viernes, 4 de mayo de 2018

Poco para festejar este 1 de Mayo en Argentina

Por Emilio Marín:
Por la política del gobierno de Macri y los monopolios
El aumento de despidos y avance de la pobreza, con paritarias que el Estado quiere atar al 15 por ciento, muestra que por culpa de Macri hay poco o nada para festejar. Históricamente en el país hubo grandes movilizaciones por el Día Internacional de los Trabajadores. Cuando se acordó mundialmente esa movilización por los Mártires de Chicago, Argentina y Cuba fueron los dos países de América Latina que cumplieron la primera vez. En Buenos Aires el debut juntó a 4 mil proletarios en un acto con oradores de varios idiomas, tal el origen migratorio de la mayoría de los asistentes. La concurrencia y los idiomas de los discursos motivaron la burla impiadosa del diario “La Nación”, vocero de clases latifundistas sin importarle que muchos propietarios fueran ingleses.


En otros momentos de la historia, bien por logros obtenidos o avances en leyes aprobadas por gobiernos de la burguesía nacional más afines a la unidad con los trabajadores aunque privilegiando el capital por el trabajo, los 1 de Mayo tuvieron un carácter de festejo. No había luto por Chicago ni por los tantos caídos en décadas de lucha rioplatense o patagónica, sino fiesta, locro, sorteos, baile y asados. Y esto no es una crítica, pues a cada momento histórico corresponden respuestas adecuadas del movimiento obrero. En esos locros también había discursos obreros y no pavadas.

Eran dos circunstancias diferentes. En una primera etapa, los trabajadores asaltaban el cielo con las manos, como en la Comuna de París, o bien luchaban por dividir las 24 horas en tres: trabajo, descanso y recreación. Eso implicaba un desafío casi tan revolucionario como la insurrección parisina fusilada en los muros de Père-Lachaise.

En la otra fase, del festejo, con sus gremios y personería, aguinaldos y vacaciones, eran la “columna vertebral” de un movimiento poli clasista cuya “cabeza dirigente” eran grandes empresarios nacionales, como José Ber Gelbard y la CGE.

Hoy en Argentina no se es una cosa ni la otra. Pese a los motivos para rebeldías radicalizadas que viene brindando Mauricio Macri desde diciembre de 2015, no aparece en el horizonte inmediato una explosión obrera. Ojo. Hay una clase obrera sindicalizada que no ha perdido toda su conciencia vital y social. Quizás detrás de las nubes actuales esté aquel sol, sólo que no está visible y tarda el amanecer.

Este 1 de Mayo de 2018 hay poco para festejar, por los dolores que tiene la “columna vertebral” y también su “cabeza”, tras el ajuste en el salario y el empleo practicados sin anestesia por ingenieros que hacen ejercicio ilegal de la medicina y se comportan como vulgares carniceros, con perdón de este oficio. Hubo locros y reuniones gremiales, algunos actos sectoriales, pero sin masividad ni festejo. Fue como si el 1 hubiera caído la brutal tormenta del sábado 28 y el referí suspendiera el partido. Se hará más adelante, cuando la movilización social logre eliminar tumores y quitar dolores del cuerpo y alma. Sólo allí podrán soltarse globos de todos los colores y se pincharán los amarillos o se los llevará el viento.

Los burócratas
Hay datos duros, como se dice ahora aunque nunca fueron blandos, sobre la grave situación que padecen los trabajadores y sectores humildes. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA, tantas veces encomiado por el macrismo, afirmó que a fines de 2017 la pobreza infantil aumentó al 65 por ciento y hay 8.255.000 niños sufriendo ese flagelo, que los castiga con hambre y condiciones de vida indignas. ¡Qué lejos quedó el apotegma de que los únicos privilegiados eran los niños!

Este Día Internacional de los laburantes fue especialmente duro para los despedidos de los ingenios azucareros de Salta y Jujuy, a los trabajadores del Posadas y los del ministerio de Agroindustria. Allí hubo 330 telegramas aunque fuentes gremiales prevén que serán casi mil cuando el patrón de estancia Luis M. Etchevehere, expresidente de la Rural, afile la punta del cuchillo y decida cortar más “masa militante” (Alfonso Prat-Gay dixit en 2016) en Senasa y organismos descentralizados.

El tope del 15 por ciento en tres cuotas y sin cláusula gatillo para encapsular las paritarias es otro instrumento de tortura cuando hasta el FMI prevé que la inflación anual será del 19. Será mayor por los tarifazos y devaluaciones que llevaron el dólar a 21 pesos, un breve respiro hacia precios mayores.

La clase trabajadora es la única que puede liderar una sociedad igualitaria, según el sueño de los pioneros de la Comuna y Chicago; de la Semana Trágica, los peones de la Patagonia y la Generación del ‘70. Ella no puede pensar sólo en salario porque así sólo vendería mejor su hora asalariada y no buscaría terminar con la explotación capitalista. Por eso además del sueldo debe importarle el estado general del país y, por qué no, del mundo. Macri generó una deuda externa de 142.948 millones de dólares según la UMET. Otro motivo para fruncir el ceño y maldecir, porque la pagaremos nosotros, los hijos, nietos, bisnietos, choznos y los descendientes de éstos.

Fuera del presidente, ministros y ejecutivos de monopolios, que son los responsables, los sindicalistas-empresarios entronizados en la CGT y gremios también tienen que ver.

Este 1 de mayo se cumplen 50 años del Programa de la CGT de los Argentinos, que fulminaba a los traidores: “las direcciones indignas deben ser barridas desde las bases. En cada comisión interna, cada gremio, cada federación, cada regional, los trabajadores deben asumir su responsabilidad histórica hasta que no quede un vestigio de colaboracionismo”. El mandato antiburocrático de Raimundo Ongaro, Agustín Tosco y Jorge Di Pascuale mantiene vigencia medio siglo después: hay que desatarse las manos para poder pelear contra los monopolios.
ortizserg@gmail.com

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