Por Francisco Javier Ruiz:
Taller internacional Pensamiento Humanista y Revolución
Socialista
Buenos días a todas y todos. Agradezco la posibilidad de
participar de este importante encuentro y no puedo comenzar esta presentación
sin reconocer el enorme aporte del pueblo cubano a la emancipación de los
pueblos del mundo. Cuba, indoblegable y generosa, constituye un efecto
demostración histórica de soberanía, altivez y solidaridad que encendió la
esperanza frente al despojo, la amenaza permanente, la indiferencia y la
resignación. Por lo mismo, Cuba fue y es víctima de un bloqueo criminal y
violento que repudiamos y exigimos debe terminar de inmediato.
Quiero también agradecer la cálida acogida brindada por el
Departamento de Filosofía de la Universidad Central Marta Abreu de las Villas
(UCLV) y resaltar su aporte – en particular el realizado por el profesor
Guadarrama – de cuya obra tenemos apenas conocimiento fragmentario – por la
reafirmación del contenido humanista del marxismo y por el rescate de las
simientes existentes en diversos pensadores latinoamericanos cuya labor abonó
el terreno en el que florecieron sucesivos movimientos de liberación.
Sumándonos a ese flujo de conocimiento, esta exposición
intentará presentar los principales rasgos de la corriente de pensamiento del
Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista, fundada por el mendocino Mario Luis
Rodríguez Cobos, más conocido por su seudónimo literario Silo. Esta corriente,
devenida en su crecimiento en un abanico de múltiples expresiones en los más
distintos campos, surgió en los años 60’ del siglo XX y se extendió
progresivamente a todas las regiones y culturas del planeta.
Presentar las principales ideas de Silo en el contexto de
estas jornadas tendrá aún mayor sentido si hacemos alguna referencia al posible
aporte de este Humanismo al análisis y la práctica de revoluciones presentes y
futuras, asunto al que intentaremos aludir, aún en el marco de esta reducida
exposición.
Precisamente en términos de interpretación, debemos agregar
que quien expone, es un militante humanista desde su temprana juventud, lo cual
resta objetividad a la exposición, pero explica su interés. Por lo demás, como
es habitual en el transcurso del pensamiento y la práctica social, no estamos
aún a la necesaria distancia histórica como para aprehender suficientemente la
real valía y el aporte de este Humanismo Universalista al proceso humano.
Dicho esto, entremos en materia.
En la Cuarta Carta del libro Cartas a mis Amigos, Silo
explica el punto de partida de sus ideas así: “Nuestra concepción no se inicia
admitiendo generalidades, sino estudiando lo particular de la vida humana; lo
particular de la existencia; Hablemos pues de la vida humana. Cuando me
observo, no desde el punto de vista fisiológico sino existencial, me encuentro
puesto en un mundo dado, no construido ni elegido por mí. Me encuentro en
situación respecto a fenómenos que empezando por mi propio cuerpo son
ineludibles. El cuerpo como constituyente fundamental de mi existencia es,
además, un fenómeno homogéneo con el mundo natural en el que actúa y sobre el
cual actúa el mundo.”
Y algo más adelante: “Pero ocurre que el mundo se me
presenta no solamente como un conglomerado de objetos naturales sino como una
articulación de otros seres humanos y de objetos y signos producidos o
modificados por ellos.” “La intención que advierto en mí aparece como un
elemento interpretativo fundamental del comportamiento de los otros y así como
constituyo al mundo social por comprensión de intenciones, soy constituido por
él.”
Y también: “Por otra parte, los objetos naturales y humanos
se me aparecen como placenteros o dolorosos y trato de ubicarme frente a ellos
modificando mi situación.“
De esta manera, en una suerte de camino inductivo y
reflexión existencial, Silo describe cómo el ser humano existe en una situación
dada, no elegida, conformada no tan sólo por un mundo de objetos naturales sino
también como mundo social constituido esencialmente por intenciones humanas.
Mundo en el que aparecen opciones placenteras o dolorosas que nos implican.
