Por Iván Muñoz :
A inicios de febrero de 2019, el Senado
estadounidense vetó la posibilidad de que el gobierno de ese país, al menos
momentáneamente, incursione mediante una intervención de sus fuerzas regulares
en Venezuela, esto, a pesar de que los republicanos dominan en la Cámara Alta.
En la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense dominada por los
demócratas, las posiciones son mucho más adversas a esas pretendidas acciones
de la Casa Blanca.
Sin embargo, estas condiciones de la
política interna estadounidense no constituyen un alivio para la paz en
Venezuela, pues la retórica belicista sigue intacta en las vocerías de John
Bolton, Mike Pence, Marco Rubio y el mismo Donald Trump, no solo indicando
"la opción militar" sobre la nación caribeña, también azuzando a la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) para que deponga al presidente
Nicolás Maduro y dé pie a un enfrentamiento interno.
Durante la segunda semana del mes de
febrero, la narrativa de la "crisis humanitaria" en Venezuela se ha
incrementado y la Casa Blanca, mediante la USAID y el gobierno de Colombia, ha
instrumentalizado la colocación de una supuesta "ayuda humanitaria"
en la frontera colombo-venezolana, afinando un detonante de conflicto y
suscitando la conmoción mediante el pretendido "ingreso a la fuerza"
de supuestos paquetes de ayuda.
En simultáneo, las autoridades venezolanas
detuvieron al ex coronel venezolano y entonces prófugo de la justicia Oswaldo
García Palomo, quien ha sido uno de los operadores en el terreno para instigar
en la fuerza armada venezolana y ha sido articulador de operaciones
mercenarias, entre ellas el intento de magnicidio al presidente Maduro en
agosto de 2018. García Palomo reveló a las autoridades venezolanas elementos de
la conjura entre Colombia y Estados Unidos para detonar en Venezuela un
conflicto civil y una intervención armada de origen externo en simultáneo.
Tampoco es casual que el autoproclamado
Juan Guaidó también haya introducido la narrativa de detonar "una guerra
civil" en Venezuela, y además sostener que mediante sus gestiones, este
podría "solicitar la intervención extranjera" para, en teoría, salvar
a la población venezolana.
Vistos esos elementos en la política
interna de Estados Unidos y los demás detalles sobre el golpe de Estado en desarrollo
en Venezuela, es indispensable unir los puntos: adquiere cada vez más
consistencia la posibilidad de que la variante militar de asedio a Venezuela
tenga la denominación de guerra mercenarizada presentada como conflicto civil.
Un esquema de guerra tercerizada en la que Estados Unidos, mediante factores
paramilitares en Colombia, detone un conflicto de tipo irregular y en
consecuencia puedan irrumpir facciones que podrían estar cooptadas a lo interno
de la FANB para dar pie al umbral del caos.
Pero hay factores en la política regional y
en la propia política estadounidense que han señalado mostrarse en franco
desacuerdo con la posibilidad de una intervención a Venezuela, o la posibilidad
de que la situación actual escale a un conflicto civil. Gobiernos del mismo
Grupo de Lima, como los de Perú, Chile y Ecuador entre otros, han fijado esa
postura y en simultáneo los gobiernos de México, Uruguay, Bolívia y República
Dominicana han señalado los "riesgos" que derivarían de un conflicto
armado en el Caribe.
Los factores a considerar sobre un
conflicto imposible de encapsular
Las derivaciones en el hecho político:
varios gobiernos de derecha beneficiarios de un nuevo auge de sus fuerzas
políticas en la región, entienden que al día de hoy el tema venezolano divide
las relaciones internacionales. En sus adentros, varios gobiernos han
gestionado eficazmente el tema de Venezuela satanizando al chavismo y
estigmatizando al país. Por eso, varios gobiernos han suscrito el
reconocimiento de Juan Guaidó como figura paraestatal y artificial, mediante
factura e instrucciones estadounidenses.
No obstante, el estallido de una guerra
cambiaría seriamente la posición de esos gobiernos de cara a su frente político
interno, pues pasarían a ser los gobiernos que legitimaron y dieron cuerpo al
estallido de una guerra en Venezuela, aunque ahora se deslinden del discurso
bélico intentando resguardar su capital político. Pero lo cierto es que, de
ocurrir una guerra en Venezuela, ocurriría un sisma en la política regional, la
matriz crítica a las fuerzas de derecha se incrementaría, pudiendo ello ser aprovechada
por otras fuerzas de izquierda y otras de la socialdemocracia para tambalear
partidos en gobiernos.
La espiral que derivaría de una guerra en
Venezuela atravesaría la política entre los factores de derecha aliados o
adversarios de la intervención, dejando un amplio argumentario que sería muy
útil para acelerar la deslegitimación de los actuales gobiernos de derecha en
el poder en varios países, algunos de ellos con pisos políticos bastante
endebles.
La verdadera crisis humanitaria: desde la
guerra de Afganistán se ha demostrado que los conflictos de este tiempo suelen
ser prolongados. Una guerra asimétrica en Venezuela tendría esa denominación,
pues hay elementos que componen la estructura defensiva militar de Venezuela
que sugieren que relámpago “sería imposible. También es cierto que en ese tipo
de guerras, el desplazamiento interno y externo de la población sería de al
menos un 40% de la población debido a la agudización de una crisis de espectro
total: carencia de servicios, hambre e insalubridad.
