Por Félix Roque Rivero
Los colombianos desaprovecharon, por ahora, firmar una paz
positiva que dé al traste con la guerra que tantos muertos y desplazados ha
producido. En el análisis de lo ocurrido, es dado permitirse ciertas
suspicacias
Una parte importante
del pueblo colombiano se expresó en las urnas y una lánguida mayoría, pero
mayoría al fin y, en democracia eso debe ser respetado, le dijo no a los
Acuerdos de Paz que el presidente Santos y el Comandante de las Farc-Ep, habían
concluido en La Habana y refrendados en Cartagena de Indias ante un grupo importante
de Jefes de Estado y el Secretario General de la ONU. Una ola de desencanto y
de frustración se observó en la parte que propiciaba la victoria del SÍ
mientras que en el bando de los partidarios del NO reinaba la alegría como si
hubiesen obtenido una victoria. Ilusos los que así piensen.
Como dijo Lenin al propiciar una salida pacífica al
conflicto que la naciente revolución soviética mantenía con Alemania por la
pretensión de ésta de anexarse una parte de la URSS, “La guerra ha sumido en el
hambre a los países más civilizados, más desarrollados en el aspecto cultural.
Más, de otra parte, la guerra, como un ingente proceso histórico, ha acelerado
de modo inaudito el desarrollo social”. La guerra ha exacerbado en grado
extremo las reivindicaciones sociales más sentidas de los pueblos. Lenin tildó
a la tan anhelada paz de “paz desdichada, de paz archidura”. La paz en su
acepción más general significa ausencia, cese, solución de un conflicto. Los
colombianos tienen un conflicto interno con connotaciones externas que dura ya
más de 70 años.
Se trata de un conflicto donde los actores se conjugan entre
los valores incompatibles –al decir de Norberto Bobbio- del deber y el placer,
entre razón y pasión, entre interés propio e interés ajeno. La paz responde a
diversos tipos. El Raymond Aron habla de la paz de potencia, de impotencia y de
satisfacción. Interesa destacar la llamada paz de potencia la cual se subdivide
en paz de equilibrio, de hegemonía y de compromiso, dependiendo esto de que los
grupos políticos estén en relación de igualdad o de desigualdad basada en el
predominio de uno sobre los otros, tal como sucede con los Estados Unidos
respecto de los demás Estados del Continente Americano.
Los colombianos desaprovecharon, por ahora, firmar una paz
positiva que dé al traste con la guerra que tantos muertos y desplazados ha
producido. En el análisis de lo ocurrido, es dado permitirse ciertas
suspicacias. Si bien la paz es justa y necesaria para el pueblo de Colombia y,
en particular para los que viven en las periferias, zonas montañosas, para los
más vulnerables; ¿lo será también para los que han fomentado el conflicto, para
los que venden armas y trafican drogas para abastecer al principal mercado del
mundo, el de los Estados Unidos, para los que hacen de las noticias
sensacionalistas un negocio, para los que gustan mantener el terror y el miedo
para controlar el poder, los que hacen de la guerra una justificación para
reprimir y obedecer a sus amos?.
Por ahora, los enemigos de la paz para Colombia se han
anotado una victoria pírrica, escuálida. Una victoria que más temprano que
tarde el pueblo colombiano sabrá revertir para satisfacción de sí mismo y de
toda la Región. Desde Venezuela pregonamos que estamos en contra de la
violencia en el Planeta y decimos con toda certeza que queremos y practicamos
la paz en la Región y a nivel internacional. Es archiduro lograrla, pero la paz
es la victoria de los pueblos.
canaimaprofundo@hotmail.com
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