Mundo con el que estamos en apertura e influencia recíproca.
Ya en este punto, Silo rompe toda posibilidad de solipsismo,
connotando la íntima ligazón de la estructura conciencia-mundo, cuando expresa:
“Mi conciencia se ha configurado intersubjetivamente ya que usa códigos de
razonamiento, modelos emotivos, esquemas de acción que registro como “míos”
pero que también reconozco en otros. Y, desde luego, está mi cuerpo abierto al
mundo en cuanto a éste lo percibo y sobre él actúo.”
Sin embargo, la nota distintiva de lo Humano no es
simplemente la de ser un ente social, ya que ello también es característico de
las distintas especies. ¿Cuál es entonces la clave que señala la especificidad
de lo Humano?
Silo lo expresa de este modo: “Al encontrarse cada nuevo ser
humano con un mundo modificado por otros y ser constituido por ese mundo
intencionado, descubro su capacidad de acumulación e incorporación a lo
temporal, descubro su dimensión histórico-social, no simplemente social. Vistas
así las cosas, puedo intentar una definición diciendo: el hombre es el ser
histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza.
”
Por tanto, un ser en desarrollo, transformador y en auto transformación permanente.
Como se indica en el opúsculo “Acerca de lo Humano”: “En el
ser humano no existe “naturaleza” humana, a menos que esta “naturaleza” sea considerada
como una capacidad diferente a la animal, de moverse entre tiempos fuera del
horizonte de percepción. Dicho de otro modo: si hay algo “natural” en el ser
humano, no es en el sentido mineral, vegetal o animal, sino en el sentido de
que lo natural en él es el cambio, la historia, la transformación. Tal idea de
cambio no se aviene convenientemente con la idea de “naturaleza” y por ello
preferimos no usar esta última palabra como se ha venido haciendo y con la cual
se han justificado numerosas deslealtades hacia el ser humano.”
Pero, ¿por qué habría el Ser Humano de necesitar cambiar su
entorno y a sí mismo?
“Por la situación de finitud y carencia tempero-espacial en
que se halla y que registra como dolor físico y sufrimiento mental.”, se
responde.
Es decir, por la evidencia de las propias limitaciones,
incluyendo en ellas a la conciencia de la muerte, que producen señales claras
de sufrimiento, movilizando al ser humano a su superación.
Así, la superación del dolor no es simplemente una respuesta
animal, sino una configuración temporal en la que prima el futuro y que se
convierte en impulso fundamental de la vida aunque esta no se encuentre urgida
en un momento dado.
“La superación del dolor aparece, pues, como un proyecto
básico que guía a la acción. Es ello lo que ha posibilitado la comunicación
entre cuerpos e intenciones diversas, en lo que llamamos la “constitución
social”. La constitución social es tan histórica como la vida humana, es con
figurante de la vida humana. Su transformación es continua pero de un modo
diferente a la de la naturaleza porque en esta no ocurren los cambios merced a
intenciones.”
De esta manera, el Humanismo Universalista concibe al Ser
Humano en rebelión frente a un aparente destino natural que lo condena a
padecimientos físicos y mentales, que lo conmina a buscar soluciones y elegir
opciones frente a la fatalidad, que lo mueve a construir sentido ante el
inminente absurdo de la mortalidad. Este propósito se expresa en la
historicidad inherente a la construcción social dotándola de un sentido
permanente.
Pero ¿cómo es posible esta afirmación de la elección frente
al determinismo? ¿Cuáles son aquellas virtudes distintivas, que permiten esta
afirmación y las posteriores transformaciones? Y ¿cómo es que estas
características dotan de humanidad a este ser animado?
El concepto de intencionalidad de la conciencia, ya anotado
por la escolástica medieval en el estudio de Aristóteles, será definido por F.
Brentano “como referencia a un contenido, dirección hacia un objeto (que no
significa una realidad), o como objetividad inmanente.” Concepto que retomará Husserl diciendo “la
conciencia es conciencia de algo”. O más rigurosamente, noesis, el acto del
pensar y noema, lo pensado son en estructura.
