sábado, 4 de julio de 2020

La crisis de la Pandemia es aprovechada por el capitalismo



Por Diego Olivera Evia:
Los pueblos del Planeta son desclasados y en la pobreza

El origen de la pandemia
Mientras se escriben estas líneas, el Coronavirus 2019, que se hizo público en noviembre del 2019, se ha expandido alrededor de todo el planeta afectando a 2.4 millones de personas y matando a un total de 171 mil2. La expansión del virus ha propiciado una transformación de la economía global. Por un lado, el confinamiento de un tercio de la población del planeta ha desacelerado la producción de mercancías y el comercio internacional, mientras que la falta de movilidad ha obstruido el constante movimiento de mercancías y personas que sostienen el modelo económico capitalista.

Aun cuando el origen geográfico de la pandemia sea Wuhan, la propagación del virus no pudo haber ocurrido de no ser por las estructuras de la globalización económica y el capitalismo. Es decir, aunque el virus viene de China, su verdadero origen está en la economía capitalista. Entonces, más allá de un problema natural, la pandemia es el resultado de una serie de factores económicos y políticos que han permitido la creación y expansión de una ‘superficie’ a través de la cual el virus puede esparcirse de manera casi ininterrumpida. El propio capitalismo es el principal

Una visión de la pandemia
El neoliberalismo o capitalismo del desastre, como lo llamó Naomi Klein, es una versión del capitalismo neoliberal que busca aprovecharse de las crisis socio-naturales, para profundizar los medios de extracción de valor y plusvalía que sostienen la acumulación de capital en una escala global. En el contexto neoliberal, el papel del Estado se reduce a ser un gendarme al servicio del capital. Mientras que la ideología de mercado se esparce como un virus, el estado-nación encarna los medios y fuerzas necesarias para reprimir la resistencia y eliminar cualquier obstáculo a la acumulación de plusvalía y capital.

Hasta hace unos meses, las estrategias de represión del Estado y otros grupos que buscan y defienden la acumulación del capital (incluidos grupos paramilitares y el crimen organizado) habían hecho cada vez más explícitas sus formas de agresión en contra de los ‘obstáculos’ que impedían el desarrollo de grandes proyectos de infraestructura y la extracción de minerales e hidrocarburos. Evidencia de esto es el número de asesinatos de personas defensoras ambientales, principalmente en Latinoamérica, cifra que alcanzó un total de 1,558 de 2002 a 2017, más 164 en 2018.

La desaceleración global propiciada por la COVID-19 ha puesto un alto -más bien corto- a los procesos extractivos. Sin embargo, sería ingenuo pensar que las estructuras del capital no regresarán a aprovecharse de la situación. El capitalismo ciertamente seguirá existiendo después del Coronavirus, pero será diferente a la versión que conocemos del neoliberalismo o el capitalismo del desastre. La crisis financiera de 2007-2008 nos permitió ver algunos de los extremos a los que está dispuesto a llegar el modelo neoliberal, pero debido a la magnitud de la crisis actual, las respuestas para la “reactivación” y “normalización” de la economía podrán ser más agresivas y destructivas. En otras palabras, los gobiernos, en un desesperado intento por restablecer el orden social y político a la normalidad y con el fin de restablecer el flujo y la acumulación del capital, están buscando sentar las bases de lo que puede ser un estado permanente de emergencia que les permita avanzar agendas al servicio del capital.

Por su parte, las empresas petroleras han aprovechado la oportunidad de la cuarentena impuesta para reavivar proyectos de infraestructura como el oleoducto Keystone XL, que busca transportar arenas bituminosas de Canadá al Golfo de México, mientras que las y los activistas que lo han frenado están confinados por la pandemia. Paquetes de rescate de muchos países están dando millones de dólares a las petroleras. Estados Unidos destinó 500 mil millones de dólares a corporaciones, sin restricciones para su gasto; y en México, con pandemia y un Estado debilitado, PEMEX recibió 65 mil millones de pesos.

