Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
A través de la historia (por lo menos desde el fin de la
segunda guerra mundial) la impronta intervencionista de Estados Unidos tuvo a
la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como actor principal. Todo el
entramado conspirativo que condujo a invasiones armadas, golpes de estado
contra presidentes democráticos, asesinato de líderes, desestabilización de
países, entrenamiento de terroristas y oficiales de otras naciones, la
aplicación de interrogatorios bajo tortura y la sistematización de métodos de
obtención de información violando derechos humanos y todo tipo de acciones
ilegales tenían como eje, operaciones encubiertas y de inteligencia de ese
servicio fundado en 1947.
La secretividad y el ocultamiento de las operaciones de la CIA marcaban la pauta de la política exterior de Estados Unidos en conflicto permanente con el Departamento de Estado y la Consejería de Seguridad Nacional, en el protagonismo por atribuirse logros en el cumplimiento de los objetivos internacionales imperiales de su país.
Caso paradigmático en este sentido fue el accionar de
Estados Unidos contra Chile durante el gobierno del presidente Salvador
Allende. En primer lugar, el presidente Nixon intentó impedir por todos los
medios que Allende fuera ratificado por el Congreso como lo establecía la ley
chilena de la época. Para ello recurrieron incluso al expediente de asesinar al
Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider, un militar
constitucionalista.
Al no lograr ese objetivo, Nixon dio instrucciones para
desestabilizar el país a fin de hacer fracasar la gestión del gobierno de la
Unidad Popular y provocar un colapso bajo la orden de “hacer crujir la
economía”, otorgando amplios recursos y atribuciones que fueron creando las
condiciones para el golpe de Estado de septiembre de 1973. Todo esto, en
colusión con las fuerzas armadas, los partidos políticos de la oposición,
agremiaciones empresariales y medios de comunicación.
Aunque había manifestaciones exteriores que daban cuenta de
los preparativos violentos para la interrupción de la democracia, todo se
planificó y organizó en total secreto. Tal vez en aquella época la existencia
de un sistema internacional bipolar impedía que Estados Unidos actuara con
abierta impunidad.
Hoy ya no es así. Un mundo indefinido en términos de su
estructura, pugna entre la imposición unipolar de Estados Unidos y sus
adláteres, en particular una Europa desdibujada y subordinada, carente de
personalidad internacional, que choca con los deseos mayoritarios de
multipolaridad.
Sin embargo, no se posee la fuerza suficiente para
contrarrestar la soberbia imperial ni impedir los desmanes de la potencia
norteamericana que actúa con total impunidad ante la violación del derecho
internacional. Se ha llegado incluso al absurdo que la ONU sea dirigida por un ex
primer ministro de un país de la OTAN, la alianza militar más agresiva y
guerrerista de la historia.
Este es el contexto que permite que Estados Unidos pueda –
en la actualidad- develar públicamente sus planes de agresión, sin tener que
enfrentar contratiempos de ningún tipo. En el caso de Venezuela, tal situación
ha sido más que evidente.
En un primer momento, resultó curioso que haya sido el
diplomático estadounidense James Story acreditado en Bogotá a cargo de la
Oficina de Venezuela en Colombia, actuando como líder del terrorismo criollo
quien diera a conocer en marzo la creación de una nueva plataforma política
para agrupar a ese sector de la oposición venezolana.
Dicha agrupación bautizada como Nueva Alianza por Elecciones
Libres se propone ser “una plataforma conformada por la sociedad civil, varias
ONG, un sector del empresariado y los partidos políticos del G-4, que
trabajarán unidos para luchar contra el régimen”. Con esto se dio por superado
el “Frente Amplio Venezuela Unida”, que al igual que sus innumerables
antecesores fracasó en el intento de derrocar por la fuerza al gobierno del
presidente Nicolás Maduro.
Así, se hace patente, que ante el fiasco y la decepción que
ha significado el liderazgo nacional, Estados Unidos haya decidido que en esta
etapa, esa responsabilidad la asumiera directamente un miembro del Departamento
de Estado, quien con una CIA renovada en la administración Biden tratará de
conformar –al igual que en el Chile de Allende- una agrupación de “partidos
políticos de oposición, agremiaciones empresariales y medios de comunicación”,
toda vez que fueron frustradas sus intenciones de quebrar a la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana, elemento fundamental que contrasta absolutamente con la
ya conocida experiencia chilena.
Más recientemente, el pasado martes 6 se ha conocido otra
arista de la guerra multifuncional que Estados Unidos libra contra Venezuela y
que es develada públicamente por sus dirigentes. El secretario de Estado
Anthony Blinken se comunicó por vía telefónica con el presidente de Colombia,
Iván Duque, para agradecerle por los servicios que Bogotá le está prestando a
Estados Unidos a fin de construir una “alianza multifacética” con el objetivo de derrocar al gobierno de
Venezuela e instalar uno de su agrado. Claro… eso se disfrazó como el
"compromiso común" que tienen "con la restauración de la
democracia y el Estado de Derecho en Venezuela".
Blinken dejó claro que la violación de derechos humanos en
Colombia, el irrespeto al estado de derecho y los múltiples asesinatos de
dirigentes sociales y ex combatientes de las FARC, seguirán contando con el
aval de Estados Unidos, siempre que Colombia siga siendo el portaviones de
Washington para su intervención en la región. Claro… eso lo disimularon como
“los esfuerzos de Colombia para promover la democracia en toda la región".
Así mismo Blinken le aseguró a Duque, que para dar
continuidad a su política de seguridad democrática que significa, exterminio de
dirigentes sociales, realización de ejecuciones extrajudiciales, alianza con el
narcotráfico y el paramilitarismo e incremento más acelerado de las exportaciones de cocaína colombiana a
Estados Unidos para que los jóvenes de ese país tengan la droga suficiente para
su consumo, sin crear insuficiencias peligrosas para el mercado, Colombia
seguirá contando con el apoyo de Estados Unidos. Claro… eso fue enmascarado
como “compromiso de Washington de continuar la estrecha cooperación en materia
de seguridad, desarrollo rural y lucha contra el narcotráfico para apoyar la
paz en Colombia"
“Por la boca muere el pez”, ellos mismos han dado a conocer
su estrategia: creación de una nueva plataforma terrorista que busque
consolidar el apoyo social que no han logrado; acciones militares en la
frontera en alianza con bandas de narcotraficantes, paramilitares y
delincuentes, además del bloqueo a los recursos de Venezuela para que no
lleguen combustibles ni vacunas a fin de
crear desasosiego en el pueblo como lo han develado dirigentes terroristas como
Julio Borges y Juan Guaidó, intentando con ello, culpar al gobierno por tal
situación.
En esta nueva estrategia, en la que pareciera que la
administración Biden ha decidido tomar el control directo de las operaciones,
reuniendo bajo un solo mando a sus Fuerzas Armadas, el Departamento de Estado,
la CIA, las organizaciones paramilitares colombianas, los carteles del
narcotráfico, el gobierno de Colombia y el sector terrorista interno, Venezuela
también ha develado su estrategia: Escudo Bolivariano, es decir, pueblo,
ejército, conciencia ciudadana, espíritu patriótico, voluntad de lucha y
resistencia y alianza cívico-militar.
sergioro07@hotmail.com
INTERESANTE ARTICULO LO RECOMIENDO
ResponderEliminar