Por Carolina Vásquez Araya:
“Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”, reza
el monólogo de Segismundo.
con este engaño mandando,
Disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
Prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte ¡desdicha fuerte!
¿Qué hay quien intente reinar
Viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?”
Palabras sabias del poeta, pero tan sabias como inútiles: no
alcanzan a penetrar en la conciencia de quienes, convencidos de su fuerza y
quizá soñando con la permanencia de sus falsas dinastías por los siglos de los
siglos, aplastan los sueños de sucesivas generaciones…
Así es como en pueblos sometidos a la poderosa mancuerna de
sus jerarcas, se cocinan alianzas duraderas, tan persistentes como las
enfermedades terminales y tan nefastas como aquellas. Las medicinas populares
contra el mal de la pérdida de memoria se reducen a unos ungüentos paliativos,
unos pocos paseos por la plaza y muchas pláticas sociales cuya búsqueda de
respuestas dura lo que un suspiro.
Sueños. Esos delirios de grandeza en unos y las nunca
satisfechas ansias de justicia en los más, son como vapores que enrarecen el
aire y contaminan las esperanzas de libertad. Por eso cuando surgen voces
valientes son acalladas por las balas, en manos prestadas para no dejar
huellas. Sueños. Tristes intentos de levantarse, una y otra vez, pretendiendo
ignorar que las cartas dicen otra cosa desde las cumbres del hemisferio.
Mañana, dicen los sueños. Mañana se abrirán los caminos;
hombres y mujeres desfilarán libres y sus opresores habrán pagado sus delitos.
Pero esas promesas se diluyen y el despertar de los sueños provoca el agudo dolor
de las promesas incumplidas. Entonces el desfile triunfal del sueño se
transforma en el espectáculo de la miseria, del hambre y la desesperanza. Los
falsos reyes habrán vencido una vez más, con la complicidad de sus vasallos y
el ominoso silencio de las masas.
¿Es acaso la búsqueda de la felicidad una forma de demencia?
¿Es la vida humana una moneda de intercambio entre potencias aliadas en la
extorsión y el saqueo? Abrimos los ojos y vemos el dantesco espectáculo de eso
que los falsos reyes nos quieren vender como “víctimas colaterales”: niñas,
niños, mujeres y hombres asesinados en nombre de la democracia y la libertad.
No son sueños, es el despertar. Y entonces vienen los socios en el sucio
negocio de la guerra a vendernos las armas sobrantes para armar a otros
ejércitos a su servicio, en otras tierras. Esas que no les pertenecen.
En medio de sus sueños de libertad, los niños y niñas de
Palestina se retuercen de dolor, atrapados en un campo de concentración
israelí; también las niñas de Guatemala ven interrumpidos los suyos en el
violento y deprimente entorno de un hogar del Estado. Ellas, así como los niños
sirios acribillados por la metralla de imperios ajenos a sus tierras, también
quieren despertar de sus pesadillas. Son sueños abortados en medio de una
tolerancia demencial, sueños irrealizables en un mundo hostil con sus seres más
preciados.
¿Cuándo se acabará el sueño? ¿O es, acaso, una pesadilla
perenne y circular de la cual jamás despertaremos? Algún día surgirán las voces
y serán de pronto tan estentóreas que no podremos ignorarlas, como tampoco
podrán silenciarlas los falsos reyes y sus cómicos juglares –esos que en su
incapacidad e ignorancia nos condenan a la miseria. Es cosa de tiempo para que
su fuerza sonora abata con gran estruendo los falsos castillos y derribe de un
soplo gigantesco las falsas dinastías. Ese es mi sueño.
“…Sueña el que
agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son”.
elquintopatio@gmail.com
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