Por Dr. Tito Tricot
De súbito, hace mucho,
se extinguieron los dinosaurios, los pájaros dodo, y algunos guacamayos
rojos, pero los militares cobardes nunca. Tú, general Humberto Oviedo,
comandante en jefe del ejército de Chile eres uno ellos. Tratas de justificar
las atrocidades cometidas durante la dictadura refiriéndose al contexto
histórico y político de la época como una razón moral para asesinar con justa
causa y razón. Eso es cobardía.
Seguramente, desde tu atalaya de blasones y medallas, poco
te importa lo que pueda decirte y, menos aun lo que sienten los familiares de
las víctimas de las violaciones a los derechos humanos que tú atribuyes a aquel
etéreo contexto político. Pero te lo diré, porque hay que decir las cosas por
su nombre, lo cual tú no haces, en un
país que desde que las cúpulas políticas negociaron con tu ejército, el olvido
ha intentado devorar la memoria.
Primero. Nada, absolutamente nada excusa la violación, no
sólo de los derechos humanos, sino que de un país entero por parte de la
dictadura cívico-militar. La constante alusión al supuesto quiebre de la
democracia, la vulneración del Estado de Derecho, o caos imperante durante el
gobierno de la Unidad Popular no exclusivamente constituye una falacia, puesto
que ha sido un discurso instalado y, además, una situación provocada por las
fuerzas opositoras a Salvador a Allende. Sino, además, es un argumento que no se sostiene por sí mismo, ya
que si fuese cierto ¿Cómo explicas general Oviedo la sistemática represión de
tus Fuerzas Armadas por 17 años? ¿Qué contexto histórico-político lo justifica
si la “democracia” ya había sido restaurada?
Segundo. Clamas general que militares jóvenes, aquellos que
cumplieron órdenes, “comparten junto a
sus familias un destino impensado, angustiante y muy doloroso”. Lo haces en
búsqueda de lástima, perdón, acaso un indulto presidencial. ¿Dónde estuvo la
misericordia de esos militares jóvenes hacia otros y otras jóvenes torturados,
violadas, asesinados? ¿Por qué acataron
órdenes criminales, cuándo sí hubo otros militares valientes que se negaron a
obedecerlas?
¿Dónde asomó su compasión al secuestrar, degollar, matar a
prisioneros, introducirlos en sacos, a veces sólo adormecidos pero aún vivos y
amarrarlos a rieles para lanzarlos al mar?
¿Cuándo se demostró su clemencia al hacer desaparecer a más
de un millar de chilenos y chilenas para siempre? El único destino impensado,
angustiante y muy doloroso fue para todos y cada uno de los detenidos
desaparecidos, general. Por lo mismo, ninguno de los actualmente encarcelados merece
estar libre, no sólo porque no se han arrepentido, ni han entregado información
relevante para hacer justicia, sino porque es tanta la crueldad de sus acciones
que su mera presencia en las calles es un atentado a la humanidad.
Tercero. Los militares y civiles presos son una minoría, el
remanente de los represores está libre y jamás ha sido condenado por delito
alguno. Tampoco eran todos jóvenes y nadie era inocente, general. Unos daban
las órdenes, otros las cumplían y vastos sectores de la sociedad chilena
experimentaban las consecuencias de dichas órdenes. El ministro de defensa,
Juan Antonio Gómez, ha indicado que era
peligroso desobedecer órdenes en ese momento. Este es un manido argumento que
ha sido reiterativo a través de los años de esta eterna transición en lo que
respecta al tema de los derechos humanos. Aquí se da una triple cobardía: la
cobardía de los que mandaron matar a gente inerme; la cobardía de los que
ejecutaron las órdenes sin piedad y la cobardía de los medios de comunicación que
ocultaron lo que sucedía o mintieron para encubrir la verdad.
Por arte y magia de un proceso de alquimia discursiva, las
Fuerzas Armadas y la clase política dominante han posicionado el discurso de
que –aparentemente– era tan peligroso para los militares oponerse a reprimir
que era mejor torturar, violar o asesinar. ¿Nadie pensó o siquiera piensa ahora
en lo peligroso y letal que era y fue para las víctimas?
Cuarto. También, desde el inicio del proceso transicional
pactado se entronizó la idea de la justicia en la medida de lo posible que, al
fin y al cabo no es justicia.
Simplemente es otra manera de decir impunidad; asimismo este discurso y
práctica ha sido acompañado por otro igualmente deleznable que horada la
memoria colectiva. Hay un campanario político el qué, general, sin duda en
complicidad con los partidos políticos de la transición, has hecho tañer
gozoso. Aquel carillón nos habla de olvidar el pasado y mirar al futuro,
construyendo la reconciliación nacional.
