Por Carolina Vásquez Araya:
Sustitución de paradigmas: el desafío planteado en función
de un cambio inevitable.
Las sociedades necesitan reglas, de acuerdo con las cuales
funcionan a partir de cierto orden y bajo determinados conceptos. En casos
excepcionales, cuando se produce una repentina transformación de los sistemas
vigentes o la ruptura de una línea establecida de normas y acuerdos, es preciso
repensar los paradigmas –o el cuerpo de creencias, presupuestos, reglas y
procedimientos que definen el comportamiento humano en todos los campos: la
ciencia, la espiritualidad, las relaciones sociales- con el propósito de no
perderse en una situación de caos y conflicto.
Hoy, la comunidad humana necesita reflexionar, como pocas
veces, sobre las bases de su relación con el mundo, con sus semejantes y con su
propia esencia. Su existencia ha experimentado un sacudón de enormes
proporciones y, a pesar de no tener todavía la suficiente capacidad para captar
la dimensión de su impacto sobre la vida presente y futura, sabe por intuición
que se encuentra en un proceso de transformaciones radicales, aún desconocidas.
Para las grandes mayorías es imposible abarcar la visión del bosque; de modo
que, para conservar su estabilidad emocional, se enfocan en el árbol más
cercano. De este modo, lo inmediato y lo conocido se convierte en una tabla de
flotación ante la inmensidad de lo imponderable.
El desafío mayor ante el ataque de una pandemia capaz de
poner de cabeza un sistema de vida considerado inamovible y cuyas bases de
pronto parecen desaparecer, es comprender la necesidad de crear un nuevo orden
de cosas. La crisis actual ha quitado muchos velos y, aunque ya sabíamos que
ahí estaban, hemos intentado ignorarlos. Entre ellos, la poderosa influencia de
un sistema económico rapaz y perverso, cuyos intereses resultan prioritarios e
indiscutibles aun cuando las consecuencias de sus decisiones constituyan el
sacrificio de millones de vidas humanas. Un sistema injusto al cual nos hemos
plegado por comodidad. Por lo tanto, se nos plantea la urgencia de pensar,
analizar, reflexionar y finalmente comprender que nuestro mundo ya no volverá a
ser el mismo. Pero, sobre todo, cómo vamos a abrazar y conducir este cambio.
“La letra con sangre entra” o “Escena de escuela” es un
cuadro pintado por Francisco de Goya y Lucientes entre 1780 y 1785, en donde el
artista español escenifica un modelo de educación basado en la efectividad del
castigo. Es, guardando las distancias, aquello que nos ha impuesto hoy eso que
llamamos pandemia –conspirativa o no- de la cual deberemos extraer una dura
lección: que no estamos en control de nuestro mundo. De hecho, lo que hemos
intentado ignorar para tener una vida más gratificante y con visos o certezas
de seguridad, hoy nos golpea en lo más preciado de nuestro entorno: la libertad
relativa, la familia, la estabilidad económica.
Sin embargo, como de este fenómeno hemos de salir con un
surtido de recursos más adecuados para el ejercicio de supervivencia, es
imperativo comenzar por el cambio de paradigmas y, muy especialmente, un
ejercicio de reeducación indispensable para reforzar nuestra salud mental, sin
la cual ningún esfuerzo futuro resultará exitoso. En esta ruta se perderá,
posiblemente, la noción de individualidad a la cual estamos tan acostumbrados,
para sentar otro paradigma: que vivimos en un mundo de vasos comunicantes y
dependemos de manera forzosa de las interrelaciones implícitas en un tejido
social dinámico, sin las cuales nos será imposible superar el desafío del
cambio.
elquintopatio@gmail.com
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