Por Dr. Néstor García Iturbe:
Recientemente escribí un artículo donde hacía referencia a
El Manifiesto Comunista, escrito por Carlos Marx y Federico Engels, en el cual
destacaba una frase del famoso documento, en la que se planteaba “Proclaman
abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la
violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar
ante una Revolución Comunista.”
Algunos me señalaron que hablé de la “violencia” y estaba
desenterrando el “hacha de la guerra”. Yo les pregunté a esos compañeros que
¿Cuándo el capitalismo había enterrado el hacha de la guerra? Que si éramos
nosotros los únicos que la habíamos enterrado.
Si analizamos la actuación de Estados Unidos en América
Latina y tomamos como referencia algunos de los momentos en que dicho país, con
el “hacha de la guerra” en la mano arremetió contra países hermanos, no podemos
pasar por alto el sangriento derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala y la
ola represiva y de asesinatos, que se desarrolló a continuación, la cual
todavía en nuestros días sigue poniéndose de manifiesto.
La invasión contra República Dominicana para derrocar a
Caamaño. Con el “hacha de la guerra” en mano, masacraron una buena parte de los
que luchaban por la independencia nacional, que eran miles. El presidente Lyndon Johnson, de Estados
Unidos, justificó la acción diciendo que su país no podía permitir que
“irresponsablemente”, un país latinoamericano implantara el comunismo.
La fallida invasión por Bahía de Cochinos, donde Estados
Unidos utilizó además de fuerzas mercenarias, tanques, bazookas, paracaidistas,
aviones, bombas de napalm y otros medios, fue un buen ejemplo de utilizar el
“hacha de la guerra “, en función de
tratar de derrocar un gobierno que no se plegaba a sus designios.
El sanguinario golpe de estado en Chile, que costó la vida a
Salvador Allende y miles de chilenos, utilizó todos los medios disponibles,
tropas, aviones y tanques, para atacar con el “hacha de la guerra” el Palacio
de la Moneda y aniquilar un gobierno constitucional elegido por el pueblo. Las
acciones contra Panamá y Honduras son otro vivo ejemplo de cómo Estados Unidos
continúa utilizando este instrumento.
El “hacha de la guerra” se ha puesto de manifiesto más
recientemente en las acciones organizadas y financiadas por Estados Unidos
contra los pueblos de Venezuela y Nicaragua. Estas acciones, tratan de promover
la “ingobernabilidad” con disturbios sociales, para justificar una intervención
militar en ambos países y derrocar a los gobiernos constitucionalmente
instaurados, gobiernos que se distinguen `por la defensa de la independencia y
la soberanía de sus pueblos.
Cuba está incluida en la lista de los países contra los que
Estados Unidos trabaja para cambiar el régimen social establecido, para
llevarla de regreso al capitalismo. Se ha estado utilizando la subversión política
ideológica en ese empeño, pero algunos en Washington consideran que eso
demorará mucho tiempo, entienden que la oposición ha crecido y se ha
fortalecido y es menester utilizar el “ hacha de la guerra” de la misma forma
que ya se utiliza en Venezuela y
Nicaragua, desobediencia civil, disturbios sociales y otros. Una operación simultánea en los tres países
para impedir que estos se ayuden entre si.
Pudiéramos también decir que el “hacha de la guerra” se está
utilizando en Colombia para asesinar ex guerrilleros y líderes campesinos, al
igual que en México, para que toda una serie de personas postuladas en las
próximas elecciones y cuyo interés manifiesto ha sido el de defender los
derechos del pueblo mexicano, son asesinadas diariamente.
¿Cuál de los dos bandos enterró el “hacha de la guerra”?
Jesús, en El Sermón de la Montaña, (Mateo 5:39),
planteó: “No resistáis al que es malo;
antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la
otra.”
Según lo publicado
en Temas actuales De la Vida
Cristiana por el teólogo Miguel Ángel
Fuentes, al plantear esto Jesucristo tomó por tema la ley del talión, que se
hallaba formulada en la ley judía: “habéis oído –en las lecturas y
explicaciones sinagogales– que se dijo (a los antiguos): ojo por ojo y diente
por diente” (cf. Manuel de Tuya, Biblia comentada, BAC, Madrid 1964, pp.
119-122). Lo que Cristo trata de trasladar a sus discípulos es el espíritu generoso de caridad que han de
tener en la práctica misma de la justicia, en lo que, por hipótesis, se puede
reclamar en derecho.
Sobre esto también dejó una enseñanza Santo Tomás de Aquino,
cuando trató el tema de la legítima defensa y dijo:
La doctrina católica está expuesta en el Catecismo nn.
2263-2267: “La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una
excepción a la prohibición de la muerte del inocente que constituye el
homicidio voluntario. ‘La acción de defenderse puede entrañar un doble efecto:
el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor...
solamente es querido el uno; el otro, no’
El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la
moralidad. Es, por tanto, legítimo, hacer respetar el propio derecho a la vida.
El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve
obligado a asestar a su agresor un golpe mortal: ‘Si para defenderse se ejerce
una violencia mayor que la necesaria, se trataría de una acción ilícita. Pero
si se rechaza la violencia en forma mesurada, la acción sería lícita... y no es
necesario para la salvación que se omita este acto de protección mesurada a fin
de evitar matar al otro, pues es mayor la obligación que se tiene de velar por
la propia vida, que por la de otro’
La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino
un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro, del bien común
de la familia o de la sociedad”.
La violencia ha sido un instrumento adecuado para derrocar
el orden social existente, como se establece en el Manifiesto comunista.
A la violencia de España, durante nuestros años de lucha por
la independencia de Cuba, respondió el Ejercito Mambí y fue Maceo el que dijo
que el que intentara apoderarse de Cuba recogería el polvo de su suelo anegado
en sangre, si no perecía en la lucha.
A la violencia de la dictadura de Batista, apoyada por
Estados Unidos, que costó la vida a más de 20,000 cubanos, respondió
valientemente nuestro pueblo luchando en las montañas y las ciudades, hasta
lograr el triunfo revolucionario, ese que dijeron Marx y Engels haría temblar a
las clases dominantes.
Otro que mencionó la necesidad de la violencia fue el Che,
cuando en su Mensaje a la Revista Tricontinental planteó:
“En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida
sea, siempre que ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído
receptivo, y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres
se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y
nuevos gritos de guerra y de victoria.”
En nuestras escuelas, diariamente, los niños antes de entrar
a clase plantean la consigna:
“Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”
Es hora de que los pueblos de América Latina repitan y
pongan en práctica otra consigna:
“Seamos como el Che”
sarahnes@cubarte.cult.cu
0 comentarios:
Publicar un comentario