A partir de lo desarrollado por el fundador de la
Fenomenología trascendental en relación al “origen de la representación del
espacio”, Silo, en un acercamiento más propio de una psicología fenomenológica,
indaga en la “espacialidad de la representación”, es decir en cómo los
fenómenos síquicos se presentan en la conciencia como formas emplazadas en un
espacio mental que admite niveles y profundidades. Dichas formas o imágenes no
son copias sino reelaboraciones de la percepción del mundo externo. Esta
espacialidad en la representación de la conciencia habilita la formalización de
imágenes que terminan impactando en el mundo como acciones.
De este modo, afirma Silo “la conciencia no es producto ni
reflejo de la acción del medio, sino que tomando las condiciones que éste
impone termina por construir una imagen o conjunto de ellas capaz de movilizar
la acción hacia el mundo y con esto modificarlo.”
La relevancia de esta aseveración queda de manifiesto cuando
leemos “Si las imágenes permiten reconocer y actuar, conforme se estructure el
paisaje en individuos y pueblos, conforme sean sus necesidades (o lo que
consideren que sean sus necesidades), así tenderán a transformar el mundo”.
Por otro lado, Silo explicita la ampliación del horizonte
temporal de la conciencia humana, lo que permite a ésta retardos frente a los
estímulos y ubicación de éstos en un espacio mental complejo, habilitante para
el emplazamiento de deliberaciones, comparaciones y resultantes fuera del campo
perceptual inmediato.
Las características de espacialidad y temporalidad de la
conciencia humana, sumadas a su esencial intencionalidad, hacen de ésta una
herramienta de transformación por excelencia.
De allí que en un tono más poético, Silo dirá: “Te diré cual
es el sentido de tu vida aquí: Humanizar la Tierra.”
“Humanizar es salir de la objetivación para afirmar la
intencionalidad de todo ser humano y el primado del futuro sobre la situación
actual. Es la imagen y representación de un futuro posible y mejor lo que
permite la modificación del presente y lo que posibilita toda revolución y todo
cambio. Por consiguiente, no basta con la presión de condiciones oprimentes
para que se ponga en marcha el cambio, sino que es necesario advertir que tal
cambio es posible y depende de la acción humana. Esta lucha no es entre fuerzas
mecánicas, no es un reflejo natural, es una lucha entre intenciones humanas. Y
esto es precisamente lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos, de
justos e injustos, de héroes y cobardes. Es lo único que permite practicar con
sentido la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los
discriminados sean éstos mayorías o minorías.”
A partir de estos conceptos, Silo fundamenta una ética y
premisas para la acción transformadora, diciendo: “El ser humano por su
apertura y libertad para elegir entre situaciones, diferir respuestas e
imaginar su futuro, puede también negarse a sí mismo, negar aspectos del
cuerpo, negarlo completamente como en el suicidio, o negar a otros. Esta
libertad ha permitido que algunos se apropien ilegítimamente del todo social es
decir, que nieguen la libertad y la intencionalidad de otros, reduciéndolos a
prótesis, a instrumentos de sus intenciones. Allí está la esencia de la
discriminación, siendo su metodología la violencia física, económica, racial y
religiosa.”
Por ello es que el Nuevo Humanismo lucha activamente contra
toda forma de violencia, sea ésta
grosera o sutil, expuesta o larvada, definiéndola como la negación de la
humanidad en otros. De esta manera, la imagen de humanización del mundo aparece
nítidamente en el horizonte no tan sólo como la acción de dotar de intención al
mundo, sino como aquella que permite imaginar y construir una existencia social
libre de violencias. Así, la acción no violenta decidida, en forma de protesta,
crítica, repudio, no colaboración, boicot y superación de las prácticas
violentas constituye una metodología coherente con el objetivo enunciado. Por
supuesto, es posible ir más allá, imaginando el repudio a la violencia como una conquista cultural definitiva,
constitutiva del ser humano del futuro. En el mismo sentido, Silo aborda la
necesidad de una reconciliación profunda con uno mismo y los demás como un paso
evolutivo fundamental para dejar atrás las prácticas vengativas que, una y otra
vez reinstauran ciclos violentos.