¿Quiere Estados Unidos un nuevo Medio
Oriente en su "patio trasero"?
Según un informe del Alto Comisionado de
las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ese ha sido el caso en
Afganistán, Irak, Libia y Siria. Según Vox EU, siguiendo datos de ACNUR, el 54%
de los sirios han sido desplazados. La posibilidad de una guerra en Venezuela
desplazaría dentro y fuera del país al menos a unos 12 millones de personas.
Una cifra de dimensiones astronómicas para esta parte del mundo.
Un conflicto en Venezuela abriría campos de
refugiados en el país, pero también fuera de este. Los gobiernos vecinos
estarían en la obligación de intentar contener un desplazamiento humano enorme,
probablemente de unos 7 millones de personas como mínimo que se unirían a los
migrantes económicos que ya han salido del país. Tendrían que gestionar tal
crisis con los métodos que saben aplicar los países europeos; abrir campos de
refugiados sería entonces un asunto difícilmente manejable, logística y
políticamente costoso. El Mar Caribe podría convertirse en otro Mediterráneo, e
incluso la dimensión de la tragedia por muertes por inmersión podría ser mayor,
bajo el entendido de que Europa despliega una organización y logística de
supervisión y control marítimo, y que tales capacidades no existen en el Mar
Caribe.
Un epicentro de inestabilidad en materia de
seguridad: es indispensable analizar las consecuencias de una arremetida
violenta contra Venezuela, si resulta exitosa. Una guerra asimétrica
multivariable significaría la inserción masiva de armas al país, pero también
la fragmentación al menos parcial de las fuerzas regulares venezolanas y su
arsenal. Una ingente cantidad de armamento de al menos 500 mil armas en manos
del ejército, la Armada, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y las milicias
bolivarianas, que podrían caer en manos de integrantes de bandos difusos del
conflicto. Armas susceptibles a pasar luego al mercado negro para distribuirse
en manos de terroristas, miembros del crimen organizado e insurgentes en la
región y otros continentes.
Sobre este ítem vale la pena afincarnos
sobre un ejemplo. Yace en uno de los componentes del sistema antiaéreo
venezolano de tres niveles y que tiene consigo el lanzamisiles IGLA-S, de
fabricación rusa, para defensa antiaérea a baja altitud, hasta unos dos
kilómetros de altura. Es un dispositivo disponible por miles en el ejército
venezolano. De hecho, la Compañía Anónima Venezolana de Industria Militar
(CAVIM) diseñó para la FANB una versión venezolana, el IGLA-VE, con un apresto
muy al nivel de su predecesor ruso. Este dispositivo, portátil, además, sigue
las trazas de calor de cualquier artefacto aéreo, pero tiene además la facultad
de guiarse directo hacia el objetivo eludiendo bengalas mediante un software en
el lanzacohetes.
Este artefacto es de sumo cuidado. De
hecho, Estados Unidos no ha dotado de instrumentos similares a fuerzas
mercenarias que ha desplegado en Siria, precisamente por los riesgos que se
derivan de que este arma caiga en manos irregulares. La seguridad aeronáutica
regional estaría en enorme riesgo y cualquier avión civil podría ser un
objetivo sumamente vulnerable frente a estos dispositivos en manos equivocadas.
Los riesgos sobre la seguridad estratégica
regional a largo plazo
Estos riesgos son plenamente conocidos por
la gendarmería militar estadounidense que se mantiene aupando una guerra en
Venezuela. Sin embargo, la intervención sigue como opción en la mesa. Ello
infiere que lo que está en discusión, no es sólo la posibilidad de una guerra
en Venezuela, sino también la posibilidad de que se desarrolle un foco de
conflicto que, como onda expansiva, pueda comprometer la seguridad estratégica
de la región, para así ampliar la presencia estadounidense y el despliegue
total de su infraestructura institucional. ¿Quiere Estados Unidos un nuevo
Medio Oriente en su "patio trasero"? Esa es una gran pregunta.
La presunta retirada de Estados Unidos de
Siria y la posibilidad de que firmen un armisticio con los talibanes en
Afganistán -evidentemente sin haberlos derrotado-, des escalaría
momentáneamente la presencia estadounidense en ese "polígono de tiro"
que ha sido esa región en las últimas décadas. Pero el complejo industrial
militar estadounidense, factor causal y central de la expansión militar y las
guerras que ese país ha emprendido, sigue intacto como factor modulador de la
política norteamericana y podría estar considerando la posibilidad de abrir
otro frente de conflicto a gran escala en Latinoamérica.
A fin de cuentas, avasallar a los
Estados-nación, que es el principio y fin de la política estratégica
estadounidense, ha tenido en la guerra un factor polivalente. La guerra ha sido
un componente del enfrentamiento perpetuo de Estados Unidos frente al mundo, y
por eso se ha consagrado como factor hegemónico y dominante de las relaciones
internacionales desde hace un siglo.
iwlamur@yahoo.com
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