Es lo que dijiste con el corazón henchido de patriotismo en
el juramento a la bandera al sostener que
“como sociedad, debemos ser capaces de legar a generaciones venideras un
clima de paz, armonía y esperanza permanente, que nos permita aspirar a un
futuro plenamente conciliado, conscientes de que somos parte de un mismo
Chile". Oviedo, eso debería haberlo pensado tu ejército el 11 de septiembre de 1973. Y no
nos hagas a todos responsables como sociedad de los crímenes cometidos por
ustedes y sus cómplices civiles. Nosotros no asesinamos ni hicimos desaparecer
a nadie, lo hicieron los que hoy se encuentran en Punta Peuco y los que no han
sido enjuiciados también. Culparnos a todos es deslindar responsabilidades. Es
cobardía.
Quinto. Te equivocas cuando dices que somos parte de un mismo
Chile, no lo somos. Lo desaparecidos todavía no aparecen, los torturados
continúan sendo torturados cuarenta años después, los muertos siguen muertos,
los exiliados siguen con sus vidas fracturadas, al igual que los presos
políticos. Tú vives en otro Chile, el de la impunidad, el del milicogate, el de
las jubilaciones millonarias de los violadores a los derechos humanos. No es el
Chile de las pensiones miserables de un porcentaje mínimo de torturados y ex
presos políticos incluidos en la Comisión Valech.
Sexto y último. Yo no quiero reconciliarme contigo general.
Ni con ninguno de los asesinos, encarcelados o no. Jóvenes o ancianos que
violaron a este país, a mi país, que no es el mismo que el tuyo. Porque
nosotros no hemos hecho desaparecer a nadie y menos aún haremos desaparecer la
dignidad y la memoria de los que cayeron victimas del sadismo de tus “jóvenes
militares” o de los que tuvieron el coraje de combatir contra ustedes. Porque
ellos sí que fueron valientes de verdad.
tricot18@gmail.com
Entrenadas sus cúpulas para ser fundamentalmente ejércitos de ocupación interna a favor del poder económico, no hay diferencias en casi toda América Latina y el Caribe
ResponderEliminar¿QUE PODRÍA DECIR, SI EL DR. TITO TRICOT, AL RESPONDER DISCURSO DEL GENERAL OVIEDO, LE PUSO EL ESPEJO A TODOS LOS ASESINOS Y COBARDES,... LOS QUE MANDABAN Y LOS QUE OBEDECÍAN ORDENES. QUEDO SATISFECHA PARA QUE LO LEAN TODOS ESOS CONSCRIPTOS, QUE NO NOS PUEDEN MIRAR A LOS OJOS A NINGÚN CIUDADANO HONORABLE DE ESTE PAÍS.
ResponderEliminar¿QUE PODRÍA DECIR, SI EL DR. TITO TRICOT, AL RESPONDER DISCURSO DEL GENERAL OVIEDO, LE PUSO EL ESPEJO A TODOS LOS ASESINOS Y COBARDES,... LOS QUE MANDABAN Y LOS QUE OBEDECÍAN ORDENES. QUEDO SATISFECHA PARA QUE LO LEAN TODOS ESOS CONSCRIPTOS, QUE NO NOS PUEDEN MIRAR A LOS OJOS A NINGÚN CIUDADANO HONORABLE DE ESTE PAÍS.
EliminarDr.Tricot es muy clara su respuesta estos jovenes militares fueron todos estrenados en la escuela de las america en la bases de Brssil,Panama o USA dondse aprendieron a torturar y mentir no reconocen nada de lo que hicieron estos criminales tienen que estar en la carcel hasta que cumplan su centencia o mueran presos porque si estos criminales son un peligro para la sociedad
ResponderEliminarCiertamente son un peligro para la sociedad, son como psicópatas asesinos que andarán sueltos peligrosamente y volverán a sus andadas cuando la coyuntura política sea desfavorable a los poderes del capital y este se encuentre en peligro. Pues será cuando se quite la máscara de demócrata y necesitara de mano de obra asesina profesional del terror que el poder del capital necesita de cuando en cuando. Y ASI SERIGUIRA LA HISTORIA hasta que las fuerzas progresistas desarme a la burguesía de todos sus poderes, económicos, militares mediáticos etc. etc. Es por eso que en Chile, y en cualquier estado controlado por la burguesía, este tipo de criminales son tan bien tratados pues es su ejército de reserva, pues mañana los va necesitar como ejercito mercenario para defenderse de la ira del pueblo.
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