Esta lucha por superar condiciones opresivas es también una
lucha por ampliar la libertad de todos los seres humanos y de la especie como
conjunto.
Del Humanismo Universalista se deriva entonces una práctica
de acción, dirigida a desterrar los factores de violencia social, y una ética,
cuya escala de valores coloca como valor y preocupación central al ser humano.
Esta moral libertaria propone como máxima de relación intersubjetiva una
reformulación persuasiva – no autoritaria – de aquella vieja Regla de Oro,
presente en todas las culturas, sugiriendo: “Si tratas a los demás como quieres
ser tratado, te liberas.”
Lejos de recluirse en el humanismo occidental, esta apertura
a las expresiones humanistas presentes en la historia de las diferentes
culturas, le da al Humanismo Universalista su nota distintiva. En un momento
histórico de evidente mundialización y contacto multicultural, este pensamiento
transversal tipifica y señala los “momentos humanistas” de las distintas culturas,
proponiendo profundizar la interrelación a través de ellos, constituyendo así
un aporte al entendimiento y la construcción colaborativa entre naciones y
pueblos.
En ese mismo sentido, el Humanismo, más allá de toda
acepción filosófica en sentido estricto es comprendido en sus trazos básicos
como una actitud y una posición común de los humanistas de las distintas
culturas que puede resumirse en seis puntos:
1. la ubicación del ser humano como valor y preocupación central; 2. la
afirmación de la igualdad de todos los seres humanos; 3. el reconocimiento de
la diversidad personal y cultural; 4. la tendencia al desarrollo del
conocimiento por encima de lo aceptado o impuesto como verdad absoluta; 5. la
afirmación de la libertad de ideas y creencias y 6. el repudio a la violencia.
En cuanto a la situación actual mundial, Silo enfatiza en
que precisamente la Revolución es el único modo de abrir un sistema cerrado de
concentración capitalista en el que a mayor intento de control social crecerá
la entropía.
En su Séptima Carta de Cartas a mis amigos, dedicada a la
revolución social, el pensador dice: “No se detendrá la marea revolucionaria
que está en marcha como expresión de la desesperación de las mayorías
oprimidas. Pero aún esto no será suficiente ya que la dirección adecuada de ese
proceso no ocurrirá por la sola mecánica de la “práctica social”. Salir del
campo de la necesidad al campo de la libertad por medio de la revolución es el
imperativo de ésta época en la que el ser humano ha quedado clausurado. Las
futuras revoluciones, si es que irán más allá de los cuartelazos, los golpes
palaciegos, las reivindicaciones de clase, o de etnia, o de religión, tendrán
que asumir un carácter transformador incluyente sobre la base de la
esencialidad humana.”
Agregando además que “… el nuevo tipo de revolucionario que
corresponde a este nuevo tipo de revolución deviene, por esencia y por
actividad, en humanizador del mundo.“
Silo tipifica el carácter de la revolución a la que alude
con estas palabras: “Así está trazada la línea divisoria entre el Humanismo y
el Anti-humanismo. El Humanismo pone por delante la cuestión del trabajo frente
al gran capital; la cuestión de la democracia real frente a la democracia
formal; la cuestión de la descentralización, frente a la centralización; la
cuestión de la antidiscriminación, frente a la discriminación; la cuestión de
la libertad frente a la opresión; la cuestión del sentido de la vida, frente a
la resignación, la complicidad y el absurdo.“
Distingue además “entre proceso revolucionario y dirección
revolucionaria. Desde nuestra posición, se entiende al proceso revolucionario
como un conjunto de condiciones mecánicas generadas en el desarrollo del
sistema. En cuanto a la dirección, ésta depende de la intención humana y escapa
a la determinación de las condiciones que origina el sistema. Ya en otros
momentos hemos aclarado nuestra posición respecto a la no pasividad de la
conciencia humana, a su característica esencial de no ser simple reflejo de
condiciones objetivas, a su capacidad de oponerse a tales condiciones y
pergeñar una situación futura diferente a la vivida en el momento actual.