La expansión del estado de emergencia comienza a producir estados de excepción, en los que el control y manejo de la vida son la prioridad máxima. Como lo señaló Giorgio Agamben, el coronavirus se ha convertido en la excusa perfecta para instituir el estado de excepción, en donde la salvaguarda de la vida se convierte en una oportunidad para tomar el control del Estado5. Aunque es cierto que el control de la vida es la finalidad de la biopolítica (por ejemplo: defender la vida a toda costa, lo que Agamben llama vida desnuda -bare life-), también lo es que la biopolítica considera a la vida como sujeto o cuerpo sin poder o agencia, como algo maleable con el fin de asegurar la disciplina y la conducta --por ejemplo, a través de la producción de sujetos y conductas que reafirman y sostienen el neoliberalismo.


Los pueblos del Planeta son desclasados y en la pobreza
A menudo, la pobreza confina a los pobres de las zonas rurales en tierras poco productivas, lo que contribuye a acelerar la erosión de los suelos. Por falta de recursos, los barrios pobres no pueden organizar la recogida de basuras, que se acumulan y deterioran la salud de los habitantes. La mala utilización de los recursos energéticos conduce al despilfarro y al aumento del coste de la energía a niveles que la hacen inaccesible para los pobres.

El acceso universal a la educación básica y a la formación profesional, la difusión de información en las comunidades sobre métodos agrícolas apropiados, la gestión de los residuos y de los recursos naturales, la protección de los litorales, la gestión de los recursos hídricos y de las pesquerías son fundamentales para la reducción de la pobreza y la limitación de sus efectos sobre el medio ambiente. Las medidas emprendidas para detener la deforestación y los programas de reforestación pueden garantizar un mejor uso de los recursos naturales en favor de los pobres. La producción local a bajo precio de calderas y aparatos de cocina que consuman poca energía debería reducir considerablemente el gasto energético de los hogares desfavorecidos, protegiendo al mismo tiempo el medio ambiente.

A menudo, la pobreza confina a los pobres de las zonas rurales en tierras poco productivas, lo que contribuye a acelerar la erosión de los suelos. Por falta de recursos, los barrios pobres no pueden organizar la recogida de basuras, que se acumulan y deterioran la salud de los habitantes. La mala utilización de los recursos energéticos conduce al despilfarro y al aumento del coste de la energía a niveles que la hacen inaccesible para los pobres.

El acceso universal a la educación básica y a la formación profesional, la difusión de información en las comunidades sobre métodos agrícolas apropiados, la gestión de los residuos y de los recursos naturales, la protección de los litorales, la gestión de los recursos hídricos y de las pesquerías son fundamentales para la reducción de la pobreza y la limitación de sus efectos sobre el medio ambiente. Las medidas emprendidas para detener la deforestación y los programas de reforestación pueden garantizar un mejor uso de los recursos naturales en favor de los pobres.

La producción local a bajo precio de calderas y aparatos de cocina que consuman poca energía debería reducir considerablemente el gasto energético de los hogares desfavorecidos, protegiendo al mismo tiempo el medio ambiente menudo, la pobreza confina a los pobres de las zonas rurales en tierras poco productivas, lo que contribuye a acelerar la erosión de los suelos. Por falta de recursos, los barrios pobres no pueden organizar la recogida de basuras, que se acumulan y deterioran la salud de los habitantes. La mala utilización de los recursos energéticos conduce al despilfarro y al aumento del coste de la energía a niveles que la hacen inaccesible para los pobres.

El acceso universal a la educación básica y a la formación profesional, la difusión de información en las comunidades sobre métodos agrícolas apropiados, la gestión de los residuos y de los recursos naturales, la protección de los litorales, la gestión de los recursos hídricos y de las pesquerías son fundamentales para la reducción de la pobreza y la limitación de sus efectos sobre el medio ambiente. Las medidas emprendidas para detener la deforestación y los programas de reforestación pueden garantizar un mejor uso de los recursos naturales en favor de los pobres. La producción local a bajo precio de calderas y aparatos de cocina que consuman poca energía debería reducir considerablemente el gasto energético de los hogares desfavorecidos, protegiendo al mismo tiempo el medio ambiente.

(*) Periodista, Historiador y Analista Internacional
diegojolivera@gmail.com


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