Por Leandro Albani:
Catorce días de bombardeos continuos, más de cien civiles
asesinados, miles de pobladores desplazados y el silencio público de Estados
Unidos y Rusia, son un resumen de la realidad que atraviesa la región kurda de
Afrin, en el norte de Siria. El responsable de esta situación es, como todos
saben, el gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan.
Frente a la invasión desatada bajo el sutil nombre de
“Operación Rama de Olivo”, los pueblos que habitan Afrin, encabezados por las
Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) y las Unidades de Protección del Pueblo
(YPG/YPJ) resisten no sólo militarmente, sino que redoblan sus esfuerzos para
construir una sociedad igualitaria, donde las creencias religiosas y las
diversas culturas se respeten, y en la cual las mujeres sean las principales
protagonistas de un profundo cambio político, ideológico y económico que, pese
a la destrucción de la guerra, se viene desarrollando desde el 2012.
El proceso revolucionario que vive el norte de Siria es
inaceptable para Erdogan. Pero también es una traba para los intereses de los
poderes regionales, sobre todo de los gobiernos sirio e iraní, como para la
extensa disputa territorial que llevan adelante Moscú y Washington.
Aunque el gobierno turco justificó la invasión para “limpiar
la frontera de terroristas”, existen dos hechos concretos que demuestran lo
contrario: hasta el momento, Ankara no reconoció la muerte de ningún
terrorista; por otro lado, se acumulan las denuncias (realizadas por los kurdos
desde hace meses) de que el ejército turco es acompañado por el Frente Al Nusra
(Al Qaeda en Siria) y el Ejército Libre Sirio (ELS), además de los remanentes
del Estado Islámico (ISIS). Una muestra despiadada de los terroristas que
operan junto a las tropas turcas se conoció en estos días, cuando Barin Kobanê,
miliciana de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ) fue capturada
viva, torturada hasta la muerte, le cortaron los senos y su cuerpo mutilado
(1).
El dinero y la logística entregada por el Estado turco a los
grupos terroristas en Siria no es una novedad. Los propios gobiernos de Siria y
Rusia lo denunciaron en varias oportunidades y presentaron pruebas
contundentes, como los videos revelados en 2015 por el Ministerio de Defensa
ruso en los que se observaban camiones cisternas cargados de petróleo y
conducidos por mercenarios de ISIS cruzar la frontera hacia Turquía sin ningún
tipo de problemas.
El cantón de Afrin, conformado por alrededor de 380 aldeas y
pueblos, ubicado a 40 kilómetros de la ciudad de Alepo, es víctima de una fuerte
complicidad internacional, que mantiene silencio ante la masacre cometida por
Turquía.
Este viernes, el doctor Ciwan Mihemed, del hospital Avrîn,
de la ciudad de Afrin, declaró que, desde el 20 de enero, fecha en que
comenzaron los ataques turcos, 127 civiles fueron asesinados, entre ellos
varios niños, mujeres y ancianos. La Luna Roja Kurda (LRK), encargada de la
ayuda médica en la región, confirmó que hasta el 31 de enero 12 niños y 20
mujeres perdieron la vida por los ataques turcos.
En un informe difundido hace dos días, la LRK advirtió que
“existe una gran preocupación entre los civiles (especialmente los niños y las
mujeres) que se encuentran en lugares remotos y carecen de atención médica,
alojamiento y acceso a alimentos adecuados” y que “debido al desplazamiento (de
población) y a los bombardeos, ha habido muchas necesidades humanitarias y
médicas para los civiles en el área”.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) alertó este
miércoles que debido a los ataques turcos, al menos 15 mil personas de Afrin ya
se encuentran desplazadas. Como consecuencia de los desplazamientos forzados,
muchas familias encontraron refugios en cuevas ubicadas en las colinas de la
zona, en las que sobreviven en duras condiciones.
Por si esto fuera poco, las tropas turcas no sólo apuntan
sus cañones contra los pobladores. El lunes pasado, los bombardeos dañaron
severamente el templo de Ayn Dara, cerca de la aldea con el mismo nombre,
construido antes del 1300 antes de Cristo (aC). La agencia de noticias
ANFindicó que “el templo es muy significativo por su parecido con el Templo de
Suleiman, mencionado en la Biblia hebrea como ‘El Primer Templo’”. Aunque se
desconoce con exactitud la identidad de la divinidad adorada en el edificio,
algunos estudiosos indican que es Ishtar, diosa del amor.
Las Fuerzas Democráticas de Siria también denunciaron las
acciones de Turquía y revelaron que las tropas invasoras utilizan napalm y
bombas de racimos, armamentos prohibidos por las leyes internacionales. Por su
parte, el portavoz de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), Nuri Mehmud,
apuntó que “el Estado turco está usando armas de la OTAN” contra Afrin y que
“ahora hay terroristas de Al Nusra e ISIS dentro del ejército turco”.
Sobre la situación en el terreno, Mehmud aclaró que si el
ejército turco “toma el control de un par de cientos de metros, eso no equivale
a un gran avance. Por lo tanto, eso no significa que hayan logrado éxitos”. Las
FDS informaron que hasta el momento, 473 miembros del ejército turco y de
grupos terroristas fueron abatidos en Afrin. A esto se suma que si bien los
combates se dan en varias aldeas del cantón, el avance real de las tropas
turcas aun no es palpable. En un comunicado, las FDS agregaron que “el ejército
invasor y sus seguidores están movilizando todas sus tecnologías militares y
atacando asentamientos civiles con aviones de guerra y tanques”, pero “no han
logrado avances notables hasta ahora”. Las fuerzas turcas, según las FDS, son
“incapaces de avanzar frente a la resistencia de nuestros combatientes, por esa
razón el ejército turco invasor está atacando salvajemente a la población
civil”.
Es probable que la invasión a Afrin le cueste a los pueblos
del norte de Siria muchos más muertos y una destrucción desoladora. Pero sin
duda la resistencia de esos mismos pueblos –que defienden una confederación
democrática inédita para Medio Oriente-, logre una victoria aplastante contra
el ejército turco, que significará el principio del fin del presidente Erdogan.
Como le sucedió a Estados Unidos en Vietnam, o a Israel en El Líbano, las
masacres y destrucciones de un ejército invasor no alcanzan para doblegar a los
pueblos.
leandroalbani@gmail.com
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