Por Eduardo Contreras
En relación a la situación en Venezuela pareciera que buena
parte de los chilenos olvida su propio pasado y pierde la brújula. Pero lo peor
es cuando ese síntoma parece alcanzar alturas formales
No se trata sólo de la mirada político ideológica, es decir
de la pérdida absoluta del sentido latinoamericanista que alguna vez tuvo el
manejo de las relaciones políticas y diplomáticas por partes de los gobiernos
chilenos.
Porque al fin y al cabo en nuestra realidad el manejo de los
criterios ideológicos pudiera al menos comprenderse por la pluralidad de
visiones que en determinadas materias existe al interior del actual bloque en
el gobierno de Chile.
La Nueva Mayoría es al fin y al cabo el fruto de un justo
esfuerzo de las organizaciones políticas progresistas del país por llevar a
cabo un programa de transformaciones absolutamente indispensables para la
sociedad chilena con el firme propósito, parcialmente cumplido, de dar inicio a
la transición desde el modelo de Estado impuesto por la dictadura a una forma
de organización política democrática real y a un modelo económico y social que
ponga en el centro los intereses de la mayoría de la población y no del
reducido grupo de magnates que provocaron el golpe del 73 bajo la dirección de
la CIA norteamericana.
Es que era hora ya de poner fin al continuismo post
pinochetista que se extendió por casi 30 años sin que se tocara el bi nominal
ni se pensara en una reforma tributaria, ni en una reforma laboral ni
educacional ni ninguna otra y menos, mucho menos, se pensara siquiera en una
Nueva Constitución.
En eso se ha avanzado, se inició la transición sin
desconocer errores. Pero si ha habido dificultades serias y no ha podido llegarse hasta el fondo de cada
una de esas reformas, ha sido principalmente por la intensa actividad de los
enemigos de los cambios. Lo cual sucede porque los factores del poder real en
la política siguen en manos de esos pequeños grupos privilegiados y ultra
conservadores. Y entre esos factores del poder real está el de los principales
medios de comunicación que todo lo
deforman en favor de sus intereses.
Todo eso es parte de nuestra realidad y se puede entender.
Pero lo incomprensible resulta ser que, en relación al manejo de las relaciones
internacionales se abandone la política de unidad de los pueblos de América
Latina y se retorne a la aceptación de las presiones hegemónicas de EEUU.
Porque entonces se implementa decisiones erróneas, ajenas al espíritu del programa de gobierno.
Y además desconociendo singularidades políticas o jurídicas, cuestiones
elementales de las características específicas de los procesos en desarrollo en
otros países del continente. Es el caso concreto en nuestros días de la actitud
frente a la situación en Venezuela.
No es primera vez que ocurre. En el pasado reciente el
gobierno chileno cometió un gravísimo error por el que jamás se disculpó. Me refiero al reconocimiento que el 12 de
abril del año 2002 Chile hizo al golpe
de Estado en contra del presidente constitucional Hugo Chávez. Nuestro poder
ejecutivo de ese año, siguiendo la corriente golpista alentada como siempre
desde Washington, hizo el ridículo de
reconocer al empresario Carmona, usurpador golpista que no completó ni siquiera
24 horas en el palacio de gobierno.
Es además muy importante que recordemos que en ese golpe
participó activamente el entonces
alcalde del municipio de Baruta y hoy gobernador de Miranda, Henrique Capriles,
quien, ademán encabezó entonces un ataque contra la embajada de Cuba en
Venezuela en donde secuestraron temporalmente a quienes allí se encontraban. El
gobierno chileno nunca mostró arrepentimiento de ese gesto oficial claramente
antidemocrático, solidario con el golpismo. Hoy aparecen señales igualmente
preocupantes y desde luego nuestro gobierno pareciera también que se olvida
quien es realmente el tal Capriles.
En efecto, Henrique Capriles
aparece hoy como uno de los
“demócratas” que exigen la salida de “dictador”. Es la vieja historia del
ladrón detrás del juez.
En estos meses de convulsión social en ese hermano país un
papel central en la ofensiva antidemocrática la desempeña la desprestigiada
Organización de Estados Americanos, la OEA. Digamos de inmediato que nos parece
que es hora ya que Chile analice la conveniencia de mantenerse como parte del turbio instrumento del
aparataje de dominio imperial. Es en esta entidad - a cuya cabeza está hoy un
personaje tan lamentable como Almagro - desde donde se dirijen los ataques
contra el gobierno constitucional del presidente Maduro. De paso,
contradiciendo el Informe del Consejo de Defensa de los Derechos Humanos de
Naciones Unidas de marzo de este año que da cuenta del respeto del gobierno
venezolano a las normas democráticas y a los derechos humanos.
