad e imparcialidad. Elevando, por primera vez, el tono del debate le
dice que el derecho de Venezuela de condenar las acciones de las goletas da
lugar a recordar hechos que, ”desearía ignorar para no verme forzado a
lamentarlos”.
En la cuarta carta, fechada 24 de agosto, la más extensa de
todas las que escribió a Irvine, Bolívar alegaba que suponía haber satisfecho
en sus comunicaciones anteriores las demandas del diplomático estadounidense
creyendo que existían condiciones para entrar a debatir los otros temas que
incumbían a las relaciones bilaterales. A continuación refrenda sus argumentos
anteriores respecto de los conceptos de libertad, beligerancia, neutralidad e
imparcialidad. Le recuerda que en su misiva del 20 de agosto, hizo algunas
observaciones en las que manifiesta su “repugnancia” por las actuaciones del
gobierno de Estados Unidos, respecto de Venezuela, y le expone que no lo hizo
con el objetivo de probar su parcialidad, sino que para dejar prístinamente
demostrada la falsedad del argumento esgrimido por ese país en cuanto se
refiere a la “absoluta libertad de comercio entre neutros y beligerantes”.
Con erudito conocimiento de la historia y la jurisprudencia
va desgranando una a una las tesis de Irvine, haciendo uso de tratados y
prácticas europeas en la materia. Finaliza reiterándole a Irvine su opinión en
torno a que cree haber colmado su reclamo, opinando que desde su punto de
vista, tal tema se ha extendido demasiado “hasta llegar a hacerse molesto para
una y otra parte, distrayéndonos del objeto principal con discusiones prolijas
sobre el derecho y con episodios, que sin tener una estrecha conexión con los
hechos no pueden servir de base a la resolución”. Es la primera manifestación
escrita de desagrado que el Libertador manifiesta en su correspondencia con el
agente estadounidense, lo cual da cuenta de un escalamiento en la tirantez del
intercambio, ante la urgencia, -en las condiciones del conflicto bélico- de
pasar a otros temas que Bolívar juzgaba más relevantes para el futuro de la
república y de toda América.
Irvine respondió la carta de Bolívar de 24 de agosto con dos
notas de 25 y 29 de agosto, en la primera se queja de que Bolívar ha
introducido una nueva materia en la discusión. El Libertador esperó la segunda
nota para esbozar una respuesta que escribe el 6 de septiembre En ella le
insiste en la necesidad de empezar a conversar lo que estima es el asunto principal,
es decir el del reconocimiento político de Venezuela como república
independiente.
El 25 de septiembre emitió una corta nota que contestaba
mensajes de Irvine de 6 y 10 del mismo mes. En ella, vistas las circunstancias
en que Estados Unidos y Venezuela no habían podido ponerse de acuerdo propone
un arbitraje para que decidiera respecto del litigio de las goletas. Ese mismo
día escribe una misiva un poco más amplia, en la que reitera los argumentos de
Venezuela respecto del disputa y manifiesta su desesperanza por un debate en el
que ambas partes, habiendo puesto de manifiesto sus puntos de vista, no han
podido llegar a arreglo alguno, por lo que se está corriendo el riesgo de hacer
“interminable la discusión”.
El 29 de septiembre redacta una nueva nota en la que replica
las evidencias expuestas el 25, lamentando que Irvine en carta del 26 del mismo
mes las haya rechazado. Por enésima vez, expone las razones de Venezuela, pero
ahora dice tajante que dadas las circunstancias se ve obligado “a resolver de
una vez la cuestión”.
Esta situación conlleva una carta de Irvine de 1° de octubre
en la que éste da por finalizado el debate por el tema de las goletas, juzgando
que Venezuela actuó ilegalmente. Bolívar contesta el día 7 sin dejar pasar la
oportunidad de decirle que se va a desentender del penúltimo párrafo de su
carta por considerarla “en extremo chocante e injurioso al gobierno de
Venezuela” y que para contestarlo sería preciso usar el mismo lenguaje de
Irvine “contrario a la modestia y el decoro con que por mi parte he conducido
la cuestión”. Con firmeza, le dice a Irvine que no va a forzarlo a reciprocar
los insultos, pero que aunque no lo hará, no va a permitir que él, “ultraje ni
desprecie al Gobierno y a los derechos de Venezuela”. Finaliza contundente: “Lo
mismo es para Venezuela combatir contra España que contra todo el mundo entero,
si todo el mundo la ofende”.