Dentro de ese modo de libertad, entre condiciones, interpretamos la dirección
revolucionaria.”
A estas alturas ya se comprende cómo el Nuevo Humanismo
enfatiza en la relación indisoluble entre la interioridad humana y el mundo
social, factores que se entrelazan en continua realimentación. Por ello, no
opone la acción transformadora en el mundo a la íntima reflexión intrapersonal
sobre el sentido de la existencia y la dirección de las propias acciones en la
relación con los demás. Entiende que ambas pueden, acaso deben, resolverse en
sentido positivo y de mutua implicancia.
Situarnos desde un radical determinismo objetivo asfixia la
posibilidad de elección humana. Dicha perspectiva desmotiva, colocando un
automatismo que relativiza todo aporte individual o colectivo. En el otro
extremo, absolutizar la capacidad decisoria individual de cada ser humano,
negando las condiciones intersubjetivas y sociales en las que se desenvuelve su
existencia, aparece como una ingenuidad alejada de todo contexto. Este modo de
ver propicia el alejamiento del todo social y los demás seres humanos, conduciendo al ensimismamiento y la reclusión.
Así las cosas, parece necesario establecer en el análisis y
práctica revolucionaria un pacto de colaboración entre la situación objetiva y
la subjetividad humana. Adoptar una visión estructural y dinámica que,
abandonando una óptica lineal o mecanicista, se interne en las profundidades de
una mirada multidimensional, colocando a la innegable intencionalidad y
posibilidad de transformación humana en tensión con vectores de pertenencia
socioeconómica, generacional y cultural.
De este modo, la revolución aparece en una dimensión
múltiple y simultánea, que requiere una práctica decidida y decisiva de cambios
profundos en la organización económica, jurídica y política, pero también en
los hábitos, las valoraciones y las aspiraciones individuales y colectivas.
Por este camino, el sujeto transformador actúa con
referencia a un ámbito triple, el mundo social, el de la relación interpersonal
y el de su interioridad con el criterio de lograr coherencia. Aún con las
dificultades y limitaciones que cada momento histórico interpone, pensamos que
dichas tareas revolucionarias no son solamente ineludibles, sino que además,
dotan a la vida humana de un sentido pleno.
¿Será en efecto una renovada y creativa convergencia entre
Humanismo y Socialismo, un Humanismo socialista o Socialismo humanista, una
puerta hacia futuras revoluciones liberadoras del espíritu humano? En todo
caso, es una tesis a explorar.
En ese sentido, quisiera culminar esta presentación, citando
el párrafo final de la introducción del Documento Humanista, inserto en el
libro Cartas a mis amigos, de Silo, que sintetiza el propósito que nos trajo
hasta aquí y que intuyo resuena del mismo modo en vuestros corazones:
“Entre las aspiraciones humanistas y las realidades del
mundo de hoy, se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo.
Para ello es necesaria la unión de todos los humanistas del mundo”
Muchas gracias por su atención.
Bibliografía
Brentano, F. Psychologie vom empirischen Standpunkt. Leipzig
1874, nueva edición 1911. Wiederauflage bei Ontos
Husserl, Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y
una filosofía fenomenológica. Libro primero (traducción de José Gaos), FCE,
México, 1997
Silo (1990) Contribuciones al Pensamiento, O.C. Vol. I.
México: Ed. Plaza y Valdés.
Silo (1993) Cartas a mis amigos, O.C. Vol. I. México: Ed.
Plaza y Valdés.
Silo (1996) Habla Silo, O.C. Vol. I. México: Ed. Plaza y
Valdés.
Silo (1996) Diccionario del Nuevo Humanismo, O.C. Vol. II.
México: Ed. Plaza y Valdés.
gabrielvl05@gmail.com
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