Todavía más, ahora la OEA y la Cancillería chilena expresan
preocupación por el llamado del gobierno de Caracas a emplear el más
democrático de los mecanismos: convocar a una Asamblea Constituyente, algo que
en Chile estamos todavía lejos de lograr. Pero que además es lo que solicitaban
los propios opositores hace muy poco tiempo atrás.
Entonces lo veía bien la OEA. Y cuando ese llamado a una
Asamblea Constituyente lo hizo la oposición al presidente Maduro, al gobierno
de Chile esta iniciativa no le pareció preocupante. Ahora sí, porque la plantea
precisamente el gobierno de Maduro. Vergonzoso doble trato. Y se alza la voz de
la derecha chilena en todas sus variantes para sostener que: “¡esto es
inconstitucional, anti democrático, no es legal ! ”
Tengo en mis manos la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela del año 1999. Aconsejo a los críticos de Maduro, a los
que expresan “ que es preocupante el anuncio del presidente “ que se den el
trabajo de buscar este texto y, si no es mucho esfuerzo, que puedan leerlo.
Encontrarán entre sus normas los artículos precisos que regulan el
procedimiento de modo que no les quede duda alguna del pleno respeto a la institucionalidad
vigente por parte de la autoridad central de ese país.
En efecto, los artículos 347 y siguientes de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela regulan el llamado a una Asamblea
Constituyente luego de consagrar expresamente que “ El pueblo de Venezuela es
el depositario del poder constituyen originario. En ejercicio de dicho poder,
puede convocar a una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de
transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva
Constitución”
Esa es una democracia real. ¡Qué enorme distancia con
nuestro Chile sometido a la misma Constitución impuesta por Pinochet y cuyo
cambio constituye una dificultad difícilmente superable! Pero esto no pareciera inquietar a nuestros
“demócratas”.
Agrega la Constitución
venezolana que la iniciativa para convocar a una Constituyente puede
asumirla el Presidente de la República en Consejo de Ministros o la propia
Asamblea Legislativa, es decir el Parlamento hoy con mayoría opositora,
mediante el voto de dos terceras partes de sus miembros. Puede solicitarla
además el quince por ciento de los electores y electoras inscritos en los
respectivos registros electorales.
¿Y esto es lo que preocupa hoy a los sedicentes “demócratas”
chilenos, incluidos los medios de comunicación del sistema ?
Estos son los hechos concretos que demuestran palmariamente
de qué lado se está respecto del actual conflicto político venezolano. Concluyo
afirmando que la única actitud democrática hoy es condenar la criminal ofensiva
golpista de EEUU, la OEA y la oposición fascista de Venezuela en contra del
gobierno constitucional. Que no se engañe nadie.
Es el petróleo venezolano lo que busca EEUU, son sus
reservas minerales, el oro entre ellas, pero es además el intento por
aprovechar una economía en alza luego de la diversificación productiva y el
desarrollo industrial promovido por el chavismo. Sólo el transitorio bajo
precio del petróleo y el boicot y bloqueo económico desarrollado por los
golpistas es el que crea las actuales dificultades.
¿O se olvidan los “demócratas” chilenos de la situación muy
similar que vivíamos en Chile en 1973? En Venezuela se produce una escasez de
productos especialmente alimenticios, como en nuestro país y que terminó al día
siguiente del golpe de septiembre. En Venezuela surgen bandas armadas de
encapuchados tal como los delincuentes de “Patria y Libertad” en Chile. Aquí y
allá cobardes bien pagados por la derecha.
¿Tan mala memoria tienen algunos que hoy condenan al gobierno de Maduro, expresan
“preocupación” y apoyan en los hechos a los golpistas? ¿Ya olvidaron a nuestros
miles de asesinados, desaparecidos, torturados, prisioneros, exiliados?
Cuidado. Si la derecha se impusiera en Venezuela, lo que no creo que suceda por
el inmenso apoyo popular al gobierno, la situación en todo nuestro continente
sufriría un retroceso gravísimo de consecuencias imprevisibles.
A no jugar con fuego.
eduardocontreras2@gmail.com
Buen análisis, sobre todo de personajes como Capriles y de la hipocrecía del poder y del gobierno chileno.
ResponderEliminarLa memoria parece ser que es lo primero que se reciente cuando hay conflictos de interes, como le pasa a nuestra clase politica en Chile.
ResponderEliminarFuerza venezuela libre de Golpistas y asesinos
Ocurre que el fascismo está dentro del mismo gbno de Chile. la Pdta bachelet y su canciller son sus representantes y tratan de engañar a la opinión pública con un doble estandar. La politica internacional es la misma que tendría Pinochet si estuviera en el gbno. Nada digo de la constitución fascista, la cual ningún gbno post Pinochet se ha atrevido a cambiar. En Venezuela estamos sufriendo del TERRORISMO MEDIATICO INTERNACIONAL acompañado de cada uno de los gbnos vendidos o secuestrados por el imperio.
ResponderEliminar