No obstante todo esto, se despide con los usos protocolares
de su elevada investidura, el respeto, la decencia y la alta responsabilidad
que tiene al regir los destinos de Venezuela y su representación en el
escenario internacional. A pesar que
Venezuela no había consolidado su independencia y el gobierno aún no
tenía autoridad sobre todo el territorio de la república, Bolívar actuó como un
avezado jefe de Estado en términos del manejo de la diplomacia, con honor,
dignidad y firmeza, entendiendo la valía de establecer –en este contexto- sólidas relaciones de amistad con Estados
Unidos, sin dejar de salvaguardar los intereses soberanos de la naciente
República, sembrando con ello parámetros insoslayables de comportamiento
republicano, independiente y soberano en los manejos de la política exterior de
la Nación.
Todavía, vuelve a escribir a Irvine el 12 de octubre como
respuesta a una nota de éste del 8 del mismo mes. En ella, el agente
diplomático manifiesta su extrañeza por la respuesta del Libertador, de 7 de
octubre en la que da por finalizado los debates entre ambos. Bolívar le dice
que así hubiera sido si Irvine se hubiera limitado a dar por cerrado el asunto,
pero que el tenor de esta nueva comunicación le obligaba a responder para no
dar por ciertos ninguno de los argumentos expuestos en la carta y que no son
sino la reiteración de los anteriores, refutados uno a uno y en su momento. De
esa manera, el Jefe Supremo cerraba toda posibilidad a dejar asuntos abiertos
con la posibilidad de ser usados contra la República.
Con esto, Bolívar dio por finalizada su comunicación con
Irvine, no recibió ni envió ninguna nueva correspondencia al representante del
gobierno de Estados Unidos. Lo que había comenzado con grandes augurios y
esperanzas 4 meses antes, había resultado un fiasco, ante la desatención de
Irvine a la propuesta amistosa y apegada a derecho de Bolívar y el posterior
escalamiento del discurso agresivo, incluso amenazante del estadounidense.
Nota: el artículo anterior forma parte de un libro sobre el
tema, donde se expone el mismo con mucha mayor cantidad de información y que
será presentado durante el próximo mes de noviembre en Caracas.
sergioro07@hotmail.com
Excelente análisis, esto debe ser materia de estudio obligado para todo latinoamericano y luchador antimperialista del mundo ... Me gustaría hacer un programa con usted sobre este tema tan crucial en esta hora .. 0412 5759439 .. gracias ..
ResponderEliminarExcelente ensayo, lo felicito Camarada, describe y analiza la política exterior del Imperio norteamericano desde sus comienzos caracterizados por su despotismo amenazante, manifiesto en su diplomacia en la sigue inmerso en la actualidad. La República Bolivariana de Venezuela se mantiene igual con los mismos principios humanista que rigen las relaciones internacionales basada en el respeto, la igualdad haciéndole honor a su Libertador y fundador Simón Bolívar. A pocos minutos, de la Intervenir del Presidente Nicolás Maduros Moros en la 73 Asamblea General de la ONU, en donde es probable que se reúna con su homólogo estadounidense, pero de la misma estirpe que Irvine.
ResponderEliminarExcelente ensayo, lo felicito Camarada, describe y analiza la política exterior del Imperio norteamericano desde sus comienzos caracterizados por su despotismo amenazante, manifiesto en su diplomacia en la sigue inmerso en la actualidad. La República Bolivariana de Venezuela se mantiene igual con los mismos principios humanista que rigen las relaciones internacionales basada en el respeto, la igualdad haciéndole honor a su Libertador y fundador Simón Bolívar. A pocos minutos, de la Intervenir del Presidente Nicolás Maduros Moros en la 73 Asamblea General de la ONU, en donde es probable que se reúna con su homólogo estadounidense, pero de la misma estirpe que Irvine.
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