Faltan muy pocas horas para que la sociedad venezolana
enfrente uno de sus compromisos más importantes. Se trata de la votación
convocada para el próximo domingo por el gobierno del presidente Maduro para
elegir los miembros que han de integrar la Asamblea Nacional Constituyente.
Entidad que asumirá la responsabilidad histórica de establecer las
características, formas, instituciones, derechos y deberes del Estado para con
los ciudadanos y de éstos con el Estado. Es decir, dar paso a un nuevo orden
jurídico, elaborar una nueva Constitución que satisfaga de la mejor manera las
necesidades de todo orden del pueblo venezolano.
Se trata sin duda de un derecho democrático del que los chilenos carecemos
absolutamente. Para nuestra vergüenza,
hasta hoy a nosotros nos ordena la vida una Constitución autoritaria engendrada
en 1980 entre cuatro paredes por los ideólogos de la sangrienta dictadura de
Pinochet sin consultar ni considerar en absoluto la opinión de los ciudadanos.
Sólo recién con el actual gobierno se han dado los primeros pasos para terminar
con esta infamia.
Pero es que en el caso venezolano es además un mecanismo
establecido en la actual Constitución del país que en su Título IX, referido a la reforma constitucional, en
el capítulo III y en los artículos 342 y siguientes considera específicamente
la institución de la Asamblea Nacional Constituyente y quienes están facultados
para convocarla. Es decir hablamos de un
paso absolutamente constitucional, legal, democrático, al que además la propia
oposición en su momento quiso acudir.
El proceso del domingo responde a estrictas normas jurídicas
que jamás la oposición golpista y
reaccionaria de ese país había objetado, pero que hoy pretende mostrar
como una “maniobra de Maduro” y llaman a no participar en el proceso al que
califican de “antidemocrático”.
Por supuesto que los medios de comunicación y los sectores
políticos que en Chile apoyaron el golpe del 73 siguen el juego de los
golpistas. Ocultan que el mandato constitucional actual en ese país - que
abre camino y regula la Asamblea
Nacional Constituyente - es una expresión en sí misma del carácter democrático
del proceso bolivariano y es una prueba indesmentible que todo ser humano bien
nacido debe reconocer como tal.
Lamentablemente, en
lugar de saludar esa iniciativa ejemplar del gobierno venezolano y de apoyar
ese importante paso, desde la Casa Blanca en los EEUU de Norteamérica y desde
las sedes de todas las cancillerías y gobiernos alineados bajo la tutela de
Trump se condena esta convocatoria, se la desprestigia y se llama a su rechazo.
Huelgas, marchas, grupos organizados de encapuchados armados
y lanzando bombas, heridos, muertos, apoyo mediático y de recursos del gobierno
norteamericano, la CIA planificando y dirigiendo, el gran empresariado
alentando la caída del gobierno legítimo.
¿Cómo es posible que haya quienes no quieran ver la absoluta
similitud con la situación en Chile en 1973? Son los mismos carajos de siempre.
Con la diferencia esencial de que en Venezuela hay Fuerzas Armadas al servicio
de la inmensa mayoría del pueblo y no de los pequeños grupos de poder que en
todo el continente alientan la consolidación del modelo económico y político
neoliberal, de la ultraderecha.
El temor de estos grupos es que la Asamblea que surja en los
próximos días pueda establecer normas legales que ayuden a resolver los agudos
problemas creados por los mismos que hoy los esgrimen en contra del gobierno.
Por ejemplo, generar instrumentos legales para combatir la especulación en los
precios o el ocultamiento de mercaderías o paralización de faenas que produce
desabastecimiento. O la creación de instancias jurídicas de diálogo que ayuden
a restablecer la sana convivencia.
Cómo no darse cuenta del plan golpista no sólo por su
semejanza con lo ocurrido en Chile sino por las actuales amenazas del mismísimo
presidente de EEUU que ha llegado al colmo de la insolencia injerencista al
exigir que se suspenda el proceso electoral del domingo 30. Cómo no darse
cuenta del tristísimo papel sumiso de las órdenes estadounidenses que
caracteriza a la OEA y al impresentable Luis Almagro, o la Unión Europea o el
Mercosur. Humillación de la que se han hecho parte diversos gobiernos de países
latinoamericanos, incluído Chile.
.
Los medios de comunicación chilenos e internacionales
machacan día a día, minuto a minuto, mienten groseramente, falsean los hechos.
Ocultaron y silenciaron la inmensa
movilización de millones de personas que asistieron al simulacro de votación
mientras difunden la canallada de que la convocatoria de este domingo no tiene
base legal. En cambio, tratan de mostrar como exitosas cada manifestación de la
oposición golpista ocultando su responsabilidad en las muertes y la violencia
que nos evoca a los grupos terroristas nuestros como los comandos de Patria y
Libertad o Rolando Matus.
Pero si hasta han pagado enormes sumas en dólares a
politicastros del tipo de Vicente Fox de México y otros similares para clamar
contra “la dictadura de Maduro”. ¡Cómo si no los conociéramos!
En su desespero, los golpistas de dentro y de fuera de
Venezuela han salido además “ a defender la Constitución actual” que es la
misma que tanto atacaron, que es la del Presidente Chávez, la del proceso
bolivariano. Ocultan que el llamado de hoy es para adecuarla a las
circunstancias que hoy se vive. Ocultan
que es un acertado mecanismo constitucional que permite un camino de paz y de
diálogo para superar la crisis, desbaratar a los grupos terroristas, proteger a
los ciudadanos y controlar la Economía.
Ocultan además que lo que busca el gobierno norteamericano
con la complicidad de los gobiernos sumisos de América Latina no es otra cosa
que el petróleo y los minerales de Venezuela.
En este escenario es que la reacción y declaraciones de la
Cancillería chilena son absolutamente desafortunadas y sirven sólo al golpismo.
Algo inimaginable en los sectores democráticos que vivimos lo que vivimos tras
el golpe cívico militar que derrocó al
gobierno de la Unidad Popular y del Presidente Allende. Entonces el gobierno
popular buscaba también un mecanismo legal y democrático para superar la crisis
creada por los mimos actores que hoy se mueven en Venezuela, es decir la CIA,
la Casa Blanca, los grandes monopolios, grupos fascistas terroristas y la
prensa a su servicio. Salvador Allende planteó entonces un llamado a plebiscito
para que, en consulta legal al pueblo, se definiera temas tan importantes y tan
discutidos como, por ejemplo, las 3 áreas de la Economía.
Quienes éramos entonces parlamentarios fuimos citados por el
presidente para el día 11 de septiembre de 1973 a primera hora en la mañana en
La Moneda para acompañar luego al primer mandatario hasta la sede de la
Universidad Técnica del Estado desde donde se dirigiría al país para anunciar
el plebiscito. Fue la razón que movió a los golpistas a anticipar el crimen.
Y es que las soluciones pacíficas y democráticas de las
crisis políticas no son del agrado de los poderosos y de los fascistas. Es lo
que, al menos los que entonces vivimos en carne propia el golpe de Estado,
nunca olvidaremos. Otra cosa podrán pensar quizás los que por entonces vivían
en los dominios de los que siguen pretendiéndose dueños del mundo.
eduardocontreras2@gmail.com
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