Por Homar Garcés:
La acelerada degradación global del medio ambiente
constituye materia de primer orden del debate político que deben emprender
todos los pueblos de la Tierra ante la voracidad de las diferentes corporaciones
transnacionales que rigen el sistema capitalista. La comprensión de esta
problemática tiene que asumirse, además, con criterios de urgencia, puesto que
es más que evidente la alta incidencia de dicha voracidad capitalista en el
agotamiento de las reservas hidrológicas del planeta, en la calidad deteriorada
del aire y de los suelos, y en la sustentabilidad misma de toda la vida humana,
vegetal y animal.
En tal sentido, hablando de los posibles futuros que ahora
se le presentan a la humanidad, Andrés Lund Medina conjetura en su análisis
«Cuestiones metodológicas para pensar los tiempos históricos», el cual abarca
una serie de aspectos vitales que cualquier persona sensata podría percibir-
que «todo parece indicar que si no le ponemos un freno a la enajenada Máquina
productivista del capitalismo, ésta nos llevará al desastre ecológico (a una
Nueva Era geológica sin humanos) y social (a una drástica reducción de la
población), e incluso al fin de la civilización humana. Gracias a la
enloquecida dinámica capitalista, está en juego el tiempo largo civilizatorio
para humanizar el mundo social y emancipar del Capital a la humanidad».
Con esta comprensión y dotados con las herramientas legales
y extralegales que pudieran servir para frenar el avance continuo de lo que se
podría catalogar de ecocidio planetario, se debe traspasar la cotidianidad
abrumadora impuesta por el capitalismo y así desentrañar las verdaderas causas
de los fenómenos climáticos que afectan a la humanidad en general, ya que ésta
se halla limitada respecto a ello, fragmentada en sectores con escasa o ninguna
conexión entre sí, circunstancia que ha facilitado hasta ahora su dominio
histórico.
De esta forma, la deuda climática que se les reclama a los
principales países capitalistas desarrollados dejará de ser un asunto
estrictamente reservado a ecologistas y otros especialistas, permitiendo
establecer incluso los derechos de la Madre Tierra, como ya lo hiciera por la
vía constitucional el Estado Plurinacional de Bolivia. De ahí que una propuesta
contentiva de una visión integral sobre tan importante materia entra en
conflicto directo con el capitalismo porque no sólo se refiere a lo
estrictamente económico-financiero, sino que abarca también lo ético, lo
cultural, lo étnico, lo ambiental, lo energético y, por supuesto, los modos de
producción vigentes que han sostenido un sistema consumista devorador, basado
en la creencia errada en relación con una aparente infinitud de recursos
naturales. Esto nos sitúa ante una realidad que, inexcusablemente, tendrá que
ramificarse mediante la construcción colectiva consciente de un nuevo modelo
civilizatorio, sobre todo, cuando la crisis capitalista nos sitúa otra vez ante
la perspectiva de nuevas guerras que, inevitablemente, ampliarán las cifras de
contaminación, hambre y de pobreza, creando una crisis aun peor a la existente
en el mundo.
En conformidad con este probabilidad sombría, en el artículo
"Pluriverso: hacia horizontes postcapitalistas”, escrito por el economista
y profesor universitario ecuatoriano Alberto Acosta, éste expone que “dicha
crisis no es coyuntural ni manejable desde la institucionalidad existente. Es
histórica y estructural, y exige una profunda reorganización de las relaciones
tanto dentro, como entre las sociedades de todo el mundo, como también entre la
Humanidad y el resto de la “Naturaleza”, de la cual formamos parte. Y eso
implica, evidentemente, una reconstrucción institucional a escala mundial, algo
inviable desde las actuales instituciones de alcance planetario e inclusive
desde los estrechos márgenes estatales”.
Todos somos testigos de esta realidad inmediata y
amenazante, pero de nada servirá reconocerlo si no hay el compromiso político
suficiente para revertirla mediante cambios profundos que, a su vez, supongan
cambios significativos en el estilo de vida de las naciones industrializadas
capitalistas. Lo cual, de concretarse, ayudará a que las naciones más
desfavorecidas o empobrecidas no prosigan en su empeño por alcanzar los mismos
niveles de aquellas, dando lugar a la destrucción masiva de sus suelos y
biodiversidad, la minería ilegal, la cría extensiva de ganado y la explotación
maderera indiscriminada que inducen a la deforestación irracional de grandes
extensiones de bosques. Lo que nos compromete, igualmente, a entablar una ardua
cruzada política, cultural e ideológica liberadora que nos permita salvarnos y
salvar el ambiente. -
mandingarebelde@gmail.com
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